jueves, 8 de abril de 2010

En el clímax del oximoron

Como si se tratara del más democrático y civilizado de los Estados modernos, este cultivadero de palma con su cebadero de corruptos y su solar de desplazados, presenta para las elecciones presidenciales de 2010  un catálogo de  ¡nueve! "candidatos": Un tal Jaime Araujo (no tengo ni idea quién es, ni a qué fuerza social representa; pero, a juzgar por su apellido, es posible que sea costeño emparentado con lo que esa familia ha representado en el sur de Bolivar durante el desastrozo "gobierno" de uribe). Robinson Devia (un fulano al que sólo conocen sus familiares), Jairo Calderón (otro zutano aparecido). Tres vivos-bobos que acabarán negociando su manotadita de votos con uno de los candidatos uriberos, que son casi todos. Realmente, los olés del show se los disputan los otros seis candidatos: Rafael Pardo, Antanas Mockus, Gustavo Petro, Germán Vargas Lleras, Noemí Sanín y Juan Manuel Santos, quién, evidentemente, resultará "vencedor en la contienda". A Germán Vargas Lleras, cuyo lema de partido propone un cambio "radical" (de 360º para seguir igual) le   tocará esperar cuatro años (siendo bastante posible que llene parte del plazo como vice de Santos), hasta cuando el greench haya consolidado las tensiones que nos deja el salgareño (corrupción institucionalizada, banqueros transados, periodistas adocenados, militares desbocados, ganaderos empoderados, narcos politizados y mercaderes foráneos nacionalizados) camufladas bajo los eufemismos  "inversión extranjera" y "seguridad democrática" y, no sólo se le haga fácil, sino que sea indispensable para acabar de convertir las oposiciones semánticas (minorías mayoritarias, justicia venal, ley ilegal, dictadura democrática, falsos positivos, verdades mentirosas, Estado empresarial) en "razones de Estado", abriendo el pais a una política exterior de neoliberalismo tardío que concentrará sus intereses sociales en dar privilegios a los palmicultores, las EPS, los banqueros testaferros, los politiqueros de bancada, los traficantes de servicios públicos y los oficiales superiores de las fuerzas armadas (legales y "de inteligencia")... Con el fin de poner al greench en el solio, la maquinaria uribera inflará ante la opinión pública la ilusión de que la pobre Noemí será el contendiente más fuerte, para desinflarla en la segunda vuelta. Agotados esos tres recursos de la ultra derecha conservadora (no hay nadie más liberalmente conservador que Vargas Lleras), quedaría Rafael Pardo como un muy buen candidato que, como exministro de defensa podría moderar la sed de sangre y el hambre de poder de la bestia militar y, por lo menos, tratar de volver a sus cauces la avalancha de desinstucionalización de poderes, pero la deslealtad de su partido y la furia desatada de la jauría uribera le harían imposible su gestión de gobierno. Al pobre Gustavo Petro lo están utilizando como ariete de tramoya para estocar con humillación el sueño participativo de lo que alguna vez tuviera credencial de Izquierda. Quedan los candidazos motivo de este escrito. No hay ningún lugar a dudas de que con todo y su precaria definición identitaria en cuestiones de política, los académicos matemáticos Antanas Mockus y Sergio Fajardo serían la más envidiable de las mancornas presidenciales de cualquier país; si hasta podría pensarse que estamos por ver cumplirse por partida doble el sueño platónico del filósofo gobernante. Lo serían... si a este moridero de parias no lo explotara una piara de vividores que ha hecho de la  farsa electoral un entremés con mal reparto actoral, decorado de reciclaje y libretos de comparsa. Pero, la lógica ingenua de las buenas intenciones se estrella contra el absurdo coherente de la tradición explotadora. Porque, desde que a los narco ganaderos colombianos se les dió por mal leer a Nicolás Maquiavelo, cursar estudios con  Jair Klein y poner en práctica  lo aprendido en las capacitaciones de la Escuela de las Américas, desterraron de este país toda posibilidad de un gobierno civilista, decente y justo. Mockus y Fajardo acabarán siendo los geniales idiotas útiles de un inútil show mediático cuyo objetivo oculto es hacernos entender que cualquier acción sociopolítica que pretenda desalinearse de la perversa maquinaria uribera está condenada al fracaso.  Al final perderemos todos, porque quemado este espejismo, no querremos saber de ningún otro oasis.