lunes, 27 de diciembre de 2010

La edad de la inocencia

Advertencia previa: En Colombia ningún Santos es inocente, aunque se demuestre lo contrario.
La tradición católica impuso el rito bromista del 28 de diciembre como Día de los Inocentes. La INOCENCIA, un atributo problémico que funciona a la maravilla como insumo de los estrados judiciales;  pero que adquiere características de insulto cuando se la relaciona con esa falta de inteligencia que ya en las  Bienaventuranzas del Nuevo Testamento es etiquetada  como "Pobreza de Espíritu". El Génesis, primer libro de mitos fundacionales de las Escrituras católicas, describe con pormenores los trágicos hechos que llevaron a los primeros bípedos con ropa a "reconocerse pecadores"; es decir, a descubrir que "habían perdido su inocencia" a cambio de una mordida al satánico fruto del Conocimiento. Las consecuencias: Métale muela a esa terrible y lapidaria frase GANARÁS EL PAN CON EL SUDOR DE TU FRENTE. 
Si Usted cree que no es más que una frase anecdótica, con cierta licencia poética,  le pido que explore conmigo los siguientes recuerdos (imposible que no le acierte en más de uno) y trate de establecer una relación entre el significado de su vivencia y el sentido de aquella frase. Le aseguro que terminará comprendiendo por qué con cada pérdida de su inocencia viene un agente paracelestial que lo desplazará de su Paraíso. 
Usted descubre que ha perdido, o está perdiendo la inocencia, cuando descubre que el Niño Dios es igualitico a su papá en calzoncillos y que el paquete que está poniendo en el árbol contiene, más o menos, algunos de los regalos que Usted le había pedido al Niño Dios o a Santa Claus... ya ni le importa a quien le hizo el encarguito; cuando al acabar de subirse la bragueta, a Usted se le pasa por la cabeza la idea de que ella se veía más linda antes y que, de verdad, era mejor con la mano; cuando, al terminar su bachillerato, una mala mañana tropieza de nariz con una angustiante pared llamada "Futuro"; cuando al terminar su carrera de pregrado vuelve a tropezar con esa misma maldita pared, ahora más alta y ancha; cuando, al terminar su segundo posgrado, descubre que la pared es insalvable y decide como el Señor K, sentarse en su zócalo a ver morir el presente; cuando descubre que para comerse ese pastelito, no necesariamente tenía que casarse; cuando comprende que "El Verbo Eterno" es TRABAJAR; cuando comienza a preguntarse por los métodos de enriquecimiento de los banqueros oficiales; cuando comprende por qué los banqueros y los políticos arruinaron a "Bernie" Madoff y a David Murcia y desprestigiaron el Esquema Ponzi; cuando comienza a desconfiar de aquel locutor de radio que se gana mensualmente CINCO sueldos presidenciales, el equivalente a 200 salarios mínimos; cuando su primer patrón le palmotea el culo y le dice que sus "obligaciones" deben ir más allá del trabajo de oficina; cuando comienza a desconfiar del "heroismo" de los "soldados de la patria"; cuando comienza a preguntarse por qué un viejo de 56 años que tuvo a las buenas y a las malas las riendas (literalmente) del país, se le da por pegarse de su blacberry a twittear procastinaciones como cualquier culicagao grosero; cuando, al regresar de la luna de miel su suegra la sienta para una "charla madre-hija" en la que le explica cómo le gustan las comidas, las camisas y los viernes a ese "tesorito" que Usted le arrebató; cuando comienza a preguntarse si es normal que a su novia "le duela la cabeza"; cuando al mirarse en el espejo Usted descubre que no valió la pena "tanto esfuerzo"; cuando su ex le presenta un "nuevo amigo" y Usted no entiende qué le vió a ese tonto; cuando al reencontrarse con la Promo del Cole, Usted siente en la boca un saborcillo a retama amarga como de juventud perdida; cuando al escuchar cualquier tipo de "informe estadístico", Usted es capaz de percibir la mano que mueve los hilos... cuando, cuando, cuando... la inocencia se nos fuga como aguita entre los dedos y siempre nos deja la dolorosa sensación de un desplazamiento del Paraíso soñado... Tal vez al final, como en la novela de Edith Wharton, terminemos huyéndole a los reencuentros para no revivir viejos dolores y nos neguemos a escuchar los murmullos socarrones que nos dicen "Pásela por inocente".

martes, 21 de diciembre de 2010

Algunas sugerencias para regalos de Navidad

Si, para esta Navidad le tocó hacer de Niño Dios, Papá Noel, San Nicolás o Santa Claus y es de los que se complica la vida creyendo que el juguete "influye", vaya Usted a saber de qué manera, en el "futuro profesional" de los criaturos, desmóntese por las orejas empacándole uno de estos kit de "modelos a imitar" (tomadas del blog del Negro http://elnegroentanga.blogspot.com quien las toma de Entertainment earth http://www.entertainmentearth.com/hitlist.asp?theme=Little+Giants que los ofrece a 16 dólares).
Como notará, también tenemos nuestro modelito colombiano, aunque , la verdad, y para ser justos, no les está yendo tan mal en su gestión y podrían estarse haciendo merecedores de un trato más amable. FELIZ NAVIDAD.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Por qué es urgente un Juicio Político a la anterior administración de gobierno nacional

 
Hombre, que las fuerzas de la naturaleza a veces superen la previsibilidad humana, es cosa corriente hasta en los paises del llamado Primer Mundo (¿Quién podría olvidar el Katrina, por ejemplo?); que una catástrofe natural tome visos de tragedia humana, es una consecuencia que se hace más notoria en los paises del subfondo socio-político (lo seguimos viendo en Haití); que un supuesto "espíritu de solidaridad internacional" (que ya no hermandad de los pueblos) mueva políticos, farándula y traficantes de todas las pelambres a "recaudar recursos para los damnificados" (¡!) es un sapo difícil de tragar y que reclama una rigurosa reglamentación... Pero, que de las ríadas, inundaciones, aludes y avalanchas ocasionados por la actual "ola invernal" en Colombia unicamente se tenga como responsable al "fenómeno de la niña", sólo contribuye a dejar en evidencia la mercenarización de los medios, que a cambio de unos muy jugosos estipendios desvían la mirada de la Opinión Pública hacia las bambalinas de la caridad cristiana, la lástima, la solidaridad y demás pendejadas que nos boicotean la dignidad y nos hacen plañideros y pedigüeños. ¿Por qué carajos no ha aparecido un solo "político de izquierda", o un "periodista socio-crítico" a imputarle cargo de responsabilidades políticas y sociales al salgareño, quien en su octanal (8 años) usurpación de poder incrementó su caudal político en la burocracia de las CAR (Corporación Autónoma Regional) y puso en el ministerio del 1/2 ambiente a un narigón ridículo que se hizo el güevón frente a la proliferación de  maquinaria pesada  y dragas que trituraron las fronteras naturales, ahondaron vados, rectificaron recodos y eliminaron meandros de todos nuestros rios en busca de... ¡oro!? ¿Cuántas hectáreas de las tierras inundadas son hoy terrenos valdíos porque los paracos habían desterrado de ellas a los nativos propietarios? ¿Qué hicieron las CAR con el cuantioso presupuesto que se mamaron durante ocho años dizque para velar por la conservación ambiental? ¿No era responsabilidad del Ministerio del Medio Ambiente velar por la conservación de las hoyas, las cuencas, las canalizaciones y los cuerpos de agua en general?  ¿Qué mierdas hizo juan lozano en ese pinche ministerio durante sus ocho años? ¿Cómo es posible que bajo un estado de emergencia social como el que estamos viviendo, cada uno de nuestros "representantes políticos" continúe mamándose mensualmente el equivalente a 42 salarios mínimos mensuales? ¿No sería el momento de apretarse el cinturón por un buen lapso hasta que se recupere la economía? (No hay que olvidar que ya salen a "receso" hasta marzo del 2011, pero que seguirán recibiendo su mesada)... y las fuerzas militares ¿no es el momento de deponer sus afanes bélicos y dedicar el 50% de su presupuesto (el más oneroso e inútil de los rubros nacionales) a la recuperación del país?. Mientras no alcemos la voz para exigir una justificación, tendremos que conformarnos con gestos tan folclóricos y bien intencionados como los de ver al Señor Rafael Correa, Presidente de Ecuador, disfrazado con una chaqueta de la defensa civil entregando ayuditas a los "damnificados"; o a Juanes anunciando que para una subasta organizada por Isabela Santodomingo donará la chaqueta que usó en la inauguración del pasado mundial de fútbol en Sudáfrica; también Sofía Vergara entregará dos pases para ingresar al set de Modern Family; y Ángela Vergara donará un dummy (réplica a escala natural) con una foto de ella en la serie los caballeros las prefieren brutas; y la diseñadora Francesca Miranda hará entrega de tres de sus vestidos (lino, coctel y gala); y Adriana Arboleda y Johana Ortiz darán una vestimenta completa de su marca Pink Filosofy  y Juan Pablo Montoya donará un uniforme de los que usa en la Nascar...¡Apague y vámonos!
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

sábado, 11 de diciembre de 2010

Los juegos de los muchachos

Hasta hace una generación, digamos, cosa de diez a veinte años (¡miércoles! parece una eternidad), la Infancia, ese estadio del desarrollo vital coloquialmente agrupado bajo el adjetivo cariñoso de muchachada, era un estadio integrado del cuerpo, el alma y la mente en el que la sobrecarga energética impelía a la acción. Digo que hasta hace  una generación, porque es evidente que el proceso pangeico de digitalización mediática penetró por el nicho del "entretenimiento" para modificar tanto la forma de relacionarnos, como las funciones del juego y la expresión corporal; pero ese será tema de otra entrada... Desde la perspectiva de lo que aquí quiero plantear, el mundo infantil era aquel Reino de la Imaginación  cuyo mandato único era la actividad constante. Su antípoda natural era el pensamiento y, por ende el estudio y el saber (ahora sí me es fácil entender el mito bíblico de la expulsión del Paraíso por "haber mordido la manzana del conocimiento"). La acción se expresaba en el Juego. Era éste el recurso mediante el cual los muchachos "quemaban" las energías inagotables, adquirían las destrezas indispensables para ganarse el respeto y admiración de su respectiva pandilla y, sobre todo, asimilaban por emulación los valores culturales y las representaciones sociales de su entorno afectivo y comunitario.
En esencia, el juego es el acto de hacer palpables los devaneos de la imaginación, no tiene más pretensiones que el goce por el goce, ni más coordenadas que el aquí y el ahora; su poder de ensimismamiento nos distrae la conciencia de las contingencias inmediatas y nos hace inmunes a los efectos y consecuencias de lo obrado. En su reino de Jauja toda actividad es posible, todo gesto es semejante y todo resultado impecable: Nadie más grave que un niño jugando a médico, ni más serio que el pequeño "automovilista", ni más "letal" que la parodia infantil de un policía, ni más hacendosa o "sexi" que la niña que imitaba a su madre, hermana o tía en las labores domésticas y en los desfiles de pasarela.
La evolución de una metódica comportamental a partir de la emulación lúdica de las acciones de terceros constituye la causa necesaria de la formación de las estructuras superiores del pensamiento que habrán de consolidarse como expresión de una maduración intelectual consecuente con la edad biológica, la cual acabará haciéndose manifiesta en el grado de evolución social y cultural de una comunidad. Es por eso que uno de los instrumentos antropológicos más eficaces para determinar el modelo de desarrollo social y cultural de una población, es el estudio y conocimiento de sus juegos infantiles. (Un referente de estudios al respecto  -desde la sicología- puede hallarse en Piaget, Vigotski y Gowin)
El proceso individual de maduración  trae consigo la percepción del OTRO como alguien externo a nuestra subjetividad que limita nuestro espacio y condiciona nuestro querer hacer, dando inicio a la transformación del espíritu lúdico en afán competitivo. El juego, entonces, pierde su dimensión gratificante, se convierte en disputa de poderes, factor de ingresos económicos, trabajo, disciplina... Nada menos lúdico que un deportista de "alta competencia", un "animador", un payaso o un "recreacionista". La imaginación, entonces,  es desplazada a un sector vergonzante de la personalidad (en adelante será llamada "la loca de la casa") donde se irá transformando en un endriago grotesco que aprovechará cualquier obnubilación de la conciencia "adulta" por alicoramiento (o empendejamieto, que es más nocivo) para dejar ver su trasero atrofiado y ridículo.
Desafortunadamente, como ése es un evento que acaece hasta en las peores familias, se nos ha vuelto epidemia en Colombia ver a un enano cuarentón que, fungiendo como ministro de agricultura, se sentaba en las sesiones del Congreso a chatear con sus compinches sobre la sensualidad de las senadoras; o a otro  personajillo cincuentón obsesionado en responder los twits que le llegan a su blackberry; o a una ex congresista jamona que, al ser faltoneada por el personajillo anterior, denuncia las claves del negociado para la reelección presidencial y finalmente "escribe" un libro de delaciones (ah, y posa empelota para una revista de farándula); o a unos sesentones de cuatro soles, veteranos de ninguna guerra, dilapidar el 47% del presupuesto nacional en comprar jugueticos bélicos; o a un viejo setentón fungiendo como Procurador de la Nación salir con una charada como la de intentar atribuirse los méritos de la liberación de las FARC; o a una cuadrilla de vetustos locutores de radio jugando a ser guardianes y fiscales de una supuesta moral pública, o a los agentes de la interpol capturando a Julian Assange por haber "tirado sin condón"...
No es una regresión a la infancia... Es que estos personajes se "maduraron biches" y ahora, con un mapa mental esbozado en su primera infancia y con un timón ético robado a los modelos de su juventud, dan bandazos a la deriva en el revuelto océano de la gestión pública. Si las cosas siguen así, muy pronto asistiremos al espectáculo de una gerontocracia con botox en el raciocinio.

martes, 7 de diciembre de 2010

Riase si aún le quedan ganas 2- Así empiezan las peleas

La mujer está desnuda, mirándose en el espejo de la habitación. Sin estar feliz con lo que ve, le dice al marido: "Me siento horrible; parezco vieja, gorda y fea; realmente necesito un elogio tuyo.” El marido responde: "De la vista estás perfecta".
Y, entonces, la pelea comenzó...
Mi mujer y yo estábamos sentados en la mesa de un restaurante, yo me estaba fijando en una chica borracha que estaba sola en una mesa próxima, y que balanceaba su copa. Mi mujer preguntó:
-"¿La conoces?"
-"Sí", dije yo, "Ella es una antigua novia mía... es que empezó a beber después de separarnos, hace ya bastantes años y nunca más ha vuelto a estar sobria". 
-"¡Dios mío!", dijo mi mujer, "nunca pensé que alguien pudiese celebrar algo durante tanto tiempo!"
Y, entonces, la pelea comenzó...
El marido vuelve del médico y la mujer, toda preocupada, le pregunta: "Y, entonces, ¿qué te dijo el doctor?".
Él respondió: "A partir de hoy, no haremos más el amor; tengo prohibido comer cosas grasas".
Y, entonces, la pelea comenzó...
Después de pensionarme, fuí hasta el Seguro Social para poder recibir mi credencial de jubilación. La mujer que me atendió solicitó mi Cédula de Identidad para verificar mi edad, pero yo me di cuenta de que la había dejado olvidada en casa. La funcionaria dijo que, para que no perdiera la ida, me desabotonara la camisa. Yo obedecí: desabotoné la camisa dejando expuestos mis vellos crespos y plateados. Ella dijo: "Esos vellos plateados en su pecho son prueba suficiente para mi". Y procesó mi jubilación.
Cuando llegué a casa, le conté entusiasmado a mi mujer lo que me había ocurrido. Ella me dijo: "¡Vaya! ¿y por qué no te bajaste los pantalones? Podrías haber conseguido una invalidez permanente también... "
Y, entonces, la pelea comenzó...
Llevé a mi mujer al restaurante. El camarero anotó primero mi pedido: "Quiero un churrasco bien jugoso, por favor".
El camarero pregunta: "¿El Señor no está preocupado por la vaca loca ?"
-No, ella misma puede hacer su pedido - respondí.
Y, entonces, la pelea comenzó...
La mujer de 47 años mira desnuda a su marido desde la puerta del baño y le pregunta:
-¿Vos creés que realmente represento la edad que tengo?
El marido le contesta: 
-Si miro tu cabello, te doy 29; si miro tu busto te doy 32; si miro tus caderas, te doy 36; si miro tus piernas, te doy 30...
Ella le contesta: "Gracias mi amor, ¿realmente piensas eso?
El marido le contesta: "Espera un poquito que todavía estoy sumando..."
Y, entonces, la pelea comenzó...
Luego de haber tenido una discusión muy fuerte, la pareja iba en el auto sin hablarse. Al pasar frente a un criadero de cerdos él le dice: "No sabía que tenías parientes viviendo por acá"
Ella le contesta: "Si..., mis suegros!!!"
Y, entonces la pelea otra vez comenzó...

sábado, 4 de diciembre de 2010

WikiLeaks: El recurso del rumor como imán publicitario

 
Sería fantástico. El artilugio podría devolvernos a todos los humanos del común la ilusión de poder ser censores de las tropelías de los poderosos. ¿Se imagina un mundo en el que la Opinión Pública de cualquier lugar del planeta pueda informarse  de los manejos políticos, económicos, estratégicos, etc. con sólo desplazar un cursor? Una versión inversa del ojo omnisciente de El Gran Hermano en 1984, la novela de George Orwell. ¿Cómo tratarían sus temas el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, los 8, los 20, los del Bilderberg o los politicastros locales? Desafortunadamente, desde sus orígenes, la internet, y todo lo que por ella corre, está atada a unos sofisticadísimos planes de manipulación ideológica y control político de quienes la inventaron y la están difundiendo a lo esférico y profundo de este planeta. No se me ocurre un adjetivo para calificar a quien pueda creer por un momento que alguien tiene los recursos económicos (y la locura) suficientes para acceder y echar a rodar una "información clasificada" que afecte verdaderamente la espina dorsal del sistema en que se sustenta. ¡Claro! Desde un rinconcito de lo utópico, uno podría esperar la aparición de un nuevo estilo de héroe robinjudesco que se hackeara la "información clasificada", esos Top Secret de los sistemas político gringo, militar israelí o económico británico cuya divulgación estremeciese las bases políticas, militares o económicas de su stablishment .
Julian Assange
Anticipando la posibilidad de que ello llegase a suceder ¿Cuál piensa Usted que sería la mejor estrategia de prevención? La historia nos ha enseñado que las más comunes y eficaces son las del rumor y el simulacro. Desde la perspectiva de la propaganda política, el rumor puede servir para imponer la aceptación de un personaje o para desacreditar a un adversario incómodo; el simulacro permite estudiar reacciones, siembra la expectativa sobre eventos y consecuencias y, lo más importante, debilita las bases del suceso emulado.
Bradley Manning
Si nos ponemos de acuerdo en el predicamento anterior y prestamos atención al sabio aforismo Piensa mal y acertarás, quizá le parezca que valga la pena preguntarse de dónde diablos salió Julian Assange, cómo consigue financiar su WikiLeaks, por qué los doscientosmil y pico de archivos que ha echado a rodar apoyado en un aparatoso sistema publicitario que apoyaron y fortalecieron los gobiernos de Estados Unidos, Francia y Alemania, no aportan un solo dato verdaderamente trascendental, por qué hay tanto glamour en los sujetos involucrados... Todos ellos: Assange, Manning y Lamo parecen extraidos de un estudio de Hollywood. Y, si se escucha sus declaraciones, la sospecha se hace más fuerte. El miércoles 1 de diciembre la W Colombia entrevistó a Adrian Lamo, el supuesto hacker que delató al soldado Bradley Manning.
Adrian Lamo
El caso es que Lamo, quien a pesar de (o precisamente por ello) dominar un perfecto español sin acento ni baches semánticos ni sintácticos, ralentizaba su hablar hasta el punto de hacer creer que tenía algunos problemas mentales, dejó entrever en su monólogo un libreto diseñado por uno de esos gringos que creen que al sur del Rio Bravo todos los latinos somos iguales. Para completar, el tipo, de apellido Lamo, dice que es de padre colombiano... Podría ser. Algún inmigrante italiano que iba para las pandillas de Nueva York y se le hizo más fácil la vuelta pasándose por este país de oprtunidades. Decía la periodista, al borde del soponcio, que el entrevistado era el papá de los pollitos, la última coca-cola del desierto, el non plus ultra en "el bajo mundo de los hackers" (sic) y que dormía en edificios abandonados... En fin... mire las fotos, escuche el audio y saque Usted sus conclusiones.
Ah... y todo esto "coincidiendo" con el lanzamiento sincronizado de La red social una cinta que ya ha recibido los premios a mejor película, mejor director, mejor actor protagonista y mejor guión adaptado que otorgan la Asociación Nacional de Críticos de cine.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Cuando la legalidad es injusta y la justicia es instrumento de oportunistas

Venía ya desde septiembre echándole cabeza al tema, que pensaba introducir con la etiqueta de Receta de mujer. Me encontraba en el dilema de si plantearlo desde la perspectiva de su deber de pagar los costes de ser reconocidas como sujeto social, o si el problema eran las limitaciones de nuestra capacidad humana para ver la realidad con las anteojeras de nuestros prejuicios morales y culturales... Afortunadamente para mi, me sacó del atolladero nadie menos que el novelista y semiólogo italiano Umberto Eco con este artículo que publicó el diario colombiano El Espectador, ayer domingo 28 de noviembre. Por supuesto: nada que glosarle; sin embargo, me atrevo a criticar (temblando del susto y rojo de la vergüenza) la edición o estructuración lógica de los últimos párrafos, la cual tendría que obedecer a inconvenientes técnicos del traductor. Como siempre, las itálicas y negritas son mi intromisión.
La virginiana y la iraní 
Teresa Lewis fue ejecutada en Virginia con una inyección letal; nadie será castigado por su asesinato, porque había sido condenada a muerte legalmente. Había planeado el asesinato de su esposo e hijo adoptivo —lo que, por supuesto, era ilegal— y los que la mataron, consecuentemente, actuaron con la bendición de las autoridades. Tal vez deberíamos reformular el sexto mandamiento para que diga: “No matarás sin permiso”. Después de todo, durante siglos hemos venerado las banderas de soldados que, estando en guerra, tienen permiso para matar, como James Bond. Y ahora se dice que el presidente iraní, Mahmoud Ahmadineyad, ha respondido a los exhortos occidentales de clemencia para una supuesta adúltera sentenciada a morir lapidada —el castigo ha sido rechazado, pero las autoridades afirman que sigue siendo una posibilidad— diciendo, en esencia: ¿Se quejan porque queremos matar legalmente a una mujer iraní cuando matan legalmente a una estadounidense?
Una objeción para la lógica de Ahmadineyad es que la estadounidense orquestó el asesinato de su esposo, mientras la iraní, Sakineh Mohammadi Ashtiani, sólo fue infiel. Y la estadounidense murió sin dolor, mientras la iraní corre el riesgo de morir de forma brutalmente dolorosa. Pero una respuesta de este tipo implica dos cosas: que mientras una adúltera no debería ser castigada con más que una separación legal, sin derecho a pensión, es aceptable castigar a asesinos con la pena capital —siempre y cuando el método de ejecución no sea muy doloroso—.
Si nuestro juicio no estuviera tan nublado, tal vez veríamos el punto más general: que ni siquiera los asesinos deben ser sentenciados a muerte, que las sociedades no deberían matar a sus ciudadanos —ni siquiera luego de un debido proceso, ni siquiera si la ejecución es relativamente indolora—. ¿Cómo responderían los ciudadanos de los países democráticos al líder de un país más bien antidemocrático cuando nos pide que no critiquemos la pena capital de Irán —dado que algunas naciones occidentales todavía tienen crueles castigos mortales—?
La situación es más bien rara, y me gustaría saber si estos occidentales —en cuyas filas figura la primera dama de Francia, Carla Bruni-Sarkozy— que protestan contra la pena de muerte en Irán también han protestado contra la de Estados Unidos. Sospecho que la mayoría no. Los occidentales se han desensibilizado con el alto número de ejecuciones legales en Estados Unidos. No obstante, nos horroriza la idea de que una mujer muera en Irán masacrada por una lluvia de piedras. Ciertamente, no soy inmune a esto: cuando me enviaron una solicitud para que me manifestara contra la lapidación de Ashtiani, la firmé inmediatamente. Al mismo tiempo, pasé por alto el hecho de que la virginiana Teresa Lewis iba a ser sacrificada. ¿Nosotros, los occidentales, hubiéramos protestado con la misma intensidad si Ashtiani hubiera sido condenada a morir por inyección letal? ¿Nos indigna la lapidación o la ejecución de infractores del séptimo mandamiento —“No cometerás adulterio”— en lugar del sexto? No estoy seguro, pero el hecho es que las reacciones humanas muchas veces son instintivas e irracionales.
En agosto encontré una página de internet que describía varias formas de cocinar un gato. Sin importar si era en broma o en serio, los defensores de los derechos de los animales elevaron la voz en todo el mundo. Adoro a los gatos. Son de las pocas criaturas que no permiten ser explotadas por sus dueños —al contrario, los explotan con cinismo olímpico— y su afecto por la casa prefigura una forma de patriotismo. Entonces, me repugnaría que me dieran un plato de estofado de gato. Por otra parte, los conejos me parecen igual de lindos que los gatos, y aún así me los como sin ningún escrúpulo. Me escandaliza ver perros pasear libremente en sus casas chinas, jugando con los niños, cuando todo mundo sabe que serán comidos a fin de año. Pero los cerdos —animales altamente inteligentes, según me dicen— vagan en las granjas occidentales y a pocos les preocupa el hecho de que su destino sea convertirse en jamón. ¿Qué nos inspira a considerar incomibles ciertos animales cuando los antropomorfizamos mientras otras criaturas adorables —terneros, por ejemplo, o corderitos— nos parecen eminentemente apetitosos? 
Los humanos somos animales muy raros, capaces de mucho amor y de cinismo aterrador, igual de dispuestos a proteger un pez de color que a hervir una langosta viva, a aplastar un ciempiés sin remordimientos y tildar de bárbaro al que mata una mariposa. Similarmente, aplicamos una doble moral cuando enfrentamos dos sentencias capitales —nos escandalizamos con una y nos hacemos de la vista gorda con otra—. Algunas veces me siento tentado a coincidir con el escritor rumano Emil Mihai Cioran, quien afirmó que la creación, una vez que escapó de las manos de Dios, debe haber quedado a cargo de un demiurgo: un chapucero torpe, incluso tal vez un poco ebrio, que se puso a trabajar teniendo en mente algunas ideas bastante confusas. 

jueves, 25 de noviembre de 2010

Quizás no sea interesante, pero puede reultar de utilidad

Puesto que usted está leyendo este blog, me es viable suponer que usted utiliza el computador con relativa asiduidad. Yo, por lo menos, lo uso a diario. Bien, tengo que reconocer que por culpa de las dichosas "nuevas tecnologías", sobre todo del pc y los celulares, he descubierto que el proceso de envejecimiento personal va de la mano de la obsolecencia de los aparatos. Es decir, soy heredero de una generación que establecía una relación afectiva con los objetos, al punto de adaptar su estilo de vida a la "antigüedad" y calidad de los objetos que conservaban. La casa de mis abuelos maternos (un lugar del que sólo los mudará la muerte) está ambientada con un reloj victoriano, un teléfono de manivela, una victrola y doscientos cincuentamil álbumes de retratos de familia. A mi padre, en apariencia más "liberal", no hay quien lo convenza de salir de su viejo equipo de sonido (un Garrard antediluviano), ni de sus estilográficos (regalo de su madre para el grado... ¡de bachiller!), ni de su caja alemana de herramientas (con la que se ganó la vida en Paris en su época de universitario).Y yo, que creo burlarme de todas esas vainas, estoy "de depre" porque a mi celu, un Nokia Sirocco que ya cumple 5 años, le entró la vejera, se me apaga, no me quiere funcionar y yo no me siento capaz de cambiarlo por ningún otro por más BlackBerry, Iphone o Smartphone de que presuma. Igual me sucede con mi pc de mesa: Ya cumple 4 años y comienza a presentar algunos achaques con los que ya está dando de comer a un ejército de "técnicos" que lo auscultan, lo intervienen, lo recetan y lo ponen en cuarentena, asegurándose siempre de dejarle algún mal latente para que en poco tiempo se los tenga que volver a llevar. Pasa igual con los carros y con la salud: Cómprese un carro cero kms. y lléveselo a un mecánico: se asombrará de "lo mal que está su cacharrito": o vaya al médico por una fiebrecita, para que se entere, después de doscientos exámenes, de lo mal que está del colon irritable, la "baja en defensas" por el estrés, una hernia que usted nunca supo que tenía y una larga lista de afecciones que "si usted no previene oportunamente, le podrán acarrear problemas mayores"...
¡Que vaina! Este es el problema con nosotros los diletantes, quería darles un datico así de cortitico, y miren por dónde he cogido. Sin tantas vueltas, el cuento es el siguiente: Por ahí a la altura de febrero o marzo comencé a tener problemas con el encendido del pc. Un día demoraba media hora, otro día una hora... ¡Llegó a tomarse ocho horas para encender! Un vividor disfrazado de "técnico" dijo que era un virus, otro dictaminó que era la fuente de poder, a otro se le antojó que el procesador... Lo recetearon, le cambiaron el disco duro, los buses, la ram y finalmente me dijeron que era un problema de procesador y board; que lo mejor era que me comprara otro. Por uno de esos rayos luminosos con que a veces nos asalta la inspiración después de la media noche, la semana pasada se me ocurrió probar el monitor en el pc de mi madre y ¡Oh, Divina Revelación! TODO-EL-VERRACO-PROBLEMA-ESTABA-EN-LA-PANTALLA. Otro "técnico especializado" me explicó algo que no entendí, me la reparó, me cobró el 30% de una nueva... y aquí estamos mi pc y yo como dos amigos recién conocidos, sanos de cuerpo y puros de alma. En síntesis (esto es lo que debí haber dicho sin tanta carreta precedente), si nota que su pc comienza a tardar más de lo normal en el proceso de inicio, SOSPECHE DEL MONITOR antes de consultar a un técnico. Y ya, estando en ese terreno, me encontré con una aplicación de esas que nunca se me habría ocurrido que existen: Un limpiador interno de pantalla No tengo una idea clara de qué es lo que puede "limpiar por dentro", pero me parece que, además de ser un "tierno" salvapantallas, de pronto limpia estáticas y qué se yo... Clic aqui para bajar uno instantáneo, o aquí para instalar la aplicación. Me cuentan cómo les fue

miércoles, 24 de noviembre de 2010

El Paredón del blog12- Vivirán estos huesos, Edward Dahlberg

Stanislaus Bhor, así se apodaacaba de recibir en México el Premio Latinoamericano Sergio Galindo a primera novela, y ostenta uno de los blogs más descrestantes, funcionales y útiles que hasta ahora he conocido: Una hoguera para que arda goya. En él he tropezado con este comentario sobre la vida y obra de Edward Dahlberg A mi parecer, este artículo brinda una ojeada amplia, informativa y amena sobre el panorama literario de los EEUU. contermporáneos a partir del siglo XIX. Léalo, use su enlace y júzguelo Usted... me temo que compartirá mi opinión.

Vivirán estos huesos, Edward Dahlberg
Edward Dahlberg nació en 1900 y murió en 1970 y en esos 70 años se caracterizó por ser envidioso, chismoso, morboso, satirista, mujeriego, ególatra, irreverente, anarco: un escritor. Nació al sur de Estados Unidos, en el seno de un hogar de trashumantes judíos. Murió siendo un famoso escritor desconocido. Famoso porque lo descubrieron Dreiser, Ford Madox Ford, D.H Lawrence, William Carlos Williams, Roberto Calasso y Stanislaus Bhor. Desconocido, porque dos años antes de su muerte la revista World Work lo puso en la lista de los 10 escritores estadunidenses menos valorados de su tiempo, y la boca se le llenó de sangre: Dahlberg se creía mejor estilista que Faulkner, mejor fraseólogo que Hemingway, mejor editor que Dos Passos, más proletario que Saroyan. Y tal vez lo era. Mejor que todos, pero indisciplinado.
Vivirán estos huesos es un panfleto: la cuenta de cobro que le pasó Dahlberg a la literatura norteamericana de su tiempo. Desde que leí a Mencken no conocía una acidez tan corrosiva y un denuesto tan agudo, pero armonizado en una prosa lógica y poética al mismo tiempo:
“¿A qué se reduce todo en Hemingway y Faulkner, Dos Passos y Cadwell, London y Norris? Toda la fábrica humana se desplomó y el hombre al caer de la gracia del bien y del mal se precipitó en la mierda. El remordimiento ha sido reemplazado por los riñones, la próstata y el tracto intestinal. Ya no están los viejos maestros, concluyeron las tragedias eternas. Han acabado, ay, los nobles problemas del hombre; el amor, la angustia, el bien y el mal, Madame Bovary y Manon Lescault, las Camelias y la Tuberculosis tuvieron que ceder su sitio al realismo de la sublunar Materia decadente, al esputo, a las arcadas del vómito y Fiesta.”
En parte tiene razón: los escritores están obligados a cambiar sus códigos y signos de vez en cuando; pero ojo, zoquete: odio y amor, rojo y azul, siguen siendo los mismos. Dalhberg supone que la literatura norteamericana ha entrado en un estuario decadente, en una caída imparable, en una crisis de la realidad, en la primera mitad del siglo XX. Entonces decide hacer un panfleto para pasar revista a la plana mayor de los escritores gringos y burlarse de todos, hasta de sí mismo. El título de su ensayo está basado en una cita bíblica en que Ezequiel pregunta a Dios si revivirán los muertos. Dahlberg pregunta ahora si revivirán los clásicos. Y luego lanza una sugerencia letal: tal vez no. Para Dahlberg, los muertos que debían revivir eran los grandes olvidados de la literatura del XIX: Melville, que se pasó cuarenta años en una oficina, decepcionado del silencio con que Estados Unidos recibió ese ensayo general del fin del mundo llamado Moby Dick, Thoreau, que golpeó con un martillo a la mujer que se atrevió a proponerle matrimonio y que comía desabrido porque se negaba a comprarle la sal, un elemento de la naturaleza, y dejarle su dinero a un supermercado; Whitman, que hizo de su obra una celebración de su propio individuo como una ilusoria autocracia; Poe, que se lo inventó todo, pero sus hijos bastardos luego lo defenestraron. En orden de aparición: un experimentalista, un anarco, un ególatra y un gótico; lo que serviría una vez más para definir el carácter y la prosa de Dahlberg: anarquista, experimentalista, barroca, egotista.
Para Dahlberg es claro que si Dostoiewsky o Tolstoi o Shakespeare (sus valores más excelsos) reencarnaran el seno de la sociedad norteamericana capitalista, sólo les quedaría dedicarse al alcohol y a ver televisión, como al Homero más famoso que le queda al mundo (no el de la Ilíada, sino el de los Simpson).
Decía Wilde con cinismo que los Estados Unidos eran el único país que había pasado de la barbarie a la decadencia sin una civilización en el medio. Preciosa frase. Desopilante. Sangrienta. Dalhberg seguramente la hubiera firmado. Yo también. El menosprecio de nuestro panfletario contra la literatura norteamericana (James, Hemingway et al) no es espontaneo: es heredado. Dalhberg rastrea las huellas de la decadencia literaria de su país y encuentra que todo nace en el rasgo más fuerte de la historia fundacional de la conciencia americana: el puritanismo. Estados Unidos es una sociedad hipócrita que llama “elevación espiritual” a lo que sólo es materialismo puro; da envoltura a los mitos religiosos de siempre y pretende hacerlos pasar por nuevos cada comienzo de siglo, cuando lo que en realidad ocurre es que su doble moral cristiana hierve y lo impregna todo (e inclusive ha hecho crisis hoy, en 2010, cuando el adefesio de contradicciones del norte tiene lista Clinton y legalización de la marihuana en California, un presidente negro de ascendencia africana y al mismo tiempo una ley que convierte al inmigrante en delincuente):
“No hay tierra más asfixiante para la vida del artista que Estados Unidos. Todos los artistas, en donde sea, son parias. Pero ciertos países los lapidan más que otros, obstaculizan sus destinos al grado de que sus vidas acaban salvajemente desolladas. )(Durante cien años Estados Unidos fue un viñedo. El puritanismo despreció las artes como si vinieran de inferior alma concupiscente; transmutó sus propias necesidades y apetitos en meditaciones crónicas impregnadas con el olor de la tierra, la vendimia y las manadas. Su materialismo fue su santuario; se postró en devota oración, pero no ante la Virgen, Jesús, o los Santos, sino ante el campo, el hogar y la huerta. De Abraham, Noé y Job, el puritano extrajo el éxtasis y el fervor que tuvo por sus ovejas, manzanas, maderas, y granos. La granja colonial, arraigada en y surgida del suelo, narra los milagros del crecimiento, la vida, el nacimiento, la procreación y el matrimonio. La condena clerical del puritano contra los órganos sexuales fue el culto furtivo de la siembra, la primavera y la cópula.)( Casi toda la literatura Estadunidense ha sido una honda negación del hombre. Su literatura temprana, velada, en el lila crepuscular de Mateo y Marcos, es un cortejo fúnebre, una renuncia al corazón carnal.”
Pero lo más elevado en Dahlberg no es la crítica sociológica al capitalismo salvaje sino su original revisión de los clásicos, su inmersión en la personalidad de Hamlet, Macbet, Acab, Miskin, Timón de Atenas, Jeremías, El príncipe, Jacob, Abraham, Isaac, Ezequiel, Edipo, Prometeo, María la virgen para después confrontarlos con pasajes de la historia de Estados Unidos, con la literatura de su época, con su propia escritura:
“Las negaciones crean negaciones más profundas. Para cuando llegamos a Henry Adams se despliega maravillosamente la fabula estadunidense. Henry Adams fue un timorato Baco al revelarnos que la Virgen de Chartres era la Afrodita católica perfecta. Pero más adelante elevó a María a la intelección etérea pura y seca. Luego abjuró hasta de la virgen y se prostró ante otro santuario, la MAQUINA, y así acabó sus días en epicénica santidad, extrayendo inimaginables vibraciones eróticas en su Galería de Máquinas, a partir de pistones de nueve pies de altura, tornos, bandas y engranes. La naturaleza del hombre se ha deslizado en la del babuino y del mono.”
La escritura simple desarrolla una idea por cada vez, por cada oración, por cada párrafo. La compleja, varias al mismo tiempo. Gombrowicz es complejo. Borges es complejo. Bernhard es complejo. Rubem Fonseca es simple. Dalton Trevisan, complejo. Vargas Llosa, simple, de estructura compleja. La escritura de Dalhberg es la escritura a la que aspiro: una que avance reflexionando. Las acciones mueven, los aforismos detienen. Tal aspiración en el español actual sólo la he visto concretada en la prosa de Pitol, de Javier Marías, de Vila-Matas. En Calvino. En Sartre y Camus. En Montaigne.
Tal vez sea el tono de impugnación que atraviesa todo el volumen lo que haga de este libro uno de los ensayos más ácidos, complejos y acertados de la literatura. Frases con más de 48 palabras que presentan más de tres ideas juntas, adjetivos morales, divagaciones súbitas, envuelven la prosa de Dahlberg en un manto de misterio, como si estuviéramos frente a un profeta filósofo, frente a un Ezequiel erudito, alocado, hablándonos ya no de el valle de los judíos muertos sino de los escritores fracasados. 
Por: Stanislaus Bhor (las imágenes en blanco y negro son de Joel-Peter Witkin)

sábado, 20 de noviembre de 2010

¿Una nueva forma de razón frente a las políticas económicas, o una nueva moralidad ante las economías políticas?

Como para poner ladrillos que cuñen una de mis próximas carretas sobre el "cambio paradigmático" (¿has notado que llevo rato amenazando con tal?), presento una síntesis de L’ambition moral de la politique. Changer l’homme?, libro que acaba de publicar el filósofo francés Yvon Quiniou (L’Harmattan, col. Raison mondialisée, París, 2010. Traducción: Teresa Garufi ), en el cual propone un retorno a la economía política como reacción (que no solución) a la, esa sí, reacción, de los grandes bancos y de los líderes políticos de los países capitalistas que, ante su incapacidad de relacionar las causas de la crisis financiera con la estructura profunda del sistema que alimentan, pretenden llamar a una cruzada por la "moralización del capitalismo".
LA IMPOSTURA DEL CAPITALISMO MORAL
¿No sería tiempo de moralizar el capitalismo? En lo más álgido de la crisis, la pregunta fue formulada por los dirigentes políticos, con Nicolas Sarkozy a la cabeza. Es decir, por los mismos que antes se libraban a una irreflexiva apología del liberalismo que parecía representar el “fin (dichoso) de la historia”. Así formulada, la cuestión es ambigua: si hay que moralizarlo, es porque el capitalismo es inmoral; si puede hacérselo, es porque no es intrínsecamente inmoral en sus estructuras. Sólo se cuestionarían sus excesos. Ahora bien, la inmoralidad es constitutiva del capitalismo, contrariamente a la concepción que pretende hacer de la economía una realidad que escapa a la moral. Ya en el siglo XX, el economista ultra liberal Friedrich Hayek había enunciado esta objeción (1): sólo un comportamiento individual intencional podría calificarse de justo o injusto –no puede ser el caso de un sistema social que, en tanto tal, no fue querido por ninguna persona–. Lo que lleva a Hayek a rechazar el concepto mismo de “justicia social”, decretado absurdo ya que juzga lo que no puede ser juzgado. Por ejemplo, escribe: “No existe criterio por el cual podríamos descubrir lo que es ‘socialmente injusto’, porque no hay sujeto que pueda cometer esa injusticia” (2). Incluso ve allí un vestigio de antropomorfismo de intenciones humanas que se proyecta sobre una realidad inhumana (en el sentido de impersonal); este antropomorfismo animaría la corriente socialista y su pretensión de redistribuir de manera justa la riqueza y los medios de producirla. La concepción de Hayek desemboca pues en un total amoralismo en el campo de la organización económica de la sociedad, e incluso en una forma de cinismo que se adjudica por adelantado los medios de enmascarar el mal que alimenta, dado que al quitarle todo fundamento intelectual, teóricamente lo niega (3). Recientemente, esta tesis adquirió una nueva juventud gracias a André Comte-Sponville con su libro Le capitalisme est-il moral? (4), cuyo éxito mediático –incluso cuando su contenido fuera cuestionado por la crisis– traduce bien la imposición de la ideología liberal (clic al enlace para bajarlo en pdf). Al distinguir en el seno de la vida social el orden científico-técnico, el orden jurídico-político, el orden moral y el orden ético (que define por el amor), coloca la economía en el primero: “La moral carece de toda pertinencia para describir o explicar cualquier proceso que se desarrolle en ese primer orden. Eso vale en especial para la economía, de la que forma parte”, afirma (5).
Una lección que quedó en el olvido
La moral aparece entonces en una posición de exterioridad, ya que el capitalismo se sitúa fuera del campo: ni moral ni inmoral, sino amoral. No es que la moral no pueda intervenir –ya nadie sostiene una posición tan radical–. Pero sólo puede hacerlo desde una posición marginal, a través de la política y el derecho, para atenuar sus perjuicios, sin poder ni tener, sobre todo, que suprimir sus causas. Además, ya que ningún sujeto opera en los procesos económicos, no se puede juzgar en nombre de normas que sólo pueden aplicarse a actos subjetivos: de nuevo mutis a la idea de que habría una significación moral de la justicia o de la injusticia sociales, y un deber de modificar la economía si no respondiera a los criterios de la justicia. Sin embargo, Compte-Sponville reconoce que el capitalismo puede ser injusto, así como la naturaleza cuando distribuye el talento entre los hombres, pero no por cierto inmoral, y por lo tanto no puede ser fundamentalmente cambiado (6). Este tipo de discurso no sólo contribuye a declarar inocente al capitalismo por los considerables perjuicios que tenemos a la vista –y por lo tanto a justificarlo ideológicamente–, sino que alimenta un cinismo generalizado con respecto a la política, al quitarle cualquier ambición moral importante. Su justificación se basa en un error mayor, perfectamente visible en Compte-Sponville y presente en todos los partidarios del capitalismo: la integración de la economía al orden de la ciencia y de la técnica, en efecto moralmente neutro. Es olvidar lo que los separa fundamentalmente. La ciencia y la técnica (con las cuales la economía está evidentemente articulada) son tan sólo medios y sólo puede juzgarse su uso social. Así, una nueva técnica de producción que aumenta la productividad del trabajo no es en sí misma causante de desempleo y por lo tanto mala; al contrario, permite disminuir el tiempo de trabajo y así el sufrimiento del hombre: puede producirse lo mismo en menos horas, con los mismos trabajadores; o incluso brinda la posibilidad de retribuir mejor a los asalariados gracias al aumento de productividad. Su valor reside, pues, en el uso que se le de. En cambio –y esta es la gran lección de Karl Marx, ese olvidado de las teorías económicas oficiales hasta la reciente crisis– la economía está constituida por prácticas por las que algunos (los capitalistas) se comportan de una determinada manera con respecto a otros (los obreros y asalariados en general) explotándolos, sometiéndolos a ritmos infernales, despidiéndolos so pretexto de competitividad, u oponiéndolos los unos contra los otros mediante una cultura de resultados o nuevas reglas de management, que hoy se sabe hasta qué punto generan un sufrimiento laboral verdaderamente insoportable (7). Todo eso no nace de la técnica o de la ciencia sino de una práctica social que organiza el trabajo, que es requerida como tal en base a objetivos mercantiles (la ganancia) y que se ofrece pues por definición al juicio moral: práctica humana o inhumana, práctica moral o práctica inmoral. Marx lo había comprendido con claridad cuando afirmaba que “la economía política no es la tecnología” (8).
¿Qué valores y qué política?
Con una perspectiva más extensa –ya que aquí está en juego el poder de la política–, lo que hay que rechazar es ese tipo de realidad que por lo general se adjudica a la economía: una realidad objetiva y absoluta, decretada independiente de los hombres (cuando son ellos los que la hacen) y sometida a leyes implacables, análogas a las de la naturaleza y que, por supuesto, no habría que juzgar: no se critica la ley de la gravedad… incluso cuando ocasionalmente pueda hacer mal. Esta deriva intelectual lleva un nombre: economismo, que no sólo consiste en erigir la actividad económica como valor primordial, subordinando a ella todos los otros, sino en considerar que está hecha en lo esencial de procesos sustraídos de la responsabilidad política. Sin embargo hay que comprender que, si bien existen muchas leyes de economía capitalista, éstas son estrictamente internas a un cierto sistema de producción regido por la propiedad privada; pueden ser modificadas e incluso, en un principio, abolidas si se cambia de sistema. Por ello hay que ver en esas leyes reglas de funcionamiento de un determinado tipo de economía (que no es el fin de la historia), que organizan un cierto tipo de relaciones prácticas entre los hombres y que tienen, ellas mismas, un estatus práctico. Fueron instituidas (hasta a nivel mundial, en la actualidad), por lo que pueden ser modificadas. Lo cual significa que las llamadas “leyes económicas” se someten directamente a la legislación de las leyes morales, como todo lo que concierne a la práctica. Por esta razón la propia “ciencia económica” no podría ser una ciencia pura, virgen de juicios de valor. Tal como las ciencias sociales en general, y de acuerdo a la naturaleza de su objeto –están implicadas personas–, la “ciencia económica” compromete valores, al menos de manera implícita; aprehende la actividad humana y orienta el análisis de lo real en tal o cual sentido, que puede aprobarse o no. El economista estadounidense Albert Otto Hirschman lo señaló al subrayar la complejidad, a menudo inconsciente, de la ciencia económica y de la moral. Observó que “la moralidad… ocupa el centro de nuestro trabajo, a condición de que los investigadores en ciencia social estén moralmente vivos” (9); formula pues el deseo de que las preocupaciones morales sean explícita y conscientemente asumidas por la ciencia social –volviendo a Marx, cuando afirma en los Manuscritos de 1844 que la economía es “una ciencia moral real, la más moral de las ciencias”– (10). Queda por saber cuál es esta moral que nos pide que nos preocupemos por la economía y no la consideremos como una realidad ante la cual la política debería inclinarse fríamente. En primer lugar, conviene romper con una visión moral de lo humano replegada a la esfera de las relaciones interpersonales y que sólo se interesa por las virtudes y los vicios individuales. En cambio, hay que admitir que, distinguida de la ética y en consecuencia referida a las relaciones con el prójimo (11), esta moral debe aplicarse al conjunto y por lo tanto a las relaciones sociales en su globalidad, es decir a la vida política (en sentido estricto, a las instituciones), social (siempre en sentido estricto, a los derechos sociales) y económico.
Sin embargo, si bien empezó a ocupar los dos primeros campos desde la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 hasta la de 1948, sería deseable que se detuviera ante las puertas de la economía. Hay que eliminar esta prohibición, considerando una política moral que sea también una economía moral, es decir una política que cumpla con los valores morales, incluso en el campo económico. Pero entonces, ¿qué valores y qué política? La respuesta puede encontrarse en la fórmula que enunció Immanuel Kant y que se une al sentido moral común: el criterio de lo Universal ordena respetar al otro y no instrumentalizarlo, y exige promover su autonomía. Libre de cualquier segundo plano metafísico o religioso, exige que suprimamos la dominación política (ejercida en parte a través de instituciones democráticas), la opresión social (hecha en parte a través de los derechos que el movimiento obrero conquistó a partir del siglo XIX), pero al mismo tiempo la explotación económica: lo que todavía no se consiguió. Recién al hacerlo protegerá y profundizará, mediante la política, las adquisiciones morales obtenidas en los otros campos. En verdad la moralización del capitalismo se revela rigurosamente imposible, ya que este es en sí mismo inmoral, se pone al servicio de una minoría afortunada, instrumentalizando a los trabajadores y negando su autonomía. En realidad, exigir su moralización debería llevar a exigir su supresión, cualquiera fuese la dificultad de la tarea.
 
1- Ver en especial Friedrich Hayek, Droit, législation et liberté, Presses Universitaires de France (PUF), Tomo I, II y III, 1980-1983. 2- Op. cit., Tomo II, pág. 94. 3- Interrogado sobre las consecuencias humanas del liberalismo, Hayek pudo decir, si eventualmente hubiera víctimas, “¡y bien, tanto peor!”. 4- Albin Michel, París, 2004 (reeditado en 2009). 5- Op. cit., 2º edición, pág. 78. 6- Op. cit., págs. 238-239. 7- Ver particularmente los trabajos de Christophe Dejours y de Jean-Pierre Durand Nouvelles aliénations, Actuel Marx, Nº 39, PUF, París, mayo de 2006. 8- Karl Marx, Contribution à la critique de l’économie politique, Editions sociales, París, 1966, pág. 151. 9- Albert O. Hirschman, L’économie comme science morale et politique, Gallimard-Seuil, París, 1984, pág. 109. 10- Pasado su período juvenil, Marx no teorizó sobre esta complejidad: es una laguna en su obra. 11- En mi vocabulario, la ética sólo concierne a la vida individual y puede presentarse bajo la forma de una sabiduría, aconsejada pero facultativa. (Las negritas y las itálicas son mías-Ilustraciones de Daumier y Garzón)