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lunes, 18 de julio de 2011

Hay que sacar al diablo

Este 20 de julio celebran los colombianos el fantasma de una "Independencia" nunca habida. De todas maneras, dado que la conmemoración deja un portillo abierto a la reflexión doliente sobre "la actualidad" local y global, anexo esta composición de Eugenio Arellano, músico y compositor colombiano del Valle del Cauca, muerto el 27 de Noviembre de 1989 en el atentado narcoterrorista que derribó el avión en que viajaba de Bogotá a Cali, su ciudad natal, para asistir a la Misa de aniversario por los 20 años de la muerte de su padre (Qué inclemente premonición de lo que se nos venía pierna arriba). Para saber algo de la musicalísima familia Arellano Becerra, Clic aquí.
Hay que sacar al diablo
¿Qué le estará pasando a nuestro país
desde la última vez que yo le canté?
Mi último bambuco habló de dolor,
ahora las cosas andan de mal en peor…
¡no puede uno callarse teniendo voz!

Si la moral del mundo va para atrás,
qué se hicieron los hombres que hacen el bien,
siempre la misma cosa, no habrá poder
para que la justicia traiga la paz.

Hay que sacar al diablo, no hay más que hacer.

Que suenen explosiones de inteligencia
sobre el herido vientre de mi pais
que el pueblo, desde niño, tome conciencia
que la violencia no lleva a un fín.

Aunque ya se haya dicho, hay que repetirlo,
hay que parar la guerra con la canción,
porque sólo el bambuco tiene permiso
de hacer llorar el alma de la la emoción,

Porque sólo el bambuco tiene permiso 
de hacer llorar el alma de la la nación.

lunes, 11 de octubre de 2010

La salvaje esperanza- Octubre 12, el festín de los vencidos

Nos tratan de ignorantes y subdesarrollados porque nos destruyeron.
Arrasaron las raíces y los frutos de la cultura de América –Eldorado en sabiduría- y nos negamos a sobrevivir con la cultura del asesino: la razón y el fusil.
Fundieron nuestros dioses en monedas de oro.
Nuestros templos los convirtieron en bancos.
Nuestros palacios en burdeles del poder tirano.
¡Monstruosa iniquidad!
 Los blancos dominadores forjaron las cadenas: silenciaron nuestros cantos cósmicos y condenaron al fuego del olvido la Deidad que custodiaba el destino y guiaba nuestros pasos por el astro: ¡La Esperanza!
En su avasallamiento salvaje nos secaron las fuentes de la tradición y la trascendencia y nos forzaron a sangre y fuego  a la deserción de nuestro ser. Mutilaron nuestros sueños.
Cuando aullamos de sed se nos dio de beber en los cántaros secos del código penal y el evangelio romano: el saqueo de los vándalos del alma, la feroz inquisición, teología de bárbaros.
Éramos reyes y nos volvieron esclavos.
Éramos hijos del Sol y nos consolaron con medallas de lata.
Éramos poetas y nos pusieron a recitar oraciones pordioseras.
Éramos felices y nos civilizaron.
¿Quién refrescará la memoria de la tribu?
¿Quién revivirá nuestros dioses?
Que la salvaje esperanza sea siempre tuya,
querida alma inamansable.
Gonzalo Arango (no tengo certeza de si este texto está en Fuego en el altar -Plaza&Janés 1974- o en Providencia, idem 1972, yo lo extraje de un recorte de prensa de la época, porque todas las versiones que aparecen en otros sitios y blogs están incompletos) En la fotografía, mujeres Emberá-katío (unas cuantas sobrevivientes) mendigando en las calles de Bogotá después de haber sido exiliadas de su tierra por los agentes paramilitares al servicio de los ganaderos y las mega represas hidroeléctricas.