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domingo, 31 de julio de 2011

Rufino J, Cuervo. A 100 años de su muerte

 
Para conmemorar el centenario de la muerte del filólogo colombiano Rufino José Cuervo (julio 17 de  1911), el Instituto Caro y Cuervo y su Asociación de Amigos, la Biblioteca Nacional y el Ministerio de Cultura, declararon este 2011 el Año Rufino José Cuervo... Aprovecharán el "centenario" para irse a París, última residencia del filólogo, a tomarse champaña y fotos a su nombre mientras dicen pendejadas sobre la importancia de los diccionarios para la "pureza" (que pereza) del idioma. Yo, que, como la mayoría de colombianos "de mal", poco, casi nada, sé de tan ilustre personaje; pero que considero interesante aportar mi granito de lo que sea al reconocimiento extra académico de su labor, he aprovechado la lectura que, a comienzos del 2007, hiciera Fernando Vallejo, buen escritor y excelente difamador colombiano, en el auditorio del Gimnasio Moderno de Bogotá durante el Festival Malpensante (un evento de lobbying diletante que realiza anualmente una revistica elitista y pseudo-literaria).


El lejano país de Rufino José Cuervo

El siguiente texto fue leído por su autor en un entorno polémico y acompañado por numerosos perros callejeros, ante 600 personas en el auditorio del Gimnasio Moderno durante el F-10, el festival de El Malpensante.
Colombia es lo peor de la tierra y Antioquia lo peor de Colombia. En esos páramos de esas montañas feas y yermas por las que se ruedan las vacas, en esos huecos de tierra caliente donde zumban los zancudos, el alma se encajona asfixiándose en su propia mezquindad. El Magdalena, que pudiera ser la salida, es un río pantanoso, enfermo de fiebre amarilla y malaria. No hay salida ni arrimadero. Nadie sale, nadie entra y en el encierro a los empantanados se les ha ido avinagrando el alma. Se han vuelto envidiosos, ventajosos, malos. O mejor dicho peores pues malos siempre han sido, desde que los engendró España cruzándose con indias y negras. Cuando yo nací me los encontré bajándose las cabezas a machetazos. Luego se civilizaron y pasaron a matarse con metralleta. Lo malo es que no se acaban pues en tanto matan se reproducen, y con una furia creciente. Políticamente se dividen en conservadores y liberales; gramaticalmente en género masculino y género femenino: masculino es el que engendra, femenino es el que pare. Y en tanto se matan y engendran y paren se alimentan de vacas y cerdos que acuchillan y pollos que torturan en unos galpones infames donde los encierran desde que nacen hasta que se mueren sin ver la luz del sol. Dicen que los animales no tienen alma pero que ellos sí. Y sí: son Homos sapiens de alma sucia, puerca. A las vacas y a los cerdos que acuchillan y a los pollos que les tuercen el pescuezo se los comen para convertirlos en excremento que va a dar a las alcantarillas, que van a dar a las quebradas, que van a dar a los ríos, que van a a dar al mar. Al mar ambiguo, necio, estúpido, que mece olas diciendo: “Al carajo, al carajo, al carajo”. Y digo ambiguo pues han de saber que en español son cinco los géneros: masculino, femenino, neutro, común y ambiguo. Y don Rufino José Cuervo no me dejará mentir. El hombre es masculino, la mujer femenino, lo bello neutro, el mártir es común, y el mar o la mar es ambiguo. La Academia dice que puente también es ambiguo y que se puede decir “el puente” o “la puente”, pero yo digo que no: sólo “el puente”. Y según ella hay un sexto género, el epiceno, pero yo digo que no: sólo los cinco enumerados y basta. Regla para saber qué está bien: lo contrario de lo que diga la Academia. Dicen que se va a acabar la Academia Colombiana de la Lengua, que fundaron hace más de cien años Caro, Cuervo y otros desocupados. Que se acabe. Y que se va a acabar el Instituto Caro y Cuervo. Que se acabe. Y que se va a acabar la Orquesta Sinfónica de Colombia. Que se acabe. Y que van a acabar con las Farc. ¿Y quién va a acabar con las Farc? ¿Este hombrecito? Este culibajito no puede ni con su alma. Es más alto de estatura física que de la moral. Y de la intelectual ni se diga. Teológicamente hablando en cambio sí, es de primera. Dice que el Espíritu Santo lo salvó de las Farc. ¿Y quién es el Espíritu Santo? Uno que mandó el Hijo. ¿Y quién es el Hijo? Uno que mandó el Padre. ¿Y quién es el Padre? Dios. ¿Y quién es Dios? Pues el que hizo esto. ¡Ah viejo chambón! Ni un zapatero remendón ni un maestro chapucero habrían salido con peor adefesio. Si Dios existe, no pueden existir papa, ni sida, ni malaria, ni terremotos, ni maremotos, ni presidentes, ni congresistas, ni gobernadores, ni concejales, ni alcaldes. O sobra Él o sobran todas estas plagas.
Y a lo que vinimos, que nos deja el tren. En mayo de 1882 Ángel y Rufino José Cuervo, hermanos de padre y madre, salieron rumbo a Europa huyendo de esto, ¡y ojos que los volvieron a ver! Más fácil vuelve el perro donde lo caparon. Y se instalaron en París, que todavía no tenía Torre Eiffel. Ellos la vieron construir, hierrito por hierrito. Catorce años después de su llegada, en 1896, murió Ángel acabando de terminar un libro que llevaba por título Cómo se evapora un ejército. Si en vez de morirse entonces se hubiera muerto ahora, se me hace que lo que habría dejado Ángel Cuervo sería uno titulado Cómo se evapora un país. O mejor dicho, Cómo se evapora el sueño de un país, porque país, lo que se dice país, no es que lo fuera ese matadero donde nacieron los Cuervo. Eso no pasó de ser un sueño de los que lo fundaron tras de separarse de España para quitarles a los gachupines las tierras y los puestos. Dizque los patriotas. ¡Cuáles patriotas! Unos avorazados e interesados era lo que eran, como esa roña politiquera conservadora y liberal en que se dividieron. Y que se agarran en una guerra civil para arrebatarse los puestos que les acababan de quitar a los españoles. Y luego en otra y luego en otra y así se pasaron el siglo XIX, que acabaron con una larga que llamaron “de los Mil Días”, que fue con la que empezaron el siglo XX. La guerra a muerte con los españoles la llamaron de independencia, palabra equivocada pues de España nunca se independizaron: se separaron. España no es más que curas y tinterillos, papel sellado y un loco que se llama Don Quijote. Aprovechándose del desangramiento de la guerra de los Mil Días, Panamá a su vez se separó: siguiendo el camino de los Cuervo se fue al carajo. Mediando el nuevo siglo, el XX, en que yo nací, andaba en otra de esas guerras civiles que llamó “la Violencia”, con mayúscula. “Violencia” es como se debería llamar ese país de nombre equivocado, y sus habitantes “violentanos” y los académicos que lo estudian en las universidades norteamericanas “violentanólogos”. Dizque “colombianistas”... ¡Qué neologismo tan feo! ¿Qué diría don Rufino José Cuervo de esa horrenda palabra? ¡Qué bueno que te moriste, Rufino José! No habrías resistido el adefesio en que te convirtieron el idioma.
Fernando Vallejo Malpensante #76 Febrero - Marzo de 2007

sábado, 18 de junio de 2011

¡Feliz dia! Don Papá

Este domingo,19 de junio, celebramos los colombianos el ya tradicional homenaje al Papá. Yo, que de él he aprendido por la vía del ejemplo que en el sagrado oficio de SER PAPÁ se mezclan en misteriosas proporciones, como en una pócima mágica, los atributos del carácter, la templanza, la generosidad, la inteligencia, la alegría de vivir y el amor a todo lo que en este mundo es y en cualquiera otro pueda llegar a ser, me uno al tributo con este poema (ya clásico) de Rudyard Kipling. Mi traducción "libre", como toda traducción, es una imperdonable agresión al texto original ("Traduttore, Traditore!"); mis disculpas con los angloparlantes que descubran la tergiversación.
Si...
Si puedes conservar la calma en tu cabeza
cuando todos a tu alrededor han perdido la suya y te culpan a tí. 
Si puedes confiar en ti mismo cuando todos dudan de ti
Y, no obstante, consideras sus dudas
Si puedes esperar sin cansarte de la espera
O, sabiéndote engañado, no tranzas con la mentira
O, sabiéndote odiado, no abrigas en tí el odio
aunque todos te desprecien por parecerles tonto y falto de carácter;
Si puedes soñar, pero no dejas que los sueños controlen tu destino,
Si puedes pensar sin dejarte dominar por la obsesión;
Si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre
y tratas a esos dos impostores de la misma manera;
Si puedes soportar oir la verdad que has enunciado
deformada por bribones y usada como trampa para tontos:
O al recordar los quebrantos de tu existencia
echas mano de lo que esté a tu alcance para intentar repararlos;
Si puedes arriesgar todas tus ganancias
a un solo golpe de suerte
y pierdes y te lanzas de nuevo a la aventura
sin lamentarte nunca por los bienes perdidos;
Si puedes forzar tu corazón, nervios y tendones
ya vencidos a que reinicien su marcha
y los sometes a la orden de tu voluntad que les dice "¡Espera!"
Si puedes hablar con el pueblo sin perder tu virtud
o caminar junto a reyes sin perder el sentido común;
Si ni enemigos ni amigos te pueden herir,
Si todos cuentan contigo, pero nadie es tu dependiente;
Si puedes llenar el minuto inolvidable
con sesenta segundos de máximo esfuerzo;
tuya es la tierra con todo lo que tiene
Y -lo que es más- serás un Hombre ¡hijo mío!
  If
If you can keep your head when all about you
Are losing theirs and blaming it on you;
If you can trust yourself when all men doubt you,
But make allowance for their doubting too;
If you can wait and not be tired by waiting,
Or, being lied about, don't deal in lies,
Or, being hated, don't give way to hating,
And yet don't look too good, nor talk too wise;
If you can dream - and not make dreams your master;
If you can think - and not make thoughts your aim;
If you can meet with triumph and disaster
And treat those two imposters just the same;
If you can bear to hear the truth you've spoken
Twisted by knaves to make a trap for fools,
Or watch the things you gave your life to broken,
And stoop and build 'em up with wornout tools;
If you can make one heap of all your winnings
And risk it on one turn of pitch-and-toss,
And lose, and start again at your beginnings
And never breath a word about your loss;
If you can force your heart and nerve and sinew
To serve your turn long after they are gone,
And so hold on when there is nothing in you
Except the Will which says to them: "Hold on";
If you can talk with crowds and keep your virtue,
Or walk with kings - nor lose the common touch;
If neither foes nor loving friends can hurt you;
If all men count with you, but none too much;
If you can fill the unforgiving minute
With sixty seconds' worth of distance run -
Yours is the Earth and everything that's in it,
And - which is more - you'll be a Man my son!

lunes, 6 de junio de 2011

Chava Flores, un cronista musical urbano al que no se debe olvidar

A México no se le ama. A México se le lleva en el alma. Los colombianos, en particular, tenemos con esa nación una hermandad de cultura, sueños e historia imposible de ignorar. Es ese un sentimiento que, como la sangre al cardio, recorre el espectro de los afectos en un viaje de ida y vuelta. Si hasta se cuenta que Doroteo Arango (Pancho Villa) y  el bambuco yucateco son de origen antioqueño, y está comprobado que don Pedro Vargas (el tenor de las Américas) era de Chiquinquirá, Boyacá, un departamento de Colombia. Ha sido en México donde los autores más importantes de la literatura colombiana, desde Porfirio Barbajacob hasta nuestro esencial Gabo, han establecido su hogar definitivo, y es en Colombia donde "con más sentimiento" se interpreta la música popular "mejicana"; no puedo imaginarme una serenata sin mariachis, ni una fiesta de cumpleaños sin Las Mañanitas, ni un final de fiesta casera o un paseo en la última banca de un chiva (camión, bus, línea o escalera) sin un popurrí de rancheras, como tampoco creo posible encontrar un solo colombiano al que no se le haya "chispotiado" alguna expresión del Chavo del 8 y su pandilla, o cursado su bachillerato sin haber leído alguno de los prodigiosos relatos de El llano en llamas...  
El Muralismo, el tequila, los burritos, los tacos, Octavio Paz, Rulfo, Sabines, Fuentes, Cantinflas, Agustín Lara, María Félix, Javier Solís, José Alfredo, Manzanero... es una lista de nunca acabar de la cual forma parte entrañable Salvador Flores Rivera (14 de enero de 1920 - 5 de agosto de 1987, Ciudad de México), conocido en el ambiente artístico como Chava Flores. Este señorazo es uno de esos artistas que, pese a su rico, complejo y sólido basamento social, intelectual y afectivo (Baste ver su página) y a su reconocida carrera en el cine y la televisión de su país (siete películas y más de docientas canciones), fue poco, casi nada, difundido en los paises suramericanos, pienso (y no se me ocurre minguna otra sinrazón) que sus verdades les resultaban incómodas a los dueños de la lana. A este Señor, todo el Honor... A quien se interese en su música, pos,ahí va gûey

domingo, 24 de abril de 2011

En el día del idioma, reconciliarnos con la Palabra

 
Por esas cosas de que el autor del Quijote, Don Miguel de Cervantes Saavedra murió el 22 de abril de 1616, asistimos todos los años al ritual oficial de celebrar los 22 o 23 de abril el "Día del idioma español" y nos toca resignarnos al sainete de unos personajes públicos montando el pobre espectáculo de "releer" en maratón las tragicómicas aventuras del escuálido caballero o (es la última moda) la tropicómica saga de los Buendía de Cien años de soledad. Este quizás sea el momento para reflexionar un poco sobre la materia prima de toda obra literaria: LA PALABRA. Es alrededor de esa PALABRA que se me ocurre llamar la atención sobre esa expresión inefable que, guardada en el rincón más oscuro de nuestro "status" cultural, suele saltar como catapultada cuando la intensidad del momento nos hace perder el control de las gavetas. Si quiere entender rápidamente de qué le hablo, quítese un zapato, golpeese el tobillo o el dedo gordo contra la pata de la cama o la esquina del armario y trate de sobreponerse del dolor dándole gracias al "altísimo" o diciendo LA PALABRA (que a estas alturas ya podrá adivinar) ¿Cuál de los dos recursos le resulta más efectivo? Si aún no da en el clavo, observe las imágenes y piense qué diría Usted si viese que su aterrizaje será inexorablemente sobre una playa cundida de cocodrilos, ¿con cual palabra calificaría al "genio" que arrojó el frisbee?... en fin, observe las imágenes y libere su lenguaje. El texto que anexo, de Julio César Londoño (Palmira, 1953), circuló en fotocopia por las academias y círculos cerrados (como siempre, negritas e itálicas son mi intromisión). Londoño ha publicado La ecuación del azar (Universidad de Antioquia, 1980) y Sacrificio de dama, Gobernación del Valle (1994). 
"–¡Oh, qué mal se le entiende a vuesa merced –replicó el del Bosque– de achaque de alabanzas, señor escudero! ¿Cómo y no sabe que cuando algún caballero da una buena lanzada al toro en la plaza, o cuando alguna persona hace alguna cosa bien hecha, suele decir el vulgo: "¡Oh hideputa, puto, y qué bien que lo ha hecho!?" Y aquello que parece vituperio, en aquel término, es alabanza notable; y renegad vos, señor, de los hijos o hijas que no hacen obras que merezcan se les den a sus padres loores semejantes". El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Capítulo XIII. Donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque, con el discreto, nuevo y suave coloquio que pasó entre los dos escuderos.
 Historia de una mala palabra
 Por Julio César Londoño
 Mi vida sexual comenzó en los diccionarios. En cuanto caía uno en mis manos, de inmediato buscaba obscenidades y "partes nobles". También en esos libros —como un presagio de lo que vendría luego- comenzaron mis frustraciones, porque esta suerte de voyerismo semántico nunca era plenamente satisfecho. Por lo general la palabra deseada no figuraba en las entradas, o estaba púdicamente oculta tras crípticos sinónimos, o era definida a la manera frígida de la ciencia -y lo que yo buscaba era algo más crudo y excitante.
El dela derecha es un ténico desarma minas, el de la izquierda...
La palabra /cacorro/, demos por caso, no figuraba en los diccionarios de mi infancia y la siguen omitiendo -tácita conspiración editorial- los actuales. Entonces vino en mi ayuda un hecho fortuito. Un día, en la misa dominical, el sacerdote tronó desde el púlpito contra la sodomía, "­esa pasión insana que infesta aulas y cuarteles—". Por supuesto corrí a la S. Allí estaba: sodomía: concúbito entre varones o contra el orden natural. Etimología: de Sodoma, antigua ciudad de Palestina donde se practicaba toda clase de vicios torpes. No entendí nada. Busqué concúbito: ayuntamiento carnal. Bueno, carnal ya era algo, pero ¿ayuntamiento?: acción y efecto de ayuntarse. Mi paciencia se estaba agotando. Subí la columna. Ayuntar: tener cópula carnal. Omitiré aquí, en favor de la brevedad, la pesquisa de cópula y mi perplejidad al tratar de imaginar relaciones contra natura entre el sujeto y el predicado, para llegar a mi asunto, la singular historia de la palabra puta.
Años después, ya era un hombre maduro, llegó a mis manos el Diccionario etimológico latino-español de Commeleran, un coloso en octavo de 4.500 páginas impresas a tres columnas con entradas en latín, acepciones en castellano, ejemplos de uso tomados de los clásicos latinos de la Antigüedad, y rastreo del origen de las palabras por el griego, el árabe, el hebreo, el arameo y el sánscrito, en caracteres vernáculos. Es la vulgata de la etimología, el sueño de cualquier cajista, y mi único bien de valor.
Lo abrí con reverencia, busqué el significado de mi nombre, el de mis padres y el de una mujer, y algunas palabras cuyos significados eran oscuros o anómalos (exaplar, logoteta, nimio). Cuando llegué a la P saltó el cazador que tenía agazapado desde la infancia en algún repliegue de la corteza inferior, zona cerebral que compartimos con los reptiles, y busqué puta: ¡pensar, creer, destreza, sabiduría! Quedé sorprendido, claro, y me di a investigar la causa de tan extraña mutación.
Encontré que el verbo latino puto, putas, putare, putavi, putatum, procedía de un vocablo griego, /budza/, que significaba sabiduría hacia el siglo VI antes de Cristo. Aunque ya Grecia podía jactarse de Homero, Pitágoras y Heráclito -y se preparaba para inventar el espíritu de Occidente-, también incurría en la esclavitud, el desdén por la experimentación científica y la subestimación a las mujeres. En Atenas ellas carecían de los más elementales derechos. Cuando una matrona ateniense moría, se le colocaba un epitafio indefectible: "Cuidó los hijos e hiló el telar". Una señora no debía asistir a fiestas, así se realizaran en su propia casa. Desde una cámara contigua al salón de los invitados podía escuchar la música, seguir las conversaciones y fisgonear un poco entre las cortinas, ¡faltaba más!, pero le estaba prohibido ingresar al salón, que estaba reservado a los hombres, los músicos, los sofistas y las hetairas -flores de la noche, máquinas de placer.
En Mileto, la mujer sí era apreciada, quizá porque allí el homosexualismo masculino no estaba tan extendido ni era considerado tan de buen tono como en otras ciudades griegas, especialmente en Atenas. En Mileto, la ciudad de Thales, el geómetra, las mujeres podían asistir a las academias y participar de la vida pública.
Pero Atenas era, pese a todo, el centro intelectual del mundo Egeo y a ella peregrinaban filósofos, artistas, retóricos y bohemios de toda Grecia. También las mujeres milesias tomaron el camino de Atenas. Habían aprendido en su patria artes y ciencias, y en los caminos, el amor. Los atenienses quedaron maravillados de estas mujeres que además de bailar y cantar conocían de historia, astrología, filosofía o matemáticas; con las que se podía reír antes del amor, y conversar después.
Para sus esposas la fiesta fue entonces más triste. Estaban acostumbradas a que las hetairas les robaran por una noche el cuerpo de su marido, pero estas sabias, estas budzas, les estaban robando para siempre también el corazón (1). Toleraban sus retozos, pero verlo reír y conversar con otra es más de lo que una mujer puede soportar. Entonces la palabra budza, que era noble y antigua, comenzó a tomar en los celosos labios de las matronas entonaciones ásperas y significados maliciosos. "Sabihonda". "Sabida". El fonema beta, suave y bilabial, se endureció en una pi también bilabial pero explosiva: /pudza/. Luego, como si no fuera suficiente, como si el nuevo vocablo no tradujera bien todo el odio que albergaban, se fue haciendo más fuerte, marchó a Roma en libros y viajeros, y cuando llegó ya no era una palabra, era un escupitajo: ¡puta! Significaba, hacia el siglo I después de Cristo, sapiencia y meretriz (2)
Pero, como en Roma no se fingía la virtud, la segunda acepción cayó en el vacío. En la sintaxis latina -lógica y sucinta- la expresión mujer puta era un cándido pleonasmo. "Basta con decir romana", aconsejaba Cicerón. Y así, por una de esas paradojas del lenguaje, la palabra que se había degradado en Grecia, una nación virtuosa, recobró su majestad en Roma, capital del vicio. Y luego, por una traslación semántica frecuente –del efecto a la causa- puta pasó de sustantivo a verbo, de sapiencia a pensar, y perdió toda connotación moralista.
Pero siguió viajando con las legiones por los caminos de piedra del Imperio, llegó a Hispania, resonó en posadas y alcázares, la sopesaron oídos moros y cristianos, la repitieron juglares y guerreros que inventaban el castellano con jirones de árabe, latín y lenguas iberas, la conjugaron con aplicación bachilleres y cortesanas, la discutieron gramáticos y retóricos, se estremecieron al oírla, sin saber por qué, ancianas y doncellas, la gritaron, por el sólo placer de paladearla, truhanes y señores hasta que el pueblo todo, autor de lenguas y dueño de famoso oído, ignorante por supuesto del griego, del latín y de toda esta historia, intuyó el verdadero significado de la palabra adivinando en ella un odio remoto; percatándose de que no evocaba, al escucharla, la sabiduría; que no había relación musical entre el significante puta y el significado pensar, y comenzó a utilizarla primero con malicia, con ironía griega, y luego con fuerza, como látigo —puta— para censurar mujeres generosas, sabias en lides de alcoba. La palabra había encontrado su verdadero y único significado (3)

1- Hasta el Rey Pericles sucumbió a los encantos de las extranjeras y abandonó a su esposa por Aspasia, la más bella y talentosa de las hijas de Mileto.
2- Meretrix era el término culto usado entonces para designar la mujer liviana. El vulgar era lupa, loba. De aquí el nombre de lupanar que daban los romanos a las casas de placer.
3- Un proceso semejante ha seguido la palabra /nimio/, que viene del latín nimius: demasiado. Pero la gente advirtió de alguna manera que se trataba de una palabra breve, con predominio de fonemas vocálicos cerrados, anagrama de mínimo, y empezó a usarla en el sentido de pequeño, deleznable, que es el significado que tiene hoy en día en el habla corriente y en los mejores diccionarios.