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martes, 21 de agosto de 2012

El paredón del blog 17- Los nuevos corsarios

 
 Ante la avalancha incontenible de manifestaciones sociales grupalmente promovidas, políticamente impuestas y estúpidamente toleradas, es inevitable terminar aceptando los rumores apocalipteros sobre "el fin del mundo", o, por lo menos, de las maneras tradicionales de mirarlo, entenderlo y ser en él. Todo ese zaperoco mental, social, ideológico y cultural que ha empezado a hacer metástasis en instituciones, relaciones interpersonales y, en fin, en los viejos paradigmas humanos en que se sustentaba la supervivencia de la especie humana sobre la tierra, tiene como eje de desarrollo un conflicto de poderes cuya estructura nodal se está desintegrando en las respectivas crisis de las distintas variables económicas que traman la red que enlaza el complejo universo de la convivencia social humana. Uno de esos focos de convergencia nodal es la economía financiera, magistralmente desmenuzada en el artículo que Juan José Millás acaba de escribir para El Pais de España. Cualquier comentario adicional podría viciar la lectura, así que sin más prolegómenos, les dejo con él.

Un cañón en el culo
La primera operación que efectúa el terrorista económico sobre su víctima es la del terrorista convencional, el del tiro en la nuca
Si lo hemos entendido bien, y no era fácil porque somos un poco bobos, la economía financiera es a la economía real lo que el señor feudal al siervo, lo que el amo al esclavo, lo que la metrópoli a la colonia, lo que el capitalista manchesteriano al obrero sobreexplotado. La economía financiera es el enemigo de clase de la economía real, con la que juega como un cerdo occidental con el cuerpo de un niño en un burdel asiático. Ese cerdo hijo de puta puede hacer, por ejemplo, que tu producción de trigo se aprecie o se deprecie dos años antes de que la hayas sembrado. En efecto, puede comprarte, y sin que tú te enteres de la operación, una cosecha inexistente y vendérsela a un tercero que se la venderá a un cuarto y este a un quinto y puede conseguir, según sus intereses, que a lo largo de ese proceso delirante el precio de ese trigo quimérico se dispare o se hunda sin que tú ganes más si sube, aunque te irás a la mierda si baja. Si baja demasiado, quizá no te compense sembrarlo, pero habrás quedado endeudado sin comerlo ni beberlo para el resto de tu vida, quizá vayas a la cárcel o a la horca por ello, depende de la zona geográfica en la que hayas caído, aunque no hay ninguna segura. De eso trata la economía financiera.
Estamos hablando, para ejemplificar, de la cosecha de un individuo, pero lo que el cerdo hijo de puta compra por lo general es un país entero y a precio de risa, un país con todos sus ciudadanos dentro, digamos que con gente real que se levanta realmente a las seis de mañana y se acuesta de verdad a las doce de la noche. Un país que desde la perspectiva del terrorista financiero no es más que un tablero de juegos reunidos en el que un conjunto de Clicks de Famóbil se mueve de un lado a otro como se mueven las fichas por el juego de la Oca.
La primera operación que efectúa el terrorista financiero sobre su víctima es la del terrorista convencional, el del tiro en la nuca. Es decir, la desprovee del carácter de persona, la cosifica. Una vez convertida en cosa, importa poco si tiene hijos o padres, si se ha levantado con unas décimas de fiebre, si se encuentra en un proceso de divorcio o si no ha dormido porque está preparando unas oposiciones. Nada de eso cuenta para la economía financiera ni para el terrorista económico que acaba de colocar su dedo en el mapa, sobre un país, este, da lo mismo, y dice “compro” o dice “vendo” con la impunidad con la que el que juega al Monopoly compra o vende propiedades inmobiliarias de mentira.
Cuando el terrorista financiero compra o vende, convierte en irreal el trabajo genuino de miles o millones de personas que antes de ir al tajo han dejado en una guardería estatal, donde todavía las haya, a sus hijos, productos de consumo también, los hijos, de ese ejército de cabrones protegidos por los gobiernos de medio mundo, pero sobreprotegidos desde luego por esa cosa que venimos llamando Europa o Unión Europea o, en términos más simples, Alemania, a cuyas arcas se desvían hoy, ahora, en el momento mismo en el que usted lee estas líneas, miles de millones de euros que estaban en las nuestras.
Y se desvían no en un movimiento racional ni justo ni legítimo, se desvían en un movimiento especulativo alentado por Merkel con la complicidad de todos los gobiernos de la llamada zona euro. Usted y yo, con nuestras décimas de fiebre, con nuestros hijos sin guardería o sin trabajo, con nuestro padre enfermo y sin ayudas para la dependencia, con nuestros sufrimientos morales o nuestros gozos sentimentales, usted y yo ya hemos sido cosificados por Draghi, por Lagarde, por Merkel, ya no poseemos las cualidades humanas que nos hacen dignos de la empatía de nuestros congéneres. Ya somos mera mercancía a la que se puede expulsar de la residencia de ancianos, del hospital, de la escuela pública, hemos devenido en algo despreciable, como ese pobre tipo al que el terrorista por antonomasia está a punto de dar un tiro en la nuca en nombre de Dios o de la patria.
A usted y a mí nos están colocando en los bajos del tren una bomba diaria llamada prima de riesgo, por ejemplo, o intereses a siete años, en el nombre de la economía financiera. Vamos a reventón diario, a masacre diaria y hay autores materiales de esa colocación y responsables intelectuales de esas acciones terroristas que quedan impunes entre otras cosas porque los terroristas se presentan a las elecciones y hasta las ganan y porque hay detrás de ellos importantes grupos mediáticos que dan legitimidad a los movimientos especulativos de los que somos víctimas.
La economía financiera, si vamos entendiéndolo, significa que el que te compró aquella cosecha inexistente era un cabrón con los papeles en regla. ¿Tenías tú libertad para no vendérsela? De ninguna manera. Se la habría comprado a tu vecino o al vecino de tu vecino. La actividad principal de la economía financiera consiste en alterar el precio de las cosas, delito prohibido cuando se da a pequeña escala, pero alentado por las autoridades cuando sus magnitudes se salen de los gráficos.
Aquí están alterando el precio de nuestras vidas cada día sin que nadie le ponga remedio, es más, enviando a las fuerzas del orden contra quienes tratan de hacerlo. Y vive Dios que las fuerzas del orden se emplean a fondo en la protección de ese hijo de puta que le vendió a usted, por medio de una estafa autorizada, un producto financiero, es decir, un objeto irreal en el que usted invirtió a lo mejor los ahorros reales de toda su vida. Le vendió humo el muy cerdo amparado por las leyes del Estado que son ya las leyes de la economía financiera, puesto que están a su servicio.
En la economía real, para que una lechuga nazca hay que sembrarla y cuidarla y darle el tiempo preciso para que se desarrolle. Luego hay que recolectarla, claro, y envasarla y distribuirla y facturarla a 30, 60 o 90 días. Una cantidad enorme de tiempo y de energías para obtener unos céntimos, que dividirás con el Estado, a través de los impuestos, para costear los servicios comunes que ahora nos están reduciendo porque la economía financiera ha dado un traspié y hay que sacarla del bache. La economía financiera no se conforma con la plusvalía del capitalismo clásico, necesita también de nuestra sangre y en ello está, por eso juega con nuestra sanidad pública y con nuestra enseñanza y con nuestra justicia al modo en que un terrorista enfermo, valga la redundancia, juega metiendo el cañón de su pistola por el culo de su secuestrado.
Llevan ya cuatro años metiéndonos por el culo ese cañón. Y con la complicidad de los nuestros.

jueves, 10 de mayo de 2012

De las mutaciones inducidas y la inutilidad de los científicos


Más allá de la Filosofía, las religiones o el Arte, los humanos contemporáneos creemos haber aprendido a defender la calidad de nuestra naturaleza a partir de los presupuestos teoricoprácticos de la indagación científica; sin embargo, como nos lo demuestran los siguientes textos, no sólo ignoramos, sino que nos desentendemos, de las amenazas ocultas que nos acechan cotidianamente hasta en elementos tan insospechados como los recibitos de los cajeros automáticos; tal como lo advierte el primero de nuestros columnistas fusilados, "Los científicos han sabido desde hace mucho tiempo atrás que las variaciones más diminutas en los niveles hormonales influyen sobre el desarrollo fetal"...
Desgraciadamente, la ambición desbordada de los políticos no les permite pensar más allá de sus intereses económicos inmediatos; y la opinión pública, manipulada por un incontrolable sistema propagandísta, se resigna a una engañosa sensación de confort sin levantar el tapete de la crítica para desvelar el universo de amenazas que ya comienza a hacerse notorio. El primer artículo fue publicado el 6 de este mes en El Espectador por Nicholas D. Kristof, columnista de The New York Times, (dos veces ganador del Premio Pulitzer); el segundo, publicado en El Tiempo, es de don Juan Gossain escritor, periodista y exdirector nacional de Noticias de RCN Radio. (Como siempre, itálicas y negritas son mi injustificable intromisión)
Cómo nos dañan los químicos
Por: Nicholas D. Kristof
Los científicos están observando con alarma creciente que algunas sustancias químicas muy comunes que imitan a hormonas pueden tener efectos grotescos.
Un herbicida de amplio uso actúa como una hormona femenina y feminiza a animales macho en el mundo silvestre. De aquí que ranas macho puedan tener órganos femeninos y algunos peces macho efectivamente producen huevecillos. En un lago de Florida contaminado por estos químicos, algunos lagartos macho tienen penes diminutos.
Últimamente, existe también cada vez más evidencia que vincula este tipo de químicos a problemas en humanos. Entre ellos están el cáncer de mama, infertilidad, bajo conteo de esperma, deformidades genitales, menstruación adelantada e incluso diabetes y obesidad.
Philip Landrigan, catedrático de pediatría en la Facultad de Medicina de Monte Sinaí, dice que un defecto congénito llamado hipospadias —un sitio equivocado de la uretra— actualmente es dos veces más común entre varones recién nacidos de lo que solía ser. Él sospecha de los interruptores o disruptores endocrinos, llamados así porque pueden sembrar destrucción en el sistema endocrino que rige a las hormonas.
Los interruptores endocrinos están por doquier. Están en los recibos termales que salen de bombas de gasolina y cajeros automáticos. Están en alimentos enlatados, cosméticos, plásticos y empaques de alimentos. Hágase un estudio de sangre u orina, y seguramente los encontrará ahí, así como en la leche materna de humanos y en el cordón umbilical de bebés recién nacidos.
En este año de campaña electoral en los Estados Unidos, seguramente vamos a oír interminables quejas sobre la excesiva normatividad del gobierno. Pero aquí hay un área en la que los científicos están criticando cada vez más a nuestro Gobierno porque no logra acometer a las grandes empresas químicas y regular los interruptores endocrinos de manera adecuada.
El mes pasado, la Sociedad Endocrina, la principal asociación de expertos en hormonas, reprendió a la Dependencia de Alimentos y Fármacos, la FDA, por no haber logrado prohibir el bisfenol-A, interruptor endocrino común conocido como BPA, de los empaques de alimentos. El año pasado, ocho organizaciones médicas, que representaban genética, ginecología, urología y otros campos, hicieron un llamado conjunto en la revista Science (Ciencia) por una normatividad más estricta para los interruptores o disruptores endocrinos.
¿Qué nuestro gobierno no debería estar tan atento a las amenazas en nuestras tiendas de abarrotes como en las montañas de Afganistán?
Algunos investigadores advierten que los interruptores endocrinos pueden disparar cambios hormonales en el cuerpo que pudieran no aparecer durante varias décadas. Uno de ellos es conocido como DES, una forma sintética de estrógeno, que era administrado con regularidad a mujeres embarazadas para prevenir abortos espontáneos o malestar por la mañana, causando muy poco daño entre las mismas mujeres. Sin embargo, resultó que provoca cáncer vaginal y cáncer de mama varias décadas más tarde en sus hijas, así que ahora está prohibido.
Los científicos han sabido desde hace mucho tiempo atrás que las variaciones más diminutas en los niveles hormonales influyen sobre el desarrollo fetal. Por ejemplo, una gemela se masculiniza ligeramente si el otro gemelo es varón, ya que es expuesta a algunas de sus hormonas. Algunos estudios han arrojado que estas gemelas, en promedio, terminan ligeramente más agresivas y en busca de sensaciones en la adultez, pero presentan índices menores de desórdenes alimentarios.
Ahora, los expertos temen que los interruptores endocrinos tengan efectos similares, actuando como hormonas y atascando el delicado equilibrio para los fetos en particular. La iniciativa más reciente por parte de académicos es un histórico análisis de 78 páginas, el cual será publicado el mes entrante en Endocrine Reviews, la publicación más prominente del campo.
Malformación en la caparazón de una tortuga por desechos plásticos
“Hacen falta cambios fundamentales en pruebas químicas y una determinación de seguridad para proteger la salud humana”, declara este análisis. Lindra S. Birnbaum, la máxima científica ambiental y toxicóloga de los Estados Unidos, aprobó los hallazgos. El artículo fue escrito por un panel de 12 integrantes que pasó tres años estudiando la evidencia. Llegó a la conclusión de que el sistema de seguridad de los Estados Unidos para interruptores endocrinos no funciona. “Para varios interruptores endocrinos bien estudiados, pienso que es justo decir que tenemos suficientes datos para concluir que estos químicos no son seguros para poblaciones humanas”, dijo Laura Vandenberg, bióloga del desarrollo de la Universidad Tufts, que fue la principal autora del panel.
Nuevas e inquietantes investigaciones sobre los efectos a largo plazo de estos químicos se publican de manera constante. Un estudio arrojó que mujeres encinta que presentan niveles mayores de un interruptor endocrino de tipo común, PFOA, tienen probabilidades tres veces mayores de tener hijas con sobrepeso cuando sean adultas.
Sin embargo, el PFOA es inevitable. Está en todo, desde bolsas de palomitas de microondas hasta soluciones limpiadoras de alfombras. Las grandes empresas químicas dicen que todo esto es ciencia sensacionalista. Hasta ahora ha obstruido una estricta regulación en Estados Unidos, incluso al tiempo que Europa y Canadá han adoptado controles más estrictos sobre los interruptores endocrinos.
Sí, existen incertidumbres. Pero los científicos que mejor conocen los interruptores endocrinos ya están aplicando medidas en su gran mayoría para proteger a sus familias. John Peterson Myers, principal científico de Ciencias Ambientales de la Salud y uno de los coautores del nuevo análisis, dijo que su familia había dejado de comprar comida enlatada.
“No usamos plástico en el microondas”, agregó. “Ni usamos pesticidas en nuestra casa. Rechazo los recibos cada vez que puedo. Mi respuesta automática en el cajero automático, sabido por mi banco, es ‘sin recibo’. Nunca pido recibo en una gasolinera”.
Estoy siguiendo el ejemplo de los expertos, y desearía que también lo hiciera la administración Obama. © 2012 New York Times News Service

Sancocho de ácido, carbón y mercurio...
Por: Juan Gossain/ Cartagena de Indias | 9:28 p.m. | 06 de Diciembre del 2010
Gossaín hace eco de denuncias sobre contaminación en la bahía de Cartagena y en Buenaventura. El alcatraz que vuela entre mis sueños lleva en su enorme pico una quimera... (Walt Whitman, Hojas de hierba).
Una mañana de mayo pasado, los viejos madrugadores del pueblo de Marytown, perdido en las costas que bordean el sudeste de los Estados Unidos, se levantaron como todos los días a echarles unas migajas de pan a los pájaros marinos que merodean con mansedumbre por los patios y que se han ido convirtiendo en sus amigos. Lo que vieron los dejó espantados: las gaviotas de cabeza negra, que son tan bellas, también tenían negro el plumaje. Del pico les goteaba una mancha babosa. No podían levantar el vuelo de la arena, con las patas hundidas en una masa de chapapote pastoso, como el asfalto cuando se derrite. Una de las gaviotas miró a la gente pidiendo ayuda. Según cuentan los testigos, más allá de la playa, cerca del río, tres garzas morenas habían muerto con los ojos despepitados. El guiso espantoso que navegaba corriente abajo, matando todo lo que se le atravesara, era la mezcolanza de petróleo crudo de la empresa British, que cayó pocos días antes a las aguas del Golfo de México.
A esa misma hora los alcatraces de la bahía de Santa Marta, al norte de Colombia, desayunaban su ración cotidiana de buñuelos de carbón. El periodista Antonio José Caballero, grabadora en mano, esperaba en la playa el regreso de los pescadores que habían salido a trabajar temprano. Mientras aguardaba, la cámara de su teléfono celular retrató la pala enorme de un barco carbonero que arrojaba al mar el polvo negro que sobró en las bodegas.
A esa misma hora, en las playas legendarias de Juanchaco y Ladrilleros, cerca de Buenaventura, los lancheros de cabotaje que llevan carga y pasajeros por los pueblos que se arraciman en las orillas del Pacífico limpiaban sus motores preparándose para un nuevo día de trabajo. Como si fuera la cosa más natural del mundo, arrojaban al mar el contenido de unos tanques repletos de residuos de gasolina, queroseno y diésel. Un langostino magnífico, que medía un jeme, iniciaba el día tomándose su primera taza de combustible. Cuando vi la fotografía en El País de Cali me dieron ganas de echarme a llorar.
A esa misma hora, en la zona industrial de Cartagena de Indias, abierta sobre la bahía del Caribe resplandeciente, los trabajadores de una compañía empacadora se sentaron a desayunar en los comedores de su empresa. En ese momento volvieron a ver, como venía sucediendo en las mañanas más recientes, que una nata de tizne cubría la superficie del café con leche, y que una mermelada negra, tan semejante al betún de limpiar zapatos, se había pegado al pan y al queso blanco. Entonces, no aguantaron más. Se levantaron todos, sin que nadie los hubiera convocado, y comenzaron a golpear los platos contra los mesones. La algarabía se oyó en media ciudad. Las autoridades ambientales ordenaron el cierre de un muelle vecino, que se dedica a cargar carbón a cielo raso, sin mayores precauciones ni cuidados, sin tubos cerrados ni conductores protegidos. Seis días después el muelle fue reabierto.
A esa misma hora, en la región acuática de La Mojana, que cubre un gigantesco territorio húmedo de los departamentos de Bolívar, Sucre y Antioquia, bajaban resoplando los ríos Cauca y san Jorge, que se desbordan en caños y ciénagas. El apóstol Ordóñez Sampayo, que se ha gastado la vida defendiendo de la contaminación a campesinos, cosechas y animales, apareció en la plaza de Guaranda con el dictamen médico en la mano: los doctores certificaban que los tres niños que nacieron deformes tenían mercurio en el sistema sanguíneo. El terrible mal de Minata, como lo saben los japoneses, porque las empresas en cualquier parte del mundo, en Tokio o en Majagual, arrojan porquerías químicas a las corrientes, y primero se pudren las aguas, y después nacen degenerados los peces y los camarones, y después nacen sin ojos los niños cuyas madres, en aquellos caseríos extraviados de la mano de Dios, consumen esa agua y esos pescados.
En las cabeceras de ambos ríos, las compañías mineras, que buscan oro entre la tierra, hacen sus excavaciones con un sancocho de mercurio y ácidos. Arroyos y acequias se llevan el mazacote. Los bocachicos mueren con la boca abierta en los playones. Las espigas de arroz no volvieron a crecer.En medio del desastre causado por las inundaciones, y como si fuera poco, las yucas harinosas de antes florecen ahora con un hongo químico a manera de cresta. El hambre campea entre los pocos ranchos que no se ha llevado el invierno. Las emanaciones de las lagunas huelen a lo mismo que huele un laboratorio de detergentes. Hay que decir, también, que los empresarios mineros se defienden diciendo que Ordóñez Sampayo está loco. Claro que está loco: ningún hombre cuerdo expone su pellejo ni dedica su vida entera a defender a un ruiseñor, una mojarra, un plátano pintón, una mazorca de maíz o a una mujer embarazada que carga un fenómeno en el vientre.
Epílogo
Aquella mañana, cuando los pescadores de Santa Marta regresaron a la playa, el periodista Caballero los acompañó en su tarea de descamar y abrirles el buche a los escasos pescados que traían.
-¿Qué es eso? -preguntó, intrigado, al ver unas bolas negras en el estómago de un bagre.
-Carbón, amigo -le contestó uno de ellos, levantando el animal-. Pelotas de carbón. Eso es lo que comen ahora.
Caballero tomó más fotografías y se las llevó a algunos funcionarios de la industria carbonera.
-No se preocupe -le contestó el gerente-. Vamos a construir un nuevo muelle de última generación.
-No lo dudo -dijo el reportero, con una mueca de dolor que parecía sonrisa-. No lo dudo: será la última generación.
El día que Caballero me contó esa historia, y me enseñó sus fotografías, ya no sentí ganas de echarme a llorar, como la vez aquella del langostino bañado en combustible. Lo que sentí ahora fue rabia. Cuando ya no quede una sola hoja de acacia, cuando el último pulpo haya muerto atragantado con ácido sulfúrico y cuando nuestros nietos nazcan con un tumor de carbón endurecido en la barriga, entonces será demasiado tarde. Dispondremos de computadores infrarrojos de última generación, pero ya no habrá agua para beber; los celulares de rayos láser se podrán comprar en las boticas, pero el sol no volverá a salir; los niños encontrarán el algoritmo de 28 a la quinta potencia con solo cerrar los ojos, pero dentro de 20 años no sabrán de qué color era una golondrina.
Los invito a todos a ponerse de pie antes de que se marchite el último pétalo. Usen el arma prodigiosa del Internet para protestar. Hagan oír su voz. Que el correo electrónico de los colombianos sirva para algo más que mandar chistes y felicitaciones de cumpleaños. Porque, si seguimos así, el día menos pensado no quedará nadie que cumpla años. Ni quién envíe felicitaciones.

lunes, 5 de marzo de 2012

El Quimbo- De las decisiones estúpidas nadie nos libra, Señor.

 
Que un individuo común y corriente, como Usted o como yo, deba hacer "lo que toque" para conseguir sus medios de supervivencia, es una decisión que se puede cuestionar a la sombra de los presupuestos éticos, las normas legales o los estatutos jurídicos vigentes (aunque todos hemos tenido que aprender que conversando con un cura, comprando un político o contratando un abogado de regular calidad es posible obtener una indulgencia, negociar una legitimación o pagar una defensa que se sustente en la invocación de los "derechos inalienables" del perdón, la "igualdad" y la "libre competencia" por la propiedad privada); pero, cuando el sistema regulador de ancestrales acuerdos de convivencia entre los miembros de una sociedad y sus dirigentes es birlado por el grupo de los que detectan el poder económico, político y militar de una nación, inexorablemente sobreviene el conflicto social. Digo "inexorablemente" porque, si ese conflicto es ahogado, los efectos físicos, morales y emocionales del latrocinio se represarán asordinamente hasta convertirse en una fuerza incontenible cuyo desborde arrastrará a su paso ecosistemas naturales, estructuras sociales, instituciones, esperanzas colectivas y, sobre todo, la credibilidad popular en los paradigmas de Justicia y Ley, sin la cual se hace inviable cualquier nación.
Tal como nos lo ha enseñado la historia reciente, no oficial, de los paises iberoamericanos, el origen de los conflictos sociales ha tenido como común denominador a lo largo del siglo XX, la apropiación oligárquica de la tierra y el uso del aparato represivo del Estado para consolidar la usurpación a sangre, terror y muerte. Pero la falacia "globalizadora" de los modernos métodos economistas con que las potencias mundiales infestaron los paises tercermundistas al arribo del siglo 21 le ha puesto nueva máscara al hambre de riqueza de los politiqueros criollos, que están viendo en la venta del suelo patrio y sus recursos naturales una oportunidad para llenar sus cuentas bancarias a toda costa, sin importarles otro pasado histórico, presente social ni futuro económico que no sea el de ellos. Como quedó sugerido en el primer párrafo, uno aprende que nadie hace política con otro interés que no sea engordar su capital y fortalecer la hegemonía de su clan; finalmente, uno se resigna a tolerar los aparatos político, propagandístico y represivo implementados para consolidar sus propósitos; pero hasta la estupidez tiene sus márgenes. Lo que está aconteciendo en el departamento de Huila (Colombia) con el desarrollo de la represa hidroeléctrica del Quimbo amerita una intervención internacional de organizaciones ecologistas, de derechos humanos y, en fín, de todas aquellas personas que de alguna u otra manera se consideren comprometidas con el futuro inmediato de la agricultura, la ecología y, por supuesto, la sociedad humana, aunque con la advertencia de los riesgos que ello implica.
Para la construcción de El Quimbo se inundará una extensión de 55 kilómetros (más grande que todo Suiza) en un área de embalse de 8.250 hectáreas correspondientes a la zona de influencia de Gigante 43,91%, Agrado 37,83%, Garzón 16,76%, Tesalia 1,25%, Altamira 0,21% y Paicol 0,04%, seis municipios huilenses cuyos habitantes están siendo sistemáticamente desplazados del fértil valle agrícola, ganadero, pesquero, pródigo en flora y fauna, privilegiado en infraestructura, con una compleja red social y cultural y una rica memoria arqueológica, en el que han trabajado y modelado su existencia por varias generaciones.
Si se piensa en el afán mercantilista de implantar el TLC con los gringos, es fácil imaginar por qué el departamento de Huila, uno de los departamentos colombianos con menos tierras cultivables y mayor vocación agrícola de Colombia (arroz, cacao, algodón, sorgo, soya, yuca, maíz, arveja, plátano y frutales), está sufriendo la mayor arremetida de campañas de desertización del suelo fértil, rompimiento del tejido social, desplazamiento y desarraigo cultural que haya sufrido desde su creación en 1905. Más claro no canta un gallo: Ya en 1997, cuando solicitaron por primera vez la licencia ambiental para este proyecto, habían obtenido respuesta negativa porque algún funcionario consciente (que ya debe haber sido despedido) consideró, entre otras razones, que no se debe inundar las zonas fértiles de un departamento que padece limitaciones en tierras de esas características... Sólo tuvieron que esperar hasta el desastrozo gobierno de álvaro uribe para que, con total sigilo, sin consultar con nadie en el Huila, incluso sin tener aún la licencia ambiental, se promulgara la Resolución 321 de 2008, mediante la cual se declara la "utilidad pública" de la obra  y, por tanto, se le otorga el derecho a usar los terrenos que requiera para sus fines. En una de sus perlas, dicha resolución estipula que, de darse el caso, la empresa privada podrá expropiar a propietarios de predios necesarios para acometer su obra.
Las piruetas discursivas que intentan hacer los burócratas vendepatria para defender el proyecto desde la perspectiva del "progreso regional" pierden toda efectividad ante la experiencia aun activa de otro "gigante egoista": la represa huilense de Betania (inaugurada en 1987) que, con una superficie de 70 km cuadrados sobre la desembocadura del Río Yaguará, afluente del Río Magdalena, modificó irreversiblemente el ecosistema, la climatología, la economía y las costumbres vernáculas de los habitantes de los municipios de Campoalegre, Hobo y Yaguará
 
Como corresponde a su misión de salvaguardar los intereses colectivos, varias asociaciones regionales han emprendido su campaña de oposición a tan monstruoso engendro: Asoquimbo (Asociación de Afectados por el Proyecto Hidroeléctrico del Quimbo), el Comité Cívico por la Defensa del Occidente del Huila, el Movimiento Regional por la Defensa de los Territorios, el Movimiento Cívico Puente Paso del Colegio, el Comité Regional Indígena del Huila y la Asociación de Trabajadores Campesinos del Huila. Pero, como siempre, los vendepatria desenfundaron su artillería y, como es su costumbre, acusaron a estas organizaciones de "estar infiltradas por la subversión". No se podría esperar otra acusación de los maestros de la infiltración, el chantaje, el soborno y las chuzadas. Mauricio cárdenas, ministro de minas y energía, declara que debe primar el "bien general de los colombianos" y subestima o desprecia el perjuicio directo a los residentes porque, a su parecer, son campesinos cuyo potencial productivo es insignificante frente a los ingresos de la industria energética, y la cantidad de afectados "es manejable". Absurdo para los colombianos que nos hemos tenido que acostumbrar a ver cómo el "bien general" va a parar a los bolsillos de los banqueros y, en este caso, a las arcas de la Multinacional Emgesa-Endesa-Enel dueña del proyecto. El porvenir no es amable: el desplazamiento de la población y la destrucción de la estructura económica y social del otrora sector productivo del Huila, configurarán un nuevo mapa de su territorio cuya característica más notoria será la marginación social. No pasará mucho tiempo para que a alguno de los nuevos residentes, de esos que impajaritablemente caen a comprar los predios aledaños a precio de huevo para construir sus "chalets" con vista a la represa, se le de por inaugurar el "Festival de la desesperanza".



lunes, 12 de diciembre de 2011

La macabra danza de los pacificadores

Desde los míticos tiempos de Homero, aquel ciego cronista de la Grecia oscura, los invasoress torturan y asesinan a sus enemigos y exhiben las piltrafas a los aterrados perdedores. Es un comportamiento atávico impreso con hambre, miedo y odio en los genes más salvajes de nuestro instinto de primates. La saga de nuestra evolución ha pintarrajeado de heroismo, justicia o privilegio divino las atrocidades que unos individuos (al amparo de SUS leyes) aplican sobre otros (satanizados y criminalizados por leyes espurias) 
Baste leer algún episodio de la historia universal para asistir con ojos de angustia a la macabra danza de los héroes, conquistadores, misioneros y toda esa laya de asesinos, violadores y saqueadores que se han acostumbrado a adquirir poderes sustentándose en el terror, el dolor y la muerte. Asi, pues, que unos individuos, descendientes de una genealogía de usurpadores, consideren necesario llegar “hasta las últimas consecuencias” para conservar su apropiación de los capitales y el poder sobre las personas, es algo que uno acaba tolerando por la fuerza de la claudicación impuesta.
Pero, con lo que no se puede estar de acuerdo, ya sea por un obsoleto sentido de la dignidad o por ingenua creencia en el respeto a la ética como única tabla de salvación del género humano; o, incluso, por un terco resabio estético que intenta exigirle a los "humanos" un comportamiento digno de los ideales de su especie, es que se pretenda hacérsele cómplice del frenesí antropofágico mediante la información tergiversada de los acontecimientos. Desde el pentagónico enroque del Worl Trade Center a inicios de la anterior década, nos han venido restregando el espectáculo de sus invasiones pseudojusticieras enmascaradas con el ya sospechoso antifaz de su "democracia".
Los hemos visto incendiar a Irak y a Libia, asesinando a sus gobernantes y continuamos observando impotentes cómo introducen en los paises de la Unión Arabe el tósigo de su "primavera".
Y la peste se transmite, en algunos casos no por contagio sino por emulación. En estos últimos tres años Juan Manuel Santos, ya sea fungiendo de ministro de la guerra o como presidente del pais de SU guerra, ha puesto en práctica las mañas aprendidas cuando fue alumno de la Escuela de las Américas para hacer ver su saña masacradora como un esperanzador instrumento de paz.
Que Luis Edgar Devia Silva (Raúl Reyes), Victor Julio Suárez Rojas (Jorge Briceño Suárez o Mono Jojoy) y Guillermo León Sáenz (Alfonso Cano) comandantes guerrilleros de las FARC murieran abatidos por bombardeos aéreos, es tema que podría admitirse bajo las circunstancias propias de una confrontación bélica (aunque la desproporción en el uso de la fuerza exige un análisis objetivo); pero que sus cadáveres fueran exhibidos en condiciones grotescas, con la complicidad de los medios, sin que ni un solo miembro de la sociedad civil hiciera sentir su voz de indignación, si deja en el ambiente la preocupante sensación de que la sociedad colombiana ha sido permeada por un odio irracional o por un miedo bastante racional. En cualquiera de los casos, todos salimos perdiendo.
Como para aportar una pequeña ilustración sobre la naturaleza de los hechos y la caracterización ideológica de uno de sus actores, adjunto la carta que el médico cardiólogo Rodrigo Londoño Echeverri (Timoleón Jiménez o Timochenko), quien asumió la comandancia del ejército guerrillero, le envía al presidente de Colombia. Ud. amigo(a) lector(a), léala, saque sus conclusiones y, lo más importante, deme su opinión.
Así no es, Santos, así no es
Todos tenemos que morirnos, Santos, todos. De eso no va a escaparse nadie. Unos de un modo y otros de otro. Unos por una causa y otros por otra. Algunos escogen una muerte heroica, gloriosa, profundamente conmovedora. Otros prefieren morirse de viejos, de un infarto o diabetes, tras una larga enfermedad en una cama o endrogados en medio de un burdel. Es como la vida, unos prefieren pasarla haciendo dinero y engordando como cerdos, o practicándose cirugías para conservarse jóvenes, pisoteando a los demás y dándose ínfulas. Otros escogen caminos más nobles. Y son muy felices así. Es un asunto de conciencia. Pretender intimidarlos para que acepten vivir como los primeros es un error.
Y todavía más grave es matarlos. Pretender exhibirse como modelo de civilización y decencia dando la orden de despedazarlos a punta de bombas, plomo y metralla. O como sea. Por ejemplo, de dos balazos por la espalda cuando se llega en la noche a casa. O molidos a golpes en una celda. O desmembrados con una motosierra. O con la cabeza mochada a machete. Al expresar el dolor que la torturaba por la muerte de su Jefe, decía una guerrillera que hombres como él quedarán para la posteridad y el pueblo los recordará como lo que fueron, inmortales. Otro enviaba una nota a sus mandos diciendo, aquí estamos para ayudar en todas las tareas que ustedes nos orienten. Les brindamos nuestra solidaridad en este momento.
Yo no sé. Pero eso de ostentar poder y mostrarse amenazante y brutal, no puede ganar las simpatías de nadie. De nadie que no sea ostentoso y brutal como el que lo hace. La historia nos enseña que a la inmensa mayoría de seres humanos les repugna ese tipo de fanfarronadas. De niños aprendemos que sólo los ogros más malvados suelen actuar de ese modo. Y con el tiempo aprendemos a asociar esas conductas a los seres más perversos. Matar salvajemente a un ser humano, con métodos notoriamente desproporcionados, para pararse sobre su cadáver y señalar a otros que les tiene reservado el mismo tratamiento, tiene la virtud de producir un efecto contrario. Ningún hombre se dejará humillar de ese modo.
Homero fue un maestro en desentrañar el alma. Tras dialogar con Príamo, Aquiles comprende la dimensión de los troyanos y la bajeza de la causa griega. Asume lo miserable de haber paseado el cadáver de Héctor, atado a su carro, frente a sus seres queridos y su pueblo. Por eso decide inmolarse en la refriega, para no aparecer como vencedor con ese ejército. Son los gestos de grandeza moral los que hacen imperecederos a los hombres. Sólo las mentes más enfermas y enajenadas pueden sentir alguna simpatía por Adolfo Hitler. Aunque en su momento muchos lo hubieran aplaudido. El tiempo terminó por ubicarlo en el infame lugar que le correspondía. Creo que a los Santos y Pinzones les reserva una suerte similar el destino.
No puede ser de otro modo. El grado de ruindad moral que exhiben horroriza al más sano de los juicios. Muy poca gente conoce en el reinado de cuál emperador romano fue crucificado Jesús. Pero creo que por encima de las propias creencias, en todas partes se profesa el más elevado respeto por él. Porque prefirió el suplicio y la cruz antes que renunciar a sus ideas. Y porque esas ideas abrigaban un altísimo grado de humanidad. Eran buenas, buscaban la felicidad general, ensalzaban a los pobres e incluso fustigaban a los ricos, proclamaban que todos los hombres eran iguales. Sólo proponía a hombres y mujeres que lo abandonaran todo y lo siguieran en la propagación de esa fe, de esa verdad, decía. Pero lo coronaron de espinas, lo abofetearon, lo crucificaron y lancearon. Se burlaron de él. Habían preferido liberar en su lugar al peor de los criminales. Sin embargo fue ese Cristo el que los sobrevivió a todos. Pese a que hubieran perseguido por siglos a sus seguidores. De nada sirvió arrojarlos a los leones ante la aclamación general de la plebe en el circo.
Esta gente lleva medio siglo en esto, Santos. Algunos, de cabeza blanca, cuentan historias de sus días en Marquetalia. Otros hablan de los años en el Guayabero, de los primeros diálogos cuando Belisario. Hasta afirman que si entonces el gobierno hubiera pensado mejor, las cosas en el país hubieran sido muy distintas. La soberbia ha podido más que la razón. Muchos cuentan experiencias de la guerra integral de Gaviria y su creación de las brigadas móviles. Y muchísimos más vivieron aquí lo del Caguán. Una enorme masa llegó después a estas filas. En ese devenir, seguramente, se han presentado múltiples deserciones y traiciones. Pero no ha sido lo determinante. Son más y más los revolucionarios y cuadros convencidos.
Esta gente ha construido una epopeya sin antecedentes en ningún lugar ni época histórica. No hubiera sido posible sin el más extraordinario altruismo. Ni siquiera las fuerzas especiales del Ejército pudieron operar en el terrible invierno de esas abruptas cordilleras guerrilleras. Pero allá mismo viven ellos, aman, sueñan un mundo mejor y luchan por conseguirlo. Primero, entre groseros chistes, exhibieron el cuerpo despedazado de Raúl Reyes. Después recogieron exultantes la mano arrancada a Iván Ríos. Rugieron orgullosos más tarde cuando con toneladas de bombas quitaron la vida al Mono. Ahora, llorando de felicidad, dan el parte ensangrentado sobre Alfonso. Macabro rostro el de esa bella democracia.
La cabeza de José Antonio Galán, así como cada una de sus extremidades, exhibidas a manera de escarmiento para evitar otro alzamiento comunero, no lograron impedir la gesta por la independencia. Ni su triunfo. El pueblo empeñó en ello miles de muertos y heridos, gran ruina y enormes sufrimientos. Hubiera sido mejor de otra manera, pero la Corona no quiso. Las FARC son miles y miles de revolucionarios que soportan las más duras condiciones porque creen firmemente en su causa. No ganan un solo centavo, no poseen nada material, el movimiento les da lo que necesitan. Y el movimiento son todos ellos. Son una impresionante creación histórica, aquí, en Colombia, ante nuestros ojos. Así no es Santos, así no es.

Timoleón Jiménez Comandante del Estado Mayor Central FARC-EP
Noviembre 2011

sábado, 9 de julio de 2011

Facundo Cabral QPD. Los que te mataron te hicieron inmortal

El dios de la ironía tiene un retorcido sentido de la oportunidad: Hoy 9 de julio, cuando se celebra el Día de Independencia de su patria, Argentina; hoy 9 de julio, cuando se estarían festejando los 76 años de su paisana y partner artística, la Negra Mercedes Sosa; hoy 9 de julio, un año después de que en el mismo sitio, el bulevar "Liberación" ¡! (y en un asalto similar) fuera masacrado el exdiputado de la Unión Nacional de la Esperanza UNE, Obdulio Solórzano Montepeque, fue acribillado con tiros de fúsil AK47, el poeta, cantor y místico FACUNDO CABRAL. Y, como queriendo enfatizar, quién sabe qué, lo citó en Guatemala (no hay otra región en América más parecida a Samarkanda) a la salida de Eos, para bendecirlo con aquella muerte heróica que tantas veces lo había esquivado durante su extenso peregrinaje con su voz y su guitarra al filo de la navaja de las dictaduras absolutistas latinoamericanas.
Protagonista esencial de una gesta épica librada por una generación divina de rebeldes, soñadores y bohemios (Cafrune, Yupanqui, Jara, los Parra, la Sosa, Cortéz, Serrat, Alí Primera, León Gieco...), el Maestro Cabral supo, como nadie, combinar el desparpajo del humor inocente con la ponzoña de la ironía sapiente y la poesía rotunda de los acordes de su guitarra. 
No diré con falsos sentimentalismos que nos va a hacer falta. Hace ya una década que las nuevas generaciones han mutado hacia la esclerosis del oido afectivo haciéndose insensibles y poco receptivas a sus mensajes y propuestas musicales; pero esta noche me emborracharé con vino barato, desempolvaré los LP y gritaré a todo pulmón las prédicas de su Ferrocabral, Entre la esperanza y el amor, Este es un nuevo día y Cantar sólo cantar, hasta caer fundido... Mañana será otro infierno... (las itálicas y las negritas, como siempre, son mi abusiva intervención; doy mis disculpas con el texto original)
"¿Qué es un Hombre sin un sueño? 
Nada.
Un Hombre sin un sueño, a lo sumo es un ciudadano.
Y es grande la diferencia entre un Hombre y un ciudadano.
Ciudadano es el que depende de esa abstracción que llamamos Estado;
Estado es la teta donde maman los ciudadanos, pero el cáncer del Hombre.
El Hombre depende de Dios, es decir de la mismísima vida.
Ciudadano es el que está esperando que alguien haga por él;
lo que él no haría ni por él ni por nadie.
Hombre
es el que sabe que para vivir mejor hay que ser mejor.
Ciudadano es el que busca la verdad y el culpable fuera de él.
Hombre es el que sabe que a la verdad y al culpable
se los busca dentro de uno.
Además en una sociedad competitiva y comparativa como la nuestra,
si existe una escala de valores, que evidentemente existe,
un Hombre es un ser invalorable; sin embargo,
un ciudadano tiene un precio específico,
un ciudadano vale exactamente un voto.
FC.