
Para conmemorar el centenario de la muerte del filólogo colombiano Rufino José Cuervo (julio 17 de 1911), el Instituto Caro y Cuervo y su Asociación de Amigos, la Biblioteca Nacional y el Ministerio de Cultura, declararon este 2011 el Año Rufino José Cuervo... Aprovecharán el "centenario" para irse a París, última residencia del filólogo, a tomarse champaña y fotos a su nombre mientras dicen pendejadas sobre la importancia de los diccionarios para la "pureza" (que pereza) del idioma. Yo, que, como la mayoría de colombianos "de mal", poco, casi nada, sé de tan ilustre personaje; pero que considero interesante aportar mi granito de lo que sea al reconocimiento extra académico de su labor, he aprovechado la lectura que, a comienzos del 2007, hiciera Fernando Vallejo, buen escritor y excelente difamador colombiano, en el auditorio del Gimnasio Moderno de Bogotá durante el Festival Malpensante (un evento de lobbying diletante que realiza anualmente una revistica elitista y pseudo-literaria).
El lejano país de Rufino José Cuervo
El siguiente texto fue leído por su autor en un entorno polémico y acompañado por numerosos perros callejeros, ante 600 personas en el auditorio del Gimnasio Moderno durante el F-10, el festival de El Malpensante.

Y a lo que vinimos, que nos deja el tren. En mayo de 1882 Ángel y Rufino José Cuervo, hermanos de padre y madre, salieron rumbo a Europa huyendo de esto, ¡y ojos que los volvieron a ver! Más fácil vuelve el perro donde lo caparon. Y se instalaron en París, que todavía no tenía Torre Eiffel. Ellos la vieron construir, hierrito por hierrito. Catorce años después de su llegada, en 1896, murió Ángel acabando de terminar un libro que llevaba por título Cómo se evapora un ejército. Si en vez de morirse entonces se hubiera muerto ahora, se me hace que lo que habría dejado Ángel Cuervo sería uno titulado Cómo se evapora un país. O mejor dicho, Cómo se evapora el sueño de un país, porque país, lo que se dice país, no es que lo fuera ese matadero donde nacieron los Cuervo. Eso no pasó de ser un sueño de los que lo fundaron tras de separarse de España para quitarles a los gachupines las tierras y los puestos. Dizque los patriotas. ¡Cuáles patriotas! Unos avorazados e interesados era lo que eran, como esa roña politiquera conservadora y liberal en que se dividieron. Y que se agarran en una guerra civil para arrebatarse los puestos que les acababan de quitar a los españoles. Y luego en otra y luego en otra y así se pasaron el siglo XIX, que acabaron con una larga que llamaron “de los Mil Días”, que fue con la que empezaron el siglo XX. La guerra a muerte con los españoles la llamaron de independencia, palabra equivocada pues de España nunca se independizaron: se separaron. España no es más que curas y tinterillos, papel sellado y un loco que se llama Don Quijote. Aprovechándose del desangramiento de la guerra de los Mil Días, Panamá a su vez se separó: siguiendo el camino de los Cuervo se fue al carajo. Mediando el nuevo siglo, el XX, en que yo nací, andaba en otra de esas guerras civiles que llamó “la Violencia”, con mayúscula. “Violencia” es como se debería llamar ese país de nombre equivocado, y sus habitantes “violentanos” y los académicos que lo estudian en las universidades norteamericanas “violentanólogos”. Dizque “colombianistas”... ¡Qué neologismo tan feo! ¿Qué diría don Rufino José Cuervo de esa horrenda palabra? ¡Qué bueno que te moriste, Rufino José! No habrías resistido el adefesio en que te convirtieron el idioma.
Fernando Vallejo Malpensante #76 Febrero - Marzo de 2007