martes, 19 de mayo de 2009

El último Patriarca

SOLEDADES

Ellos tienen razón
esa felicidad
al menos con mayúscula
no existe
ah pero si existiera con minúscula
sería semejante a nuestra breve presoledad
después de la alegría viene la soledad
después de la plenitud viene la soledad
después del amor viene la soledad
ya sé que es una pobre deformación
pero lo cierto es que en ese durable minuto
uno se siente solo en el mundo
sin asideros
sin pretextos
sin abrazos
sin rencores
sin las cosas que unen o separan
y en esa sola manera de estar solo
ni siquiera uno se apiada de sí mismo
los datos objetivos son como sigue
hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos
una frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis manos
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos
claro que la soledad no viene sola
si se mira por sobre el hombro mustio
de nuestras soledades
se verá un largo y compacto imposible
un sencillo respeto por terceros o cuartos
ese percance de ser buenagente
después de la alegría
después de la plenitud
después del amor
viene la soledad
conforme
pero qué vendrá después de la soledad
a veces no me siento tan solo
si imagino
mejor dicho si sé
que más allá de mi soledad y de la tuya
otra vez estás vos
aunque sea preguntándote a solas
qué vendrá después de la soledad.
Mario Benedetti
La poesía, como el Alzheimer, es una enfermedad de hombres mayores o mujeres jóvenes. Eso, por lo menos, permiten colegir los nombres de Martí, Rubén Darío, Porfirio, José Asunción, Neftalí, Jorge Luis, Rafael, León, Jaime, Raúl y Mario (Que en los comienzos del siglo pasado Europa dejase saber de algunas excepciones -Miguel, Paul o Federico- no le quitan validez a esta afirmación, si pensamos en lo que representaba en ese tiempo tener 21 o 27 años). Las mujeres, bueno ¿Qué edad tenían Violeta, Gabriela, Alexandra, Silvia, Maruja o Meira? La muerte de Mario no es sólo el deceso de un poeta más, es el fín de una especie de patriarcas que cumplían la sagrada misión de comunicarle a las nuevas generaciones los designios del Oráculo para hacer posible la reacción vital y el sacudimiento de la conciencia. Pero, los tiempos modernos terminaron haciendo superflua y anacrónica esta labor. Hoy la poesía es un espectáculo al que asiste una multitud de curiosos desprogramados que miran al verseador conectados a su iPod o enchufados a su fachebuc y que si anotan algunas frases afortunadas es para colgarlas en su sitio o usarlas como decorado en su libreta de apuntes. En cuanto al Maestro Mario Benedetti, en Colombia la ironía, que todo lo pudre, se ensañó con su buen nombre: un endriaguillo, descarado exponente de un conjunto de características absolutamente opuestas a la mirada poética, inteligente (o al menos decente) exhibe su apellido como un nuevo rico ostenta su blasón recién comprado a un anticuario.
No pierdo la esperanza de que, como aquel neooptimista desubicado que se apresuró a publicar en los años ochenta
El fín de la historia, tenga la fortuna de ser atropellado por una nueva realidad en la que uno o varios (en la Poesía, la Filosofía o el Arte, uno es bandada) individuos asuman el compromiso de iluminar esta nave con un discurso que proponga otras miradas sobre esta monotematizada manera de existir.