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jueves, 9 de mayo de 2013

De cadáveres ilustres, paradigmas obsoletos y profecías redivivas

Por allá en el mes de septiembre de 2012, motivado por la conmoción colectiva ante lo que se creía el inminente cumplimiento de unas “profecías mayas” que presagiaban el fin del mundo para diciembre de ese año, quise escribir un texto de revisión a los modelos arquetípicos que contribuyeron a la constitución cultural de nuestro mundo actual. Quería echar patafísica sobre la trascendencia cultural de la objetividad narrativa en los historiadores ingleses, los efectos soporíferos de la muerte de la pasión en la neutralidad del análisis socio crítico de la filosofía de la segunda mitad del siglo XX y la necesidad para la iglesia católica de revitalizar los valores sociales, actualizando si le fuese necesario, su cartapacio de mitos y rituales.
En mis apuntes de borrador tenía registrados el nombre del más grande de los historiadores vivos, el de el más influyente de los maestros de historia de la filosofía en Colombia que estaba próximo a recibir un reconocimiento del ministerio de educación nacional, algunas sugerencias a las relaciones de Benedicto XVI con la burocracia y la banca vaticanas, y una breve opinión sobre los errores estratégicos de buscar la perpetuación en el poder de un caudillo popular en las elecciones venezolanas a celebrarse en octubre de ese año.
Pero, (quienes se la han jugado al azar literario me entenderán) el Arcano es un demiurgo mordaz y caprichoso que se regodea en someternos a su mayestática voluntad: ese dos de octubre murió Eric Hobsbawm, a quien este patafísico consideraba el único gran historiador sobreviviente; tuve que borrar algunos párrafos para darle cabida a la inaplazable reseña biográfica y bibliográfica del apreciado historiador. El viaje apresurado desde Cuba a Venezuela de su Presidente Hugo Rafael Chávez Frías para ganar las elecciones por una notable diferencia le dio un nuevo giro a los apuntes, y así, casi sin darme cuenta, se cumplió el inexorable plazo para el fin del mundo…
Fue la locura total: ¿Qué hacer con los apuntes anteriores? ¿A qué sucesos dar prioridad? ¿Sería posible intentar encadenar el relato de los eventos sin terminar haciendo una caricatura de novela de ciencia ficción?... Llegó enero del 2013… Ese cinco de enero falleció el Profesor Guillermo Hoyos Vázquez, aquel influyente maestro de historia de la filosofía cuya reseña aún conservaba en los borradores. No sobra decir que había que re-replantear las cosas.
En esas estaba cuando Benedicto XVI anunció al mundo católico su renuncia irrevocable al cargo de pontífice. Las especulaciones sobre las profecías de Malaquías y Nostradamus, que anunciaban el advenimiento del “último papa”, el relámpago sobre la cúpula de la Capilla Sixtina el día que Ratzinger anunció su dimisión y las especulaciones de café sobre las características políticas y doctrinales del nuevo Papa contribuyeron al congelamiento, que ya parecía momificación, de este escrito. Llegaron los Cónclaves, pasaron las fumatas y la gaviota… Ni modo, mejor publicar lo que tengo antes de que envejezca (los textos que no son leídos oportunamente envejecen de un modo lamentable).
Así pues que, para no darle más largas al asunto (y, por supuesto, rindiéndoles mis sinceras excusas si esta entrada no satisface sus expectativas) me limitaré a publicar esta modesta reseña, advirtiendo que justifico su precariedad ateniéndome a la abundancia de información que sobre todos y cada uno de los tópicos tocados se consigue fácilmente en la nube.
Comenzaré por lamentar la muerte en la madrugada del 1 de octubre de 2012 en el Royal Free Hospital de Hampstead de Londres, Inglaterra, de Eric John Ernest Hobsbawm (un error administrativo alteró tipográficamente su apellido paterno Hobsbaum). Nacido el 9 de junio de 1917 en Alejandría, Egipto, vivió su infancia en Viena y Berlín pero su familia se trasladó a Reino Unido cuando Hitler asumió el poder en Alemania. Allí, junto a personajes como Edward Palmer Thompson, Maurice Dobb, Rodney Hilton y Christopher Hill, conformó el grupo de los “marxistas británicos”, una generación de historiadores que puso su mirada en las clases oprimidas y desplazó a un segundo plano el relato histórico mitificador que privilegiaba la narración de los vencedores. De allí su recurrencia a situar el fenómeno de los bandidos sociales en el terreno del contexto social e histórico desde el planteamiento de que muchos relatos heroicos son inventados por élites nacionales para justificar el prestigio de sus apellidos en la historiografía de sus respectivas naciones.
La obra de Hobsbawm no deja indiferente al lector. Su visión aguda y su relato apasionado, vibrante y documentado, provisto de un lenguaje claro y accesible hasta el punto de rozar el ámbito poético, deja entrever un manejo objetivo de las teorías marxistas, un conocimiento científico de la historia y un muy rico bagaje cultural. Además de su atracción por el desarrollo de las tradiciones (La invención de la tradición) centró su interés de historiador en el análisis de la que llamó la "Revolución Dual" (Revolución francesa y Revolución Industrial británica) y lo registró en la que algunos consideran la más accesible, renovadora y apasionante historia universal contemporánea: su tetralogía Three Ages: The Age of Revolution: Europe 1789–1848 (1962), The Age of Capital: 1848-1875 (1975), The Age of Empire: 1875–1914 (1987) y The Age of Extremes(1994), publicada en español como Historia del siglo XX (descargue pdf) Su más reciente publicación fue su autobiografía Interesting Times. El último texto que publicó en español, Cómo cambiar el mundo, fue uno de los mejores libros del 2011.
Un aspecto poco conocido de Hobsbawm fue su amor al jazz (en su autobiografía, el historiador relata que fue introducido al género por su primo Denis Preston, estudiante de viola, en 1933). Su pasión llegó hasta el punto de llevarlo a escribir como crítico de jazz en el New Statesman con el seudónimo Frankie Newton -el trompetista de Billie Holiday. En 1959 publicó The Jazz Scene, libro que se aproximaba a una historia social del jazz. En él, el historiador se remonta a los orígenes africanos del género para tratar de comprender la evolución de la música folclórica negra en los Estados Unidos como elemento articulador de una forma de resistencia social. El carácter cohesionador de las minorías raciales tiene especial importancia en su análisis, pues su perspectiva marxista le permite advertir que las transformaciones notables en la arquitectura histórica son un hecho que obedece, primordialmente, a cambios en la forma de pensar y, por ende, de actuar, de los individuos.
Hobsbawm era muy conocido en América Latina, región que visitaba con frecuencia para ofrecer conferencias, charlas y entrevistas. Cuando visitó Colombia en 1963, escribió que había descubierto un país en el que la evasión de una revolución social había hecho de la violencia una constante universal y omnipresente en el centro de la vida pública. Hoy, cincuenta años después, no nos queda más que admirarnos de sus dotes de visionario.
Guillermo Hoyos Vásquez, el filósofo como funcionario de la humanidad
En la madrugada del 5 de enero de este año murió en Bogotá Guillermo Hoyos Vásquez, maestro de varias generaciones de colombianos y referencia ineludible en el quehacer académico iberoamericano. Nacido en Medellín, Antioquia, en 1935, este ex sacerdote jesuita se inició en los paganismos de la filosofía transitando por los senderos teológicos de la Universidad Sankt Georgen Graduate School of Philosophy en Fráncfort (Alemania) país al que viajó en 1963 y donde fue seducido por la teoría crítica de la Escuela de Fráncfort, sobre todo la vertiente comunicacional de Jürgen Habermas, y el pensamiento de Edmund Husserl, sobre quien culminó con honores su doctorado en la Universidad de Colonia.
A su regreso de Alemania, influido por la ética husserliana, hizo de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá (a la que siempre reconoció como la mejor universidad del país) su centro de trabajo, orientando sus predicamentos en el sentido del compromiso social. Desde el presupuesto de que la buena filosofía tiene un uso público que urge reforzar y una presencia en cada una de las esferas sociales que importa promover, impulsó el que consideraba el ethos académico: tender un puente dinámico entre la universidad y la sociedad a la que pertenece porque, de no ser así, el sentido del quehacer universitario terminará alienado en la reflexión ensimismada y regido por las ansias de competitividad. Consecuente con esa convicción, nunca se cansó de advertir a las universidades que la sociedad no solo requiere investigadores sino ciudadanos deliberativos, comprometidos con la reciprocidad y la solidaridad. Ese fue su gran empeño a lo largo de sus cuarenta años de magisterio no solo en la U. N., sino también en la OEI, la Editorial Siglo del Hombre, la Fundación ÉTNOR, la Cátedra UNESCO de la Universidad de Valencia y la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía que fundó a principios de la década de los noventa con Javier Muguerza y Manuel Reyes Mate. En el año 2000, al jubilarse de la U. N. fue invitado por el padre Gerardo Remolina, entonces rector de la Universidad Javeriana, para asumir la dirección del Instituto Pensar (Instituto de Estudios Sociales y Culturales). Todo lo anterior fue lo que le reconoció el Ministerio de Educación de Colombia al concederle el Premio Simón Bolívar Orden Gran Maestro Vida y Obra en noviembre del 2012, apenas dos meses antes de su muerte.
La abdicación de Benedicto XVI: tratar de sacar el agua de una barca que siempre ha hecho agua
De todos los paradigmas de que haya echado mano la cultura occidental para configurar el ideario de su ser en el mundo, el religioso es el más artificial, inconsistente e incongruente. Por su connivencia con emperadores, invasores y tiranos, el catolicismo, una herramienta política disfrazada de religión, inventado por los emperadores latinos para cohesionar el mosaico ideológico de sus colonias, ha tenido que priorizar el aspecto doctrinal sobre el espiritual. A fuego y cruz ha conseguido imponerse como doctrina; pero el eclecticismo de las fuentes de las que ha recabado la información esencial acabó desvaneciendo la clave mística que le hubiese permitido constituirse como religión. La diferencia es abrumadora: Una doctrina tiene unos intereses objetivos claramente delimitados por la ideología dominante, una religión establece vínculos entre los segmentos individuales de Conciencia y el Gran Ser Universal; una doctrina es preceptiva, una religión es reflexiva; una doctrina se difunde a fuerza de prédicas “misioneras” que atacan y destruyen mitos y creencias arquetípicas para imponer sus postulados como “verdad” inefable, una religión re-liga los miembros de una comunidad con sus fuerzas ancestrales. Tales características son las que hacen que la diferencia entre la meditación budista, el trance vudú, la contemplación sufí o la transmigración chamánica, vs la “oración” y “penitencia” cristianas, sea más trascendental que el aspecto formal de sus respectivos rituales.
Precisamente por su origen político y naturaleza doctrinal, la organización romana no ha podido ni podrá escapar a ese destino espurio que la entrelaza simbióticamente a los vericuetos de los poderes político y económico de todos los tiempos y gobiernos de occidente. Es desde tal acervo político que se puede explicar el asesinato de Juan Pablo I y la impostura de juan pablo II con la misión específica de erradicar el Comunismo. Y es en ese mismo contexto que se hace transparente la abdicación de Benedicto XVI como expresión final de su impotencia ante el desaforo de las luchas de poder al interior de la organización ecuménica y el debilitamiento de los postulados doctrinales, impactados por el cambio de los paradigmas políticos y culturales en la sociedad contemporánea.
Pero, si bien las motivaciones de Benedicto XVI para renunciar a su cargo al frente de la Iglesia Católica no responden a la impronta medioeval de redistribución de feudos regionales, si es, como las que le precedieron, una maniobra estratégica (necesaria y oportuna) para volver a instalar a la institución eclesiástica en las esferas influyentes del poder político contemporáneo. Las decisiones de índole administrativa que implante prontamente para restituir el peso de su autoridad ante la cohorte vaticana, así como las modificaciones a las prácticas protocolarias, la revitalización de los rituales eclesiásticos y la desestructuración de micro poderes jerárquicos comprometidos con la banca y unos cuantos gobiernos capitalistas, podrán parecer “anticuadas” y regresivas, pero serán las medidas más adecuadas ante la crisis de valores y pérdida de fe de su feligresía. Dado que el suceso de una abdicación papal no es de frecuente ocurrencia, reseño a continuación las abdicaciones anteriores y el contexto circunstancial en el que acontecieron:
El primero en dejar al descubierto la inestabilidad del solio papal fue Benedicto IX, el más precoz de la historia pontificia: tenía 14 años cuando llegó al cargo el 21 de octubre de 1032 gracias a los sobornos a la Curia romana de su padre el Conde Alberico III. Como miembro de la dinastía de los Teofilactos que impuso seis papas (era descendiente de Juan XI, Juan XII y Juan XIII y sobrino de Juan XIX y Benedicto VIII) ejerció los papados 145 (1032 a 1044), 147 (de abril a mayo de 1045) y 150 (de 1047 a 1048). Esa eminencia expulsó a la fuerza a Silvestre III y fue reelecto el 10 de abril de 1045, pero en mayo de ese año le vendió su cargo pontificio por 1500 libras de oro al Arcipreste Juan de Graciano, conocido como el papa Gregorio VI, para poder contraer nupcias. En 1046, reconciliado con Silvestre III, quiso derrocar a Gregorio VI, pero ese 20 de diciembre el rey alemán Enrique III organizó el Concilio de Sutri mediante el cual lo expulsó de Roma. Intentando prevenir una confrontación sangrienta, el clero y el pueblo de Roma lo eligieron por tercera vez el 8 de noviembre de 1047; pero los Crescencios, enemigos históricos de los teofilactos, no lo aceptaron, lo que desencadenó en una guerra despiadada entre las dos familias. Durante ocho meses Benedicto intentó sostenerse en el poder convocando a sínodos en Spello, en Roma y en Marsella; pero a pesar de sus esfuerzos, el 17 de julio de 1048 fue expulsado por los Consejos de San Bartolomeo. Nunca cesó de luchar por reconquistar el papado. Más adelante se hizo monje de San Basilio en Grottaferrata (Estados Pontificios -Italia) donde murió el 18 de septiembre de 1055.
El segundo pontífice en tirar la toalla fue Pietro Angeleri di Murrone, conocido como Celestino V, quien tenía una acentuada vocación de ermitaño (dicen que las profecías de San Malaquías se refieren a él como Ex eremo celsus "Elevado de la ermita" haciendo referencia a que antes de ser elegido pontífice fue ermitaño del monasterio de Pouilles). Elegido Papa después de dos años y tres meses en que el sillón de Pedro permaneció vacante debido a la división del colegio cardenalicio en dos facciones encabezadas por las familias Colonna y Orsini, abandonó su retiro y tras su coronación en la ciudad de L'Aquila, instaló su sede papal en Nápoles donde hizo su entrada a lomos de un asno cabresteado por Carlos II de Anjou, rey de Nápoles y su hijo Carlos Martel de Anjou, nombrado rey de Hungría por el papa precedente Nicolás IV. Sin embargo, a tan solo cinco meses de haber sido impuesto, sintiendo que sus hábitos de ermitaño lo habían inhabilitado para la responsabilidad de semejante cargo, renunció voluntariamente a su trono.
El cónclave que se reunió diez días después de su abdicación eligió en un sólo día de deliberaciones al cardenal Benedicto Caetani, quien tomó el nombre de Bonifacio VIII. El nuevo papa, receloso de que el pueblo napolitano siguiera venerando a Celestino como su legítimo pontífice, trasladó la sede papal a Roma y le ordenó a Celestino que lo acompañara; pero en el trayecto Celestino logró escapar yendo a refugiarse en su antigua cueva del monte Morrone hasta que, acosado por Bonifacio, intentó huir a Grecia pero fue detenido, sometido a juicio y encarcelado en la torre del Castell Fumone donde falleció diez meses después, el 19 de mayo de 1296. Su abdicación tuvo tanta resonancia que Dante la referencia en el Canto III, Terceto 20 de la Divina Comedia poniendo a Celestino junto a los inútiles y/o neutrales que se encuentran entre la puerta y el vestíbulo del Infierno: "Así que distinguir los rostros puedo, miro con más fijeza, y vi entre varios al que la gran renuncia hizo por miedo". Como siempre, para cubrir su felonía, la iglesia lo canonizó… su día se conmemora cada 19 de mayo.
Fueron tan enconadas las luchas por el poder, que llegó a haber períodos en que la cúpula de la jerarquía vaticana, oscilante entre las Iglesias de Aviñón y Roma, fue compartida por tres individuos con idéntica pretensión papal (Gregorio XII, Benedicto XIII y Alejandro V, recordados como los antipapas), dando origen a lo que conocemos como el Cisma de Occidente. En un intento de unificar la regencia eclesial, Gregorio y Benedicto acordaron un encuentro en Savona, pero el recelo recíproco a que el encuentro fuese aprovechado por el rival para capturarlo, unido a las maquinaciones políticas de Ladislao, rey de Nápoles y la familia de Gregorio XII, hicieron inviable la reunión.
Sintiendo que sus cardenales amenazaban con abandonarlo, Gregorio XII (Malaquías se refiere a este papa como Nauta de ponto nigro -marino del Mar Negro-, haciendo referencia a su nacimiento en Venecia y a que fue sacerdote de la iglesia de Negreponte) los convocó a una reunión en la ciudad de Lucca y los puso en cautiverio mientras nombraba otros diez cardenales, incluyendo a cuatro de sus sobrinos, para reforzar su posición. Pero, en Aviñón, los cardenales de Benedicto XIII, que también estaban disconformes con la situación, aprovecharon la fuga de siete de los cardenales de Gregorio para reunirse con ellos y acordar la celebración de un concilio en la ciudad de Pisa el 25 de marzo de 1409 con el objetivo de deponer a ambos pontífices y elegir uno nuevo.
Tanto Gregorio XII como Benedicto XIII desconocieron la validez del Concilio de Pisa arguyendo que sólo el papa tenía potestad para convocarlo y, en consecuencia, lo declararon anticanónico. No obstante esa reacción de los dos pontífices, el 5 de junio, en la decimoquinta sesión, el concilio los depuso acusándolos de cismáticos, heréticos y perjuros. Un mes después, el 26 de junio de 1409, el mismo concilio eligió como nuevo papa a Alejandro V quien fijó su residencia en Bolonia, donde falleció diez meses después, el 3 de mayo de 1410, posiblemente envenenado por el cardenal Baldassare Cosa, cuya apresurada ordenación como sacerdote el 24 de mayo había legitimado su consagración cardenalicia al día siguiente para que, siguiendo las órdenes de Segismundo, emperador del Sacro Imperio, y fungiendo como papa, adoptase el nombre de Juan XXIII(otro antipapa) y convocara un nuevo concilio para hacer los ajustes pertinentes.
Acatando el mandato, pero con la intención solapada de conseguir el apoyo de los participantes para ser nombrado único papa legítimo, Juan XXIII convocó y presidió en la ciudad de Cividale del Friuli, el Concilio de Constanza, que inició el 4 de noviembre de 1414. Lo que no se esperaba el papa, era que, haciendo énfasis en un ambiente "conciliarista", el concilio supeditase la voluntad del papa a las decisiones que allí se tomasen y se acordase un nuevo sistema de votaciones en el que tanto los prelados como los príncipes, los teólogos y los canonistas, congregados por naciones, tuviesen voto. Ante la perspectiva de tener que subordinarse a las decisiones conciliares, Juan XXIII intentó huir de Constanza el 20 de marzo de 1415, pero interceptado en su huida fue devuelto al concilio y dos meses después, el 29 de mayo, tras ser acusado de asesinato, violación, sodomía e incesto, fue excomulgado, obligado a abdicar y encarcelado durante tres años.
Por su parte Gregorio XII renunció voluntariamente el 4 de julio de 1415 mediante una bula en la que además reconocía al concilio (es por ello que el concilio de Constanza, convocado por un antipapa, es considerado válido por la Iglesia Católica) y murió dos años después sin conocer a su sucesor. En cambio Benedicto XIII, que se negó a abdicar, fue depuesto por el propio concilio dos años más tarde, el 26 de julio de 1417. Eliminados los obstáculos se eligió como nuevo papa a Martín V (Malaquías se refiere a este papa como Corona veli aurei -La corona del velo de oro-, cita que hace referencia a que en el escudo de armas de los Colonna, su familia, figura una corona y a que fue cardenal diácono de San Jorge del Velo de Oro), quien de inmediato fue reconocido por todos dando fin al Cisma de Occidente, que había dividido la Iglesia durante casi cuarenta años.
Me extendí en anécdotas “faranduleras” porque creo encontrar entre sus vericuetos las claves de las acciones a emprender por el papa recientemente nombrado en este momento coyuntural para la sobrevivencia de los pilares institucionales del capitalismo (familia, iglesia, sociedad, sistemas económico y electoral).
Tras la renuncia de Benedicto XVI, el cardenal Jorge Mario Bergoglio (Buenos Aires, Argentina, 17 de diciembre de 1936) perteneciente a la Compañía de Jesús, fue elegido el 13 de marzo de 2013 en la quinta votación efectuada durante el segundo día de cónclave como el papa 266.°. Bergoglio, quien asumió el nombre papal de Francisco, nombre usado hasta ahora por primera vez en la historia del papado, fue elegido con el objetivo de reformar las estructuras de gobierno de la Iglesia, desacreditadas por las fugas de información sobre una trama interna de corrupción, sexo y tráfico de influencias y, como tal, recibió de manos de su predecesor un informe “Top Secret” de 300 páginas elaborado por tres cardenales en el que se detallan las luchas internas por el poder y el dinero, así como el sistema de chantajes basados en acusaciones con connotaciones sexuales.
Como ya empieza a ser noticia, Francisco, evidentemente dispuesto a romper con el viejo lema de que "los Papas pasan pero la Curia queda", y en clara advertencia de los cambios que implementará, pasó inmediatamente a la acción con la designación de un grupo asesor que lo asistirá en la reforma de la Constitución del gobierno central de la Iglesia. Tal como lo pedían los casi 90 cardenales (de 115) que lo eligieron como pontífice, varios organismos de la Curia serán fusionados; no se descarta que el papa termine reduciendo los dicasterios (ministerios) y consejos pontificios de la Curia y se arriesgue a intervenir el desprestigiado Banco Ambrosiano para convertirlo en una banca dedicada sólo al microcrédito, como exigen amplios sectores católicos.
El selecto grupo asesor de ocho cardenales venidos de los cinco continentes, cuya coordinación estará a cargo de Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, presidente de Caritas Internationalis, conocido por sus posiciones a favor de una renovación del gobierno central de la Iglesia, tendrá la misión de revisar la Constitución Apostólica Pastor Bonus sobre la Curia Romana de 1988, promulgada por Juan Pablo II y decidir los cambios necesarios para una nueva forma de gobierno colegial, según el modelo de los jesuitas, promovido también por el Concilio Vaticano II que pedía una mayor democratización de la Iglesia. Los otros siete purpurados son: el chileno Francisco Javier Errázuriz Ossa, arzobispo emérito de Santiago de Chile, con experiencia en la maquinaria vaticana, al haber desempeñado cargos en la década de los 90 como consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y miembro de varios dicasterios pontificios como el de Laicos, de Emigrantes e Itinerantes y de los Operadores Sanitarios; el estadounidense Sean Patrick OMalley, arzobispo de Boston, fraile capuchino, espiritual y severo quien se pronunció abiertamente contra las intrigas y juegos de poder de un Vaticano dominado por los tejemanejes de los purpurados italianos (la personalidad de OMalley es muy afín a la de Bergoglio, ya que no sólo recuperó la desprestigiada imagen de la iglesia de Boston debido al escándalo por abusos sexuales, sino que, inclusive, vendió su residencia arzobispal para trasladarse a una modesta habitación en un seminario). Están, además, el italiano Giuseppe Bertello, un hábil diplomático, presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, el indio Oswald Gracias, arzobispo de Bombay, el alemán Reinhard Marx, arzobispo de Múnich y Freising, el congoleño Laurent Monsengwo Pasinya, arzobispo de Kinshasa, y el australiano George Pell, arzobispo de Sídney. No quedan dudas, con el Papa Francisco, la Iglesia Católica ha iniciado de inmediato la recuperación de su carácter ecuménico, y ése es un gran inicio.
El Socialismo del Siglo 21; la construcción de un mundo justo cuesta enemigos que no perdonan
Hubo una época, ahora mítica, en que ser joven implicaba la obligación de soñar un mundo futuro más justo, equitativo y libre de miserias. Para eso se inventaron las Revoluciones. Para esparcir su simiente transformadora aparecieron los filósofos, los poetas y los juglares; pero, después del éxito de la Revolución Cubana, los enemigos de la Utopía decidieron envenenar el suelo latinoamericano con su vómito de ambición, odio, represión y muerte. Empezaron en Guatemala y rápidamente se escurrieron hasta el cono sur. Con la caída del muro de Berlín la situación ya parecía no tener reversa, hasta cuando apareció en Venezuela un héroe atípico.
El Comandante Presidente, Coronel Hugo Rafael Chávez Frías (Sabaneta, Barinas, Venezuela, 28 de julio de 1954 - Caracas, Venezuela, 5 de marzo de 2013) Presidente de la República Bolivariana de Venezuela desde el 2 de febrero de 1999 hasta su muerte el 5 de marzo de 2013 a las 16:25 hora local, en el Hospital Militar de Caracas, Venezuela. Escapado de las filas militares, se tomó el poder y emprendió su exitosa campaña de liberación civilista de los oprimidos y el hermanamiento solidario de los países latinoamericanos. Contaba para ello con el recurso del petróleo, base exponencial del sistema capitalista. Pero, siendo precisamente ese recurso el origen de todos los odios y guerras de expansión de las potencias industrializadas, resulta obvio y de natural efecto la reacción egoísta y mezquina de una subclase emergente acostumbrada a construir fortunas a la sombra de la corrupción burocrática, el pillaje, el acaparamiento de mercancías, el monopolio de la información y el tráfico de micro poderes.
Cierto que el analfabetismo político de los pueblos latinoamericanos exigió de sus gobernantes una mezcla exótica de arenga promesera y miopía justiciera al estilo de los gobiernos populistas de la accidentada historiología de América Latina: Juan Vicente Gómez en Venezuela, Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, Anastasio Somoza en Nicaragua, Getúlio Vargas en Brasil o Juan Domingo Perón en Argentina, quienes impusieron un modelo de relación gobierno/pueblo fundada en el paternalismo ambiguo de un estado autoritario que combinaba caprichosamente las técnicas del garrote y la zanahoria. Igualmente cierto que las características idiosincráticas ligadas al tipo de educación de Latinoamérica exigían un perfil de caudillo “carismático”, locuaz y dominante… Ambos requerimientos supo llenarlos con creces el Comandante Presidente, Chávez Frías; sin embargo, esa concentración quizá lo distrajo de darle a su Revolución una fundamentación filosófica y estética que le hiciese viable la perpetuación como sistema ideológico.
El tema es complejo y ya me he extendido demasiado. Sólo quise insinuarlo, porque pienso que si su heredero, el ahora Presidente, Nicolás Maduro, no lo tiene en consideración, va a desperdiciar una oportunidad histórica para los avatares geopolíticos de este siglo que ya consume su segunda década.

martes, 12 de junio de 2012

Ray Bradbury QPD – Zen en el arte de escribir

De antemano me pilateo las manos. Sé que no es leal con él, que despreciaba la internet "Carece de significado, no es real. Está en algún lugar en el aire" (durante años  intentó evitar la publicación como libro electrónico de Farenheit 451. "Los libros electrónicos huelen a gasolina quemada" le dijo al New York Times). Aunque, tengo a mi favor su retractación de 2011 cuando al renovar su contrato editorial debió autorizar los derechos de libro electrónico. Lo cierto es que don Ray Bradbury, quien el reciente cinco de junio decidió regresarse a algunos de aquellos infiernos distópicos que nos describió en sus maravillosos relatos, exige un comentario en este blog, sencillamente porque este bloguero tiene con sus relatos la deuda insaldable de haber conocido y amado de su mano literaria el género mágico poético de ese estilo narrativo conocido como "Ciencia Ficción". Sobre su vida y su obra hay ahora en la red no una nube, sino una constelación de sitios, blog, páginas y portales, así que me limitaré a reproducir un valioso casi manual que el generoso y sabio Bradbury escribiera en 1973. Texto que, por razones fáciles de especular, no fue compartido en las facultades de Letras; pero que debería ser de conocimiento obligatorio de todo aprendiz de plumífero. (Como de costumbre, itálicas y negritas son mi injustificable intervención, rindo mis excusas)
Zen en el arte de escribir
Ray Bradbury
Elegí el título que figura arriba, muy deliberadamente, por supuesto. La variedad de las posibles reacciones debería garantizarme alguna multitud, aunque sólo sea de mirones curiosos: de esos que vienen a apiadarse y se quedan a gritar. Para asegurarse una atención boquiabierta, el viejo curandero de feria que solía ambular por nuestro país utilizaba calíope, tambor y un indio piesnegros. Espero que a mí se me perdone usar el ZEN de modo muy semejante, al menos al principio. Pues al final quizá descubran que en el fondo no es un chiste. Pero pongámonos serios por etapas. Ahora que ya los tengo aquí, ante mi plataforma, ¿qué palabras pondré a la vista pintadas en letras rojas de tres metros de alto?
TRABAJO.
Ésta es la primera palabra.
RELAJACIÓN.
Ésta es la segunda. Seguida de dos finales:
¡NO PENSAR!
Ahora bien, ¿qué tienen que ver estas palabras con el budismo zen? ¿Qué tienen que ver con la escritura? ¿Y conmigo? Pero muy especialmente, ¿qué tienen que ver con ustedes? Antes que nada, echemos una larga mirada a TRABAJO, esa palabra levemente repulsiva. Sobre todo, es la palabra alrededor de la cual girará la carrera de ustedes durante toda la vida. Empezando ahora, cada uno de ustedes debería volverse no un esclavo, término demasiado mezquino, sino un socio. Cuando consigan que la existencia y el trabajo sean experiencias copartícipes, la palabra perderá su aspecto repulsivo. Dejen que me detenga aquí un momento a hacer unas preguntas. ¿Por qué en una sociedad
de herencia puritana tenemos hacia el trabajo sentimientos tan ambivalentes? No estar ocupados nos da culpa, ¿verdad? Pero por otro lado, si sudamos en exceso nos sentimos manchados. Sólo puedo sugerir que a veces nos inventamos un trabajo, una actividad falsa, para no aburrirnos. O, peor aún, se nos ocurre trabajar por dinero. El dinero se vuelve el objetivo, la meta, el fin y el todo. Y el trabajo, importante sólo como medio para ese fin, degenera en aburrimiento. ¿Cómo puede sorprendernos que lo odiemos tanto?
Al mismo tiempo, otros, los más presuntuosos, han alentado la noción de que basta una pluma, un trozo de pergamino, una hora ociosa al mediodía, un soupçon de tinta primorosamente estampado en papel..., si hay un vaho de inspiración. Siendo dicha inspiración, con demasiada frecuencia, el último número de The Kenyon Review o cualquier otro trimestral literario. Unas pocas palabras por hora, unos párrafos grabados por día y... voilà! ¡Somos el Creador! ¡O, mejor todavía, Joyce, Kafka, Sartre! No hay nada que supere a la creatividad verdadera. No hay nada más destructivo que las dos actitudes descritas arriba.
¿Por qué? Porque las dos son formas de mentir. Es mentiroso escribir para que el mercado comercial nos recompense con dinero. Es mentiroso escribir para que un grupo esnob y cuasi-literario de las gacetas intelectuales nos recompense con fama.
¿Hace falta que les cuente cómo rebosan las revistas literarias de jóvenes que se convencen de que están creando cuando lo único que hacen es imitar los arabescos y floreos de Virginia Woolf, William Faulkner o Jack Kerouac? ¿Hace falta que les cuente cómo rebosan las revistas femeninas y otras publicaciones comerciales de jóvenes que se convencen de que están creando cuando lo único que hacen es imitar a Clarence Buddington Kelland, Anya Seton o Sax Rohmer? El mentiroso de vanguardia piensa que será recordado por una mentira pedante. A la vez el mentiroso comercial, en su nivel, piensa que si él se tuerce, es porque el mundo está inclinado; ¡todo el mundo camina así!
Bien, me gustaría creer que a nadie que lea el presente artículo le interesan esas formas de la mentira. Cada uno de ustedes, interesado en la creatividad, quiere entrar en contacto con aquello de sí mismo que es auténticamente propio. Quieren fama y fortuna, sí, pero sólo como premio por un trabajo sincero y bien hecho. La notoriedad y la cuenta abultada deben llegar cuando todo lo demás ya ha concluido. Es decir que mientras uno está ante la máquina no ha de tenerlas en cuenta. Quien las tiene en cuenta miente de una de las dos formas: bien para complacer a un público minúsculo, capaz de apalear una Idea hasta la insensibilidad, y al cabo matarla, o a un público amplio que no reconocerá una Idea aunque ésta le diese un mordisco. Se habla mucho de los que se someten al mercado, pero no lo suficiente de los que se someten a las camarillas. En último análisis, ambas actitudes son desgraciadas para el escritor que vive en este mundo. Nadie recuerda, nadie menciona, nadie discute la historia de un sometido, sea un Hemingway diminuto o un Elinor Glyn de tercera.
¿Cuál es la mayor recompensa para un escritor? ¿No es que un día alguien se le abalance, con la cara estallando de franqueza y los ojos ardientes de admiración, y exclame: “¡Su último cuento era buenísimo, realmente maravilloso!”? Entonces sí vale la pena escribir. Sólo entonces. De golpe las pomposidades de los intelectuales desvaídos se desvanecen en el polvo. De pronto los agradables billetes obtenidos de revistas gordas de publicidad pierden toda importancia. El más artificioso de los escritores vive para ese momento. Y Dios, en su sabiduría, a menudo proporciona ese momento al más rácano de los escribidores y al más exhibicionista de los literateurs. Porque en la labor cotidiana llega un momento en que el consabido Escritor Comercial se enamora tanto de una idea que empieza a galopar, echar vapor, jadear, exaltarse y, a pesar de sí mismo, escribir desde el corazón. Y así también al hombre de la pluma de ganso le entra fiebre, y a fuerza de sudar caliente termina soltando tinta roja. Luego estropea docenas de plumas y horas más tarde emerge del lecho de la creación, ruinoso como quien ha desviado un alud que iba a aplastarle la casa.
Ahora bien, ¿qué es ese sudor?, preguntarán ustedes. ¿Debido a qué esos dos mentirosos casi compulsivos se lanzaron a decir la verdad? Permítanme alzar de nuevo mis carteles.
TRABAJO.
Es del todo evidente que los dos estaban trabajando. Y, pasado un rato, el trabajo mismo adquiere un ritmo. Empieza a perderse lo mecánico. Prevalece el cuerpo. Cae la guardia. ¿Entonces qué pasa?
RELAJACIÓN.
Hasta que los hombres se dan a seguir alegremente mi último consejo:
NO PENSAR.
Lo que resulta en más relajación, más espontaneidad y una mayor creatividad. Ahora que los he confundido por completo, permítanme una pausa para oír su grito consternado. ¡Imposible!, dicen, ¿cómo es posible trabajar y relajarse? ¿Cómo se puede crear sin ser un despojo de nervios? Se puede. Todos los días de todas las semanas de todos los años hay alguien que lo hace. Atletas. Pintores. Escaladores de montañas. Budistas zen con pequeños arcos y flechas. Hasta yo puedo. Y si hasta yo puedo, como probablemente están mascullando ahora con los dientes apretados, ¡también pueden ustedes! De acuerdo, ordenemos de nuevo los carteles. En realidad cabría ponerlos en cualquier orden. RELAJACIÓN y NO PENSAR podrían ir primero y segundo, o los dos al mismo tiempo seguidos de TRABAJO. Pero por conveniencia hagámoslo así, con la adición de un cuarto cartel de desarrollo: TRABAJO. RELAJACIÓN. NO PENSAR. AHONDAR LA RELAJACIÓN. ¿Analizamos el primero?
TRABAJO. Usted, por ejemplo, ya viene trabajando, ¡no? ¿O planea algún tipo de programa especial para empezar no bien deje este artículo? ¿Qué clase de programa? Algo así. Mil o dos mil palabras por día durante los próximos veinte años. Al principio podría apuntar a un cuento por semana, cincuenta y dos cuentos al año, durante cinco años. Antes d sentirse cómodo en este medio tendrá que escribir y dejar de lado o quemar mucho material. Bien podría empezar ahora mismo y hacer el trabajo necesario. Porque yo creo que finalmente la cantidad redunda en calidad. ¿Cómo?
Los billones de bocetos de Miguel Ángel, de Da Vinci, de Tintoretto –lo cuantitativo- los prepararon para lo cualitativo, bocetos únicos de línea más honda, retratos únicos, paisajes únicos de dominio y belleza increíbles. El gran cirujano disecciona y vuelve a diseccionar mil, diez mil cuerpos, tejidos, órganos, preparando así por la cantidad el momento en que lo importante sea la calidad: aquel en que tenga bajo el cuchillo una criatura viva. El atleta llega a correr diez mil kilómetros para prepararse para los cien metros. La cantidad da experiencia. Sólo de la experiencia puede surgir la calidad. Todas las artes, grandes y pequeñas, son la eliminación del exceso de movimiento a favor de la declaración concisa. El artista aprende a omitir. El cirujano sabe ir directamente a la fuente del problema, evitar pérdidas de tiempo y complicaciones. El atleta aprende a conservar la energía y aplicarla en cada momento en un lugar distinto, a utilizar un músculo y no otro. ¿Es diferente el escritor? Creo que no. A menudo su arte estará en lo que no dice, lo que omite, en la habilidad para exponer simplemente con emoción clara, y llevarlo adonde quiere llegar. El trabajo del artista es tan largo, tan arduo, que un cerebro que vive por su cuenta acaba desarrollándose en los dedos. Lo mismo para el cirujano, cuya mano esbozará salvadores dibujos, como la mano de Da Vinci, pero al fin en la carne del hombre. Lo mismo para el atleta, cuyo cuerpo acaba por educarse y se convierte él mismo en mente. Por el trabajo, por la experiencia cuantitativa, el hombre se libera de toda obligación ajena a su tarea inmediata.
El artista no tiene que pensar en los premios de la crítica ni en el dinero que obtendrá pintando. Tiene que pensar en la belleza de este pincel preparado a fluir si él lo suelta. El cirujano no ha de pensar en los honorarios, sino en la vida que palpita bajo sus dedos. El atleta debe ignorar a la multitud y dejar que su cuerpo corra por él. El escritor debe dejar que sus dedos desplieguen las historias de los personajes, que, siendo humanos y llenos como están de sueños y obsesiones extrañas, no sienten más que alegría cuando echan a correr. De modo que el trabajo, el trabajo esforzado, allana el camino a las primeras fases de la relajación, esas en que uno empieza a acercarse a lo que Orwell llamaría el No pensar. Como cuando se aprende a escribir a máquina, llega un día en que las meras letras a-s-d-f y j-k-l dan paso a una corriente de palabras.
Por eso no deberíamos desdeñar el trabajo ni desdeñar los cuarenta y cinco o cincuenta y dos cuentos escritos en nuestro primer año de fracasos. Fracasar es rendirse. Pero uno está en medio de un proceso móvil. Entonces no hay nada que fracase. Todo continúa. Se ha hecho el trabajo. Si está bien, uno aprende. Si está mal, aprende todavía más. El único fracaso es detenerse. No trabajar es apagarse, endurecerse, ponerse nervioso; no trabajar daña el proceso creativo. Ya ven entonces que no trabajamos por trabajar, no producimos por producir. Si fuera así, sería lógico que ustedes alzaran las manos, horrorizados, y me dejaran. Lo que estamos intentando es encontrar una forma de liberar la verdad que todos llevamos dentro.
¿No es obvio ahora que cuanto más hablamos de trabajo más nos acercamos a la Relajación?
La tensión nace de ignorar o de haber rendido la voluntad de saber. El trabajo, porque da experiencia, se convierte en nueva confianza y finalmente en relajación. Una relajación, una vez más, de tipo dinámico; como en la escultura, cuando el artista no necesita decir a sus dedos lo que tienen que hacer. Tampoco el cirujano aconseja al bisturí. Ni el atleta aconseja al cuerpo. De repente se alcanza un ritmo natural. El cuerpo piensa solo. Volvamos pues a los tres carteles. Júntenlos en el orden que quieran. TRABAJO RELAJACIÓN NO PENSAR. Antes separados, ahora se juntan en un proceso. Porque si uno trabaja, termina relajándose y al final no piensa. Entonces y sólo entonces opera la verdadera creación. Pero sin un pensamiento correcto el trabajo es casi inútil. Me repito, pero el escritor que quiera pulsar la verdad más amplia que hay en él debe rechazar las tentaciones de Joyce o Camus o Tennessee Williams tal como las exhiben las revistas literarias. Debe olvidarse del dinero que lo espera en las revistas populares. Debe preguntarse qué piensa realmente del mundo, qué ama, teme u odia y empezar a vertirlo en el papel.
Luego, a través de las emociones, con el trabajo sostenido durante un largo período, la escritura se hará más clara; el escritor empezará a relajarse porque estará pensando bien y el pensamiento se hará más correcto aún porque él estará relajado. Se volverán los dos intercambiables. Por fin el escritor empezará a verse. De noche, de lejos, la fosforescencia de sus adentros arrojará sombras en la pared. Por fin el chorro, la agradable mezcla de trabajo, espontaneidad y relajación será como la sangre en un cuerpo, fluyendo del corazón porque ha de fluir, en movimiento porque ha de moverse. ¿Qué intentamos develar en este flujo? Lo único irremplazable en el mundo, la única persona de la cual no hay duplicado. Usted. Así como hubo un solo Shakespeare, un Molière, un doctor Johnson, usted es ese bien precioso, el hombre individual, el hombre que todos proclamamos democráticamente pero tan a menudo se pierde en el tráfago, incluso para sí mismo.
¿Cómo se pierde uno?
Poniéndose metas incorrectas, como he dicho. Ambicionando la fama literaria demasiado rápido. Ambicionando dinero demasiado pronto. Pero deberíamos recordar que la fama y el dinero son dones que se nos otorgan sólo después de que hayamos brindado al mundo nuestros dones mejores, nuestras verdades solitarias e individuales. Por el momento tenemos que construir nuestra mejor trampa para ratones, sin atender al agujero que nos están abriendo en la puerta. ¿Qué piensa usted del mundo? Usted, prisma, mide la luz del mundo; ardiente, la luz le pasa por la mente para arrojar en papel blanco una lectura espectroscópica diferente de todas las demás. Que el mundo arda a través de usted. Proyecte en el papel la luz rojo vivo del prisma. Haga su propia lectura espectroscópica. ¡Descubrirá entonces un nuevo elemento, usted, y lo registrará gráficamente y le pondrá nombre! Entonces, prodigio de prodigios, tal vez hasta se haga conocido en las revistas literarias y un día, ciudadano solvente, se quede deslumbrado y feliz cuando alguien exclame sinceramente: “¡Bien hecho!”. La sensación de inferioridad, pues, muy a menudo revela inferioridad verdadera en un oficio por simple falta de experiencia. De modo que trabaje, adquiera experiencia y así, lo mismo que el nadador se solaza en el agua, podrá estar a gusto en su escritura. En su mundo hay un solo tipo de historia. La suya. Si usted escribe su historia posiblemente se la venda a una revista u otra. A mí, Weird Tales me ha rechazado cuentos que después envié y vendí a Harper’s. Planet Stories me ha rechazado cuentos que vendí a Mademoiselle. ¿Por qué? Porque siempre he intentado escribir mi propia historia. Pónganles la etiqueta que quieran, llámenlas ciencia ficción, fantasía, policial o western En el fondo, todas las buenas historias son de una sola clase: la de la historia escrita por un individuo con una verdad propia.
Esa historia siempre cabrá en alguna revista, sea el Post o McCall’s, sea Astounding Science- Fiction, Harper’s Bazaar o The Atlantic. Me apresuro a añadir que para el escritor principiante, imitar es natural y necesario. En los años de preparación el escritor debe elegir un campo donde crea que podrá desarrollar cómodamente sus ideas. Si su naturaleza se parece en algo a la filosofía de Hemingway, es correcto que imite a Hemingway. Si su héroe es Lawrence, seguirá un período de imitación de Lawrence. Si le gustan los westerns de Eugene Manlove Rhodes, en el trabajo se traslucirá esa influencia. En el proceso de aprendizaje, el trabajo y la imitación van juntos. Uno sólo se impide volverse auténticamente creativo cuando la imitación sobrepasa su función natural. Hay escritores que tardan años en dar con la historia original que llevan dentro; otros apenas unos meses. Después de millones de palabras de imitación, a los veintidós años yo me relajé de repente y abrí la brecha a la originalidad con una historia de “ciencia ficción” que era enteramente “mía”. Recuerden que una cosa es escoger un campo de escritura y otra muy diferente someterse dentro de ese campo. Si su gran amor es el mundo del futuro, parece adecuado que gaste su energía en la ciencia ficción. La pasión lo protegerá contra todo sometimiento, o una imitación excesiva. No hay campo malo para un escritor. Lo único que puede causar daño grave son los diversos tipos de presunción. ¿Por qué en nuestra época, en cualquier época, no se escriben y venden más historias “creativas”? Principalmente, creo, porque muchos escritores ni siquiera conocen el modo de trabajar que he discutido aquí. Estamos tan acostumbrados a la dicotomía entre lo “literario” y lo “comercial” que no hemos etiquetado ni considerado la Senda Media, la vía que mejor conduce a la producción de historias igualmente agradables para los esnobs y los escribas. Como de costumbre, hemos resuelto el problema, o hemos creído que lo resolvíamos, apretujando todo en dos cajas etiquetadas. Cualquier cosa que no entre en alguna de las dos cajas no entra en ninguna parte. Mientras sigamos actuando y pensando así, nuestros escritores seguirán sujetos y maniatados por sí mismos. Entre una y otra opción está el Gran Camino, la Vía Feliz.
Y ahora, seriamente -¿les sorprende?- he de sugerirles que lean ustedes un libro de Eugen Herrigel llamado El zen en el arte del tiro con arco. Allí las palabras TRABAJO, RELAJACIÓN Y NO PENSAR, u otras parecidas, aparecen bajo diferentes aspectos y en marcos diversos. Yo no sabía nada del zen hasta hace unas semanas. Lo poco que sé ahora, ya que quizá los intriguen las razones de mi título, es que también en este rubro, el arte de la arquería, tienen que pasar largos años para que uno aprenda la simple acción de tensar el arco y colocar la flecha. Luego otros de preparación para el proceso, a veces tedioso y enervante, de permitir que la cuerda se suelte y la flecha se dispare. la flecha debe volar hacia un objetivo que nunca hay que tener en cuenta. No creo, después de un artículo tan largo, que deba mostrarles aquí la relación entre el tiro con arco y el arte del escritor. Ya les he advertido que no piensen en objetivos. Hace años, instintivamente, descubrí el papel que debía desempeñar el Trabajo en mi vida. Hace más de doce, en tinta roja, a la derecha, escribí en mi escritorio las palabras ¡no pensar! ¿Me reprocharán ustedes que, en fecha tan tardía, me haya encantado topar con la verificación de mi instinto en el libro de Herrigel sobre el zen? Llegará un día en que sus personajes les escribirán los cuentos; un día en que, libres de inclinaciones literarias y sesgos comerciales, sus emociones golpearán la página y contarán la verdad. Recuerden: la Trama no es sino las huellas que quedan en la nieve cuando los personajes ya
han partido rumbo a destinos increíbles. La Trama se descubre después de los hechos, no antes. No puede preceder a la acción. Es el diagrama que queda cuando la acción se ha agotado. La Trama no debería ser nada más. El deseo humano suelto, a la carrera, que alcanza una meta. No puede ser mecánica. Sólo puede ser dinámica. De modo que apártense, olviden los objetivos y dejen hacer a los personajes, a sus dedos, su cuerpo. No se contemplen el ombligo, entonces, sino el inconsciente, y con eso que Wordsworth llamó “sabia pasividad”. Para solucionar sus problemas no les hace falta recurrir al zen. Como todas las filosofías, el zen no hizo sino seguir las huellas de hombres que aprendieron por instinto lo que era bueno para ellos. Todo tallista, todo escultor que esté a la altura de su mármol, toda bailarina, ponen en práctica lo que predica el zen sin haber oído nunca esa palabra. La sentencia “Sabio es el padre que conoce a su hijo” debería prafrasearse en “Sabio es el escritor que conoce su inconsciente”. Y que no sólo lo conoce sino que lo deja hablar del mundo como sólo ese inconsciente lo ha sentido y modelado, como verdad propia. Schiller aconsejó a los que fueran a componer que retirasen “a los guardianes de las puertas de la inteligencia”. Coleridge lo expresó así: “La naturaleza torrencial de la asociación, a la cual el pensamiento pone timón y freno”. Para acabar, como lectura suplementaria a lo que he dicho, “La educación de un anfibio”, de Aldous Huxley, en su libro Mañana y mañana y mañana. Y, libro realmente bueno, Haciéndose escritor, de Dorothea Brande; se publicó hace muchos años pero explica muchas de las maneras en que el escritor puede descubrir quién es y cómo volcar en el papel la materia interior, a menudo mediante la asociación de palabras. Y ahora díganme, ¿he sonado como una especie de cultista? ¿Cómo un yogui que se alimenta de naranjitas chinas, pasas de uva y almendras a la sombra del banano? Permítanme asegurarles que si les hablo de todo esto es porque durante años ha funcionado para mí. Y creo que quizá les funcione a ustedes. La verdadera prueba está en la práctica. Por eso sean pragmáticos. Si no están contentos con su escritura, bien podrían darle una oportunidad a mi método. Creo que encontrarían fácilmente un nuevo sinónimo de trabajo. Es la palabra AMOR.

viernes, 18 de mayo de 2012

Carlos Fuentes ha regresado a la región más transparente del aire


Qué se puede decir de don Carlos Fuentes Macías (escritor nacido en Panamá de padres mexicanos, el 11 de noviembre de 1928 y fallecido a los 83 años en Ciudad de México, D. F. el 15 de mayo de 2012) que no se le haya dicho durante su larga y prolífica existencia en los mundos de la diplomacia mexicana y la literatura universal: candidato en varias ocasiones al Premio Nobel de Literatura, recibió, entre otros, los premios Rómulo Gallegos en 1977, Cervantes en 1987, Príncipe de Asturias de las Letras en 1994, la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica en 2009 y en el verano de 2011 el Premio Formentor de las Letras en Mallorca... como si fuera poco, Octavio Paz lo presentó en 1972 como miembro al Colegio Nacional y en agosto de 2001 fue nombrado Miembro Honorario de la Academia Mexicana de la Lengua...
Autor de novelas de reconocimiento universal, como lo son La región más transparente (Fondo de Cultura Económica, México, 1958), La muerte de Artemio Cruz (FCE, Colección Popular, México, 1962), Aura (Ediciones Era, México, 1962), Cambio de piel (J. Mortiz, México, 1967), Terra Nostra (J. Mortiz, México, 1975; Seix Barral, Biblioteca Breve 385, Barcelona, 1975) y Gringo Viejo (FCE, colección Tierra Firme, México, 1985), es uno de los pilares del fenómeno literario del último tercio del siglo XX conocido como el Boom latinoamericano junto a Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Además de su obra novelística Fuentes, graduado en Leyes en la Universidad Nacional Autónoma de México y en Economía en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra, llenó las páginas de los principales periódicos de España y Latinoamérica con sus ensayos sobre actualidad política, arte y literatura. Aquí un completo compendio de su producción literaria.
Gran aficionado al cine, el maestro Fuentes escribió guiones para numerosas películas cuyas historias se basaban unas veces en relatos de su autoría, otras en relatos de Juan Rulfo, de quien era su confeso admirador, e incluso en 1966 con el mexicano Juan Ibáñez rodó Tiempo de morir, de Gabriel García Márquez, con quien compartió una profunda amistad. En 1967 hizo la adaptación de Pedro Páramo (la novela de Rulfo que dirigió Carlos Velo); en 1975 hizo la adaptación de Ignacio (otro cuento de Rulfo) y en 1964, junto con Gabriel García Márquez y Roberto Gavaldón como director, El gallo de oro, otro de los relatos esenciales en la narrativa de Rulfo. Entre las obras de su autoría para las cuales hizo la adaptación se encuentran Las dos Elenas ( 1964, filme corto basado en su cuento homónimo y dirigida por José Luis Ibáñez, quien también le dirigió Las dos cautivas, también basada en una historia de Fuentes). De su libro de cuentos Cantar de ciegos salieron Un alma pura (1965), Muñeca Reina (1972 dirigida por Sergio Olhovich)  y en 1988 Vieja Moralidad (mediometraje realizado por Orlando Merino). En 1981 hizo el guión de su novela La cabeza de la hidra para el director mexicano Paul Leduc que le llevó al cine con el título de Complot Petróleo: La cabeza de la hidra. En 1989, el argentino Luis Puenzo le filmó Gringo viejo. En 1992 se empezó a difundir la serie televisiva El espejo enterrado, filmada por él y sobre cuya base publicó el libro homónimo. Lanin A. Gyurko, profesor de la Universidad de Arizona y autor de dos libros sobre la relación de Fuentes con el cine, demuestra la influencia recíproca tanto de Fuentes sobre el cine norteamericano como la del cine sobre la obra literaria de aquel. en The Shattered Screen. Myth and Demythification in the Art of Carlos Fuentes and Billy Wilder (New Orleans: University Press of the South, 2009) y Magic Lens. The Transformation of the Visual Arts in the Narrative World of Carlos Fuentes (New Orleans: University Press of the South, 2010).
En fín, un autor protéico, que algunas veces tocó el umbral del realismo mágico aunque con sus pies siempre afincados en el terreno del realismo social y su mirada guiada por su empatía con los sentimientos humanos. Para entender esta última afirmación, "escuchemos" de boca del propio Fuentes algunos apartes del proceso creativo de algunas de sus novelas (ya saben que soy un maestro del robo de textos; el que sigue lo he fusilado del magnífico blog Del Castillo Literario

LA REGIÓN MÁS TRANSPARENTE
México habla al escritor (1958)
“Pertenecía yo a una tradición, era muy amigo de Rulfo. Admiraba mucho su obra y me parecía que El llano en llamas y Pedro Páramo eran obras definitivas que cerraban un capítulo de estilo, de temática; y quedaba otra parte de la ciudad que no estaba escrita. Yo viví mucho la ciudad: fui muy parrandero, iba a cabarets, a burdeles, a los bailes, conocía mucho a la gente. Salía con Salvador Elizondo, éramos compañeros de parranda, y él se admiraba de mí y, a veces, cuando estábamos en alguno de estos sitios, me decía: ‘¿Por qué mejor no ves a las muchachas en lugar de estar tomando notas?’. Pero yo lo hacía, sin saberlo, para La región más transparente. De manera que cuando me senté a escribir la novela tenía una cantidad de elementos ya guardados inmensa, y la ciudad misma que estaba clamando por ser escrita. Yo sentía eso, que la ciudad me gritaba: ‘¡Escríbeme, por favor!, ¡Escríbeme, ¿por qué nadie me escribe?!’. Cuando salió decían que esa novela no valía la pena”, recordaba Carlos Fuentes. Así surgió una gran novela urbana cuyos retratos siguen vigentes.
AURA
La luz y Maria Callas (1962)
“Estando en casa de una amiga en París vi que ella salía de la recámara y al pasar por el tragaluz, ella, de tan solo 20 años, se transformó en una vieja por la luz que le cayó de repente. Así nació Aura, que escribí en cinco días en un café de París en 1962. Creyendo, como puede uno creer, que la obra era muy original, que no tenía antecedentes, la verdad es que no es así. Uno de ellos lo recordé más tarde, cuando vi en México, en los años cincuenta, La Traviata con María Callas. Ella hacía algo extraordinario al final de la ópera; mientras todas las sopranos echan el Do de pecho y se despiden con un aria enorme, María Callas no. Ella iba apagándose como una llama y cantando más levemente. Se apagaba la voz, se apagaba la vida. Eso me impresionó, y tiene que ver con Aura”. Esa historia de la joven que vive con su tía anciana y viuda y que Felipe Montero quiere liberar hasta que en su empeño entra en la confusión de la realidad.
LA MUERTE DE ARTEMIO CRUZ
Pasado, presente y futuro (1962)
“Entre tanto escribí La muerte de Artemio Cruz, que me faltaba como novela de mí país, de la revolución mexicana. Pero también era yo muy conciente del antecedente realista de otros autores españoles y pensé en la manera de darle otra forma a esta novela. Imaginé que habría tres personas que la contaban: un moribundo Artemio Cruz, en primera persona; la conciencia de Artemio Cruz, en segunda persona; y la vida de Artemio Cruz, en tercera persona. Presente, pasado y futuro”. Con esta novela empezó a adentrarse en la historia, el pasado mexicano, que sería uno de sus pilares literarios.
CAMBIO DE PIEL
Para Julio Cortázar (1967)
“Empezado los años sesenta iba muy bien, pero fue muy problemático porque uno no espera a los 30 años tener tanto éxito. Eso es antes de Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Entonces sí tenía nervios, dudas, desorientaciones. Publiqué en 1967 Zona sagrada y Cambio de piel, pero no me sentía a gusto en mi propia piel”. La escribe y la dedica a Julio Cortázar, cuyo mundo late en sus páginas. Cholula es el pueblo mexicano en el que cuatro personas, que iban rumbo a Veracruz en un coche, desvelarán sus personalidades. De nuevo, las sombras de la historia, pero aquí en lo personal, sobre todo de Javier, que sacrificó sus sueños políticos e intelectuales por el amor.
TERRA NOSTRA
Un proyecto de 10 años (1975)
“No me sentí bien en mi propia piel y me preguntaba: 'Después de este éxito qué voy a hacer yo ahora? ¿Acaso voy a ser de esos escritores que escriben dos libros y se quedan en silencio, como Rulfo, o acaso voy a tener una existencia literaria más larga? No lo sabía. Entonces me embarqué en un proyecto literario que duró diez años: Terra nostra. Eso me dio aliento para seguir. Es una novela en la que tuve que investigar a fondo la época. Iba escribiendo poco a poco y la novela iba creciendo como una planta, como un arbolote. La terminé un año nuevo en Washington. Para muchos de mis lectores es mi mejor novela. Es para una minoría, no es una novela popular, de ninguna manera”. Es su obra más experimental. Trata del poder trasplantado de la corona española a sus colonias y para eso se remonta a los orígenes.
GRINGO VIEJO
Un cruce de fronteras (1985)
“Es un continuo cruce de fronteras en toda clase de ámbitos”, decía de Gringo viejo. La vida del periodista y escritor Ambrose Bierce, que un día cruza la frontera mexicana y busca unirse a las tropas de Pancho Villa, le sirve para decir que la vida no es una línea recta, y que no es solo el factor político el que determina destinos.
EL ESPEJO ENTERRADO
La edad del tiempo (1992)
La historia, el tiempo, la memoria y la imaginación están imbricadas en sus narraciones. Pero, ¿en qué momento reflexionó sobre eso?: “Fue a comienzo de los años ochenta. Era un momento blanco. No había más que nieve alrededor mío. No podía ni salir a la calle. Estaba muy encerrado y pensaba en el trópico, en las palmeras, en el mar. Y también en mi obra, entonces pensé en darle un título general y un orden. De ahí salió el nombre de todo mi ciclo literario: La edad del tiempo”. Entonces surge El espejo enterrado. De nuevo las relaciones entre España y América. El mirar atrás. La búsqueda de identidad de una metamorfosis continua. Un ensayo pormenorizado desde el punto de vista sociocultural. Un mundo que es ahijado de la tragedia de una vida utópica y real al tiempo.
LOS AÑOS CON LAURA DÍAZ
La mirada de la mujer (1999)
“Las mejores novelistas del mundo son nuestras abuelas y a ellas, en primer lugar, les debo la memoria en que se funda esta novela”, escribe. Es la reivindicación femenina en la historia de México. Narra de manera paralela la historia de una mujer y la de su país durante una centuria: de 1868 a 1968. Independencias, guerras, revoluciones, guerras cristeras, PRI, modernidad… y los conflictos del mundo.
LA SILLA DEL ÁGUILA
México, el enigma (2003)
“México es un enigma para mí. Un país que se desborda y al que he buscado, tratado de entenderlo desde sus orígenes pero una de las respuestas y señas de identidad es que todo siempre se complica”. Y aquí lo hizo a través de una obra de corrupción política y de la ambición desmadrada que parecen sostener a toda una sociedad.