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jueves, 4 de agosto de 2011

Kirk Douglas. La simpleza del saber total

"He sobrevivido a la caída de un helicóptero, con cirugía vertebral incluida, a un infarto que casi me lleva al suicidio, tengo un marcapasos y problemas en el habla. ¿Y qué? Siempre me digo: la edad está en la cabeza. Es el único antídoto que permite seguir funcionando". 
Tiene 94 años. El mapeo de su piel delimita los derroteros de su arduo recorrido por la vida (incluídas su rivalidad con Kubrick y la trombosis leve en 1994) y traza el paisaje de su fértil trayectoria por el cine, Espartaco, Senderos de gloria, Cautivos del mal El gran carnaval, El loco del pelo rojo, entre una lista de SETENTA Y TRES filmes, la mayoría de ellos imprescindibles en la Historia del Cine. 
Issur Danielovitch Demsky (Ámsterdam, Estado de Nueva York, diciembre 9 de 1916), más conocido como Kirk Douglas (pronunciado Duglas; aunque, no sé por qué, cogimos el hábito de decirle Daglas a su hijo Michael). En octubre del 2010 la revista Esquire le hizo una pregunta para su sección Lo que sé. Como respuesta, el nonagenario actor le soltó el más profundo y poético tratado sobre la existencia humana que uno podría esperar, no del más heidegeriano de los existencialistas, ni del más woodyalleniano de los personajes o el más coelhoiano de los charlatanes, sino (y es una esperanzadora sorpresa) del más lúcido de todos los nietzscheanos. Si, como creían nuestros ancestros, el llegar a viejo nos brinda esta sabiduría, yo quiero emular a Matusalén. (Como siempre, negritas e itálicas son mi intromisión)
 Lo que sé
Por Kirk Douglas
Mis hijos no tuvieron las ventajas que tuve yo en mi infancia: cuando uno viene de la pobreza más abyecta, no hay otra dirección adonde ir que no sea hacia arriba.
Sé que el amor es más hondo a medida que uno se hace más viejo.
Sé que todo el mundo tiene ego.
Sé que, por más que a los judíos nos enseñen a leer en hebreo, no entendemos un carajo de lo que estamos leyendo. Cuanto más estudio la Torá menos religioso me vuelvo, y más espiritual quizá. En el último Yom Kippur opté por la traducción al inglés y descubrí que Dios no necesita que le cantemos alabanzas, sino que seamos mejores como personas.
Sé que cada hijo es diferente y que hay que darles soga, siempre: no aconsejarlos mucho y dejarlos cometer sus propios errores. Es como el pase inglés: uno tira los dados y espera a ver qué pasa.
Sé que, a veces, lo que te compromete te libera. Yo no quería ser actor de cine. Mi vida era el teatro y la primera vez que me llamaron de Hollywood rechacé el ofrecimiento. Pero entonces nació Michael y hacía falta más dinero, y me vine para acá.
Sé que todo buen aprendizaje termina sólo cuando estás bien muerto.
Sé que, si un hombre me diera a entender que nunca cometió un pecado en su vida, no me interesaría en lo más mínimo hablar con él.

Sé que los musulmanes siguen a Mahoma; los cristianos, a Jesús y los judíos, a Moisés, pero es el mismo dios, en mi opinión.
Sé que hacer películas es una forma un poco cara de narcisismo.
Sé que los hijos necesitan la misma cercanía física con el padre como con la madre. Cuando beso a mis hijos en la boca, alguna gente me mira raro, pero no me importa porque sé que no es una debilidad.
Sé que Atrapado sin salida fue una gran decepción en mi vida. Compré los derechos para cine, pero nadie quería hacer una película con eso. Entonces pagué para hacerlo en Broadway, pero tampoco. Había una línea en especial en el libro que me parecía inigualable: cuando McMurphy trata de arrancar el lavatorio de la pared delante de los demás internos y no puede. Y todos lo están mirando y él gira hacia ellos y les grita: ¡Por lo menos traté!. Hay días en que pienso que ése debería ser mi epitafio.
Sé que por algo es que la política se ha vuelto una mala palabra.
Sé que hay cosas en la vida que uno nunca logra hacer como Dios manda. Jugar al golf, por ejemplo.
He sobrevivido a la caída de un helicóptero, con cirugía vertebral incluida, a un infarto que casi me lleva al suicidio, tengo un marcapasos y problemas en el habla. ¿Y qué? Siempre me digo: la edad está en la cabeza. Es el único antídoto que permite seguir funcionando.
Sé que millones de personas murieron por motivos religiosos: algo anda mal ahí, ¿no? Sé que esto puede pasar: uno se muere, lo llevan frente al barbudo sentado en el trono, uno pregunta si eso es el cielo y el barbudo responde: ¿El cielo ? De ahí acaba de venir, caballero.
Sé que la única gente que puede destruir Israel son los judíos, porque su obstinación alimenta la división. Como decía aquel chiste en que se encuentran el presidente de los Estados Unidos y el de Israel y éste le dice: "Sé que ha de ser difícil ser presidente de 250 millones de personas, pero ¿sabe lo que es ser presidente de cinco millones de presidentes?"
Todo el mundo se la pasa hablando de los viejos tiempos: que las películas eran mejores, que los actores eran superiores, que la gente era más solidaria. Lo único que yo sé de los viejos tiempos es que ya pasaron.
Sé que pensar un poco en los demás es una manera de distraerse de uno mismo.
Creo que recién ahora empiezo a saber quién soy. Como si mis virtudes y mis defectos hubiesen estado hirviendo en una olla todos estos años y con el hervor se hubieran ido evaporando y convirtiéndose en humo, y lo que queda en el fondo de la olla es mi esencia, y se parece inquietantemente a aquello con lo que empecé al principio.

viernes, 25 de marzo de 2011

Liz Taylor - Stanley Kubrick, los colores de la mirada en el cine


Desde mi pretensiosa y no muy fundamentada opinión, la Taylor no era una super actriz de esas que, digamos, influyera en la evolución del trabajo actoral (a pesar de sus cinco nominaciones a los premios oscar de La Academia, de haber obtenido dos de ellos y de haber sido reconocida como la séptima mejor estrella femenina de Los Primeros Cien Años del Cine Norteamericano por el American Film Institute en 1999); pero, dados su numerosa filmografía, la calidad del elenco que la acompañó en gran parte de ella y el célebre violeta de sus ojos, me parece inapelable el deber de reseñar su deceso este miércoles 23 de marzo de 2011 en el hospital Cedars-Sinai Medical Center de Los Angeles, California. Elizabeth Rosemond Taylor nació en Hampstead, un barrio del noroeste de Londres. Tanto su padre, un comerciante de arte, como su madre, Sara Viola Warmbrodt (una ex actriz cuyo nombre artístico era Sara Sothern) eran originarios de Arkansas City, Kansas, Estados Unidos.
Precisamente, fue doña Sara Viola quien la introdujo desde niña en el universo de los plató, las luminarias y la acción:  En 1944, a la edad de 12 años, junto con Mickey Rooney y Angela Lansbury, actores también jóvenes, se hizo famosa con la película National Velvet, que narraba las peripecias de un caballo de carreras. A sus 14 añitos rodó El coraje de Lassie y poco después una versión de Mujercitas. Su siguiente gran éxito sería El padre de la novia (1950), junto a Spencer Tracy con la dirección de Vincente Minnelli. Y desde entonces aportó su imagen a la historia del cine con películas como Un lugar en el sol (1951) con Montgomery Clift, Ivanhoe (1952) con Robert Taylor y Joan Fontaine y Gigante (1956) con James Dean y Rock Hudson. Además de recibir dos premios Óscar por Una mujer marcada (1960) y ¿Quién teme a Virginia Woolf? (1966) alcanzó el récord, sólo igualado por Marlon Brando, de cuatro nominaciones a las estatuillas en cuatro años consecutivos:  Postulada en la categoría de Mejor Actriz por su trabajo en El árbol de la vida (1957), Cat on a Hot Tin Roof (La gata sobre el tejado de zinc, 1958, junto a Paul Newman (su interpretación la hizo acreedora a su segunda nominación al premio Óscar por Mejor Actriz y primera candidatura al galardón BAFTA como Mejor Actriz Británica); Suddenly, Last Summer (De repente el último verano, 1959, junto a Katharine Hepburn y Montgomery Clift, cinta que le proporcionaría su primer Globo de Oro y otra nominación al Óscar). Su estatus de "Estrella" quedó consolidado en 1963 cuando protagonizó Cleopatra, la película más costosa en la industria cinematográfica hasta entonces (la Taylor fue la primera actriz en cobrar la, en ese tiempo escandalosa, suma de un millón de dólares, que multiplicó por siete debido a los múltiples retrasos y contratiempos del rodaje y a las gabelas de taquilla contempladas en su contrato). Fue en el rodaje de esta película cuando conoció a Richard Burton, con quien se casaría dos veces para completar su exótica colección de siete esposos en ocho matrimonios. Chao, Liz... ¡Que te rompas una pierna!
Pero, como los dioses suelen volver al Olimpo en Primavera, este mes de marzo ha sido escogido como el vehículo oficial de, ése sí IMPRESCINDIBLE en la historia del cine arte o cine de culto, Stanley Kubrick (el Bronx de Nueva York, Estados Unidos, 26 de julio de 1928 – Harpenden, Hertfordshire, Reino Unido, 7 de marzo de 1999). Ahora, a doce años de su partida, resignados a ver cómo degenera el concepto fundacional del cine como Séptimo Arte por el del cine industria, quizá resulte útil rendirle un modesto tributo a la memoria de quien, a mi parecer, es uno de los Directores más determinantes de la historia del cine, al lado de Orson Welles, Andrei TarkovskiSergéi Eizenshtéin,  Akira Kurosawa, la Nueva Ola francesa, el Neorrealismo italiano, el Nuevo Cine Alemán y Dogma 95; de todos los cuales pareció haber tomado elementos del simbolismo, la coreografía, el encuadre, la composición, la narrativa, el montaje y el manejo de los tiempos (en alguna de sus entrevistas aludió a Max Ophüls y Sergéi Eisenstein como sus dos referencias cinematográficas más influyentes, el primero por su trabajo con la cámara y el segundo por su técnica de montaje). Aunque es posible que, más que a todos aquellos, hubiese debido la magistralidad de su arte a la práctica de sus tres disciplinas favoritas:  la fotografía, que practicaba desde niño con una cámara réflex, regalo de sus padres y gracias a la cual pudo trabajar para la revista Look, donde se labró una reputación profesional haciendo reportajes fotográficos a importantes estrellas del momento; la música en general, el jazz en particular (llegó a tocar la batería en la Taft Swing Band) que le permitió a lo largo de toda su carrera decidir todos los aspectos relacionados con la banda sonora de sus películas, hasta el punto de llegar a prescindir de compositor para seleccionar piezas de música clásica, como en 2001: Odisea del espacio,  en la cual sustituyó en el último momento la banda sonora original de Alex North  por la versión clásica de Así habló Zarathustra de Richard Strauss; y el ajedrez que agudizó su percepción de la totalidad y fortaleció su capacidad de análisis de los detalles; gracias a su práctica subsistió durante un inestable período de su vida y se lo reconoció homenajeándolo en algunas de sus películas (Atraco perfecto o 2001: Odisea del espacio) Si se juzga su maestría por la cantidad de películas realizadas, quizá no salga bien librado ("sólo" trece películas); pero, si se tiene el privilegio de apreciar su trabajo en películas como 2001- Odisea del espacio, La naranja mecánica, El resplandor, Lolita, Full Metal Jacket y Dr. Strangelove, sólo se puede exclamar un estruendoso ¡Ufff! 
Finalmente, de las pocas figuras vinculadas a la farándula colombiana que se hayan ganado el aprecio popular y el respeto general por el innegable valor de su trabajo incansable en pro de La cultura, Doña GLORIA VALENCIA DE CASTAÑO, junto con su amante esposo Don Alvaro Castaño Castillo, ocupa un lugar destacado en el sentimiento de todos los colombianos. Ayer 24 de marzo, precisamente en el Dia del Locutor, se nos fue y desde ya nos está haciendo falta. Gracias Doña Gloria, por todo lo que nos brindó.

lunes, 4 de octubre de 2010

Arthur Penn, uno de los directores más influyentes del siglo XX, falleció a finales de septiembre

El pasado 29 de noviembre, el Séptimo Arte perdió a Arthur Hiller Penn (Filadelfia, Pensilvania, EE. UU., 27 de septiembre de 1922 - Manhattan, Nueva York, 28 de septiembre de 2010 -por insuficiencia cardiaca). Metódico hasta en las fechas de nacimiento y muerte, Penn cerró su ciclo creativo en el medio televisivo, donde lo había iniciado, y en el cual había logrado una candidatura al Emmy por Playhouse 90 -1956-). Fue uno de los directores y productores de mayor influyencia en los planteamientos socio-políticos, el aprovechamiento del casting y el tratamiento de la imagen en el cine del siglo XX.  A lo largo de su extensa carrera se registran éxitos desde su paso por Broadway como director de las obras de teatro The Miracle Worker (conocida como El milagro de Ana Sullivan) y All the Way Home (ambas obras ganadoras del premio Tony), hasta su ingreso al mundo del cine, a finales de los 50, con el western The Left Handed Gun (1958), protagonizado por Paul Newman. Actuar bajo su guía era garantía de éxito y reconocimiento para sus intérpretes: Anne Bancroft, Patty Duke, Estelle Parsons, Warren Beatty, Faye Dunaway, Gene Hackman, Michael J. Pollard y Chief Dan George consiguieron una candidatura al Oscar (Por The Miracle, Ann Bancroft como actriz principal y Pat. Duke como actriz de reparto, precisamente las dos actrices que interpretaron esta obra en Broadway, y Estelle Parsons la obtuvieron). Él mismo fue tres veces candidato al Oscar al mejor director por The Miracle Worker (1962), Bonnie and Clyde (1967, con Warren Beatty y Faye Dunaway) y Alice's Restaurant. También obtuvo una nominación al Globo de Oro como mejor director por Bonnie and Clyde. La cadena de éxitos continuó con The Chase (1966), en la que dirigió a Marlon Brando, Robert Redford y Jane Fonda. Little Big Man (1970), su película más costosa, con Dustin Hoffman y Faye Dunaway en la cual tomaba como pretexto la narración de la conquista del Oeste desde una óptica diferente a la habitual (los indios eran los buenos) para criticar la actuación del Ejército de los Estados Unidos y al 7º Regimiento de Caballería que entonces combatían en la Guerra de Vietnam, y Night Moves (1975), con Gene Hackman y Melanie Griffith.
En 1973, dirigió algunas escenas del film de los Juegos Olímpicos de Múnich Visions of Eight junto a John Schlesinger, Claude Lelouch, Kon Ichikawa y Miloš Forman. Sus últimas obras estrenadas en cines fueron Dead of Winter (1987), con Mary Steenburgen, y Penn & Teller Get Killed (1989). Desde finales de la década de 1980, Penn había dirigido sus pasos a la televisión, donde realizó el telefilm El Retrato (1993), con Gregory Peck y Lauren Bacall y participó en la producción de la serie Ley y Orden (estrenada el 13 de septiembre de 1990 por la NBC ésta es, después de Los Simpson, la serie más veterana en emisión, con 20 temporadas en 2010) 
Escrita por Robert Benton y David Newman, e inspirada en las películas europeas de arte y ensayo de la década de 1960, Bonnie and Clyde era una película predestinada para los directores franceses; pero, ante la negativa de Francois Truffaut y de Jean Luc-Godard, y para satisfacer los ruegos de Beatty, Penn aceptó dirigir la cinta que narraba una huida fatal protagonizada por unos criminales inolvidables (Warren Beatty y Faye Dunaway) , una obra de culto que logró un tremendo impacto en EE.UU.  Y, a partir de esa determinación, el cine cambió definitivamente su concepción esteticista de la "crudeza de las escenas", hasta el punto en que obras de otros directores, como Easy Rider, Taxi Driver o, incluso, The Godfather, emularon el modelo. En el documental A Personal Journey With Martin Scorsese Through American Movies, el propio director confesó las razones de su preferencia por las imágenes vívidas "Pensé que si íbamos a mostrar la violencia, realmente debíamos mostrarla como tal", "Debemos mostrar cómo es cuando alguien recibe un tiro". Rápidamente Bonnie and Clyde se convirtió en todo un himno liberal, rebelde y anti-sistema que hizo mella en aquella época. "Son jóvenes, están enamorados... y matan a gente" era el eslogan promocional de la cinta. La escena final de la muerte de la pareja es una de las más recordadas del cine. 
Adenda: Hoy hace un año se nos fue La Negra, Mercedes Sosa. La seguimos recordando.

miércoles, 30 de junio de 2010

Alberto Duque López (1936-2010) QPD

Alberto Duque López (barranquillero a pesar de sus apellidos cachacos), se anticipó este 27 de junio a su cita con los replicantes en la Caja Caleidoscópica de la eternidad, para descubrir si es cierto que "los androides sueñan con ovejas eléctricas". Era corriente encontrárselo a la entrada o a la salida de las salas de cine, extendiendo su cordial ¡Hola, tigre!, que era como su código de cofraternidad con esa parvada de quirópteros que, como en un ritual religioso, nos le atravesábamos en la Cinemateca Distrital de Bogotá o el Auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional; o en el Teatro Heredia de Cartagena, o en el TEC de Calí, o en el Pablo Tobón Uribe de Medellín, o en Los Fundadores de Manizales... Aunque le incomodaba la etiqueta de "crítico", reseñó a manera de amenas entrevistas, agudos reportajes y muy fundamentados comentarios el acontecer cinematográfico nacional, latinoamericano y planetario. Miraba el proceso evolutivo del cine latinoamericano con cierto tinte nostálgico (que más parecía un rasgo de su carácter bonachón y soñador) y se regodeaba en el recuerdo de lo que fue el Nuevo Cine Latinoamericano de los años setenta y los ochenta. Afirmaba que el "nuevo nuevo cine latinoamericano" soporta una etiqueta local que le rompe los nexos identitarios con las parcelas culturales de la región, y daba como ejemplo el énfasis temático de la actual cinematografía colombiana (el narcotráfico) y la realizada en Argentina (problemas sociales y familiares), por dar dos ejemplos. “Las condiciones políticas, sociales, culturales y económicas son muy diferentes. Lo que se llamó Nuevo Cine Latinoamericano fue el resultado de una serie de circunstancias que provocó el surgimiento de un grupo de realizadores, Littin, Sanjinés, Marta Rodríguez, Leonardo Favio, Torre Nilson, Gutiérrez Alea y Solás, (Ripstein, en su primera etapa con Cazals y Alcoriza, entre otros) que trabajaba con pocos recursos, apoyado por grandes escritores y actores que comenzaban sus carreras, de todo lo cual salían películas frescas, agresivas, llenas de humor y rabia que sirvieron para que los espectadores entendieran mejor lo que ocurría en sus respectivos países". La influencia literaria de los bohemios del Grupo de Barranquilla, particularmente de Alvaro Cepeda Samudio, de quien fue su amigo, se nota en la insuperable belleza poética de los títulos de sus novelas: Nueva historia de Mateo el Flautista: según la versión de su hermano Juan Sebastián y las memorias de Ana Magdalena. (Premio Esso de Novela en 1968) Bogotá: Ediciones Lerner, 1968., Mi revólver es mas largo que el tuyo. Bogotá: Colcultura, 1977. El pez en el espejo. Bogotá: Planeta Colombiana Editorial, 1984., Alejandra. Bogotá: Planeta Colombiana Editorial, 1988, Muriel, mi amor. Bogotá: Intermedio Editores, 1995 y Marlon Brando: escándalo y mito (Ensayo). Bogotá: Editorial Panamericana, 2004. El maestro Alberto alcanzó a recibir el Premio de Periodismo Simón Bolívar y varios India Catalina del Festival de Cine de Cartagena por cortometrajes de los que fue realizador. 
El periodista Ricardo Rondón Ch. publica en el periódico El Espacio (Bogotá, junio 29) la siguiente entrevista: 
-Te la has pasado casi toda la vida metido en las salas de cine: ¿no te da pena, Alberto?
-"Al contrario, me hizo falta más tiempo".
-Dicen que en una época te llevaban la comida al teatro. ¿Eso es cierto?
-"Todavía lo siguen haciendo".
-¿Y se hace buena digestión?
-"No, por eso siempre tengo pesadillas terroríficas".
-¿Por qué esa pasión enfermiza por el cine?
-"Porque es en la oscuridad es donde vivo mi verdadera realidad".
-Te imagino impúber, en el cine ‘Astral’, de Barranquilla, de pantalón corto, bien sentado, y lelo en las imágenes de ‘Lo que el viento se llevó.
-"Y también con las imágenes de las películas de vaqueros, con John Wayne".
-¿Te pasaste por mayor de edad para profanar el terreno de las películas prohibidas?
-"Sí, en un salón llamado ‘Rex’, que ya no existe, donde iba muy a menudo a ver películas francesas y suecas de alto calibre, que acababa sin entender".
-¿Cuál era el actor que más te emocionaba?
-"Humphrey Bogart en ‘El halcón maltés’ y ‘Casablanca’. No he podido olvidar su sombrero y su eterno cigarrillo".
-¿Y de ellas, de esos amores ilusos que le quedan a uno de por vida?
-"La cabellera de Ingrid Bergman y los senos de Sofía Loren".
-¿Y qué me dices de Rita Hayworth?
-"La cachetada que le dio Gleen Ford, todavía me está doliendo".
-¿Quién te enseñó a interpretar el cine?
-"Tuve el mejor maestro: Álvaro Cepeda Samudio, director del Diario del Caribe, donde yo trabajaba".
-¿Cómo te hiciste periodista?
-"Por pura intuición, haciendo turnos hasta las cuatro de la mañana. Era la época del ‘plomo’, es decir, del linotipo".
-¿Qué se hicieron tus amores cinematográficos?
-"Todas se casaron y muy bien casadas".
-¿No será que se aburrieron de tanto ir a cine?
-"Puede ser...".
-¿Cómo definir ese silencio casi sepulcral previo a una película?
-"Es como si uno estuviera en el infierno, si es que de todos modos le va a tocar".
-¿Y ese ruido como de vapor de los viejos proyectores?
-"Es inolvidable, forma parte de ese ritual nostálgico que nada lo puede reemplazar".
-¿Cuál es la salita de cine más triste que conoces?
-"Había una en Barranquilla donde una novia y yo nos metíamos para ver cualquier cosa y salir después absolutamente agotados...".
-¿Qué te ha dejado el cine?-"Si el cine no existiera, yo no estaría vivo".
-¿Por qué evitas el calificativo de crítico de cine?
-"Porque nunca lo he sido, ni lo seré. Apenas soy un fanático que trata de ver todas las películas que puede, pero sin autoridad para indicarle a los demás lo que pueden ver o no ver".
-¿Cómo es que te has acostumbrado a tanta oscuridad?
-"Es que cuando estoy en la vida cotidiana es como si fuera un pez fuera del agua".
-Pasemos a tu piscina literaria: ¿cuál es la más querida de todas tus novelas?
-"‘Alejandra’, porque es la mejor escrita y la que trabajé por única vez en mi vida en circunstancias seguras. Es decir, con un cheque al portador de una beca que me gané en la universidad de Iowa, en 1985".
-¿Cuál es la clave de tu titulación?
-"La elección del título es todo un ritual: jamás comienzo a leer un libro sin saber cómo se llamará".
-¿El título te da la historia?
-"Efectivamente, y en el solo título puedo invertir hasta cinco años".
-¿Sigues amando a ‘La Maga’ de ‘Rayuela’?
-"Claro, ese es un amor más allá de la muerte".
-¿Cuál es ese autor que por más devoción no has podido acabar de comprender y mucho menos de leer?
-"Ernest Hemnigway, es una interminable pelea casada con sus historias".
 -¿Y la película más bella que has visto?
 -"Una película francesa: ‘El samurai’, con Alain Delon".
-Tú que los has tenido de cerca: ¿cuál es el más encantador (a) de las luminarias del cine?
-"Pedro Almodóvar, por su sentido del humor, por su paciencia, y también porque pertenece a esa estirpe de hombres que nunca se dan por vencidos".
-¿Y el más crudo, el más parco?
-"Brian de Palma, el director: es un témpano, inaccesible y distante"
-¿Cómo te pareció Jodie Foster?
-"Muy próxima y cálida: como si la hubiera conocido de antes".
-¿Y Schwarzenegger?-"Muy humorístico".
-¿Te enamoraste de Julia Roberts?
-"Absolutamente"
-¿Por qué nunca te tomas un trago?
-"Porque me entran atravesados. Tolero los amigos que beben y puedo departir una noche con ellos sin beber una sola copa".
-¿El cine engorda?
-"Yo soy una prueba viviente".
-¿Cómo son tus sueños?
-"Casi siempre sobre el día que acaba de pasar".
-¿Tu gran pesadilla?
-"Llegar tarde a una película que estoy ansioso de ver y que me nieguen la entrada".
-¿Qué acostumbras dejar en los teatros?
-"A veces se me queda el paraguas, y treinta años atrás, recuerdos muy húmedos".
 -¿En dónde acostumbras ubicarte?
-"Atrás, al lado derecho".
-¿Te han puesto los pies en la nuca?
-"No, pero una vez una bella chica recostó su trasero: no recuerdo en qué película fue".
-¿No temes que de repente te sorprenda la parca en la oscuridad?
-"Al contrario, lo deseo".
-Sería una bella muerte en tecnicolor...
-"Yo preferiría una película de Bogart, en blanco y negro".
Réquiem por un hombre que, a su decir, fue una película en blanco y negro, tocada de emoción y de nostalgia