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viernes, 20 de abril de 2018

Cómo y para qué estudian los jóvenes del siglo 21

                                                                           El saber cambia de estatus al mismo tiempo que las  sociedades entran en la edad llamada posindustrial y las culturas en la llamada posmoderna. 

J.F.Lyotard, La condición posmoderna. Informe sobre el saber, Madrid, Cátedra, 1986, pág. 14.



Cuentan los nostálgicos de los orígenes de la especie humana, que hubo una época, que duró algunos siglos, en la que algunos humanoides, presas de la curiosidad, creyeron encontrar en el culto al Conocimiento su razón de Ser, el explicatum de todas las causas y consecuencias que en el mundo hubieron sido, fueron y serían.  Un Conocimiento que encausaba en esa inquietud de adolescencia de la especie humana el caudal de la convivencia armónica con el Gran Todo, un fluir CON... una CON- CIENCIA de la Unidad Cósmica.
Fue mediante el uso y el abuso de ese instrumento ideal para la comprensión de sus realidades, que la humanidad construyó y destruyó mundos reales, falsos, posibles y fantásticos tratando de consolidar sus ideales de "superioridad de especie", "evolución cultural" y "progreso social"; aunque aquella búsqueda también era un agente de subversión, dominación y, en algunos casos, de acracia, porque el gusto por el Conocimiento no es precisamente una marca definidora de las bondades de la naturaleza humana. Desde sus asomos quedó claro que quien creyese poseerlo en grado sumo lo usaría para hacerse al control de sus congéneres y cuantas otras especies vivientes y rentables topase en su camino. Y sus consecuencias fueron tan notables, que hasta hubo religiones que lo consideraron el más grave de los pecados; tan grave, que ocasionó la expulsión del Paraiso de los primeros padres del género humano, según nos lo presenta el relato de una de las más difundidas doctrinas religiosas. Un Conocimiento tal confería tanta influencia a LOS Conocedores (clasificados con las etiquetas de "Sabios" o "Iniciados"), que fue menester enclaustrarlo en recintos a los cuales denominaron Templos.
Del sueño de divinidad a la vigilia de la animalidad
Puesto que el degeneramiento de las cosas sustantivas, el debilitamiento de los procesos adverbiados y la corrupción de los ideales adjetivados es condición inherente a los bípedos de traje y accesorios, aquel Conocimiento vestigial, aquella Reminiscencia de una divinidad perdida se fue convirtiendo en especulación, en "mensaje", en prescripción comportamental y en preceptiva cultural... en Mores cuyos principios básicos se estipulaban a través de Oráculos regentados por sacerdotisas, pitonisas, arúspices y profetas. El arcaico Dios Padre Creador resultó devenido en múltiples demiurgos. Y el fantasma de cada demiurgo /particionó/ (perdón por el eufemismo, pero me es necesario para la asociación subliminal a un posible "disco duro" ontológico) aquella ilusión de El Conocimiento en segmentos cuyas limitaciones definirían el paso del homo theologus al homo faber. En un corto lapso ese presagio de "consecuencias", esa presunción de futurología, se hizo material sensible, argamasa dúctil, mercancía susceptible de ser procesada, almacenada, comercializada y traficada. Una ductilidad que sustituyó la nostalgia de divinidad con la singularización de las habilidades constructoras. Ya el Conocer nunca más se albergaría en templos... ya nunca más se Iniciaría en el Conocimiento... A partir de aquel momento se Enseñaría para inducir un Saber.
El homo faber mutó al zoo politikon y el animal politico clasificó los aprendizajes al acomodo de sus conveniencias... y una forma nebulosa e incompleta de conocimiento se hizo carne y se estableció entre los hombres para la construcción de SU mundo. La conciencia individualizada de esa incompletud transformó aquella "reminiscencia" en incertidumbre de saber y esa incertidumbre buscó refugio en las certezas del aprender y se parapetó en un método clasificador al que denominó Educación. Desde aquel entonces, el Saber ha consistido en una acumulación mnemotécnica de tips o datos sobre uno o varios oficios determinados y la Educación en el sistema mediante el cual se imparte ese "saber". Una Educación orientada a la producción y economía de los saberes esenciales en la ejecución de los oficios requeridos para la sobrevivencia del clan, gens, grupo, tribu o sociedad. Y ese juego de tronos (para estar en la onda hachebeolera) dividió la humanidad entre vencedores y vencidos, amos y esclavos, productores y administrados, trabajadores y dueños de los medios de producción y sus productos. Un paréntesis para un poco de historia
En la bruma de los tiempos míticos quedó vagando el fantasma de un Conocimiento arquetípico que extendió su ulular desde los oráculos egipcios y los sofistas, los peripatéticos y los académicos griegos, hasta las escuelas palatinas, monásticas y episcopales del medioevo para confundirse entre los sueños y los intereses fundacionales de los creadores de las primeras escuelas de artes y oficios y universidades para el estudio del Derecho, la Medicina y la Teología. La parte central de aquella enseñanza implicaba el estudio de las artes preparatorias o artes liberales: el trivium (gramática, retórica y lógica) y el quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía). Después, el alumno entraría en contacto con estudios más profundos que seguían denominándose artes liberales y que incluían todo tipo de ciencias, a los cuales podría denominárseles genéricamente Filosofía.
El siglo XV irrumpió con un conjunto de cambios trascendentales para la concepción del mundo en la sección del globo terráqueo que hoy conocemos como "occidente". El hallazgo de un continente hasta ese entonces desconocidoel desarrollo de la imprentala Reforma Protestante, el Renacimiento y la Revolución Científica, influyeron de modo tan determinante, que aquel período quedó etiquetado como el inicio de la Modernidad. En términos sociales e históricos, no se llega a la Modernidad con el final de la Edad Media en el siglo XV, sino tras la transformación de la sociedad preindustrial rural tradicional en la sociedad industrial y urbana moderna que se produce con la Revolución Industrial y la imposición de un sistema de acumulación de mercancía y explotación del trabajo asalariado conocido como capitalismo. 
Comienzo con una cita de Gilbert Keith Chesterton en su novela El regreso de Don Quijote escrita por entregas en la revista GK’s Weekly en 1926. "Antes la gente se quejaba de que el romanticismo estaba echando a perder la juventud. Pues bien, lo que está arruinándolos ahora es su sordidez, su afán de hablar de dinero y de máquinas, su manía de ser prosaicos, materialistas y rastreros. Quieren convertir un mundo de ateos que no tardará en convertirse en el mundo de los simios".
"¿Empobrecimiento cultural, pauperización de la cultura? ¿De quién estamos hablando? Si hablamos de las élites, quizá. Cuando vemos la manera en la cual las élites europeas fueron educadas a principios de siglo (latín griego, lectura de los clásicos, cultura humanista), la realidad hoy es diferente. Ahora la gente va a escuelas de ingeniería y a las escuelas de negocios, básicamente. Es una cultura del cálculo operativo. Probablemente el estetismo de un Baudelaire, de Oscar Wilde, de Proust, ya no corresponde tanto a la cultura, incluso a la de nuestras élites. ¡La escuela de negocios! ¡Por Dios! Antes esto era horrible. Claramente algo cambió. GillesLipovetsky conversó con EL TIEMPO 
"Al estudiante no se le capacita en lo social y en lo empresarial. Todos deberían estudiar valores compartidos y las instituciones deberían estar al tanto de ello." http://www.portafolio.co/economia/finanzas/peor-le-pasar-colombia-siga-encontrando-petroleo-michael-porter-128210

"Contratos inestables, profesores temporales, flexibilización laboral, sobrecarga de trabajo, salarios injustos, escasa participación de la comunidad universitaria en la toma de decisiones, aumento de puestos administrativos y burocráticos, autoritarismo y exclusión, jóvenes sometidos a la presión de los créditos y las deudas, cursos superfluos, precios cada vez elevados, estudiantes que se limitan a tomar apuntes y a recitarlos de manera literal a la hora de la evaluación. “Todo esto sucede cuando las universidades se convierten en empresas, como ha venido ocurriendo durante las últimas décadas, cuando el neoliberalismo ha ido tomando por asalto cada una de las dimensiones de la vida”" Noam Chomsky, "El neoliberalismo tomó por asalto a las universidades", en El Espectador, marzo13, 2014.
"Señor hazme casto, pero no ahora" "Como san Agustín, en efecto. Otra mirada estrecha lleva a estudiantes y profesionales comodones a ser lo que consideramos inerciales, es decir, a dejarse llevar por la inercia social e ir a la universidad, porque es lo que toca tras la secundaria; y a trabajar, porque es lo que toca tras la universidad..., pero sin darlo todo nunca." "Y otros son transaccionales: en clase cumplen lo mínimo y sólo estudian por el título; y después en su trabajo cumplen lo justo por el sueldo, pero sin interesarse de verdad limitan su interés y dedicación. Y son mediocres en todo." http://www.panorama.com.ve/cienciaytecnologia/Cientifico-de-Harvard-Una-mala-persona-no-llega-nunca-a-ser-buen-profesional-20160412-0031.html 
Así lo advierte la bloguera Isis Giraldo en su post La sobre-valoración de la educación universitaria en Colombia, "La “educación universitaria para todos” es una propuesta irrealizable en cualquier contexto — si lo fuera produciría una distopía en lugar de una utopía — pero cuya búsqueda tiene efectos reales negativos. Primero, pone presiones insostenibles en el sistema educativo y en su calidad. Segundo, afecta negativamente la calidad de vida de las personas implicadas (docentes con clases super-pobladas, estudiantes estudiando por presiones sociales y/o económicas y no por pasión). Tercero, crea lagunas en oficios fundamentales que deberían ser valorizados y realizados de manera profesional para que la sociedad funcione adecuadamente. Este último punto alimenta el ciclo de retroalimentación positiva de la sobre-valorización de la educación universitaria (y de desvalorización de oficios) que ya existe y que es en sí misma el origen del problema. A esto hay que añadir dos efectos interconectados en el contexto específico colombiano: primero, la saturación del mercado en ciertas profesiones (lo cual se traduce en altas tasas de desempleo para esas profesiones) y, segundo, la proliferación de las universidades de garaje, pues el modelo parte de la idea (y simultáneamente la refuerza) de que la educación universitaria es una “inversión” para quien la recibe y es esto lo que  permite hacer de ella un “negocio” para quien la ofrece.
En lugar de aspirar entonces a que “todo el mundo tenga un título universitario” se debería aspirar a una diversificación y revalorización social y económica de todos los oficios. Una sociedad exitosa —  y por esto entiendo una donde la gente sea feliz haciendo lo que le gusta y para lo que se es bueno, donde haya sentido de comunidad, donde haya sinergia social — no lo es si sólo cuenta con profesionales en ingeniería, medicina, ciencias humanas y derecho, sino si también cuenta con profesionales en panadería, en comercio, en turismo, en repostería, en deporte etc. Estos últimos oficios son tan respetables y tan profesionalizables como los primeros."
Los siguientes párrafos los he tomado del blog de Javier Benegas y Juan M. Blanco titulado ¿Y si Clint Eastwood tuviera razón? posteado el 18 noviembre de 2016 (texto completo aquí  https://benegasyblanco.com/2016/11/18/y-si-clint-eastwood-tuviera-razon-hacia-una-sociedad-adolescente/ 
"Hace poco más de dos años, según realtó Judith Shulevitz, estudiantes de la Universidad de Brown organizaron un debate abierto sobre agresiones sexuales. Inmediatamente, otro grupo de alumnos, temeroso de que los intervinientes pudieran exponer ciertas ideas “negativas”, protestó ante la dirección argumentando que la universidad debía ser un “espacio seguro” donde nada avivara los traumas de las víctimas. Las autoridades académicas no cancelaron el acto, pero pusieron a disposición de los asistentes su propio “espacio seguro”: una sala contigua donde cualquiera pudiera acudir para recuperarse de algún punto de vista turbador, y, si se sentía con fuerzas, regresar al debate. La estancia estaba equipada con cuadernos para colorear, juegos de plastilina, cojines, música relajante, mantas, galletas, chicles, incluso un video en el que aparecían perritos jugando. También contaba con personal cualificado para atender posibles traumas. Cuando el evento finalizó, dos docenas de personas habían pasado por esta sala, una de las cuales explicó: “me sentía bombardeada por unos puntos de vista que van en contra de mis creencias más íntimas”. 
"El calvario de todos estos profesores ilustra la plaga de la corrección política, una moda que invade los campus universitarios del mundo desarrollado, constituyendo una asfixiante censura que, en no pocas ocasiones, provoca dramas absurdos perfectamente evitables. Lo peor, con todo, es que condena a la sociedad al oscurantismo, a la ignorancia. Al fin y al cabo, Summers sólo podría haberse ahorrado el calvario falseando las teorías, adaptándolas a la “realidad” de lo políticamente correcto o, sencillamente, renunciando a su exposición. Por su parte, el profesor de Columbia debería pensárselo dos veces antes de recomendar exposiciones de arte a sus alumnos puesto que todas, de alguna manera, herirán la sensibilidad de alguien. En cuanto a los estudiantes de la Universidad de Brown, para evitar sobresaltos tendrían que renunciar a organizar debates abiertos."
"El irresistible avance de la corrección política es una señal muy potente que nos advierte de la infantilización de la sociedad occidental, reflejada con pavorosa nitidez en su universidad, de donde precisamente proviene. Tanto despropósito llevó a Richard Dawkins, profesor de biología evolutiva de la Universidad de Cardiff a advertir a sus estudiantes, con indisimulada indignación: “La universidad no puede ser un ‘espacio seguro’. El que lo busque, que se vaya a casa, abrace a su osito de peluche y se ponga el chupete hasta que se encuentre listo para volver. Los estudiantes que se ofenden por escuchar opiniones contrarias a las suyas, quizá no estén preparados para venir a la universidad”." 
"La corrección política es producto de ese pensamiento infantil que cree que el monstruo desaparecerá con solo cerrar los ojos. Pero la maduración personal consiste justo en lo contrario, en descubrir que el mundo no es siempre bello ni bueno, en la toma de conciencia de que el mal existe, en llegar a aceptar y encajar la contrariedad, el sufrimiento. Y, por supuesto, en aprender a rebatir los criterios opuestos. En su esfuerzo por hacer sentir a todos los estudiantes cómodos y seguros, a salvo de cualquier potencial shock, las universidades están sacrificando la credibilidad y el rigor del discurso intelectual, remplazando la lógica por la emoción y la razón por la ignorancia. En definitiva, están impidiendo que sus alumnos maduren."

miércoles, 12 de septiembre de 2012

La Guerra- Por VOLTAIRE



Que los hechos pasan y los hombres quedan, parece ser una verdad de Perogrullo, pero se ha vuelto corriente que los segundos reiteren los primeros haciendo de la historia un pobre calidoscopio en el que se repiten las imágenes de manera predecible. Tal hecho se evidencia en la actualidad que recobran algunos textos críticos escritos en "otros" tiem­po y lugar. El presente artículo, escrito en el siglo XVIII, es un ejemplo sustentador de la anterior afirmación. Su autor es Francisco María Arouet de Voltaire(1694-1778). El texto origi­nal se publicó en Ginebra en 1769 en el Diccionario Filosófico  con el Título La razón por el alfabeto (Pgs. 289- 294). La edición aquí tomada es la segunda de los Clásicos Bergua, Madrid 1966, con traducción y acotaciones de don Juan B. Bergua. En esta entrada se ha intentado, en lo posible, conservar las opciones personales del citado señor Bergua asi como la sintaxis original. Todos los subrayados (itálicas y negrillas) son mi acostumbrada (e injustificable) intromisión.

El Hambre, La Peste y la Guerra son los tres ingredientes más famosos de este desdichado Mundo. Pueden clasificarse en la fila del hambre todos los malos alimentos que la carestía nos obliga a emplear para abreviar nuestra vida con la esperanza de sostenerla. Entran dentro de la peste todas las enfermedades conta­giosas, que alcanzan la cifra de dos o tres mil. Estos dos presentes nos vienen de la divina Providencia. Pero la guerra, que reune todos estos dones, tiene por causa la imaginación de trescientas o cuatrocientas personas repartidas por la superficie del Globo con el nombre de príncipes o de ministros; y sin duda por está razón es por lo que en muchas dedicatorias son llamados imá­genes vivas de la divinidad. (1)
El más decidido de los aduladores convendrá sin do­lor en que la guerra arrastra siempre tras sí a la peste y al hambre, por poco que haya visitado los hospita­les de los ejércitos en Alemania o si ha pasado por alguna aldea donde haya tenido lugar alguna memo­rable acción guerrera.

Claro que tal vez sea un arte magnífico éste, que asola los campos, destruye las moradas y hace perecer por regla general cada año cuarenta mil hombres en­tre cada cien mil. Esta invención fue primeramente cultivada por naciones reunidas en aras del bien co­mún; por ejemplo, la asamblea de los griegos declaró a la asamblea frigia y de los pueblos vecinos que iba a partir en un millar de barcas de pescadores con ob­jeto de exterminarlos si podía. El pueblo romano juzgaba en asamblea si era para él interesante ir a batirse antes de la cosecha con el pue­blo de los veyos o contra volsgos. Y algunos años des­pués, todos los romanos, estando furiosos contra to­dos los cartagineses, se batieron contra ellos mucho tiempo por mar y por tierra. Pero hoy ya no ocurre lo mismo.

Un genealogista prueba a un príncipe que desciende en línea recta de un conde cuyos parientes habían he­cho un pacto de familia, hace tres o cuatrocientos años, con una casa de la que ya no queda ni memoria; esta casa tenía pretensiones remotas hacia una provincia cuyo último dueño y señor murió de apoplejía: pues basta esto para que el príncipe y su consejo decidan sin dificultad que esta provincia le pertenece de dere­cho divino. La tal provincia, que por cierto está a al­gunos centenares de leguas de allí, en vano protesta que no le conoce y que no tiene deseo alguno de ver­se gobernada por él; que, para dar leyes a las gentes, preciso es, cuando menos, tener su aquiescencia; ta­les razones ni tan siquiera llegan a oídos del príncipe cuyo derecho es incuestionable. Al instante encuen­tra un gran número de hombres que nada tienen que hacer ni nada que perder; vístelos con un fuerte paño azul de a ciento diez perras chicas la ana (2), bordea sus sombreros con hilo blanco muy grueso, los hace dar vueltas a derecha e izquierda, y marcha en busca de gloria (3) Los otros príncipes, que oyen hablar de esta excur­sión, toman parte en ella, cada uno según sus fuer­zas, y cubren una pequeña extensión del país de más asesinos mercenarios que Gengis-kan, Tamerlán y Bayaceto (4) arrastraron jamás tras de sí.

Pueblos bastante alejados oyen decir que va a haber guerra, y que puede ganar cinco o seis perras chicas diarias todo aquel que quiera ser de la partida, e in­mediatamente se dividen en dos bandos, como los se­gadores, y corren a vender sus servicios a cualquiera que los quiera pagar. Tales multitudes se encarnizan unas contra otras, no solamente sin tener interés al­guno en lo que se ventila, sino sin saber tan siquiera de que se trata. Encontrándose con frecuencia cinco o seis potencias beligerantes, a veces tres contra tres, a veces dos contra cuatro, ora una contra cinco, de­testándose todas igualmente unas a otras, uniéndose y atacándose sucesivamente y tan sólo de acuerdo en un punto: en el de hacer todo el daño posible.

Lo maravilloso de esta empresa infernal es que cada jefe de asesinos hace bendecir sus banderas e invoca solemnemente a Dios antes de correr a exterminar a su prójimo. Si uno de los jefes no ha tenido la dicha de poder degollar a dos o tres mil hombres, entonces no da las gracias por ello a Dios; pero cuando ha ex­terminado a sangre y fuego a unos diezmil y cuando, para colmo de ventura, alguna ciudad ha sido destruida hasta en sus cimientos, entonces entonan con todo el aparato imaginable una canción bastante larga, compuesta en un idioma desconocido para todos los que han combatido y llena, de propina, de barbarismos.

La misma canción sirve para las bodas y para los na­cimientos como sirve para los asesinatos: lo que ver­daderamente resulta imperdonable, sobre todo tratán­dose de la nación más afamada a causa de sus cancio­nes nuevas. Por todas partes contratan arengadores que celebren las jornadas asesinas. Unos van vesti­dos de una larga casaca negra, bajo un abrigo recor­tado; los otros llevan una camisa por encima del tra­je; algunos ostentan colgantes de tela abigarrada por sobre esta camisa. Todos hablan largo y tendido; ci­tan lo que en otro tiempo no pasó en Palestina con motivo de cierto combate en Veterabia.(5) El resto del año estas gentes declaman contra los vicios. Prue­ban por tres razones y por antítesis que las damas que extienden levemente un poco de carmín en sus fres­cas mejillas serán eterno objeto de inacabables venganzas por parte del eterno; que Poliuto y Atalia (6) son obras del demonio; que un hombre que hace servir en su mesa por doscientos escudos de pescado fresco en un día de cuaresma se salva irremisiblemen­te, mientras que el pobre que come dos perras chicas y media de carnero va para siempre con todos los dia­blos. De cinco a seis mil declamaciones de este géne­ro, apenas hay tres o cuatro, a todo poner, compues­tas por un galo llamado Massillón(7), que un hom­bre honrado pueda leer sin asco; ocurriendo que en toda esta caterva de discursos no hay ni uno solo tan siquiera en que el orador se levante contra ese azote y crimen que es la guerra, compendio de todos los azotes y todos los crímenes humanos. Los desdicha­dos arengadores hablan y hablan sin cesar contra el amor, único consuelo del género humano y única ma­nera de reparar sus pérdidas, mientras que nada di­cen de esos esfuerzos, abominables que hacemos pa­ra destruirle. ¡Mal sermón habéis hecho contra la im­pureza, oh ilustre Bourdaloue!(8). En cambio, no se os ha ocurrido ocuparos sobre esos asesinatos de mil formas, sobre esas rapiñas, sobre esos bandidajes, so­bre esa rabia universal que aniquila al mundo. To­dos los vicios reunidos de todas las edades y de todos los lugares no igualarán jamás a los males produci­dos por una sola campaña.

¡Miserables médicos de almas, gritáis durante cinco cuartos de hora a propósito de insignificantes pinchacillos de alfiler, y nada sois capaces de decir acerca de la enfermedad que nos deshace en mil pedazos! fi­lósofos moralistas, quemad vuestros libros. MIEN­TRAS EL CAPRICHO DE UNOS CUANTOS HOM­BRES JUSTIFIQUE LA DEGOLLACIÓN DE MILLA­RES DE NUESTROS HERMANOS, LA PARTE DEL GENERO HUMANO CONSAGRADA AL HEROÍSMO SERA CUANTO HAY DE MAS AFRENTUOSO EN TODA LA NATURALEZA.

Y lo peor de todo es que la guerra es un azote inevita­ble. Si nos fijamos bien,todos los hombres han ado­rado al dios de marte: Sabaoth, entre los judíos, sig­nifica el dios de las armas; pero Minerva, en Home­ro, llama a marte dios furioso, insensato e infernal.

¿Qué es para mí ni qué me importan la humanidad y su porvenir, la beneficencia, la modestia, la tem­perancia, la dulzura, la sabiduría y la piedad, mien­tras media libra de plomo tirado a seiscientos pasos me deshaga el cuerpo, haciéndome morir a los vein­te años entre tormentos inexpresables, en medio de cinco o seis mil agonizantes, y al tiempo que mis ojos, que se entreabren por última vez, ven la ciudad en que he nacido destruida por el hierro y por el fuego, y cuando los últimos sones que escuchan mis oídos son los gritos de las mujeres y de los niños que expi­ran entre las ruinas, todo por los pretendidos intere­ses de un hombre que ni tan siquiera conocemos?

En 1771, Voltaire añadió lo siguiente, que va como anillo al dedo a ese recelo de ciertos estados actuales ante el temor de que otros lleguen a ser atómicamente poderosos:

"El célebre Monstesquieu, que pasaba por humano, ha di­cho no obstante que es justo entrar a sangre y fuego en la casa de los vecinos, si se teme que lleguen a ser demasiado poderosos, si tal es el espíritu de las leyes, leyes son dignas de Borgia y de Maquiavelo. Si desgraciadamente dijese ver­dad, es preciso ir contra esa verdad, aunque fuese probada por los hechos. He aquí lo que dice Montesquieu: "Entre las so­ciedades el derecho de defensa natural empuja algunas ve­ces a la necesidad de atacar cuando un pueblo ve que una más larga paz pondría a otro en estado de destruirle, y que el ataque es en aquel momento el único medio de impedir esta destrucción".

Si hubo alguna vez una guerra evidentemente injusta, es la que proponéis; es ir a matar a vuestro prójimo, por miedo a que vuestro prójimo (que no os ataca) esté en estado de atacaros: es decir, que es preciso que os aventuréis a arrui­nar a vuestro país con la esperanza de arruinar sin razón el de otro; esto, en verdad, ni es honrado ni útil, pues jamás se está seguro del éxito, como muy bien sabéis.

Si vuestro vecino llega a ser demasiado poderoso durante la paz, ¿quién os impide volveros poderoso como él? Si ha hecho alianzas, hacedlas vosotros por vuestra parte. Si, te­niendo menos religiosos, tiene más brazos útiles, obreros y soldados, imitadle en esta sabia economía. Si ejercita mejor a sus marineros, ejercitad a los vuestros; todo ello es per­fectamente justo. Pero exponer vuestro pueblo a la más ho­rrible miseria, con la idea tan frecuentemente quimérica de desolar a vuestro querido hermano el serenísimo príncipe limítrofe, esto no sería un presidente honorario de una com­pañía pacífica quien debiera dar tal consejo."

El asunto se presta a profundas meditaciones. Hoy, más que nunca, parece difícil el papel de estadista. Y el de filósofo. Pues no se sabe qué aconsejar. Pero ¿matar hoy por temor a ser muerto mañana? Porque ¿quién sabe lo que ocurrirá mañana?
 NOTAS:
1. Por este pasaje fue por el que Larcher (Pedro Enri­que, erudito y helenista francés, 1726-1812) llamó a Voltaire "bestia feroz de quien todo se puede temer".

2. Ana, medida de longitud anterior al sistema métri­co, equivalente a un metro veinte centímetros.

3. Hoy han cambiado algo las cosas. Los príncipes no hacen ya las guerras por ambición o capricho, por la sencilla razón, de que los pocos que quedan aún en países muy aferrados a la tradición, son puras fi­guras decorativas que el Estado (ni siquiera el pueblo ya) paga y sostiene como un lujo estúpido, pero lu­jo; como sostiene otros lujos más útiles, algunos ta­les que las catedrales, los museos, los embajadores, etc., etc. Los últimos reyes con fuerza y maldad su­ficiente para provocar una guerra (Guillermo II de Alemania, Francisco José de Australia, Nicolás de Ru­sia, Afonso XIII de España y alguno más de menor importancia aún) fueron barridos hace pocos años, pero no se crea que acabaron las guerras al acabarse los principes; otros quedan no menos peligrosos que aquéllos, los "magnates de la industria y de la ban­ca", que son los que aún durante quién sabe cuántos siglos, tantos cuantos tardan los pueblos en desper­tar, es decir, en instruirse, llenarán la tierra de san­gre. O sea que en lo a la "barbarie" respecta esta­mos, pese al tan declamado progreso y al tan caca­reada civilización, como cuando Cambises asolaba el Egipto, no dando paz y cuartel ni a hombres ni a dioses. Pero qué digo, mucho peor, pues ¿con qué lógica llamamos cruel y nos espanta el proceder de aquellos guerreros de otros tiempos que sacaban los ojos al príncipe enemigo caido en su poder, si noso­tros llamamos sabio y llenamos el pecho de bandas y cruces al miserable que inventa un gas que abrasa los ojos de diez mil hombres en un segundo? Y es que mientras los hombres sean "ignorantes" y "am­biciosos", la guerra se cernirá como nube sombría sobre la Tierra, pues en el primer caso correrán a matarse por un engaño, por una medalla, por un tí­tulo o por una cruz, o por una idea estúpida, o por un sistema social que cuanto hará será encadenarlos, cierto de modo distinto a como lo estaban antes; y en el segundo serán capaces en todo instante de en­cender una contienda para conseguir mercados para dar salida a los productos de su fábricas, por tierras donde cosechar algodón, trigo o azúcar, por unos bos­ques que suden caucho o por unos pozos que vomi­ten petróleo. Y los filósofos en vano tratarán de po­ner ante sus ojos las verdades de su inteligencia; cie­gos desde la infancia, víctimas de una educación an­ticuada, torpe y funesta, no serán capaces de ver otra luz que la que les atraiga, como el espejuelo a las alondras, en nombre de cualquiera de las mentiras enumeradas, y les empuje a matar y hacerse matar en provecho de otros, si es que no aceptan el ser ase­sinos conscientes (cual ocurre cada vez más, pese a cuanto se a dicho de las tropas mercenarias) por el más vil e infamante de los jornales.
4. Bayaceto (1347—1403), sultán de los turcos (1389). Conquistó el Asia Menor, batió a los cristianos en Nicópolis (1393) y fue vencido y hecho prisionero en Ancyra (1402), tras reñidísima y sangrienta bata­lla, por Tamerlán.
5. Quiere decir que invocan hechos indemostrables.
6. Tragedias de Racine, inspirada la última en la reina de Judá, de tal nombre, célebre por su impiedad y por crímenes. Fue esta Atalia hija de Acub, rey de Israel, y de Jezabel; y se casó con Joram, rey de Judá Para llevar hasta el trono, el año 884, a su hijo Ochicías, hizo asesinar a cuarenta y dos príncipes de su familia.
7. Juan Bautista Massillon (1663 - 1742), pre­dicador francés nacido en Hyeres, autor de la Petit Careme. Su elocuencia dulce y penetrante y la per­fección de su estilo hicieron de él el mejor predica­dor de su tiempo y uno de los grandes oradores sa­grados y de Francia.
8. Luis Bourdalque (1632 -1704), uno de los ora­dores más eminentes de la cátedra sagrada francesa. Era jesuíta. Sus Sermones son notables, si no se pro­fundiza mucho, por la aparente fuerza del razonamien­to sobre que parece apoyarlos y la severidad de ¡a moral jesuítica que resplandece en ellos. Bourdaloue había nacido en Bourges.

jueves, 28 de julio de 2011

Marshall McLuhan- Veritas liberabit nos

Situando nuestros cuerpos físicos en el centro de nuestros sistemas nerviosos ampliados con la ayuda de los medios electrónicos, iniciamos una dinámica por la cual todas las categorías anteriores, que son meras extensiones de nuestro cuerpo, incluidas las ciudades, podrán traducirse en sistemas de información.”
Esta es la hora en que un párrafo como el anterior no ha podido ser totalmente digerido por los tecnócratas de la red, que se ufanan de su habilidad para "chatear", "hackear" o diseñar software para viajar al hiper espacio o intervenir archivos privados y que, incluso, alardean de su "inteligencia global", pero que, tal como lo predijera McLuhan, terminaron convertidos en lo que contemplan”, ciñéndose sin saberlo a la premisa mclujaniana de que “somos modelados por las herramientas que modelamos. Fue escrito en 1964 por Herbert Marshall McLuhan  (Edmonton, Alberta, Canadá 21 de julio de 1911 – Toronto, 31 de diciembre de 1980) en Comprender los medios de comunicación (clic aquí para tenerlo en pdf), dos años después de La galaxia Gutemberg (1962), obra en la que introdujo la (en ese entonces) hipótesis "loca" de la “aldea global” que anticipaba en medio siglo, la hoy familiar, interconección digitalizada de los residentes de esta googleada esfera.
McLuhan fue el primero en profetizar la abrupta evolución epistémica de una construcción mecánica, objetiva, no implicada y real del mundo a un desarrollo electrónico, inmerso, implicado, inmediato y virtual del mismo. En Comprender los medios de comunicación sustenta la tesis de que “el medio es el mensaje” mediante la exposición y análisis de dos momentos esenciales en la evolución cultural y social de la humanidad: A- El surgimiento de la imprenta con tipo móvil a mediados del siglo XV que generó e impuso una estructura de "percepciones del mundo" en formatos compatibles con el orden visual de la página impresa y un sistema ordenador del pensamiento en patrones rectilíneos; y B- Las modernas aplicaciones de la electricidad (telégrafo, teléfono, televisión, ordenadores, etc.) surgidas desde finales del siglo XIX,  que obligarían a la gente a reordenar sus percepciones del mundo en formas compatibles con los protocolos de la comunicación ciberespacial.  
Menos "académico" que Edgar Morín y no tan "cosmocéntrico" como Heinz von Förster el de la "Doomsday Equation" (Ecuación del Día del Juicio Final), aunque tan complejista como el primero y más excéntrico que el segundo, coincide con ambos en el desarrollo de un enfoque multidimensional de la naturaleza humana, según el cual el Sujeto y el Objeto son partes inseparables de la relación autorganizador-ecosistema que liga los conocimientos dispersos.
El pasado 21 de julio habría cumplido sus primeros cien años, y resulta dolorosamente irónico el silencio (ya sea por ignorancia o por indiferencia) de comunicadores y cibernáutas. Su epitafio en latín reza "La verdad nos hará libres"; yo le añado: Verdad que se comprueba es obviedad que se desprecia. Definitivamente "el contenido sigue a la forma, y las tecnologías incipientes dieron lugar a nuevas estructuras de pensamiento y sentimiento".