jueves, 24 de septiembre de 2009

In memoriam: Sigmund Freud

«¡Freud ha muerto!», proclama Charlotte Gainsbourg en “Anticristo”, la película de Lars von Trier, descargando el rencor que le dejaba el acoso que, con metódica impertinencia, le planteaban las teorías freudianas sobre el origen oscuro del deseo femenino. Y es que, por una reacción injusta, pero naturalmente humana y comprensible, el bello sexo fuerte no le perdona a Sigmund Freud, de cuya muerte se cumplieron 70 años este 23 de septiembre, el que hubiera "metido el dedo en la llaga de la especie", aunque muchos de sus discípulos acabarían equivocándose de llaga y muchos de sus adversarios sustituirían el dedo por otro miembro (Como lo plantea Philippe Sollers, "lo verdaderamente asombroso de sus descubrimientos psiquiátricos, reside en toda esa alucinante historia humana en torno de unos cuantos orificios orgánicos"). Reproduzco a continuación la columna escrita por Guillermo Carvajal, psicoanalista ex presidente de la Federación Psicoanalítica de América Latina, en el diario colombiano El Espectador (IX-23-2009).
El 23 de septiembre de 1939, hoy hace 70 años, murió en Londres Sigmund Freud a los 83 años de edad, luego de un doloroso cáncer de maxilar superior. El genial padre del psicoanálisis nos dejó un legado imperecedero: la hipótesis del inconsciente, la teoría de la libido y la valoración de la sexualidad infantil. Pero ante todo, el "Caballero de Viena" nos permitió solidificar la idea, demostrada hasta la saciedad en más de cien años de ejercicio de la ciencia psicoanalítica, de la existencia de un espacio virtual donde transcurre la vida psíquica, ajeno a cualquier localización orgánica, con leyes y reglas distintas al funcionar cerebral y a la estructurante guía de la conducta humana: la mente. Este médico neurólogo tiene vigente hoy por hoy una batalla campal contra las teorías simplistas, monistas diría Karl Popper, de pensar que todo lo que nos preciamos de calificar de humano no es más que el producto de la “secreción” del cerebro. Fue tanto su afán por lograr una correlación entre lo cerebral y lo mental, que terminó escribiendo en 1895 en su libro Proyecto de una psicología para neurólogos, lo siguiente: “Todos los intentos de concebir las ideas como almacenadas en las células nerviosas y las excitaciones como siguiendo el curso de las fibras nerviosas, han fracasado”. Este idear lo tuvo que abandonar, coincidiendo con el más grande genio de la epistemología luego de Aristóteles, su gran crítico Karl Popper, quien sentenció en 1977: “Es improbable que el problema de la relación de nuestro cuerpo y nuestra mente se llegue a resolver algún día”. Sin embargo, el mayor aporte práctico de Freud fue ayudar a crear un procedimiento clínico, aplicable al común de las personas, que ha contribuido durante más de un siglo a calmar y entender el dolor humano, llamado comúnmente como neurosis. El psicoanálisis es la ciencia que ha logrado darle a la gente la posibilidad de caminar por los vericuetos de sus mentes y descubrir los orígenes de sus conflictos La ciencia psicoanalítica, además, ha sido el apoyo para la comprensión de fenómenos de la cultura y un aporte invaluable para el hombre moderno. Sus hipótesis básicas continúan incólumes en la posmodernidad y siguen siendo puntales para leer los fenómenos de nuestro devenir social. De esta ciencia beben, entre otras, la psicología, la sociología, la antropología social, la educación, el arte y la literatura; y fueron sus profetas todos los poetas que hablan del dolor del alma y el sufrimiento del espíritu humano. La ciencia humanística siempre estará en deuda con el idear de Freud. El legado de Sigmund Freud se mantiene por la existencia activa de la organización que ha desarrollado su pensamiento: la Asociación Psicoanalítica Internacional. Ella ha hecho posible la formación de especialistas idóneos a lo largo de todo el planeta y continúa investigando los secretos de la mente humana. Hombres creadores de ciencia como Galileo, Newton, Darwin, Pasteur, Einstein, Lorenz, todos de la talla de Freud, pueden descansar en paz luego de percatarse de haber contribuido a la maravillosa tarea de la evolución humana.

martes, 22 de septiembre de 2009

La última vuelta al ruedo y el viceversa de Darwin

Que los humanos mueran, es una costumbre que tienen todos los mortales. Que mueran en su edad mayor, dejando una obra de gran valor cultural, es el privilegio que las musas conceden a sus escogidos. Pero, que en un mismo mes, con una distancia de 6 dias, las parcas corten los hilos de 2 de las personalidades más influyentes en el ambiente cultural colombiano de mediados del siglo pasado, justo en este tiempo oscuro en el que se es anciano a los 40, cuando el fuego interior del artista ha sido sustituído por los destellos del publi-reportaje y la incapacidad creativa es disimulada con los maquillajes de los "críticos" a sobre, es un motivo como para una tragedia griega, digno del tecleo mágico-realista de Gabo o de la lente nihilista del cine neo-realista italiano. Ahora, si se quiere mirar el deceso de los mejores desde las perspectivas sociológica o politológica de Malthus y Spencer, decisivas en la construcción darwiniana de la teoría de la evolución de las especies, vemos cómo los conceptos de Transformismo ( cambio gradual de las características de las especies a lo largo del tiempo) y de Selección Natural (concebido como efecto de la variabilidad natural hereditaria de los individuos de una especie), son sustituídos por principios de rentabilidad, moda y cambio permanente. Hoy, cantante, músico o artista plástico que pretenda permanecer durante una década o más, debe satisfacer unos requisitos comerciales extra artísticos: manejo de imagen, agente que lo represente y adaptación de su agenda a las demandas de las casas disqueras y las galerías de arte. ¿Podremos esperar que cualquiera de nuestras flamantes estrellas actuales del espectáculo, pongamos por ejemplo Madona, esté activa cuando cumpla sus 75 añitos, o que cualquiera de los actuales fotógrafos (no se me ocurre nadie en particular) llegue a los 89 obturando cámaras y disparando bondad?
Pues, en Colombi
a tuvimos a Julio Bovea, quien fue el "culpable" de introducir al interior del país las letras y las melodías del vallenato, un rítmo con el que hoy se identifica la colombianidad en cualquier parte del planeta. Se inició con Guillermo Buitrago (IV/1/1920-1949) y, con la voz cantante de Alberto Fernández, su conjunto Bovea y sus Vallenatos inmortalizó los hits más grandes de los cantos de Rafael Escalona (V/26/1927-V/13/2009) a partir del año 1952, cuando grababan con el sello barranquillero Tropical (adquirido después por Discos Fuentes). A finales de los 50 viajó en gira a la Argentina, donde tuvo tan buena acogida que se estableció durante casi toda la década de los 60. "Su éxito allá fue impresionante -afirma Humberto Moreno, de Discos MTM-. Vendían millones de discos allá, en una época en la que el mercado argentino era muy grande. De diez hits al año que había en la Argentina, fácilmente tres eran de ellos". Con sus 75 años, Julio Bovea dejó este mundo el pasado 12 de septiembre, dejando para la historia musical de Colombia una producción de imprescindible conocimiento para estudiosos y compositores.
Seis dias después, el 18 de septiembre, a sus 89 años se nos fue Manuel H., un hombre bello que aunque no fue escritor ni personaje de farándula parecía, además de gozar los favores de la musa Clío, haber hecho un pacto con la imagen. Con su Rollei Flex captó pedazos de la historia de Colombia de mediados y finales del siglo XX, como la muerte del caudillo liberal Jorge Eliétcer Gaitán, la vuelta al ruedo de Gabriel García Márquez en la plaza de toros, todos los presidentes de la república y los principales protagonistas de nuestra historia capitalina. Como lo dejó escrito en su tarjeta de presentación, “Si Manuel H. no te ha retratado, entonces... ¿para qué has vivido?”. En 1945, con 25 años (nació el 14 de julio de 1920), publicó sus primeras fotos en El Diario Liberal que dirigía Alberto Lleras Camargo. Publicó fotos en la revista Estampa y fue reportero gráfico de El Espectador y de El Tiempo. Parco en el hablar, generoso en su sonrisa y desbordado en su producción (deja clasificados 176.726 negativos a color y 510.000 en blanco y negro, todos con sus respectivos contactos), aplicaba a la perfección aquella cita de Debray: La imagen es más virulenta que el escrito.
Hoy, cuando el desarrollo tecnológico le permite
a cualquier amateur tomar fotos más que aceptables con una cámara de bolsillo, terminaremos admitiendo, gracias al recuerdo amable de la figura de Manuel H. que la contundencia de una imagen está dada, más que por la máquina que la congela, por el espíritu que la construye. Gracias Maestro. La foto de la derecha fue tomada por paola Castaño, el 10-IV-2008

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Diatriba de desamor contra la estulticia

La estulticia, imbecilidad, estupidez, idiotez, bobería, tontería, pendejada, huevonada o güevonada, es ese estado de la masa corpórea, que no de la mente o del alma (patrimonios de los locos), al que hoy estamos condenados todos los humanos que queramos sobrevivir en un mundo diseñado por y para pobres de espíritu.
No es éste un mal reciente, producto de la "crísis de valores", el "cambio de paradigmas" o la "crísis de la educación" en nuestro mundo moderno. Ya en 1508
Erasmo de Rotterdam se enfrentó a su realidad sobreponiéndose a la amenaza latente de la hoguera inquisidora y la furia de los poderosos. Tuvo, eso si, que apelar a la exquisita contundencia de la burla irónica para restregarles, con una carcajada en la pluma, lo grotesco de sus aspavientos. Pero, quizás sea un error de traducción, el texto de Erasmo da la impresión de tener dos visiones distintas de la estupidez: una pone en evidencia la nube de fantasías e ilusiones que motivan a un individuo a concentrar su razón de ser en conseguir la pertenencia a una estructura social a la que es ajeno por origen (la sobreestima del dinero para el comerciante, las ansias de gloria del poeta o el guerrero y la sed de poder en el clérigo). Según ésta, las muy celebradas "virtudes del mundo" (el ver claro y verdadero, la sinceridad y la honradez), sólo parecen creadas para amargar la vida del hombre que las ejercita ya que todo acto de reflexión es un atormentarse a sí mismo que desasociega el alma. El goce no está nunca en la claridad y en la prudencia, sino siempre en la ilusión, en estar fuera de sí mismo (Como lo podemos apreciar en la tele, una excelente incubadora de la estupidez es el culto a la imagen que lleva aparejada en muchos casos el ideal de belleza. Repitiendo a Baudelaire, la estupidez es un cosmético divino que aleja las arrugas y hace bello a quien la tiene). Es, pues, claro que todo estulto será tanto más dichoso cuanto más ciegamente esté atado a las exigencias terrenas de su mundo circundante. La otra cara de la estulticia es la locura, ese inefable estado de gracia sin el cual no seríamos felices y de la cual va demostrando a lo largo del libro su carácter de imprescindibilidad para el armónico funcionamiento del mundo. Un toque de locura puede darle a una existencia insignificante el sentido de una vida verdadera. Para corroborarlo, cita la sentencia de Sófocles: “Sólo en la irreflexión es grata la vida”. El justo, el clarividente, aquel que no esté sometido a las pasiones, puede ser llamado de muchas maneras, pero nunca será reconocido como hombre: “Sólo aquel que en su vida es acometido por la locura puede en verdad ser llamado hombre”. Erasmo, al parecer, seducido por la locura, relata cómo Júpiter, conmovido con el sufrimiento de los mortales “relegó la razón a un angosto rincón de la cabeza mientras dejaba el resto del cuerpo al imperio de los desórdenes y de dos violentísimos y contrarios tiranos: la ira, que domina en el castillo de las entrañas y hasta en el corazón, que es fuente de la vida, y la concupiscencia, que ejerce dilatado imperio hasta lo más bajo del pubis”. Son éstas dos maneras nobles y bellas (y, por tanto, peligrosas) de ver la estupidez; porque, más allá de la burla irónica, nos resulta no sólo cómodo y justificable, sino "necesario" padecer cualquiera (o ambas) de estas formas de sueño, quimera, ilusión, pasión o locura. Como diría una niña paisa, así quién no.
Pero, ocurre que, en nuestro mundo contemporáneo, la turbamulta de idiotas, no satisfecha con su constante y vertiginoso crecimiento, exhibe su impudicia con la ritualidad de un minué. Ya no tie
nen el apasionamiento de un Quixote, ni la sofisticación de un Tartufo. No les importa. Son como son y asi nos toca aceptarlos. Todos ellos, estúpidos (y estúpidas, porque la "sexualización" de la gramatica es uno de sus más notables estandartes) tienen en común que sus vidas privadas son un catálogo de total contradicción entre lo predicado y lo aplicado y, no obstante, teorizan, pontifican, apabullan opositores, imponen doctrinas, incentivan guerras y denominan fanáticos a todos los que expresen algún pensamiento o ideología diferente a la de sus gregarias huestes. Entre los casos más memorables de estulticia posterasmiana (incluyendo al ya anecdótico George W. Bush, de quien parecería imposible encontrar un semejante con tal capacidad de estupidez, ignorancia, patanería, vulgaridad y repelencia), están los gestores de la confusa política colombiana que negocian el patrimonio nacional, legalizan genocidios, convierten el territorio patrio en un puteadero de militares gringos y arremeten contra los principios de identidad y hermandad latinoamericana sin que nadie que se atreva a hacerles alguna observación logre salir ileso de sus exabruptos verborreicos. Aunque su principal instrumento son los terminajos rimbombantes, huecos y mal copiados de otros, no conocen la duda al momento de aplicar presión o castigo cuando lo consideran necesario, es decir, siempre y en todo momento.Como les cantó Serrat, Si no fueran tan temibles nos darían risa. Si no fueran tan dañinos nos darían lástima.
Hasta aquí, el discurso ha resultado cómodo. Es relativamente fácil hablar de las cagadas de los demás sin mirar en el propio retrete. Pero, en la pelea con el discurso sobre la estupidez ajena resulta imposible evadir una percepción inobjetable: La razón por la cual Erasmo afrontó el tema desde el recurso retórico de la ironía, no se debió solamente a una treta para eludir la furia de los burlados. Sucede que la estupidez, como el pensamiento o el uroborus se consume sobre su propia definición, enrollando al enunciante en la conclusión de su comentario. Dicho en cristiano: ¿es menos estúpido el mortal que comenta la estupidez de los otros? ¿Cómo se le puede llamar a ese afán de enrostrarle a los demás sus falencias?¿será posible, mediante un loco arranque introspectivo, evaluar los propios factores de estupidez? Yo, que en lo particular, admito mi supina estupidez de creerme "un duro", me encontré en el trilema de si abordar el tema desde la falsa modestia de la autocrítica egocentrista, posar de erudito y esterilizarlo desde una holística impersonal, o jugar al crítico social y derramar la bilis propia sobre los comodines de siempre. Como se puede notar, sucumbí a esa última opción, ni modo, es que soy un tonto de capirote. Pero, a pesar de todo, quiero reconocer la fortuna de haber descubierto la inmensa veta de posibilidades especulativas, literarias y, si se quiere y puede, filosóficas que el tema de la estulticia nos despliega. Parodiando a Erasmo,Aplaudid, vivid, bebed, celebérrimos iniciados de la Locura”, pero declarad la guerra a la estupidez (propia y ajena).

Para quien esté interesado en conocer acerca de la obra de Erasmo de Rotterdam y el humanismo medioeval, le recomiendo un blog que, además del diseño impecable y la erudita documentación, tiene una muy acertada selección musical. Desafortunadamente, no supe como pegar el enlace, pero es fácil ingresar linkeando El hogar de la estulticia. Que lo disfruten

martes, 8 de septiembre de 2009

El paredón del blog 5-El círculo vicioso de nuestra historia colombiana

www.jorgeorlandomelo.com
Una muletilla en los discursos de los politiqueros colombianos es la frase "todo pueblo que desconoce su historia se ve forzado a repetirla". No hay presidente, ministro, congresista o concejal que no la emplee cuando considera importante recordarle a su auditorio de lelos que su cimera actitud de ofrendar su cuerpo, mente y espíritu al servicio de los magnos intereses de la Patria y el Bien Común, tiene unos antecedentes patrios avalados (y últimamente abaleados y hasta motoserrados) por la historia oficial. Sin embargo, lo que estos abnegados servidores de la patria olvidan en su cantinela o ignoran en su parcializada incapacidad de reconocer la crudeza de la realidad real es que por culpa de sus políticas "educativas" de ocultamiento de los motivos y "comunicativas" de tergiversación de los hechos, a ningún pueblo le es permitido el acceso al conocimiento auténtico de las causas y consecuencias de los eventos cotidianos con los que se va urdiendo su historia patria. En Colombia, cada vez que uno de esos traficantes del poder decide legitimar su rápido enriquecimiento y justificar sus acciones sangrientas, reduce la historia del pais a un período de una o dos décadas al que denomina "guerra civil", "violencia partidista" o "narcoterrorismo".
El profesor José Orlando Melo, egresado de la Facultad de Filosofía y letras de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, es uno de los miembros más importantes (si no el más) junto con Margarita González y Germán Colmenares de la actual generación de historiadores colombianos que, influenciados por la Escuela de Annales (Fernand Braudel), la sociología alemana (Max Weber) y la corriente historiográfica inglesa (Eric Hobsbawm) evidencian un objetivo rigor metodológico, un exhaustivo tratamiento de los temas y, por encima de todo, una confiable independencia de criterios ante el poder oficial . Su inagotable Curriculum Vitae y su prolífica producción investigativa y literaria lo hacen imprescindible para el conocimiento de nuestra verdadera historia. Para la muestra, el siguiente artículo, publicado en el periódico colombiano El Tiempo 03-09-09, en el cual se puede apreciar su capacidad de síntesis periodística y de análisis histórico (uy, qué esdrújulada tan folclórica):

Democracia y reglas de juego

José Orlando Melo

En su versión para niños, la democracia es el gobierno del pueblo, y se manifiesta por el derecho de las mayorías a gobernar. En su versión para adultos, incluye, además, la idea de que las reglas de juego, las que definen los mecanismos electorales y los poderes del gobierno, deben ser aceptadas por toda la sociedad. En nuestros países, muchos creen que exigir que las reglas de juego tengan la aprobación de las minorías es antidemocrático, pues las mayorías tienen el derecho a decidirlas.

Que las mayorías fijen las reglas libremente ha tenido malas consecuencias. En 1933, en Alemania, el parlamento, con el voto de las mayorías y el apoyo de la opinión, prohibió los partidos minoritarios y abrió el camino para la dictadura nazi. En Colombia, en 1826, el Congreso decidió que las normas de la Constitución de Cúcuta, que determinaban cuándo y cómo podía reformarse, podían ser ignoradas, pues surgían del pueblo y, por lo tanto, este no estaba obligado a cumplirlas: la voluntad popular, expresada en actas plebiscitarias que pedían reforma inmediata, primaba sobre las normas y procedimientos constitucionales. Esto llevó a la dictadura de Bolívar, hecha a nombre de la opinión del pueblo, contra el legalismo "santanderista", que creía que lo clave, a largo plazo, era que los ciudadanos aprendieran a respetar la ley.

Muchas veces, las mayorías han decidido que, como representan al pueblo, pueden cambiar las reglas de juego sin respetar la opinión de las minorías. Así ocurrió en 1859 y en 1898, cuando el Congreso expidió leyes electorales que favorecían al Gobierno: en ambos casos, el resultado fue la guerra civil. Y en 1863 y 1886 se reunieron asambleas constitucionales, con representación de un solo partido, que crearon reglas de juego calculadas para garantizar el triunfo indefinido de los que estaban en el gobierno. Entre 1863 y 1886 nunca se eligió un presidente conservador; entre 1886 y 1904 solo dos liberales lograron ir al Congreso.

Ninguna de esas constituciones trajo paz al país. Solo la reforma de 1910, que dio derechos, aunque limitados, a la minoría, produjo unas décadas de relativa tranquilidad, que volvieron a interrumpirse, hace sesenta años, por la incapacidad de establecer un sistema electoral en el que todos los partidos pudieran confiar. Esta idea de que la mayoría tiene el derecho a decidir sola las reglas de juego produce, como es lógico, inestabilidad y caos. Mientras que en 190 años Colombia ha tenido 8 constituciones y ha reformado casi 30 veces la de 1991, en los Estados Unidos, una democracia adulta, sigue en pie la Constitución de 1787, con menos reformas que la nuestra de 1991. Una razón es que allí la Constitución, que establece las reglas del juego político, no puede cambiarse sin aprobación de la minoría: una reforma constitucional necesita el voto favorable de las dos terceras partes de la Cámara y el Senado, y de la cuarta parte de los estados. Trece estados, con menos del 5 por ciento de la población, pueden negar una reforma. Antidemocrático, si uno cree que en una democracia las mayorías definen las reglas de juego; democrático, si uno cree que esas reglas deben ser fijadas de común acuerdo por todos los jugadores y que no conviene que el más fuerte las cambie cuando crea que eso puede favorecerlo.

Cambiar las reglas en mitad del partido, cuando conviene a la mayoría, es contra la lógica de una democracia madura. En Colombia se ha hecho muchas veces y los resultados han sido siempre malos. Ahora se hará otra vez: el plebiscito sobre reelección, apoyado por las mayorías y que se aprobó por métodos dudosos, servirá para lograr ventajas de corto plazo. A largo plazo, el costo de corromper y manipular las reglas y valores básicos de la democracia, el daño a las instituciones y la cultura política del país pueden ser inmensos.

Para todo aquel interesado en el tema colombiano, el profesor Melo tiene un blog (registrado en la parte alta de esta entrada). Estas son sus palabras en el párrafo de presentación: En esta página presento una selección de libros y artículos sobre temas colombianos. Los más largos y pesados son sobre el pasado, cambiante y complejo, del país. Los temas son muy distintos -historia económica, política, cultural- pero quizás un lector atento pueda ver algunos hilos que los unan. La fragmentación del poder, el peso de las regiones, la sucesión repetida de épocas de paz y violencia son rasgos que se describen en varios de estos estudios y ayudan a entender las dificultades de la historia reciente.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Fernando de Szyszlo y su "encuentro visible de lo sagrado con la materia"

A sus 84 años recién cumplidos (5 de julio) el artista plástico limeño Fernando de Szyszlo Valdelomar retorna este 8 de septiembre al Museo de Arte Moderno de Bogotá (donde ha estado en 1964 y 1972) con una generosa muestra retrospectiva de 48 de sus obras en gran formato. Su presencia en los salones latinoamericanos ha quedado registrada en: Museu de Arte Moderna, Sao Paulo (1957), Museo de Arte Moderno, Bogotá (1964 y 1972), Museo de Bellas Artes, Caracas (1964), Casa de Las Américas, La Habana (1968), Center for Inter-American Relations, Nueva York (1972), Museo de Arte Moderno, México DF (1973), Museo de Arte Contemporáneo, Montevideo (1984), Museo de Arte Contemporáneo de América Latina, Washington (1985), IV y V Bienal de Sao Paulo (Menciones Honrosas), Venecia (1958) y Coltejer, Medellín (1970). Hijo de un físico polaco, sobrino materno de un escritor, "ex" de una poetisa y padre del arquitecto Vicente de Szyszlo Valera, el maestro Fernando de Szyszlo es dueño de una muy profunda e interesante capacidad reflexiva sobre el arte y la vida. Para la prueba, reproduzco a continuación un fragmento de la entrevista que la muy bien documentada periodista Liliana López Sorsano acaba de hacerle para el diario El Espectador, de Bogotá, Colombia (de donde tomé su foto).

LLS- Cuando ve su arte en retrospectiva, ¿qué ve, qué cambia?

FSV- Cambia todo. Lo que veo es una pelea infatigable, constante, de 60 años por tratar de hacer el cuadro que siempre soñé. Me imagino que todos los pintores llevan adentro un cuadro ideal que no podemos definir y que tratamos a lo largo de toda la vida de sacarlo. La suma de todos los otros cuadros no son sino derrotas.

LLS- ¿Cuando termina un cuadro siente la satisfacción de haberlo acabado?

FSV- Como decía el poeta Paul Valéry, no hay poemas terminados, sólo abandonados. Uno abandona cuando siente que ya no puede más, que no hay nada más que añadirle y, sin embargo, no es así. Hay un desfase entre la ilusión que uno tenía y lo que en realidad ha podido hacer. Es un proceso que es milagroso, convertir experiencias en colores y en materia pintada aplicadas con pelos amarrados a un palito.

LLS- Un maestro consagrado del teatro japonés Kabuki decía que con el tiempo sabía menos de su arte ¿Qué opina de esta paradoja?

FSV- Es verdad. Uno sabe menos porque seguramente la experiencia amplía más el horizonte, lo cual amplía la conciencia y el conocimiento, y uno se da cuenta de que es más lejos de lo que creía. Yo siempre he dicho que los cuadros que hago ahora, seguramente hubieran satisfecho al joven pintor que yo era cuando tenía 24 años, pero que las metas se han mejorado, se han ampliado y se han alejado. Si uno camina hacia el horizonte, el horizonte no se acerca, se aleja.

LLS- Ha visto las modas pasar, los artistas surgir ¿Qué piensa del arte contemporáneo y qué significa hoy en día?

FSV- Yo le diré que el arte se ha vuelto menos profundo, más light y busca menos su esencia, es decir, su propio lenguaje. El lenguaje de la pintura son los colores, las líneas, las. formas. El de la música son los sonidos. Si uno hace cosas distintas a eso, puede ser que haga gestos muy importantes, interesantes, valiosos o alegres, pero no tienen nada que ver con el arte. El arte es una cosa que no necesita explicación y esos gestos, todos, necesitan un párrafo que diga qué es lo que el artista ha tratado de hacer al poner esa escoba de cabeza o la bacinilla al costado.

El arte se ha vuelto un espectáculo en el que hay un montón de dinero metido y eso es tóxico siempre. Yo creo mucho en una frase de Dalí que dice “moda es lo que pasa de moda”, y eso desgraciadamente ya lo hemos visto. Hay exceso y obscenidad de dinero, pues la gente por estar a la moda compra cualquier cosa por miles y millones. El tiburón en formol de Damien Hirst es un ejemplo, ¡cuando con tanta plata se pueden comprar varios cuadros renacentistas! ¡Valores seguros! Ahora lo que queda es un remedo, es ligero, fácil, divertido, es una broma, hace reír, sorprende o repugna porque ponen caca de elefante solidificada al lado de la Virgen María. Pero en realidad no dice nada.

Mario Vargas Llosa escribió en una revista mexicana, Letras libres, un artículo formidable que se llama “La civilización como espectáculo”. Todo ha perdido peso, la novela se ha vuelto light, todo ha perdido gravedad, la gente le tiene miedo al drama, a sentir, y al mismo tiempo ese sentimiento se ha perdido. Hacer el amor en el año 30 no era lo mismo que hacerlo ahora. En ese entonces significaba mucho, una relación grave, amorosa, con gran tragedia... Ahora es como tomarse una coca-cola… todo esto le ha quitado piso a la vida. Y el arte no ha estado exento de esto.

LLS- ¿En esa época parisina cuál fue el mayor encuentro?

FSV- Ahí descubrí el mundo, no sólo la pintura. Descubrí el amor, lo descubrí todo. Tenía 24 años, era un provinciano de Lima que miraba todo con la boca abierta y con hambre (no tenía ni un centavo). Esos seis años ocupan gran parte del disco duro de mi memoria, fueron años en que me hice, me formé, sufrí y fui feliz. De esta época surgieron todos mis amigos, aunque se me han ido muriendo: Obregón, a quien quería tanto, casi como un hermano; Octavio Paz, Cortázar, Negret, Marta Traba, Alberto Zalamea, Matta, Lam, Toledo, Tamayo, todo el mundo estaba ahí.

El grupo de surrealistas fue el que yo frecuenté, porque como era tan amigo de Octavio Paz, él me los presentó y ahí conocí a Breton. El pensamiento surrealista siempre nos acercaba mucho. Nunca he hecho pintura surrealista, pero la manera que ellos tenían de enfocar el arte me parece la más adecuada. Entendiendo por surrealismo sacar lo más profundo de lo que uno tiene en el inconsciente y ese interior del inconsciente tiene denominadores comunes como el inconsciente de los demás.

Entonces, por más abstrusa que sea la cosa que sale, si es auténtica, otras personas la pueden leer. Bach es la mejor prueba. Escribía cantatas cristianas en alemán los domingos para una iglesia en Lepzig y 400 años después hacen llorar a gente del Japón que no son cristianos ni entienden alemán. Entonces Bach sacó del fondo del ser humano una cosa que es válida para todos. Y eso es lo que locamente buscamos todos los pintores...