miércoles, 16 de junio de 2010

¿Qué más se puede esperar?

Mucho...En los docientos años de intentos fallidos de auto-constituirse como nación soberana, Colombia ha protagonizado una historia ininterrumpida de odio, sangre, explotación y engaños. Pendiendo siempre de los hilos del control económico, unos cuantos clanes originalmente terratenientes, luego industriales, posteriormente comerciantes y finalmente mafiosos, hicieron del aparato Estatal el más eficaz de los instrumentos de poder político. Sólo requirieron para coronar sus objetivos la complicidad de un sistema educativo estupidizante, la solidaridad de una estructura eclesial alienante y el acompañamiento de una fuerza militar coercitiva. La escuela nos enseñó la "importancia" cívica del sometimiento ritual a las falacias políticas disfrazadas de elecciones "democráticas"; la iglesia nos alejó de cualquier pensamiento "rebelde" que nos llevara a cuestionar las decisiones de los gobernantes y las "fuerzas del orden" nos hicieron "saber" a lo que nos exponemos cuando no encajamos en el engranaje. Es un recuento simplificado y un poco caricaturesco, si se quiere, de nuestra historia latinoamericana; sin embargo, puede resultar sugerente si se quiere tratar de entender las sinrazones que llevan a los ciudadanos de una nación atrofiada a creer que con su votación pueden torcerle el cuello al monstruo bicéfalo de la in-equidad social y la ilegalidad justiciera.
Un principio elemental de la economía política, es el aprovechamiento de todo papayazo que nos brinde el oponente: En vísperas de elecciones para Cuerpos Colegiados sustenté mi negación rotunda a votar, porque, argumentaba, era la oportunidad para enviarle a los politiqueros un mensaje que los llevara a replantear sus estrategias. La respuesta generalizada fue una de esas joyas "argumentativas" del lugar común y el pensamiento esclavo: el que no vota no tiene derecho a exigir. Dicho esto por personas del común, vaya y venga; pero, planteado por militantes de lo que alguna vez fuera un "partido de izquierda", era una clara y contundente advertencia de lo que se estaba cociendo en la marmita burocrática. Enceguecidos y torpes, no vislumbraban la influencia determinante del número electo de senadores por bancada para las elecciones presidenciales. Ahora, cuando servida la sopa, se hacen evidentes los adobos del recetario, se están dando cuenta de la ocasión dilapidada y están convocando a la abstención. ¡Ya para qué! Por el contrario: El voto en blanco, o nulo o por Antanas puede ser un buen recurso para explotar sus contradicciones y poner en evidencia el extremismo de que son capaces. Porque, y no nosdigamos mentiras, el greench ya está elegido desde el instante mismo en que el salgareño vio hundirse su referendo reeleccionista, lo de la "votación popular" no es más que una pantomima que les sirve para que sus calanchines muevan sus peones y aireen  sus billetes.