sábado, 25 de septiembre de 2010

"José Antonio Labordeta Subías: nos haces una falta sin fondo" OBITUARIO: IN MEMÓRIAM

El cantautor, político y escritor José Antonio Labordeta Subías (Zaragoza, 10 de marzo de 1935 -19 de septiembre de 2010) ha tenido el mal gusto de salir por la puerta trasera del Hospital Miguel Servet de Zaragoza, la capital aragonesa, hacia la 1:00 de la madrugada del 19 de septiembre de 2010 a la edad de 75 años y tras un largo padecimiento del maldito cáncer de próstata que parece ensañarse con los mejores, según el informe de la Chunta Aragonesista (CHA), partido por el que fue diputado en el Congreso durante dos legislaturas. El último acto público que protagonizó ocurrió el 6 de septiembre, cuando recibió en su casa a Carme Chacón y Ángel Gabilondo, ministros de Defensa y Educación, respectivamente, quienes le entregaron la Gran Cruz de la Orden Civil Alfonso X El Sabio concedida por el Gobierno de España, que también le otorgó la Medalla al Trabajo, en "reconocimiento a su sabiduría, su pasión, sus convicciones y su defensa de la libertad y del pueblo". Rendirle el homenaje debido a un Señor de su calibre, no puede ser tarea de un bloguero anónimo y modesto; así que, para evitar las coces, me desmonto por las orejas y pego el sentido OBITUARIO: IN MEMÓRIAM que Máximo Díaz-Cano del Rey, delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha publicara en El Paiscom el 19 de este entristecido mes. (las negrillas son mías) 
"... Y caminamos. / Aunque se hizo el silencio / y no viniste, seguimos caminando. / Atruena la ciudad. / Los verduleros -sus voces tan hirientes / ya no hieren- bajo tu ventanal / suavizan a desgarros la mañana. / Atruena la ciudad / y en tu silencio, tu nombre lo ha evocado / un joven escritor / de menos de mil años / al preguntar por dónde te has marchado. / El resto, / los señores de alegres corbatines, / se agobian de queridas y de acciones / y tú te quedas / solo. / ...". Estos son unos versos del poema que José Antonio Labordeta escribe a su hermano Miguel, a la pérdida del gran poeta Miguel Labordeta. Poema que a su vez él toma de César Vallejo y que da título a este: Nos haces una falta sin fondo.
Y esto es lo que nos pasa a los que hemos tenido la gran suerte de conocer, de disfrutar de José Antonio Labordeta: que cuando se ha ido sentimos que "nos hace una falta sin fondo". Porque hay personas, pocas, a las que el tiempo y la vida van esculpiendo, como el viento y el agua esculpen la roca, de tal forma que las hace únicas -todos lo somos- e imprescindibles -muy pocos lo son-. Cómo no va a ser imprescindible alguien que ha cantado: "Habrá un día / en que todos / al levantar la vista, / veremos una tierra / que ponga libertad /..."; cómo no nos va a hacer "una falta sin fondo" el que ha escrito: "Somos / como esos viejos árboles / batidos por el viento / que azotan desde el mar..." o, acaso, podemos pensar que no es necesario e insustituible el que manda a la mierda o llama gilipollas con tal naturalidad que ni molesta a los intolerantes que no quieren escuchar otras ideas, otras razones, convirtiéndose a partir de ese instante en la voz de cientos de miles de ciudadanos que hubiesen querido expresar ellos mismos esos sentimientos: pocas veces la representación se ha ejercido de una manera tan exacta, tan directa.
Recuerdo como una experiencia impagable, una velada poético-político-gastronómica con Labordeta, a la que tuvimos la fortuna de asistir José María Barreda, Clementina Díez de Baldeón, José Antonio Griñán, Mercedes Gallizo y yo. El pretexto que nos convocaba, aparte de cenar, hablar y reír, era leer cada uno el poema que en opinión de cada cual era el mejor jamás escrito, por el motivo que fuera, por la razón que cada uno estimase. Allí, a través de lecturas apasionadas, aparecieron Vallejo, Gil de Biedma, Cernuda y... Miguel Labordeta. José Antonio leyó un poema de su hermano. Nos sorprendió y nos descubrió, al menos a mí, a un poeta importante. Y cuando la noche transcurría entre conversaciones, risas, poemas y ocurrencias, alguien dijo: "Oye, José Antonio, por qué no cantas algo". Y acompañándose del golpeo de su mano sobre la mesa empezó a cantar. Creo que a todos, pero a mí desde luego, nos recorrió un escalofrío por la espalda, nos embargó una emoción tan intensa como esa que es capaz de llenarte los ojos de lágrimas o de erizarte la piel: "Habrá un día / en que todos / al levantar la vista, / veremos una tierra / que ponga libertad...". Soy un hombre con suerte. La vida me ha permitido conocer a gente interesante, he podido disfrutar de buenas conversaciones con personas con las que ni en mis mejores sueños hubiera podido imaginar. Pero de las mejores experiencias que la vida me ha permitido vivir está, sin duda, la de haber podido conocer, hablar y compartir oposición parlamentaria con José Antonio Labordeta. Él, un beduino en el Congreso, y yo, ahora, siento que nos hace una falta sin fondo". 
CANTO A LA LIBERTAD - José Antonio Labordeta
Habrá un día en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad. 
Hermano, aquí mi mano,
será tuya mi frente,
y tu gesto de siempre
caerá sin levantar
huracanes de miedo
ante la libertad. 
Haremos el camino
en un mismo trazado,
uniendo nuestros hombros
para así levantar
a aquellos que cayeron
gritando libertad.
Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad. 
Sonarán las campanas
desde los campanarios,
y los campos desiertos
volverán a granar
unas espigas altas
dispuestas para el pan.
Para un pan que en los siglos
nunca fue repartido
entre todos aquellos
que hicieron lo posible
por empujar la historia
hacia la libertad.
Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad. 
También será posible
que esa hermosa mañana
ni tú, ni yo, ni el otro
la lleguemos a ver;
pero habrá que forzarla
para que pueda ser. 
Que sea como un viento
que arranque los matojos
surgiendo la verdad,
y limpie los caminos
de siglos de destrozos
contra la libertad.
Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.
Joan Manuel Serrat, el Sin Adjetivos Suficientes, en la visita final