lunes, 16 de agosto de 2010

El paredón del blog 10- "La Calamidad de una discusión Idiota"

No lo puedo evitar, soy un adicto. Me encanta ver escritos interesantes, textos poéticos, imágenes artísticas, mujeres hermosas... Podría ser "normal" y hasta corriente... El problema es que tengo alma de pirata. Me encanta robármelos (o, por lo menos, intentarlo) para después compartirlos con algunos cómplices estetoadictos. La "víctima" en esta ocasión es Gabriel Tormo, un aprendiz de plumífero que sabe combinar  de manera muy interesante los insumos de la filosofía escolástica con cierto "clacisimo" temático y un marcado modernismo narratológico. Me lo encontré en la página de la librería Alianza, en facebook; aunque él tiene su propia, que ustedes encontrarán siguiendo el enlace de su nombre. ¡Háganlo! Les aseguro que vale la pena. La ilustración también es trabajo de Gabriel, de quien espero un mar de indulgencias cuando, al leerse, sienta  que lo traicioné modificándole aspectos importantes (mi disculpa, nada seria ni sostenible, es que con esas modificaciones se conserva su texto original para los eventos en que sin duda, participará)
 
La Calamidad de una discusión Idiota
Al rededor de una hoguera, las grandes calamidades del mundo discutían entre sí.
  -
Mi nombre es Guerra. El más grande de los azotes del mundo soy yo. Mi presencia siembra el terror en los corazones, las madres velan por sus hijos y los hombres derraman lágrimas al despedirse de su amada, a la que ya nunca más podrán volver a ver.
  -Sueñas, hermana Guerra; soy yo, Pena a quien los hombres más temen. Nada les aterra más que su propio sufrimiento; ni siquiera el dolor de sus padres.
Soy yo la más temida y de todas la más odiada, de eso no cabe duda alguna.
  -Pobres de ustedes, ingenuas... es a mí, a Muerte, a quien todos temen. Los humanos  sacrifican a sus padres y a sus hijos con tal de escapar de mí.
Me usan como retrato de todos los males. Mi solo nombre los paraliza llenando sus almas del más profundo temor. Soy yo, más allá de toda duda, la más horrenda y detestada.
 Los otros males del mundo gritaban y gesticulaban tratando de defender todas sus desvirtudes y defectos. Las voces de Miseria y Hambre se alzaban en contra de Codicia y de Ira. Todas se creían superiores unas a otras: Hambre a Peste, Avaricia a Tristeza... 
La única que observaba en silencio con desdén desde lo alto de una improvisada tarima, pues se sabía superior, era Soberbia. Llegar a un acuerdo no parecía posible.
 -¡Busquemos a un humano! Sólo así saldremos de esta duda y zanjaremos la disputa. Que sea uno de ellos quien nos diga a quien teme más. La que se había escuchado era la voz de Locura. Todos los azotes del mundo respiraron aliviados de ver que, al menos de vez en cuando, su hermana demostraba un rayito de lucidez.
 -¡Veamos al viejo ermitaño que habita en la montaña! -sugirió Soledad -Nadie nos interrumpirá y obtendremos una opinión imparcial.
Así, pues, los azotes se encaminaron a la cueva donde pondrían punto final a su polémica. El ermitaño no mostró sorpresa ni temor cuando los azotes, uno a uno, se presentaron ante él y le plantearon su dilema.
-Como verás, necesitamos un juez. Terminemos de una vez con esta charada y dile a mis hermanas que yo, Guerra, soy la peor.
-Terrible eres en verdad, Señora Guerra. Sin embargo, cuando el tirano oprime al débil, cuando la injusticia acosa al pueblo, eres también la libertadora y la justiciera. Cruel eres, pero no me gustaría vivir en un mundo donde la humanidad no pudiera acudir a tí para mitigar los sufrimientos y las penas.
-¡Lo sabía y se los he dicho! Soy yo Pena la más temida.
-Temida, en efecto eres, Señora Pena. Haces sufrir a los hombres infligiéndonos dolor en nuestros cuerpos y nuestras almas. Pero el dolor físico es una advertencia que nos protege de peligros más grandes, y las penas del alma nos curan de nuestras pérdidas y con el tiempo se convierten en dulce melancolía. Eres una gran carga, sin duda, pero no me gustaría vivir en un mundo sin tu compañía.
Uno a uno los azotes desfilaron frente al sabio ermitaño y uno a uno los probó equivocados, enseñándoles sus bondades. Por último fue el turno de Muerte.
 -Eres horrenda en verdad; pero, de todas, eres la más útil, sin ti...
Con un rápido movimiento, Muerte rozó con su descarnado índice la frente del ermitaño y la luz de la vida lo abandonó. Los azotes miraron con reproche la huesuda indiferencia de la muerte, de pie junto al cuerpo inerte.
 -No se hagan las "santas inocentes", que no les queda, y a nadie engañan. Esto es lo que todas ustedes deseaban.
 Todos los azotes se dirigieron en procesión a la boca de la cueva entre murmullos de disgusto y comentarios de frustración.
 -Esto nos pasa por seguir las ideas de Locura...
 La última voz que se escuchó en la cueva fue la de Idiotez.
 -Deberíamos repetirlo...