miércoles, 27 de enero de 2010

Carta abierta a Samuel Moreno Rojas, Alcalde Mayor de Bogotá, Colombia


De mi más considerada estima.

Respetable señor: Le escribo ésta, motivado por un par de inquietudes de esas que bien podríamos llamar "futuristas"; pero, cuya fuerza inercial, a mi modesto parecer, están sentando en el tiempo actual las bases de una calamidad local en lo urbanístico, y política en lo social. Paso a pormenorizarle los detalles de estos dos temas de preocupación que, en últimas, son uno solo: En cuanto al primero de ellos, el urbanístico, es indiscutible que en la historia del desarrollo urbano de Bogotá, su nombre tendrá que figurar al lado de los de Fernando Mazuera Villegas y Virgilio Varco Vargas, alcaldes de esta ciudad en 1957/8 el primero y  1966/9 el segundo; quienes, quizás debido a sus profesiones (constructor e ingeniero civil, respectivamente), tuvieron la capacidad de  pensar a Bogotá como una ciudad capital que debía desarrollar gigantescos y audaces proyectos urbanísticos. Hoy, 50 y 40 años después de construidas las avenidas 26 (El Dorado), Décima (Fernando Mazuera Villegas) y la 68 (Congreso Eucarístico), usted ha asumido el titánico reto de actualizar esas superestructuras y proponer alternativas contemporáneas para la solución del caos del transporte urbano. Es indudable  que la Bogotá futura tendría que reconocerle la importancia de tales decisiones. Justamente, es respecto a ese "reconocimiento" que quiero ligar el segundo tópico de esta misiva: Señor Alcalde, dejemos claro, sin ningún tipo de subterfugios, que usted es un excelente ser humano y, como tal, quizá usted sea  un muy competente administrador y un impecable tecnócrata; pero en el intríngulis del ejercicio público, usted está demostrando ser un pésimo político. Por supuesto, la coyuntura polítiquera (la parafernalia uribista y parauribista) le ha hecho especialmente dificil su gestión; pero, es ahí donde yo, como ciudadano de a pie, parodiando a don José Ortega y Gasset,  reclamo mi derecho a que el lider natural de mi comunidad sea superior a sus circunstancias. Llegó usted a la alcaldía precedido de las excelentes gestiones de Antanas y Peñalosa, quienes nos hicieron creer el cuento de que estábamos en via de presenciar la transformación de la tradicional Bogotá gris, mugrosa, fria y apática en una metrópoli moderna, limpia y cívica de la cual hasta llegamos a sentirnos orgullosos por un fugaz momento. Para mala suerte de Antanas, Peñalosa y los bogotanos, la ciudad tuvo que padecer posteriormente la administración de Lucho Garzón, quien tiró por la borda todos los avances en cultura cívica, ordenamiento del transporte público y trabajo de infraestructura. La nostalgia por los sueños de Antanas y Peñalosa y el inconformismo con el desastre de Garzón, llevó a los bogotanos a depositar masivamente su confianza en usted, como alguien con quien era posible encontrar nexos de identidad para volver a soñar, con la conciencia plena del mensaje que se le estaba enviando a los uribistas y demás pandilla de los partidos tradicionales, de los cuales conocemos bastante bien su hambre de poder y su ambición de riqueza; también era sabido a lo que se podía quedar expuesto en la medida en que su administración fuese objeto de la pugnacidad presidencial que mueve todos sus alfiles para entorpecer su gestión. Pero, creimos en usted, en su entereza de carácter y, sobre todo, pensamos equivocadamente, en que su militancia en el PDA era una garantía de poder y unidad para el logro exitoso de las metas propuestas. Señor alcalde, como en la fabulilla aquella de la mujer del César, no basta con ser buen gobernante, hay que parecerlo; pero usted,  con su tranquilidad de conciencia y su evidente satisfacción por el logro personal realizado, da la impresión de que tal vez no se ha dado cuenta de que usted es el último alcalde de un partido que agoniza, precisamente porque las ambicioncitas personales de sus dirigentes nunca les permitieron ser unidad y porque personas como usted, prefirieron la comodidad de un trabajo arduo y silencioso al liderazgo recio y contundente que el momento histórico demandaba. Para desgracia de su administración y de Bogotá, todos los habitantes de esta ciudad, condenados a que en el 2012, cuando su gestión sea heredada por un uribista que se dedicará a regresar a la ciudad a sus antiguas condiciones negociando los recursos, usurpando el erario público y enriqueciéndose a punta de notarías, zonas francas y encarecimiento del suelo,  achacaremos a su parsimonia la culpa de nuestra frustración. ¿Sabe por qué, señor alcalde? Porque usted no quizo, o no supo cómo hacerlo, acompañar su gestión con un trabajo pedagógico que avivara nuestro sentido de pertenencia y nuestro compromiso cívico con el embellecimiento y modernización de la ciudad. En ninguno de los frentes de obra existe una valla informativa que nos despierte el orgullo por la magnitud del trabajo en cuestión. ¿Qué pasa con sus "asesores de imagen"? Mientras avivatos como Abadía, en Cali, o Salazar, en Medellín, nos abruman con sus pautas radiales, su oficina de prensa no le gasta una monedita a una cuña institucional o a una campaña de información ciudadana, pareciera que se diesen por satisfechos con la programación sosa y provinciana del Canal Capital. En cuanto a su relación con el PDA. ¿Cómo así que la maquinaria oficial le hace lo que le hizo al personero Rojas Birri y al secretario de educación Abel Rodriguez y usted no levanta su voz para exigirles respeto a los oportunistas y solidaridad a su partido?
A propósito, ya que este partido está en sus últimos chapaleos ¿por qué no lidera nuevas alianzas?, ¿A usted no le da pesar ver a lumbreras como Jorge Robledo haciendo campañas tan precarias, tan faltas de ideología política, como la de empapelar los extramuros con apologías a la personalidad individual (Robledo soy yo) o desaprovechar el potencial de eminencias como el doctor Carlos Gaviria? Por favor, señor alcalde, piénsese por un momento como líder de una comunidad que lo eligió y lo necesita y aproveche este último año de su mandato para emprender una campaña fuerte y dinámica de consolidación de las metas urbanísticas propuestas, pero, sobre todo, de recuperación de la imagen de liderazgo de un partido de oposición que reivindique en los bogotanos la confianza en la gestión pública de sus líderes y la esperanza de una mejor calidad de vida en una ciudad bella y amable.
A no ser que usted ya se dé por satisfecho en la palestra política y esté contemplando la posibilidad de retirarse a una plácida vida de negocios en N.Y. o Miami,  permítame decirle como ciudadano que lo aprecia que su mercé no deja entrever ningún futuro en la carrera política, ni siquiera como embajador o congresista, simplemente, porque el partido que hoy lo avala no va a existir (si ya hasta su primer nombre ¿recuerda? Alianza Democrática fue tomado ya sabe por quienes).
Le ritero mi consideración y aprecio
De usted su servidor
Dorian Villa S.