viernes, 26 de junio de 2009

Michael Jackson, "Every night she walks right in my dreams"

Hasta el mítico 24 de junio de 1935, cuando murió Carlos Gardel, el deceso físico prematuro era el "impuesto" que debía pagar quien pretendiese ingresar al anhelado círculo de La Inmortalidad. Sólo se requería una muerte oportuna en la cúspide de la fama con una edad apetecible y un estatus de veneración colectiva. Pero eran otros tiempos, cuando el ritmo del diario vivir ponía ante nuestros sentidos los límites del entorno doméstico y los sueños provincianos. Hoy, más que la muerte, la amenaza es la vejez y todo lo que su monstruosa presencia trae: olvido, desencanto, dolor, impotencia, dependencia y fealdad. Tu entrañable amiga Elizabeth Taylor, quien también vió partir a James Dean, te habrá aconsejado muchas veces lo dicho por Dean antes de embalarse en su "Little bastard": Vive rápido, muere jóven y tendrás un hermoso cadaver. Desde siempre sostuviste una apasionada relación de amor-odio con la Parca ¿Te acuerdas de tu obituario a tu amigo Ray Charles, ese ciego grande que no supo partir a tiempo (10 de junio de 2004)?: "Nací para no morir. Para vivir en la felicidad, para nunca llorar, para decir la verdad y nunca mentir para repartir mi amor sin un suspiro para estrechar mis brazos sin ataduras Este es mi baile este es mi punto más álgido". Pero la dama de la guadaña es celosa y posesiva, si no te vas con ella deberás aceptar envejecer en el olvido entre cuatro paredes sin espejos y con los ventanales cubiertos por pesadas cortinas. Puestos a escoger, mejor tomar su huesuda mano e irte con tus pasitos laterales hacia tu amada Neverland. Tu partida es impecable, escogiste el mes de Juno, la angelical compañía de Farrah Fawcett y la sigilosa escolta de David Carradine. Tu sepelio no tendrá límites, hasta es posible que tu cuerpo embalsamado sea despedido en un gran estadio al que asistirán hordas de compungidos que junto con millones de seguidores en internet y en pantallas públicas en todo el mundo, se deshagan en lágrimas viendo el desfile zalamero de un puñado de cantantes olvidados ante tu dorado ataúd . Ya que eres un maestro de la puesta en escena de monumentales representaciones, no podrías haberlo hecho de otro modo, pero no esperes la inmortalidad, resignate a un lento desvanecimiento como los de Valentino, Elvis, Lennon, Sinatra, Bob Marley, El Che, Neruda y la verdad.