domingo, 4 de septiembre de 2011

Julio Cortázar, cómplice de Cronopios, detractor de Famas

 
Se nos pasó el 26 de agosto sin celebrar como es debido los 97 añitos que hubiese cumplido el Cronopio mayor (aunque uno podría sospechar que era un Fama renegado) Julio Florencio Cortázar Olvido imperdonable para cualquier aprendiz de plumífero, que debería tener en el backup de su bagaje, o al menos en la bandeja de entrada de sus lecturas de formación, la carpeta de uno de los más depurados y retadores creadores de la literatura universal. Julio Cortázar (argentino nacido en Ixelles, distrito de Bruselas, Bélgica, el 26 de agosto de 1914 durante el período de ocupación alemana y retornado en el "autobús" a pasar "La noche boca arriba" en su "casa tomada" de París, Francia, el 12 de febrero de 1984) es considerado uno de los autores más innovadores y originales de la literatura universal. 
Maestro de la narración breve y la prosa poética marcó con García Márquez, Vargas Llosa y Carlos Fuentes el punto cúspide del fenómeno literario conocido como el Boom Latinoamericano en cuyo entorno se creó y difundió el gran conjunto de relatos en prosa y en verso que inauguraron una nueva forma de hacer literatura en Latinoamérica al romper los moldes del relato clásico mediante narraciones que escapan de la linealidad temporal, introduciendo a los actores en una vorágine de situaciones en las que se funden el momento histórico del espacio narrativo con las circunstancias propias de la psicología individual de los personajes; algo pocas veces visto hasta entonces (uf...ese párrafo me salió como tomado de Rayuela: no veía dónde poner los signos). Puesto que los contenidos de su obra oscilan en la frontera de lo real y lo fantástico, se le asoció con el Surrealismo y quizás no sea tan disparatada tal creencia. Júzguenlo Ustedes a partir de su amena y enriquecedora lectura. Yo, mientras, les dejo este botoncito.

"Viajes
Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y averigua cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las alfombras. El segundo se traslada a la comisaría y labra un acta declarando los muebles e inmuebles de los tres, así como el inventario del contenido de sus valijas. El tercer fama va al hospital y copia las listas de los médicos de guardia y sus especialidades.
Terminadas estas diligencias, los viajeros se reúnen en la plaza mayor de la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre de "Alegría de los famas".
Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: "La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad". Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios.
Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se molestan.
Comercio
Los famas habían puesto una fábrica de mangueras, y emplearon a numerosos cronopios para el enrollado y depósito. Apenas los cronopios estuvieron en el lugar del hecho, una grandísima alegría. Había mangueras verdes, rojas, azules, amarillas y violetas. Eran transparentes y al ensayarlas se veía correr el agua con todas sus burbujas y a veces un sorprendido insecto. Los cronopios empezaron a lanzar grandes gritos, y querían bailar tregua y bailar catala en vez de trabajar. Los famas se enfurecieron y aplicaron en seguida los artículos 21, 22 y 23 del reglamento interno. A fin de evitar la repetición de tales hechos.
Como los famas son muy descuidados, los cronopios esperaron circunstancias favorables y cargaron muchísimas mangueras en un camión. Cuando encontraban una niña, cortaban un pedazo de manguera azul y se la obsequiaban para que pudiese saltar a la manguera. Así en todas las esquinas se vieron nacer bellísimas burbujas azules transparentes, con una niña adentro que parecía una ardilla en su jaula. Los padres de la niña aspiraban a quitarle la manguera para regar el jardín, pero se supo que los astutos cronopios las habían pinchado de modo que el agua se hacía pedazos en ellas y no servía para nada. Al final los padres se cansaban y la niña iba a la esquina y saltaba y saltaba.
Con las mangueras amarillas los cronopios adornaron diversos monumentos, y con las mangueras verdes tendieron trampas al modo africano en pleno rosedal, para ver cómo las esperanzas caían una a una. Alrededor de las esperanzas caídas los cronopios bailaban tregua y bailaban catala, y las esperanzas les reprochaban su acción diciendo así:
¡Crueles cronopios cruentos!. ¡Crueles!
Los cronopios, que no deseaban ningún mal a las esperanzas, las ayudaban a levantarse y les regalaban pedazos de manguera roja. Así las esperanzas pudieron ir a sus casas y cumplir el más intenso de sus anhelos: regar los jardines verdes con mangueras rojas.
Los famas cerraron la fábrica y dieron un banquete lleno de discursos fúnebres y camareros que servían el pescado en medio de grandes suspiros. Y no invitaron a ningún cronopio, y solamente a las esperanzas que no habían caído en las trampas del rosedal, porque las otras se habían quedado con pedazos de manguera y los famas estaban enojados con esas esperanzas.
El almuerzo
No sin trabajo un cronopio llegó a establecer un termómetro de vidas. Algo entre termómetro y topómetro, entre fichero y curriculum vitae.
Por ejemplo, el cronopio en su casa recibía a un fama, una esperanza y un profesor de lenguas. Aplicando sus descubrimientos estableció que el fama era infra-vida, la esperanza para-vida, y el profesor de lenguas inter-vida. En cuanto al cronopio mismo, se consideraba ligeramente super-vida, pero más por poesía que por verdad. A la hora del almuerzo este cronopio gozaba en oír hablar a sus contertulios, porque todos creían estar refiriéndose a las mismas cosas y no era así. La inter-vida manejaba abstracciones tales como espíritu y conciencia, que la para-vida escuchaba como quien oye llover tarea delicada. Por supuesto la infra-vida pedía a cada instante el queso rallado, y la super-vida trinchaba el pollo en cuarenta y dos movimientos, método Stanley-Fitzsmmons. A los postres las vidas se saludaban y se iban a sus ocupaciones, y en la mesa quedaban solamente pedacitos sueltos de la muerte.
Inconvenientes en los servicios públicos
Vea lo que pasa cuando se confía en los cronopios. Apenas lo habían nombrado Director General de Radiodifusión, este cronopio llamó a unos traductores de la calle San Martín y les hizo traducir todos los textos, avisos y canciones al rumano, lengua no muy popular en la Argentina.
A las ocho de la mañana los famas empezaron a encender sus receptores, deseosos de escuchar los boletines así como los anuncios del Geniol y del Aceite Cocinero que es de todos el primero. Y los escucharon, pero en rumano, de modo que solamente entendían la marca del producto. Profundamente asombrados, los famas sacudían los receptores pero todo seguía en rumano, hasta el tango Esta noche me emborracho, y el teléfono de la Dirección General de Radiodifusión estaba atendido por una señorita que contestaba en rumano a las clamorosas reclamaciones, con lo cual se fomentaba una confusión padre.
Enterado de esto el Superior Gobierno mandó fusilar al cronopio que así mancillaba las tradiciones de la patria. Por desgracia el pelotón estaba formado por cronopios conscriptos, que en vez de tirar sobre el ex Director General lo hicieron sobre la muchedumbre congregada en la Plaza de Mayo, con tan buena puntería que bajaron a seis oficiales de marina y a un farmacéutico. Acudió un pelotón de famas, el cronopio fue debidamente fusilado, y en su reemplazo se designó a un distinguido autor de canciones folklóricas y de un ensayo sobre la materia gris. Este fama restableció el idioma nacional en la radiotelefonía, pero pasó que los famas habían perdido la confianza y casi no encendían los receptores. Muchos famas, pesimistas por naturaleza, habían comprado diccionarios y manuales de rumano, así como vidas del rey Carol y de la señora Lupescu. El rumano se puso de moda a pesar de la cólera del Superior Gobierno, y a la tumba del cronopio iban furtivamente delegaciones que dejaban caer sus lágrimas y sus tarjetas donde proliferaban nombres conocidos en Bucarest, ciudad de filatelistas y atentados.
La foto salió movida
Un cronopio va a abrir la puerta de calle, y al meter la mano en el bolsillo para sacar la llave lo que saca es una caja de fósforos, entonces este cronopio se aflige mucho y empieza a pensar que si en vez de la llave encuentra los fósforos, sería horrible que el mundo se hubiera desplazado de golpe, y a lo mejor si los fósforos están donde la llave, puede suceder que encuentre la billetera llena de fósforos, y la azucarera llena de dinero, y el piano lleno de azúcar, y la guía del teléfono llena de música, y el ropero lleno de abonados, y la cama llena de trajes, y los floreros llenos de sábanas, y los tranvías llenos de rosas, y los campos llenos de tranvías. Así es que este cronopio se aflige horriblemente y corre a mirarse al espejo, pero como el espejo esta algo ladeado lo que ve es el paragüero del zaguán, y sus presunciones se confirman y estalla en sollozos, cae de rodillas y junta sus manecitas no sabe para que. Los famas vecinos acuden a consolarlo, y también las esperanzas, pero pasan horas antes de que el cronopio salga de su desesperación y acepte una taza de té, que mira y examina mucho antes de beber, no vaya a pasar que en vez de una taza de té sea un hormiguero o un libro de Samuel Smiles". Julio Cortázar, Historias de Cronopios y de Famas

sábado, 20 de agosto de 2011

Federico García Lorca. El crimen fue en Granada, en su Granada

 A veces, cuando intento "recordar vidas pasadas", se me ocurre que entre las brumas del Olimpo habitaban unos geniecitos traviesos que importunaban a los dioses con sus revoloteos de polilla y su parloteo oracular. Aburridos los Olímpicos de aquella trapisonda, decidieron castigar a los desaforados mandándolos al círculo más apestoso del infierno que era, para ellos, la vida entre los humanos. Ya puestos en nuestro entorno, aquellos Manticoras, privados de la dulce ambrosía, incapaces de arrancar de sus rostros las huellas de su origen divino y de traslapar con pesados ropajes la levedad alifúga de sus movimientos, se embriagaron con amargos néctares, anidaron entre las penumbras de una nostalgia tristona, se revolcaron en la inmundicia humana y se convirtieron en el hazmerreir de simiescos uniformes de cráneo achatado y tubos escupemuerte (como dijera uno de aquellos undívagos, "sus alas de gigante le impiden caminar").
Se les llamó POETAS. Uno de ellos, conocido como Federico García Lorca, entró a este averno un cinco de junio de 1898 por la abertura de Fuente Vaqueros (Granada, España) y encontró la tronera de escape por fusilamiento en algún lugar de la carretera que une Vízmar y Alfacar (en su misma Granada) hacia el amanecer del 19 de agosto de 1936 a manos de los fascistas de Granada que se habían levantado en Marruecos el 17 de julio del mismo año, dando origen a la Guerra Civil Española. Con Lorca cayeron también el maestro don Dióscoro Galindo quien había osado retirar el crucifijo de la escuela, algo que la Iglesia ni olvida ni perdona (otra vez la mordaz carcajada de Ironía, que hace coincidir estos recuerdos con la reacción de los españoles contemporáneos por la visita de Ratzinger), Fermín Roldán, cobrador de tributos que fue sacado de su casa y llevado directamente al lugar del crimen y los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcollas. 
Sobre García Lorca, su vida y su obra existe suficiente información de fácil acceso; por tanto, me limitaré a registrar mi perplejidad con una muestra de la alígera y musical ternura garcíalorquiana y el ululatos de otro de los Cronopios, don Antonio Machado.
Romance de los peregrinitos
Hacia Roma caminan
dos pelegrinos
a que los case el papa,
porque son primos
Sombrerito de hule
lleva el mozuelo
y la pelegrinita,
de terciopelo,
Al pasar por el puente
de La Victoria
tropezó la madrina
cayó la novia.
Han llegado a Palacio
suben arriba
y en la Sala del Papa
los desaminan.
Ha preguntao el Papa
de donde eran
Ella ha dicho de Cabra,
y el de Antequera.
Ha preguntao el Papa 
cómo se llaman,
El ha dicho que Pedro,
y ella que Ana.
Ha preguntao el Papa
que qué edad tienen.
Ella dice catorce,
y él diecisiete.
Ha preguntao el Papa
que si han pecao,
ella dice que un beso
que él le ha robao.
Y a la pelegrinita
que es vergonzosa
se le ha puesto la cara,
como una rosa.
Y ha respondío el Papa
desde su cuarto:
"¡Quién fuera peregrinito,
para otro tanto.
Las campanas de Roma
ya repicaron,
porque los peregrinos,
ya se han casao. F.G.L.
El crimen fue en Granada
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga.
Salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
... Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada. A.M.

domingo, 14 de agosto de 2011

Charles Manson- El eslabón perdido entre la locura individual y la estupidez gregaria

 
"Mi padre es una prisión, mi madre un sistema, soy lo que ustedes me hicieron. Los miro y me digo: ustedes quieren matarme y yo ya estoy muerto. Toda mi vida estuve muerto" - Charles Manson, en una carta personal en 1996.
Este nueve de agosto se cumplieron 42 años de la noche en que un grupillo de hippies con complejo mesiánico le enviara al mundo el mensaje admonitorio del odio a la vida como clave de una ideología moralizadora. Muchos de los colombianos que hoy leemos esta crónica no estábamos ni en proyecto por aquellas calendas y en nuestro paso por esta mediatizada existencia hemos sido testigos virtuales de masacres mucho más sanguinarias y, por supuesto, igual de estúpidas; sin embargo, y a juzgar por el histérico alboroto con que un grupo ligth de periodistas, feministas y homosexuales ha magnificado los rumores callejeros de una "presunta" golpiza que Hernán Darío Gómez, Director Técnico de la selección colombiana de fútbol mayores, le propinara a un fantasma femenino, se me ocurrió comentar algún aspecto de la referida masacre, como para que quede en el ambiente algún tufillo de razonamiento objetivo sobre los efectos y consecuencias de la apropiación punitiva de los juicios morales por unos individuos reprimidos emocionales, deprimidos sociales, deprivados culturales y alienados mediáticos (nada raro, aunque suene ofensivo, cuando se convive en una sociedad; también yo admito padecer todas esas limitaciones -y algunas otras que no confieso por pudor-).
La barbarie aconteció durante la noche del 9 de agosto de 1969, dos años después del verano del amor y una semana antes del festival de Woodstock. Por ese entonces se tejió alrededor del caso una sarta febril de explicaciones que adjudicaban la verdadera responsabilidad de lo sucedido al desatamiento alucinante de las más oscuras fuerzas demoniacas. Una exótica flora de "Psicólogos", "parapsicólogos", "demonólogos" y hasta "sociólogos", no vaciló en adjudicar el motivo de los asesinatos a la provocación que La danza de los vampiros, una sátira al vampirismo, dirigida por Roman Polanski había constituído para algunos subgrupos sociales (de ésos que hoy denominamos "tribus" o clanes). No era sólo aquella burla; más reciente aún era Rosemary s Baby (La Semilla del diablo), que causó gran revuelo entre grupos esotéricos y fanáticos del satanismo en la sociedad americana de la época.
El caso es que en la mañana del 10 de agosto de 1969 la empleada doméstica de los Polanski (Sharon Tate y Roman Polanski) llega a trabajar a la mansión en el 10.050 de Cielo Drivey en Beverly Hills, Condado de Los Ángeles, California, y se encuentra a boca de jarro con una escena dantesca que parecía concebida por el más alucinado de los tramoyistas: En el salón principal, Sharon (segunda esposa de Polanski, 26 años, ocho meses de embarazo) con 16 puñaladas y los senos cercenados, se bamboleaba suspendida del techo por una cuerda de nylon; del otro extremo de la cuerda, a manera de contrapeso, con la cabeza cubierta con una capucha oscura, pendía el cadáver apuñalado de Jay Sebring, un cotizado peluquero que poseía salones en San Francisco, New York y Londres. Escrita con sangre en la pared la palabra "pig" (cerdo). La misma palabra, esta vez escrita con la sangre de Sharon, estaba en el exterior de la puerta que daba al jardín, donde había otros tres cadáveres: el de Steen Parent a quien dispararon cuando salía, el de Voytek Frykowski, (recibió varias puñaladas en las piernas y murió de un fuerte golpe en la cabeza con la culata de un Buntline) y el de Abigail Folger quien murió degollada. Al día siguiente, Leno LaBianca y su esposa (una típica pareja de cincuentones) fueron hallados muertos en su casa de Los Angeles en circunstancias parecidas: Al señor La Bianca lo apuñalaron cuatro veces en la garganta con un cuchillo de cocina y a su mujer la obligaron a tumbarse boca abajo en la cama, le cubrieron el rostro con la funda de una almohada que anudaron con el cable de una lámpara y le asestaron 41 puñaladas. En las paredes, escritas con su sangre podía leerse Helter Skelter (canción de los Beatles), "Cerdos", “Muerte a los cerdos”, “Sublevaos” y “Caos”. 
Nueve meses después, las investigaciones culminaron en el arresto de un grupo de cuatro miembros de La Familia: Charles Watson, Patricia Krenwinkel, Susan Atkins y Linda Kasabian cuyo lider, Charles Milles Manson les había encomendado la misión. Manson, un hombrecillo nacido en Cincinnati, Ohio en noviembre de 1934, que durante sus largas estancias en prisión había aprendido de la Cienciología creada por Ron Hubbard las técnicas para manipular la voluntad de sus seguidores convirtiéndose en una especie de gurú proxeneta y esotérico que combinaba la provisión de drogas y LSD con un discurso profético-moralista que anunciaba un nuevo "Apocalipsis". Debido, en parte, a la reminiscencia nostálgica del movimiento hippie que se resistía a evolucionar, y en parte al seductor magnetismo del hombrecito, sus predicamentos encontraron eco en algunos grupos de la cultura underground y es notable su influencia y relación con la vida de algunos rockeros: The Beatles (Manson interpretó de manera apocalíptica el H.S. de 1968), Beach Boys (Dennis Wilson fue colaborador cercano de La Familia), Leonard Cohen hace referencia a Manson en la canción The Future; Integrity banda hardore de Bélgica, hace énfasis sobre Manson, los jinetes apocalípticos y la iglesia de Satán en sus portadas y en la temática de su canciones)...
Así narrada la crónica, sería fácil para nuestra simpleza jurídica y resultaría cómodo para nuestro ego deontologista atribuir la saña de la acometida y la crueldad de la escena al estado de enajenación mental y delirio psicodélico de un grupúsculo de “desadaptados sociales”; pero Melody Patterson, ahora actriz de la televisión norteamericana, en una charla con Jacques Harvey periodista del diario Los Angeles Times puso en contexto las circunstancias y dejó en evidencia la vulgaridad de los móviles. Cuando se enteró de la masacre de la villa Polanski y del asesinato del matrimonio La Bianca, de inmediato estableció la vinculación: "Todos esos motivos que se adujeron son ridículos y falsos; la verdad es que toda esa matanza fue para castigar a un vicioso". Sin duda, nadie mejor que ella para conocer la realidad de los hechos: además de amiga de los Polanski, había sido miembro del clan Manson. "El nudo de todo el drama es Jay Sebring, el coiffeur. Yo lo conocía bien y, como todas sus amigas, sabía que él era un perverso sexual: en el subsuelo de su casa, en Beverly Hills, había montado una verdadera sala de torturas. Aunque tal vez esa denominación sea un poco exagerada, pues, en verdad, sus obsesiones y depravaciones jamás causaron verdadero daño físico a nadie". Según relató Patterson, aquel tenebroso sótano contaba con todos los "refinamientos" a los que puede aspirar un sádico: cadenas con esposas que colgaban de las paredes, ruedas sobre las que ataba a sus "víctimas" (por lo general pagadas), látigos, máscaras y toda una larga serie de increíbles utensilios. Los esposos muertos, además de ser el padrino y la madrina de Sebring, le habían prestado el dinero para abrir su primer salón de peinados.
"En Hollywood, muchas chicas estaban al corriente de los gustos de Jay; yo misma he ido varias veces a su casa. En esa época yo vivía con el grupo de Manson, pero, a pesar de las reglas que nos prohibían tener relaciones con el jet-set de Hollywood, a veces iba de visita a casa de Sharon o de Jay". Poco faltó para que la misma Patterson participara en los salvajes crímenes: "En esa secta de hippies, medio mística, medio religiosa, yo procuraba reencontrar la paz que había perdido cuando mi novio murió en un accidente de aviación. Alrededor de diez días antes de la matanza dejé la siniestra familia y retomé mi vida habitual. Pero el día de los asesinatos yo había sido invitada por Jay para ir a casa de Sharon, lo que no pude aceptar, pues Frank Sinatra, que daba una fiesta, me esperaba".
Dos meses después del proceso Melody se enteró de la verdad: "Cuando volví a hablar con Eddy, me dijo que, tres días antes de su muerte, Jay le había contado que en el barrio hippie de Los Angeles se había topado con dos chicas completamente drogadas. Eran, las seis de la tarde; por veinte dólares a cada una, se las llevó a lo que él llamaba su pequeña pieza, donde las tuvo hasta medianoche". Naturalmente, Sebring no había olvidado sus peculiares gustos sexuales: durante seis horas flageló y humilló a las chicas y se burló incansablemente de ellas. Antes de devolverles la libertad, las había hecho transitar por todas las variantes del sadismo. "Entonces, me di cuenta de la verdad; para mí, ya no quedaban dudas acerca del motivo. Es que esas dos chicas eran Patricia Kerwinkel y Leslie Van Houten, dos integrantes del grupo de Manson, que también participaron en los asesinatos. Es muy claro que, cuando ellas le contaron su experiencia con Jay, Manson se enfureció y decidió organizar una expedición punitiva".