Mostrando entradas con la etiqueta Literatura. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Literatura. Mostrar todas las entradas

martes, 12 de junio de 2012

Ray Bradbury QPD – Zen en el arte de escribir

De antemano me pilateo las manos. Sé que no es leal con él, que despreciaba la internet "Carece de significado, no es real. Está en algún lugar en el aire" (durante años  intentó evitar la publicación como libro electrónico de Farenheit 451. "Los libros electrónicos huelen a gasolina quemada" le dijo al New York Times). Aunque, tengo a mi favor su retractación de 2011 cuando al renovar su contrato editorial debió autorizar los derechos de libro electrónico. Lo cierto es que don Ray Bradbury, quien el reciente cinco de junio decidió regresarse a algunos de aquellos infiernos distópicos que nos describió en sus maravillosos relatos, exige un comentario en este blog, sencillamente porque este bloguero tiene con sus relatos la deuda insaldable de haber conocido y amado de su mano literaria el género mágico poético de ese estilo narrativo conocido como "Ciencia Ficción". Sobre su vida y su obra hay ahora en la red no una nube, sino una constelación de sitios, blog, páginas y portales, así que me limitaré a reproducir un valioso casi manual que el generoso y sabio Bradbury escribiera en 1973. Texto que, por razones fáciles de especular, no fue compartido en las facultades de Letras; pero que debería ser de conocimiento obligatorio de todo aprendiz de plumífero. (Como de costumbre, itálicas y negritas son mi injustificable intervención, rindo mis excusas)
Zen en el arte de escribir
Ray Bradbury
Elegí el título que figura arriba, muy deliberadamente, por supuesto. La variedad de las posibles reacciones debería garantizarme alguna multitud, aunque sólo sea de mirones curiosos: de esos que vienen a apiadarse y se quedan a gritar. Para asegurarse una atención boquiabierta, el viejo curandero de feria que solía ambular por nuestro país utilizaba calíope, tambor y un indio piesnegros. Espero que a mí se me perdone usar el ZEN de modo muy semejante, al menos al principio. Pues al final quizá descubran que en el fondo no es un chiste. Pero pongámonos serios por etapas. Ahora que ya los tengo aquí, ante mi plataforma, ¿qué palabras pondré a la vista pintadas en letras rojas de tres metros de alto?
TRABAJO.
Ésta es la primera palabra.
RELAJACIÓN.
Ésta es la segunda. Seguida de dos finales:
¡NO PENSAR!
Ahora bien, ¿qué tienen que ver estas palabras con el budismo zen? ¿Qué tienen que ver con la escritura? ¿Y conmigo? Pero muy especialmente, ¿qué tienen que ver con ustedes? Antes que nada, echemos una larga mirada a TRABAJO, esa palabra levemente repulsiva. Sobre todo, es la palabra alrededor de la cual girará la carrera de ustedes durante toda la vida. Empezando ahora, cada uno de ustedes debería volverse no un esclavo, término demasiado mezquino, sino un socio. Cuando consigan que la existencia y el trabajo sean experiencias copartícipes, la palabra perderá su aspecto repulsivo. Dejen que me detenga aquí un momento a hacer unas preguntas. ¿Por qué en una sociedad
de herencia puritana tenemos hacia el trabajo sentimientos tan ambivalentes? No estar ocupados nos da culpa, ¿verdad? Pero por otro lado, si sudamos en exceso nos sentimos manchados. Sólo puedo sugerir que a veces nos inventamos un trabajo, una actividad falsa, para no aburrirnos. O, peor aún, se nos ocurre trabajar por dinero. El dinero se vuelve el objetivo, la meta, el fin y el todo. Y el trabajo, importante sólo como medio para ese fin, degenera en aburrimiento. ¿Cómo puede sorprendernos que lo odiemos tanto?
Al mismo tiempo, otros, los más presuntuosos, han alentado la noción de que basta una pluma, un trozo de pergamino, una hora ociosa al mediodía, un soupçon de tinta primorosamente estampado en papel..., si hay un vaho de inspiración. Siendo dicha inspiración, con demasiada frecuencia, el último número de The Kenyon Review o cualquier otro trimestral literario. Unas pocas palabras por hora, unos párrafos grabados por día y... voilà! ¡Somos el Creador! ¡O, mejor todavía, Joyce, Kafka, Sartre! No hay nada que supere a la creatividad verdadera. No hay nada más destructivo que las dos actitudes descritas arriba.
¿Por qué? Porque las dos son formas de mentir. Es mentiroso escribir para que el mercado comercial nos recompense con dinero. Es mentiroso escribir para que un grupo esnob y cuasi-literario de las gacetas intelectuales nos recompense con fama.
¿Hace falta que les cuente cómo rebosan las revistas literarias de jóvenes que se convencen de que están creando cuando lo único que hacen es imitar los arabescos y floreos de Virginia Woolf, William Faulkner o Jack Kerouac? ¿Hace falta que les cuente cómo rebosan las revistas femeninas y otras publicaciones comerciales de jóvenes que se convencen de que están creando cuando lo único que hacen es imitar a Clarence Buddington Kelland, Anya Seton o Sax Rohmer? El mentiroso de vanguardia piensa que será recordado por una mentira pedante. A la vez el mentiroso comercial, en su nivel, piensa que si él se tuerce, es porque el mundo está inclinado; ¡todo el mundo camina así!
Bien, me gustaría creer que a nadie que lea el presente artículo le interesan esas formas de la mentira. Cada uno de ustedes, interesado en la creatividad, quiere entrar en contacto con aquello de sí mismo que es auténticamente propio. Quieren fama y fortuna, sí, pero sólo como premio por un trabajo sincero y bien hecho. La notoriedad y la cuenta abultada deben llegar cuando todo lo demás ya ha concluido. Es decir que mientras uno está ante la máquina no ha de tenerlas en cuenta. Quien las tiene en cuenta miente de una de las dos formas: bien para complacer a un público minúsculo, capaz de apalear una Idea hasta la insensibilidad, y al cabo matarla, o a un público amplio que no reconocerá una Idea aunque ésta le diese un mordisco. Se habla mucho de los que se someten al mercado, pero no lo suficiente de los que se someten a las camarillas. En último análisis, ambas actitudes son desgraciadas para el escritor que vive en este mundo. Nadie recuerda, nadie menciona, nadie discute la historia de un sometido, sea un Hemingway diminuto o un Elinor Glyn de tercera.
¿Cuál es la mayor recompensa para un escritor? ¿No es que un día alguien se le abalance, con la cara estallando de franqueza y los ojos ardientes de admiración, y exclame: “¡Su último cuento era buenísimo, realmente maravilloso!”? Entonces sí vale la pena escribir. Sólo entonces. De golpe las pomposidades de los intelectuales desvaídos se desvanecen en el polvo. De pronto los agradables billetes obtenidos de revistas gordas de publicidad pierden toda importancia. El más artificioso de los escritores vive para ese momento. Y Dios, en su sabiduría, a menudo proporciona ese momento al más rácano de los escribidores y al más exhibicionista de los literateurs. Porque en la labor cotidiana llega un momento en que el consabido Escritor Comercial se enamora tanto de una idea que empieza a galopar, echar vapor, jadear, exaltarse y, a pesar de sí mismo, escribir desde el corazón. Y así también al hombre de la pluma de ganso le entra fiebre, y a fuerza de sudar caliente termina soltando tinta roja. Luego estropea docenas de plumas y horas más tarde emerge del lecho de la creación, ruinoso como quien ha desviado un alud que iba a aplastarle la casa.
Ahora bien, ¿qué es ese sudor?, preguntarán ustedes. ¿Debido a qué esos dos mentirosos casi compulsivos se lanzaron a decir la verdad? Permítanme alzar de nuevo mis carteles.
TRABAJO.
Es del todo evidente que los dos estaban trabajando. Y, pasado un rato, el trabajo mismo adquiere un ritmo. Empieza a perderse lo mecánico. Prevalece el cuerpo. Cae la guardia. ¿Entonces qué pasa?
RELAJACIÓN.
Hasta que los hombres se dan a seguir alegremente mi último consejo:
NO PENSAR.
Lo que resulta en más relajación, más espontaneidad y una mayor creatividad. Ahora que los he confundido por completo, permítanme una pausa para oír su grito consternado. ¡Imposible!, dicen, ¿cómo es posible trabajar y relajarse? ¿Cómo se puede crear sin ser un despojo de nervios? Se puede. Todos los días de todas las semanas de todos los años hay alguien que lo hace. Atletas. Pintores. Escaladores de montañas. Budistas zen con pequeños arcos y flechas. Hasta yo puedo. Y si hasta yo puedo, como probablemente están mascullando ahora con los dientes apretados, ¡también pueden ustedes! De acuerdo, ordenemos de nuevo los carteles. En realidad cabría ponerlos en cualquier orden. RELAJACIÓN y NO PENSAR podrían ir primero y segundo, o los dos al mismo tiempo seguidos de TRABAJO. Pero por conveniencia hagámoslo así, con la adición de un cuarto cartel de desarrollo: TRABAJO. RELAJACIÓN. NO PENSAR. AHONDAR LA RELAJACIÓN. ¿Analizamos el primero?
TRABAJO. Usted, por ejemplo, ya viene trabajando, ¡no? ¿O planea algún tipo de programa especial para empezar no bien deje este artículo? ¿Qué clase de programa? Algo así. Mil o dos mil palabras por día durante los próximos veinte años. Al principio podría apuntar a un cuento por semana, cincuenta y dos cuentos al año, durante cinco años. Antes d sentirse cómodo en este medio tendrá que escribir y dejar de lado o quemar mucho material. Bien podría empezar ahora mismo y hacer el trabajo necesario. Porque yo creo que finalmente la cantidad redunda en calidad. ¿Cómo?
Los billones de bocetos de Miguel Ángel, de Da Vinci, de Tintoretto –lo cuantitativo- los prepararon para lo cualitativo, bocetos únicos de línea más honda, retratos únicos, paisajes únicos de dominio y belleza increíbles. El gran cirujano disecciona y vuelve a diseccionar mil, diez mil cuerpos, tejidos, órganos, preparando así por la cantidad el momento en que lo importante sea la calidad: aquel en que tenga bajo el cuchillo una criatura viva. El atleta llega a correr diez mil kilómetros para prepararse para los cien metros. La cantidad da experiencia. Sólo de la experiencia puede surgir la calidad. Todas las artes, grandes y pequeñas, son la eliminación del exceso de movimiento a favor de la declaración concisa. El artista aprende a omitir. El cirujano sabe ir directamente a la fuente del problema, evitar pérdidas de tiempo y complicaciones. El atleta aprende a conservar la energía y aplicarla en cada momento en un lugar distinto, a utilizar un músculo y no otro. ¿Es diferente el escritor? Creo que no. A menudo su arte estará en lo que no dice, lo que omite, en la habilidad para exponer simplemente con emoción clara, y llevarlo adonde quiere llegar. El trabajo del artista es tan largo, tan arduo, que un cerebro que vive por su cuenta acaba desarrollándose en los dedos. Lo mismo para el cirujano, cuya mano esbozará salvadores dibujos, como la mano de Da Vinci, pero al fin en la carne del hombre. Lo mismo para el atleta, cuyo cuerpo acaba por educarse y se convierte él mismo en mente. Por el trabajo, por la experiencia cuantitativa, el hombre se libera de toda obligación ajena a su tarea inmediata.
El artista no tiene que pensar en los premios de la crítica ni en el dinero que obtendrá pintando. Tiene que pensar en la belleza de este pincel preparado a fluir si él lo suelta. El cirujano no ha de pensar en los honorarios, sino en la vida que palpita bajo sus dedos. El atleta debe ignorar a la multitud y dejar que su cuerpo corra por él. El escritor debe dejar que sus dedos desplieguen las historias de los personajes, que, siendo humanos y llenos como están de sueños y obsesiones extrañas, no sienten más que alegría cuando echan a correr. De modo que el trabajo, el trabajo esforzado, allana el camino a las primeras fases de la relajación, esas en que uno empieza a acercarse a lo que Orwell llamaría el No pensar. Como cuando se aprende a escribir a máquina, llega un día en que las meras letras a-s-d-f y j-k-l dan paso a una corriente de palabras.
Por eso no deberíamos desdeñar el trabajo ni desdeñar los cuarenta y cinco o cincuenta y dos cuentos escritos en nuestro primer año de fracasos. Fracasar es rendirse. Pero uno está en medio de un proceso móvil. Entonces no hay nada que fracase. Todo continúa. Se ha hecho el trabajo. Si está bien, uno aprende. Si está mal, aprende todavía más. El único fracaso es detenerse. No trabajar es apagarse, endurecerse, ponerse nervioso; no trabajar daña el proceso creativo. Ya ven entonces que no trabajamos por trabajar, no producimos por producir. Si fuera así, sería lógico que ustedes alzaran las manos, horrorizados, y me dejaran. Lo que estamos intentando es encontrar una forma de liberar la verdad que todos llevamos dentro.
¿No es obvio ahora que cuanto más hablamos de trabajo más nos acercamos a la Relajación?
La tensión nace de ignorar o de haber rendido la voluntad de saber. El trabajo, porque da experiencia, se convierte en nueva confianza y finalmente en relajación. Una relajación, una vez más, de tipo dinámico; como en la escultura, cuando el artista no necesita decir a sus dedos lo que tienen que hacer. Tampoco el cirujano aconseja al bisturí. Ni el atleta aconseja al cuerpo. De repente se alcanza un ritmo natural. El cuerpo piensa solo. Volvamos pues a los tres carteles. Júntenlos en el orden que quieran. TRABAJO RELAJACIÓN NO PENSAR. Antes separados, ahora se juntan en un proceso. Porque si uno trabaja, termina relajándose y al final no piensa. Entonces y sólo entonces opera la verdadera creación. Pero sin un pensamiento correcto el trabajo es casi inútil. Me repito, pero el escritor que quiera pulsar la verdad más amplia que hay en él debe rechazar las tentaciones de Joyce o Camus o Tennessee Williams tal como las exhiben las revistas literarias. Debe olvidarse del dinero que lo espera en las revistas populares. Debe preguntarse qué piensa realmente del mundo, qué ama, teme u odia y empezar a vertirlo en el papel.
Luego, a través de las emociones, con el trabajo sostenido durante un largo período, la escritura se hará más clara; el escritor empezará a relajarse porque estará pensando bien y el pensamiento se hará más correcto aún porque él estará relajado. Se volverán los dos intercambiables. Por fin el escritor empezará a verse. De noche, de lejos, la fosforescencia de sus adentros arrojará sombras en la pared. Por fin el chorro, la agradable mezcla de trabajo, espontaneidad y relajación será como la sangre en un cuerpo, fluyendo del corazón porque ha de fluir, en movimiento porque ha de moverse. ¿Qué intentamos develar en este flujo? Lo único irremplazable en el mundo, la única persona de la cual no hay duplicado. Usted. Así como hubo un solo Shakespeare, un Molière, un doctor Johnson, usted es ese bien precioso, el hombre individual, el hombre que todos proclamamos democráticamente pero tan a menudo se pierde en el tráfago, incluso para sí mismo.
¿Cómo se pierde uno?
Poniéndose metas incorrectas, como he dicho. Ambicionando la fama literaria demasiado rápido. Ambicionando dinero demasiado pronto. Pero deberíamos recordar que la fama y el dinero son dones que se nos otorgan sólo después de que hayamos brindado al mundo nuestros dones mejores, nuestras verdades solitarias e individuales. Por el momento tenemos que construir nuestra mejor trampa para ratones, sin atender al agujero que nos están abriendo en la puerta. ¿Qué piensa usted del mundo? Usted, prisma, mide la luz del mundo; ardiente, la luz le pasa por la mente para arrojar en papel blanco una lectura espectroscópica diferente de todas las demás. Que el mundo arda a través de usted. Proyecte en el papel la luz rojo vivo del prisma. Haga su propia lectura espectroscópica. ¡Descubrirá entonces un nuevo elemento, usted, y lo registrará gráficamente y le pondrá nombre! Entonces, prodigio de prodigios, tal vez hasta se haga conocido en las revistas literarias y un día, ciudadano solvente, se quede deslumbrado y feliz cuando alguien exclame sinceramente: “¡Bien hecho!”. La sensación de inferioridad, pues, muy a menudo revela inferioridad verdadera en un oficio por simple falta de experiencia. De modo que trabaje, adquiera experiencia y así, lo mismo que el nadador se solaza en el agua, podrá estar a gusto en su escritura. En su mundo hay un solo tipo de historia. La suya. Si usted escribe su historia posiblemente se la venda a una revista u otra. A mí, Weird Tales me ha rechazado cuentos que después envié y vendí a Harper’s. Planet Stories me ha rechazado cuentos que vendí a Mademoiselle. ¿Por qué? Porque siempre he intentado escribir mi propia historia. Pónganles la etiqueta que quieran, llámenlas ciencia ficción, fantasía, policial o western En el fondo, todas las buenas historias son de una sola clase: la de la historia escrita por un individuo con una verdad propia.
Esa historia siempre cabrá en alguna revista, sea el Post o McCall’s, sea Astounding Science- Fiction, Harper’s Bazaar o The Atlantic. Me apresuro a añadir que para el escritor principiante, imitar es natural y necesario. En los años de preparación el escritor debe elegir un campo donde crea que podrá desarrollar cómodamente sus ideas. Si su naturaleza se parece en algo a la filosofía de Hemingway, es correcto que imite a Hemingway. Si su héroe es Lawrence, seguirá un período de imitación de Lawrence. Si le gustan los westerns de Eugene Manlove Rhodes, en el trabajo se traslucirá esa influencia. En el proceso de aprendizaje, el trabajo y la imitación van juntos. Uno sólo se impide volverse auténticamente creativo cuando la imitación sobrepasa su función natural. Hay escritores que tardan años en dar con la historia original que llevan dentro; otros apenas unos meses. Después de millones de palabras de imitación, a los veintidós años yo me relajé de repente y abrí la brecha a la originalidad con una historia de “ciencia ficción” que era enteramente “mía”. Recuerden que una cosa es escoger un campo de escritura y otra muy diferente someterse dentro de ese campo. Si su gran amor es el mundo del futuro, parece adecuado que gaste su energía en la ciencia ficción. La pasión lo protegerá contra todo sometimiento, o una imitación excesiva. No hay campo malo para un escritor. Lo único que puede causar daño grave son los diversos tipos de presunción. ¿Por qué en nuestra época, en cualquier época, no se escriben y venden más historias “creativas”? Principalmente, creo, porque muchos escritores ni siquiera conocen el modo de trabajar que he discutido aquí. Estamos tan acostumbrados a la dicotomía entre lo “literario” y lo “comercial” que no hemos etiquetado ni considerado la Senda Media, la vía que mejor conduce a la producción de historias igualmente agradables para los esnobs y los escribas. Como de costumbre, hemos resuelto el problema, o hemos creído que lo resolvíamos, apretujando todo en dos cajas etiquetadas. Cualquier cosa que no entre en alguna de las dos cajas no entra en ninguna parte. Mientras sigamos actuando y pensando así, nuestros escritores seguirán sujetos y maniatados por sí mismos. Entre una y otra opción está el Gran Camino, la Vía Feliz.
Y ahora, seriamente -¿les sorprende?- he de sugerirles que lean ustedes un libro de Eugen Herrigel llamado El zen en el arte del tiro con arco. Allí las palabras TRABAJO, RELAJACIÓN Y NO PENSAR, u otras parecidas, aparecen bajo diferentes aspectos y en marcos diversos. Yo no sabía nada del zen hasta hace unas semanas. Lo poco que sé ahora, ya que quizá los intriguen las razones de mi título, es que también en este rubro, el arte de la arquería, tienen que pasar largos años para que uno aprenda la simple acción de tensar el arco y colocar la flecha. Luego otros de preparación para el proceso, a veces tedioso y enervante, de permitir que la cuerda se suelte y la flecha se dispare. la flecha debe volar hacia un objetivo que nunca hay que tener en cuenta. No creo, después de un artículo tan largo, que deba mostrarles aquí la relación entre el tiro con arco y el arte del escritor. Ya les he advertido que no piensen en objetivos. Hace años, instintivamente, descubrí el papel que debía desempeñar el Trabajo en mi vida. Hace más de doce, en tinta roja, a la derecha, escribí en mi escritorio las palabras ¡no pensar! ¿Me reprocharán ustedes que, en fecha tan tardía, me haya encantado topar con la verificación de mi instinto en el libro de Herrigel sobre el zen? Llegará un día en que sus personajes les escribirán los cuentos; un día en que, libres de inclinaciones literarias y sesgos comerciales, sus emociones golpearán la página y contarán la verdad. Recuerden: la Trama no es sino las huellas que quedan en la nieve cuando los personajes ya
han partido rumbo a destinos increíbles. La Trama se descubre después de los hechos, no antes. No puede preceder a la acción. Es el diagrama que queda cuando la acción se ha agotado. La Trama no debería ser nada más. El deseo humano suelto, a la carrera, que alcanza una meta. No puede ser mecánica. Sólo puede ser dinámica. De modo que apártense, olviden los objetivos y dejen hacer a los personajes, a sus dedos, su cuerpo. No se contemplen el ombligo, entonces, sino el inconsciente, y con eso que Wordsworth llamó “sabia pasividad”. Para solucionar sus problemas no les hace falta recurrir al zen. Como todas las filosofías, el zen no hizo sino seguir las huellas de hombres que aprendieron por instinto lo que era bueno para ellos. Todo tallista, todo escultor que esté a la altura de su mármol, toda bailarina, ponen en práctica lo que predica el zen sin haber oído nunca esa palabra. La sentencia “Sabio es el padre que conoce a su hijo” debería prafrasearse en “Sabio es el escritor que conoce su inconsciente”. Y que no sólo lo conoce sino que lo deja hablar del mundo como sólo ese inconsciente lo ha sentido y modelado, como verdad propia. Schiller aconsejó a los que fueran a componer que retirasen “a los guardianes de las puertas de la inteligencia”. Coleridge lo expresó así: “La naturaleza torrencial de la asociación, a la cual el pensamiento pone timón y freno”. Para acabar, como lectura suplementaria a lo que he dicho, “La educación de un anfibio”, de Aldous Huxley, en su libro Mañana y mañana y mañana. Y, libro realmente bueno, Haciéndose escritor, de Dorothea Brande; se publicó hace muchos años pero explica muchas de las maneras en que el escritor puede descubrir quién es y cómo volcar en el papel la materia interior, a menudo mediante la asociación de palabras. Y ahora díganme, ¿he sonado como una especie de cultista? ¿Cómo un yogui que se alimenta de naranjitas chinas, pasas de uva y almendras a la sombra del banano? Permítanme asegurarles que si les hablo de todo esto es porque durante años ha funcionado para mí. Y creo que quizá les funcione a ustedes. La verdadera prueba está en la práctica. Por eso sean pragmáticos. Si no están contentos con su escritura, bien podrían darle una oportunidad a mi método. Creo que encontrarían fácilmente un nuevo sinónimo de trabajo. Es la palabra AMOR.

viernes, 18 de mayo de 2012

Carlos Fuentes ha regresado a la región más transparente del aire


Qué se puede decir de don Carlos Fuentes Macías (escritor nacido en Panamá de padres mexicanos, el 11 de noviembre de 1928 y fallecido a los 83 años en Ciudad de México, D. F. el 15 de mayo de 2012) que no se le haya dicho durante su larga y prolífica existencia en los mundos de la diplomacia mexicana y la literatura universal: candidato en varias ocasiones al Premio Nobel de Literatura, recibió, entre otros, los premios Rómulo Gallegos en 1977, Cervantes en 1987, Príncipe de Asturias de las Letras en 1994, la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica en 2009 y en el verano de 2011 el Premio Formentor de las Letras en Mallorca... como si fuera poco, Octavio Paz lo presentó en 1972 como miembro al Colegio Nacional y en agosto de 2001 fue nombrado Miembro Honorario de la Academia Mexicana de la Lengua...
Autor de novelas de reconocimiento universal, como lo son La región más transparente (Fondo de Cultura Económica, México, 1958), La muerte de Artemio Cruz (FCE, Colección Popular, México, 1962), Aura (Ediciones Era, México, 1962), Cambio de piel (J. Mortiz, México, 1967), Terra Nostra (J. Mortiz, México, 1975; Seix Barral, Biblioteca Breve 385, Barcelona, 1975) y Gringo Viejo (FCE, colección Tierra Firme, México, 1985), es uno de los pilares del fenómeno literario del último tercio del siglo XX conocido como el Boom latinoamericano junto a Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Además de su obra novelística Fuentes, graduado en Leyes en la Universidad Nacional Autónoma de México y en Economía en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra, llenó las páginas de los principales periódicos de España y Latinoamérica con sus ensayos sobre actualidad política, arte y literatura. Aquí un completo compendio de su producción literaria.
Gran aficionado al cine, el maestro Fuentes escribió guiones para numerosas películas cuyas historias se basaban unas veces en relatos de su autoría, otras en relatos de Juan Rulfo, de quien era su confeso admirador, e incluso en 1966 con el mexicano Juan Ibáñez rodó Tiempo de morir, de Gabriel García Márquez, con quien compartió una profunda amistad. En 1967 hizo la adaptación de Pedro Páramo (la novela de Rulfo que dirigió Carlos Velo); en 1975 hizo la adaptación de Ignacio (otro cuento de Rulfo) y en 1964, junto con Gabriel García Márquez y Roberto Gavaldón como director, El gallo de oro, otro de los relatos esenciales en la narrativa de Rulfo. Entre las obras de su autoría para las cuales hizo la adaptación se encuentran Las dos Elenas ( 1964, filme corto basado en su cuento homónimo y dirigida por José Luis Ibáñez, quien también le dirigió Las dos cautivas, también basada en una historia de Fuentes). De su libro de cuentos Cantar de ciegos salieron Un alma pura (1965), Muñeca Reina (1972 dirigida por Sergio Olhovich)  y en 1988 Vieja Moralidad (mediometraje realizado por Orlando Merino). En 1981 hizo el guión de su novela La cabeza de la hidra para el director mexicano Paul Leduc que le llevó al cine con el título de Complot Petróleo: La cabeza de la hidra. En 1989, el argentino Luis Puenzo le filmó Gringo viejo. En 1992 se empezó a difundir la serie televisiva El espejo enterrado, filmada por él y sobre cuya base publicó el libro homónimo. Lanin A. Gyurko, profesor de la Universidad de Arizona y autor de dos libros sobre la relación de Fuentes con el cine, demuestra la influencia recíproca tanto de Fuentes sobre el cine norteamericano como la del cine sobre la obra literaria de aquel. en The Shattered Screen. Myth and Demythification in the Art of Carlos Fuentes and Billy Wilder (New Orleans: University Press of the South, 2009) y Magic Lens. The Transformation of the Visual Arts in the Narrative World of Carlos Fuentes (New Orleans: University Press of the South, 2010).
En fín, un autor protéico, que algunas veces tocó el umbral del realismo mágico aunque con sus pies siempre afincados en el terreno del realismo social y su mirada guiada por su empatía con los sentimientos humanos. Para entender esta última afirmación, "escuchemos" de boca del propio Fuentes algunos apartes del proceso creativo de algunas de sus novelas (ya saben que soy un maestro del robo de textos; el que sigue lo he fusilado del magnífico blog Del Castillo Literario

LA REGIÓN MÁS TRANSPARENTE
México habla al escritor (1958)
“Pertenecía yo a una tradición, era muy amigo de Rulfo. Admiraba mucho su obra y me parecía que El llano en llamas y Pedro Páramo eran obras definitivas que cerraban un capítulo de estilo, de temática; y quedaba otra parte de la ciudad que no estaba escrita. Yo viví mucho la ciudad: fui muy parrandero, iba a cabarets, a burdeles, a los bailes, conocía mucho a la gente. Salía con Salvador Elizondo, éramos compañeros de parranda, y él se admiraba de mí y, a veces, cuando estábamos en alguno de estos sitios, me decía: ‘¿Por qué mejor no ves a las muchachas en lugar de estar tomando notas?’. Pero yo lo hacía, sin saberlo, para La región más transparente. De manera que cuando me senté a escribir la novela tenía una cantidad de elementos ya guardados inmensa, y la ciudad misma que estaba clamando por ser escrita. Yo sentía eso, que la ciudad me gritaba: ‘¡Escríbeme, por favor!, ¡Escríbeme, ¿por qué nadie me escribe?!’. Cuando salió decían que esa novela no valía la pena”, recordaba Carlos Fuentes. Así surgió una gran novela urbana cuyos retratos siguen vigentes.
AURA
La luz y Maria Callas (1962)
“Estando en casa de una amiga en París vi que ella salía de la recámara y al pasar por el tragaluz, ella, de tan solo 20 años, se transformó en una vieja por la luz que le cayó de repente. Así nació Aura, que escribí en cinco días en un café de París en 1962. Creyendo, como puede uno creer, que la obra era muy original, que no tenía antecedentes, la verdad es que no es así. Uno de ellos lo recordé más tarde, cuando vi en México, en los años cincuenta, La Traviata con María Callas. Ella hacía algo extraordinario al final de la ópera; mientras todas las sopranos echan el Do de pecho y se despiden con un aria enorme, María Callas no. Ella iba apagándose como una llama y cantando más levemente. Se apagaba la voz, se apagaba la vida. Eso me impresionó, y tiene que ver con Aura”. Esa historia de la joven que vive con su tía anciana y viuda y que Felipe Montero quiere liberar hasta que en su empeño entra en la confusión de la realidad.
LA MUERTE DE ARTEMIO CRUZ
Pasado, presente y futuro (1962)
“Entre tanto escribí La muerte de Artemio Cruz, que me faltaba como novela de mí país, de la revolución mexicana. Pero también era yo muy conciente del antecedente realista de otros autores españoles y pensé en la manera de darle otra forma a esta novela. Imaginé que habría tres personas que la contaban: un moribundo Artemio Cruz, en primera persona; la conciencia de Artemio Cruz, en segunda persona; y la vida de Artemio Cruz, en tercera persona. Presente, pasado y futuro”. Con esta novela empezó a adentrarse en la historia, el pasado mexicano, que sería uno de sus pilares literarios.
CAMBIO DE PIEL
Para Julio Cortázar (1967)
“Empezado los años sesenta iba muy bien, pero fue muy problemático porque uno no espera a los 30 años tener tanto éxito. Eso es antes de Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Entonces sí tenía nervios, dudas, desorientaciones. Publiqué en 1967 Zona sagrada y Cambio de piel, pero no me sentía a gusto en mi propia piel”. La escribe y la dedica a Julio Cortázar, cuyo mundo late en sus páginas. Cholula es el pueblo mexicano en el que cuatro personas, que iban rumbo a Veracruz en un coche, desvelarán sus personalidades. De nuevo, las sombras de la historia, pero aquí en lo personal, sobre todo de Javier, que sacrificó sus sueños políticos e intelectuales por el amor.
TERRA NOSTRA
Un proyecto de 10 años (1975)
“No me sentí bien en mi propia piel y me preguntaba: 'Después de este éxito qué voy a hacer yo ahora? ¿Acaso voy a ser de esos escritores que escriben dos libros y se quedan en silencio, como Rulfo, o acaso voy a tener una existencia literaria más larga? No lo sabía. Entonces me embarqué en un proyecto literario que duró diez años: Terra nostra. Eso me dio aliento para seguir. Es una novela en la que tuve que investigar a fondo la época. Iba escribiendo poco a poco y la novela iba creciendo como una planta, como un arbolote. La terminé un año nuevo en Washington. Para muchos de mis lectores es mi mejor novela. Es para una minoría, no es una novela popular, de ninguna manera”. Es su obra más experimental. Trata del poder trasplantado de la corona española a sus colonias y para eso se remonta a los orígenes.
GRINGO VIEJO
Un cruce de fronteras (1985)
“Es un continuo cruce de fronteras en toda clase de ámbitos”, decía de Gringo viejo. La vida del periodista y escritor Ambrose Bierce, que un día cruza la frontera mexicana y busca unirse a las tropas de Pancho Villa, le sirve para decir que la vida no es una línea recta, y que no es solo el factor político el que determina destinos.
EL ESPEJO ENTERRADO
La edad del tiempo (1992)
La historia, el tiempo, la memoria y la imaginación están imbricadas en sus narraciones. Pero, ¿en qué momento reflexionó sobre eso?: “Fue a comienzo de los años ochenta. Era un momento blanco. No había más que nieve alrededor mío. No podía ni salir a la calle. Estaba muy encerrado y pensaba en el trópico, en las palmeras, en el mar. Y también en mi obra, entonces pensé en darle un título general y un orden. De ahí salió el nombre de todo mi ciclo literario: La edad del tiempo”. Entonces surge El espejo enterrado. De nuevo las relaciones entre España y América. El mirar atrás. La búsqueda de identidad de una metamorfosis continua. Un ensayo pormenorizado desde el punto de vista sociocultural. Un mundo que es ahijado de la tragedia de una vida utópica y real al tiempo.
LOS AÑOS CON LAURA DÍAZ
La mirada de la mujer (1999)
“Las mejores novelistas del mundo son nuestras abuelas y a ellas, en primer lugar, les debo la memoria en que se funda esta novela”, escribe. Es la reivindicación femenina en la historia de México. Narra de manera paralela la historia de una mujer y la de su país durante una centuria: de 1868 a 1968. Independencias, guerras, revoluciones, guerras cristeras, PRI, modernidad… y los conflictos del mundo.
LA SILLA DEL ÁGUILA
México, el enigma (2003)
“México es un enigma para mí. Un país que se desborda y al que he buscado, tratado de entenderlo desde sus orígenes pero una de las respuestas y señas de identidad es que todo siempre se complica”. Y aquí lo hizo a través de una obra de corrupción política y de la ambición desmadrada que parecen sostener a toda una sociedad.

lunes, 30 de abril de 2012

Todo saber es Crítico, o no es tal; toda crítica es Política o es otra cosa

Quizás el rasgo más determinante de la dinámica sociocultural mundial en los últimos ochenta años es "la velocidad" en el cambio tanto de las concepciones filosóficas acerca de la naturaleza de El Conocimiento, como de los métodos con que se le ha tratado y las formas como se le ha presentado "para su consumo". Hubo una época, ya mítica, en la que El Conocimiento era el logro individual alcanzado tras una rigurosa y ascética búsqueda de una explicación "verdadera" sobre el Ser de y en el mundo; pero, los avatares del accionar humano (que no es del caso analizar en esta entrada) le fueron torciendo el pescuezo a la definición sustantiva de El Conocimiento hasta el punto de convertirlo en un apéndice verbal de una tecnología pedagógica o una estrategia mediática /Creer/, /Saber/, /Admitir/... Con la globalización de las tecnologías comunicacionales y la mediatización de la imagen pública, aquellas verbalizaciones se fundieron en una sustantivación apócrifa que elimina el proceso de aprendizaje y confunde el recibir y el almacenar datos con la acción pasiva Informar-se: El Conocer degeneró en "datearse" y el Saber en tener acceso a la Información. ¡Si ya hasta existe el verbo GOOGLEAR!... Lo preocupante de todo esto, es la sistemática y paulatina desaparición del pensamiento  crítico y, por ende, de la capacidad reactiva ante los eventos que antes nos indignaban o suscitaban nuestra intervención solidaria.
En fin, son tantas las liebres temáticas que quieren saltar de la chistera cuando se invoca el Conocimiento... Yo, que en esas lides no soy muy fuerte, quiero "desmontarme por las orejas" transmitiéndoles esta maravilla de documento, publicada por nada más que Don Julio Cortázar en la Revista Casa de las Américas, n º 67, julio-agosto de 1971, La Habana, Cuba. (Como siempre, itálicas y negritas son el ruido que les meto sin ninguna justificación)
Policrítica en la hora de los chacales [Policrítica]  
Julio Cortázar
Explicación del título: hablando de los complejos problemas cubanos, una amiga francesa mezcló los términos crítica y política, inventando la palabra “policritique”. Al escucharla pensé (también en francés) que entre poli y tique se situaba la sílaba cri, es decir grito. Grito político, crítica política en la que el grito está ahí como un pulmón que respira; así he entendido siempre, así la seguiré sintiendo y diciendo. Hoy hay que gritar una política crítica, hay que criticar gritando cada vez que se lo cree justo: sólo así podremos acabar un día con los chacales y las hienas.
De qué sirve escribir la buena prosa,
De qué vale que exponga razones y argumentos
Si los chacales velan, la manada se tira contra el verbo,
Lo mutilan, le sacan lo que quieren, dejan de lado el resto,
Vuelven lo blanco negro, el signo más se cambia en signo menos,
Los chacales son sabios en los télex,
Son las tijeras de la infamia y del malentendido,
Manada universal, blancos, negros, albinos,
Lacayos si no firman y todavía más chacales cuando firman,
De qué sirve escribir midiendo cada frase,
De qué sirve pesar cada acción, cada gesto que expliquen la conducta
Si al otro día los periódicos, los consejeros, las agencias,
Los policías disfrazados,
Los asesores del gorila, los abogados de los trusts
Se encargarán de la versión más adecuada para consumo de inocentes o de crápulas,
fabricarán una vez más la mentira que corre, la duda que se instala,
y tanta buena gente en tanto pueblo y tanto campo de tanta tierra nuestra
que abre su diario y busca su verdad y se encuentra
con la mentira maquillada, los bocados a punto, y va tragando
baba prefabricada, mierda en pulcras columnas, y hay quien cree
y hay quien olvida el resto, tantos años de amor y de combate,
porque así es, compadre, los chacales lo saben: la memoria es falible
y como en los contratos, como en los testamentos,
el diario de hoy con sus noticias invalida todo lo precedente, 
hunde el pasado en la basura de un presente
traficado y mentido.

Entonces no, mejor ser lo que se es,
Decir eso que quema la lengua y el estómago,
siempre habrá quien entienda
Este lenguaje que del fondo viene
Como del fondo brotan el semen, la leche, las espigas.
Y el que espera otra cosa, la defensa o la fina explicación,
La reincidencia o el escape, nada más fácil que comprar el diario
Made in USA
Y leer los comentarios a este texto, las versiones de Reuter o
De la UPI
Donde los chacales sabihondos le darán la versión satisfactoria,
Donde editorialistas mexicanos o brasileños o argentinos
Traducirán para él, con tanta generosidad,
Las instrucciones del chacal con sede en Washintong,
Las pondrán en correcto castellano, mezcladas con saliva nacional
Con mierda autóctona, fácil de tragar.
No me excuso de nada, y sobre todo
No excuso este lenguaje,
Es la hora del Chacal, de los chacales y de sus obedientes:
Los mando a todos a la reputa madre que los parió,
Y digo lo que vivo y lo que siento y lo que sufro y lo que espero.

Diariamente, en mi mesa, los recortes de prensa: París, Londres,
Nueva York, Buenos Aires, México City, Río. Diariamente
(en poco tiempo, apenas dos semanas) la máquina montada,
la operación cumplida, los liberales encantados, los
revolucionarios confundidos,
la violación con letra impresa, los comentarios compungidos,
alianza de chacales y de puros, la manada feliz, todo va bien.
Me cuesta emplear esta primera persona del singular,
y más me cuesta
Decir: esto es así, o esto es mentira. Todo escritor, Narciso, se
Masturba defendiendo su nombre,
el Occidente lo ha llenado de orgullo solitario. ¿Quién soy yo
Frente a los pueblos que luchan por la sal y la vida,
Con qué derecho he de llenar más páginas con negociaciones y
Opiniones personales?
Si hablo de mí es que acaso, compañero,
Allí donde te encuentran estas líneas,
Me ayudarás, te ayudaré a matar a los chacales,
Veremos más preciso el horizonte, más verde el mar y más
Seguro el hombre.
Les hablo a todos mis hermanos, pero miro hacia Cuba,
No sé de otra manera mejor para abarcar la América Latina.
Comprendo a Cuba como sólo se comprende al ser amado,
los gestos, las distancias y tantas diferencias,
las cóleras, los gritos: por encima está el sol, la libertad.

Y todo empieza por lo opuesto, por un poeta encarcelado,
Por la necesidad de comprender por qué,
de preguntar y de esperar,
Qué sabemos aquí de lo qué pasa, tantos que somos Cuba,
Tantos que diariamente resistimos el aluvión y el vómito
De las buenas conciencias,
De los desencantados, de los que ven cambiar ese modelo
Que imaginaron por su cuenta y en sus casas,
para dormir tranquilos
Sin hacer nada, sin mirar de cerca, la luna de miel barata con su isla
Paraíso
Lo bastante lejana para ser de verdad paraíso
Y que de golpe encuentran en su cielito lindo les cae en la cabeza.
Tienes razón Fidel: sólo en la brega hay derecho al descontento,
Sólo de adentro ha de salir la crítica, la búsqueda de fórmulas mejores,
Sí, pero de adentro es tan afuera a veces,
Y si hoy me aparto para siempre del liberal a la violeta, de los
que firman los virtuosos textos
por-que-Cu-ba-no-es-eso-que-e-xi-gen-sus-es-que-mas-de-bu-fe-te,
no me creo excepción, soy como ellos, qué habré hecho por
Cuba más allá del amor,
Qué habré dado por Cuba más allá de un deseo, una esperanza.
Pero me aparto ahora de su mundo ideal, de sus esquemas,
Precisamente ahora cuando
Se me pone en la puerta de lo que amo, se me prohíbe defenderlo,
Es ahora que ejerzo mi derecho a elegir, a estar una vez más y
Más que nunca
Con tu Revolución, mi Cuba, a mi manera.
Y mi manera torpe, a manotazos,
Es ésta, es repetir lo que me gusta o no me gusta,
Aceptando el reproche de hablar desde tan lejos
Y a la vez insistiendo (cuántas veces lo habré hecho para el viento)
En que soy lo que soy, y no soy nada, y esa nada es mi tierra americana,
Y como pueda y donde este signo siendo tierra, y por sus hombres
Escribo cada letra de mis libros y vivo cada día de mi vida.