viernes, 26 de marzo de 2010

El paredón del blog 9- Sería un momento histórico si tuviésemos memoria

Lo que hoy somos los colombianos (y lo que nos viene pierna arriba, como dice el saber popular) es el producto de una, no por vulgar y obvia, poco elaborada estratagema orientada a hacernos llevadera la enfermedad del sueño de la que no hemos podido despertar durante los 200 años de esta caricatura de república próximos a ser celebrados. Por eso es tan importante tratar de multiplicar y difundir los escasísimos textos periodísticos que denuncian en su momento las dosis de narcótico que nos administran los alquimistas del feudo. Los que siguen, (tomados de El Espectador del 21 de marzo) tienen a su favor el ser un magistral texto literario ¡de colección! el primero y un preciso y valiente registro de lo acontecido este 14 de marzo, el segundo, al cual, por esas arbitrariedades que nos abrogamos los piratas, le eliminé el punto nueve.
Pin-pan-pun
Por Alfredo Molano Bravo
Seamos francos: el país de los Carlos, Ricardos, Robertos ya no existe. Inclusive, añado, ni siquiera el de los John Jairos o Dandenis. Hoy el reino es de los Yuserlys, Aryeys, Darlenys. Un país llamado desde hace ocho años patria. Fue saliendo a flote poco a poco y coronó contra viento y marea. No hubo prólogos ni presentaciones. No salió de la nada. El milagro se fue sembrando en las sierras, en los valles, en las cordilleras, de abajo arriba, tumbando la selva, desplazando el café, asociándose a las vacas. Fue dominando juntas de vecinos, alcaldías, concejos, parroquias, cuarteles, hospitales, escuelas, directorios. Fue avanzando hacia el centro, hacia el hueso. Compró jueces, aduaneros, curas, sargentos, generales, gerentes. Inatajable, inapelable. Nadie pudo atajarlo. Se fue enraizando, trepando, sustituyendo, dominando. Ni el cáncer ni el pecado ni el mismo patas han sido tan avasalladores. Fue corrompiendo todo lo que tocaba, todo lo que se le oponía, todo lo que se le cruzaba. Hasta que enterró el país. Costó. Costó mucho. No se ha hecho el arqueo de lo que costó porque a nadie le importa. Sólo en el Catatumbo cobró 9.000 vidas. Pero habría que sumar y sumar y sumar: La Negra, Honduras, Mejor Esquina, Trojas de Cataca, Guachicono, La María, Mapiripán, El Naya, Macayepo, El Salado. Y los otros muertos, los asesinados a mansalva, los tiro a tiro. Coronaron. Sus héroes fueron promovidos, exaltados, condecorados, entronizados. Verdaderos patriotas de la nueva patria. Administradores ejemplares de votos y balas y plata. Fundaron una patria donde sólo valen los negocios. Los buenos para los ricos; los malos para los otros, para nosotros, para los electores. Todo debidamente garantizado por las armas, las oficiales y las otras, las asociadas. Todas bien pagadas. El país ha optado. No nos quejemos ¿Podríamos quejarnos? ¿Quién oye? ¿A quién le importa? Echaron mano de una borrachera para justificarse. Se optó por la sangre, la corrupción, el gamonalismo, el favoritismo, la unanimidad. Los cooperantes, las recompensas, las chuzadas, hacen su agosto y llevan ocho. Una vez más, hemos elegido a la misma perra cambiándole la guasca. ¡Qué más da! La suerte está echada y ellos han pasado el Rubicón. Nada los detendrá. No retrocederán. No hay vuelta de hoja. La hoja la tienen —y afilada— sobre nuestra nuca. Al que se mueva lo decapitan. Mientras los negocios prosperen; mientras la bolsa se hinche; mientras se lleven carbón, petróleo, agua, oro, no habrá paz ni en los sepulcros y esa será la patria que hereden nuestros hijos. Uno no puede creer —pero ya es hora— que sean ellos los que han sacado las pistolas, los que ahora dicten la ley, interpreten los códigos, cuenten los votos y se les siga creyendo, votando por ellos, eligiéndolos para que haya más negocios turbios o no; para que reporten más falsos positivos —al fin vienen desde el 84; para que cuenten más desaparecidos que nunca aparecerán porque están enterrados, desmembrados y —lo peor— olvidados. Las repartijas y las rebatiñas están a la orden, son el orden. ¿A quién se le ha ocurrido la idea del Estado? ¿A quién le importan los derechos? ¿Quién los defiende si al fin y al cabo son “pura politiquería”? Hemos llegado a la fase superior de la barbarie, el estado de derecho de las chequeras. Los intereses creados han creado su propio Derecho, lo imponen a su manera y para su provecho exclusivo. ¿Qué más esperamos? Inclinémonos ante la realidad: el país que quisimos está muerto. Nos han derrotado. Nos quedarán ojos para mirar, pero ¿quién hablará en voz alta? ¿Los verdes? ¿Los grises? ¿Los tornasolados? Y entonces: ¿quién los oirá? Apaguemos y vámonos. Pero ¿para dónde? ¿En qué lugar del mundo se desgajan aguaceros como los nuestros? ¿En qué lugar del mundo se taburetea sin ton ni son a la sombra de un almendro? ¿En qué lugar se descuera del prójimo con tanta gana y con tanta inocencia? ¡No, ni modo! Puerto Leguízamo, 18 de marzo de 2010.

Novena de la derrota Por Héctor Abad Faciolince
1- Así ha sido siempre: Al que recomiendo, pierde. No importa: “de derrota en derrota hasta la victoria final”. Yo también sueño, como Martin Luther King, “en el día en que el bien derrotado vencerá al mal triunfante”. 2- Valiente triunfo el del mal. Ya Rasguño les aguó la fiesta a dos triunfadores del pasado domingo: Dilian Francisca Toro y Sammy Merheg. En las elecciones de 2006 —declaró el mafioso— les financió sus campañas políticas. Si hubiera algo de dignidad en este país, la justicia no debería permitir siquiera que se posesionaran. 3- Si “el arte de vencer se aprende en las derrotas”, según Bolívar; si “la derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce”, como dijo Borges, entonces es posible, en este momento de amargura, no hundirse en la desesperanza. 4- Los liberales acusan al PIN de fraude en el Valle; Cambio Radical acusa a los liberales de fraude en la Costa; el Polo acusa a los conservadores de fraude en Bello y en Medellín; el Partido de la U acusa al Polo de clientelismo en Bogotá; el Polo acusa al Partido de la U de tener candidatos untados de paramilitarismo; los liberales acusan a Cambio Radical de clientelismo en Barranquilla. Todos tienen razón. Despejen uno por uno los elementos de este fuego cruzado: no queda títere con cabeza, todos hacen trampa. 5- Sesenta congresistas de la anterior legislatura están en la cárcel por parapolítica o nexos con el narcotráfico. Antes de entrar la nueva camada de senadores y representantes, ya hay unos 30 cuestionados en su ética pública. Compran votos, usan coacción contra los electores. La Fiscalía tendría que intervenir incluso antes de que se posesionen, para evitar que estos traficantes de la democracia adquieran inmunidad parlamentaria y alarguen sus procesos. Cuando los condenen, será tarde: robando, habrán recuperado la inversión. 6- El mismo Partido Verde de Mockus, supuesto triunfador de los independientes, ya tiene un senador que no se puede posesionar. Cometió actos indebidos en Boyacá y está inhabilitado. El que lo reemplaza, Romero, dicen en Santander, es mucho peor. Y la senadora que más votos sacó, de los Verdes, es una fanática: ganó gracias a una campaña absurda por la cadena perpetua de violadores. Tocó la fibra de los niños, una fibra fácil, teñida de populismo. 7- Lo bueno de la derrota —dice Saramago— es que no es definitiva. Y lo malo de la victoria —añade— es que tampoco lo es. Vean: Uribito celebraba hace ocho días; hoy llora. 8- En el escenario más sucio de la política, el de las elecciones parlamentarias, perdieron los que juegan limpio y ganaron los que se mueven con habilidad en la suciedad. Ganaron, sí, pero ¿qué ganaron? Ganaron otras elecciones teñidas de compra de votos. No hay nada que celebrar.