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miércoles, 15 de junio de 2011

Maese Claudio Bravo, por fín podrá descansar de su angustia creadora


Claudio Bravo Camús, (Valparaíso, Chile, 8 de noviembre de 1936,Taroudant, Marruecos, 4 de junio de 2011 ). Que, en el mundo de las artes plásticas, el respeto a la tradición metodológica y la audacia conceptual para adecuar los textos a las imposiciones semióticas de la modernidad no son incompatibles, lo demuestra con inobjetables argumentos visuales la obra del maestro hiperrealista Claudio Bravo, quien trabajó siempre más allá de las vanguardias, como si el tiempo se adormeciera en su taller y las estridencias discursivas de las nuevas tendencias generacionales (transgresión y ruptura) se doblegaran ante su trazo.  
Con las técnicas del óleo, el dibujo al carboncillo, el pastel y el grabado, el maestro Bravo consiguió una renovada visión de lo más selecto de la tradición lumínica (claroscuro y difuminos) y de lo más puro y esencial de lo que podríamos llamar “contemporáneo” en el trazo y la mise-en-scène de los modelos. Su producción abordó un amplio espectro temático desde retratos y bodegones hasta la exégesis religiosa y la iconografía mística.
Es así como, por ejemplo, en Las tentaciones de San Antonio (un tema profusamente trabajado por pintores de la talla de Velázquez, el Bosco y Dalí) Bravo minimaliza el “mensaje” religioso para agregar elementos divergentes que dan contemporaneidad al horizonte de lecturas posibles. En su Cristo yaciente (imposible no evocar a Mantegna) la “levedad” del cuerpo en su perfecta inmovilidad nos transmite la sensación de asistir a la levitación de una masa incorpórea.
La importancia del maestro Bravo para la historia del arte en Chile alcanza una trascendencia sólo comparable a la de Roberto Matta. Aunque, como lo expresó en una entrevista que ofreció a El Mercurio en 2009, Bravo se consideraba varios escalones más arriba que el pintor surrealista. "Me siento muy por encima de todos los pintores latinoamericanos. Soy el más importante del continente y el más cotizado en el mercado internacional hace mucho tiempo. Matta muerto no llega a mis precios de vivo (...). Está demostrado que, en el terreno artístico internacional, me como vivo a Matta", dijo sin temor a la polémica.
En esa misma entrevista habló de su relación con Chile, su madre patria: "Aún me queda un sucedáneo de hermano: Benjamín Lira, a quien yo considero el mejor pintor chileno después de mí. Pero perdí lazos familiares y sentimentales, y Chile está demasiado lejos. Vendí pésimo y la plata la regalé a dos instituciones de caridad. Pero si hoy me hacen una retrospectiva importante, ¡soy hasta capaz de quedarme quince días!", contó con cuotas de humor.
Pero si su relación con Chile pasó por períodos de distancia, el mayor reencuentro vino en 1994, con la primera exposición individual que hizo en el Museo de Bellas Artes. La muestra se transformó en una de las más visitadas del recinto ubicado en Parque Forestal, y posicionó definitivamente a Bravo en el lugar mayor que ocupa en el mundo artístico chileno.
Junto con Botero y Tamayo, era artista exclusivo de la Marlborough Gallery, donde su obra alcanzó los más altos niveles de cotización (sus desnudos al óleo sobre lino alcanzaron precios sobre el millón de dólares en las subastas de New York). En 2000 donó al Museo del Prado diecinueve esculturas greco-romanas de su colección y ese mismo año recibió de manos de los reyes de España la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio.
Un ataque de epilepsia le dio la pincelada final en plena actividad; aunque, como lo había declarado en 2009, la silueta de la parca no le era esquiva: "Estoy preparado para morir, si le viene la gana a Dios. Morir terminará con mi angustia de la creatividad, será acostarme y dormir bien eternamente. Estoy listo porque he cumplido con mis dones".