La Sala Plena de la Corte Constitucional colombiana, en su sesión del 13 de abril de 2011, ratificó por ocho votos a uno la inexequibilidad de la disposición del Código Civil Colombiano que condicionaba el derecho de sucesión patrimonial del compañero muerto en unión marital a la legalización de un vínculo matrimonial, con lo cual dejaba por fuera a las parejas homo y heterosexuales que convivían en unión libre. Con ponencia del magistrado Jorge Ignacio Pretelt, la mayoría de los nueve integrantes de la Corte coincidió en que el hecho de que la norma consagrara de manera exclusiva los derechos patrimoniales a los matrimonios heterosexuales era violatorio de los derechos fundamentales tanto de los homosexuales como de quienes conviven bajo la figura denominada unión libre con su pareja hetero. Una disposición de Ley en nada extraordinaria, con unos alegatos plagados de tecnicismos jurídicos y una retórica "igualitaria" acorde con el hermafroditismo moral de los tiempos actuales.
El reconocimiento legal de los derechos primordiales de TODOS los ciudadanos es un compromiso natural de quienes dictan las leyes; es decir, la promulgación de una u otra norma constitucional, penal, jurídica... como se la quiera etiquetar, es el resultado natural del ejercicio de su hacer y, por tanto, cuando el aparato propagandístico y publicitario de la gran prensa divulga con bombos y platillos, como quien cacarea un enorme huevo, la promulgación de una norma o Ley de la que alguien puede sacar especial provecho, pues no queda más opción que mirar quienes son los interesados y tratar de dilucidar los verdaderos móviles de tal alharaca.


¡Muerte a los homosexuales!
Vivimos un plumero que ni en Sodoma, ¡qué digo, ni en Medellín! Ahora se casan públicamente en Buenos Aires, “contraen nupcias” con efectos civiles en España, se divorcian en Holanda y hasta adoptan niños en Australia. Yo me uno a las protestas de José Galat, del Procurador y de todos los hombres de bien contra semejante burla al sacramento del matrimonio. Y no se crea que somos solamente gente asustadiza o prejuiciada o cavernaria los que nos oponemos a esta aberración. También hay protestas de entidades oficiales y científicas como el DANE, cuyos sociólogos y estadísticos no saben cómo van a definir el concepto de “familia” y se han pronunciado ya en contra del matrimonio gay.


Me aseguran que la versión original del decálogo decía: “No desearás la mujer del prójimo… ¡ni al prójimo!”, porque nada escapa al Espíritu. ¿Es verdad? A pesar de los ruegos de toda la familia, mi suegro insiste en trabajar los sábados. Según Éxodo, 35:2, debe recibir la pena de muerte. Como yerno mayor, ¿debo matarlo yo mismo? En tal caso, ¿puedo hacerlo en sábado? En Levítico, 21:20 se prohíbe que los mancos, cojos, ñatos, narizones, jorobados, sarnosos, legañosos o ciegos se acerquen al altar de Dios. No arrastro con ninguno de estos estigmas, gracias al Señor, pero mi visión, dista mucho del 20/20. ¿A cuántos metros del altar puedo llegar?
Los fines de semana juego fútbol. Punta izquierda. Fui muy buen portero hasta que leí que tocar la piel de un cerdo muerto me hace impuro (Levítico, 11:6-8). Ustedes dirán que qué tiene que ver lo uno con lo otro. ¡Pues todo, porque cómo voy a saber con qué clase de cuero está hecho el balón! Mi tío se pasa por la faja el precepto de Levítico, 19:19 plantando dos cultivos distintos en el mismo campo. También lo viola su mujer, que combina prendas de tejidos diferentes. ¿Es realmente necesario reunir a todos los habitantes del pueblo para lapidarlos, o podemos quemarlos vivos en una pequeña reunión familiar, como se hace con los que duermen con sus parientes políticos? (Levítico, 20:14). (Volviendo al asunto del fútbol, ¿puedo volver al arco y salvarme usando guantes sintéticos?) Desafiando a Levítico, 19:27, todos mis amigos varones se peluquean y se rasuran. ¿Cómo explicarles que eso es una abominable superstición gentil? ¿Cómo pedirles que dejen de hacerlo sin que piensen que me enloquecen los hombres barbados y llenos de cachumbos rodándoles por el rostro? Quedo a la espera de las luces de los lectores. J.C.L.