martes, 8 de septiembre de 2009

El paredón del blog 5-El círculo vicioso de nuestra historia colombiana

www.jorgeorlandomelo.com
Una muletilla en los discursos de los politiqueros colombianos es la frase "todo pueblo que desconoce su historia se ve forzado a repetirla". No hay presidente, ministro, congresista o concejal que no la emplee cuando considera importante recordarle a su auditorio de lelos que su cimera actitud de ofrendar su cuerpo, mente y espíritu al servicio de los magnos intereses de la Patria y el Bien Común, tiene unos antecedentes patrios avalados (y últimamente abaleados y hasta motoserrados) por la historia oficial. Sin embargo, lo que estos abnegados servidores de la patria olvidan en su cantinela o ignoran en su parcializada incapacidad de reconocer la crudeza de la realidad real es que por culpa de sus políticas "educativas" de ocultamiento de los motivos y "comunicativas" de tergiversación de los hechos, a ningún pueblo le es permitido el acceso al conocimiento auténtico de las causas y consecuencias de los eventos cotidianos con los que se va urdiendo su historia patria. En Colombia, cada vez que uno de esos traficantes del poder decide legitimar su rápido enriquecimiento y justificar sus acciones sangrientas, reduce la historia del pais a un período de una o dos décadas al que denomina "guerra civil", "violencia partidista" o "narcoterrorismo".
El profesor José Orlando Melo, egresado de la Facultad de Filosofía y letras de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, es uno de los miembros más importantes (si no el más) junto con Margarita González y Germán Colmenares de la actual generación de historiadores colombianos que, influenciados por la Escuela de Annales (Fernand Braudel), la sociología alemana (Max Weber) y la corriente historiográfica inglesa (Eric Hobsbawm) evidencian un objetivo rigor metodológico, un exhaustivo tratamiento de los temas y, por encima de todo, una confiable independencia de criterios ante el poder oficial . Su inagotable Curriculum Vitae y su prolífica producción investigativa y literaria lo hacen imprescindible para el conocimiento de nuestra verdadera historia. Para la muestra, el siguiente artículo, publicado en el periódico colombiano El Tiempo 03-09-09, en el cual se puede apreciar su capacidad de síntesis periodística y de análisis histórico (uy, qué esdrújulada tan folclórica):

Democracia y reglas de juego

José Orlando Melo

En su versión para niños, la democracia es el gobierno del pueblo, y se manifiesta por el derecho de las mayorías a gobernar. En su versión para adultos, incluye, además, la idea de que las reglas de juego, las que definen los mecanismos electorales y los poderes del gobierno, deben ser aceptadas por toda la sociedad. En nuestros países, muchos creen que exigir que las reglas de juego tengan la aprobación de las minorías es antidemocrático, pues las mayorías tienen el derecho a decidirlas.

Que las mayorías fijen las reglas libremente ha tenido malas consecuencias. En 1933, en Alemania, el parlamento, con el voto de las mayorías y el apoyo de la opinión, prohibió los partidos minoritarios y abrió el camino para la dictadura nazi. En Colombia, en 1826, el Congreso decidió que las normas de la Constitución de Cúcuta, que determinaban cuándo y cómo podía reformarse, podían ser ignoradas, pues surgían del pueblo y, por lo tanto, este no estaba obligado a cumplirlas: la voluntad popular, expresada en actas plebiscitarias que pedían reforma inmediata, primaba sobre las normas y procedimientos constitucionales. Esto llevó a la dictadura de Bolívar, hecha a nombre de la opinión del pueblo, contra el legalismo "santanderista", que creía que lo clave, a largo plazo, era que los ciudadanos aprendieran a respetar la ley.

Muchas veces, las mayorías han decidido que, como representan al pueblo, pueden cambiar las reglas de juego sin respetar la opinión de las minorías. Así ocurrió en 1859 y en 1898, cuando el Congreso expidió leyes electorales que favorecían al Gobierno: en ambos casos, el resultado fue la guerra civil. Y en 1863 y 1886 se reunieron asambleas constitucionales, con representación de un solo partido, que crearon reglas de juego calculadas para garantizar el triunfo indefinido de los que estaban en el gobierno. Entre 1863 y 1886 nunca se eligió un presidente conservador; entre 1886 y 1904 solo dos liberales lograron ir al Congreso.

Ninguna de esas constituciones trajo paz al país. Solo la reforma de 1910, que dio derechos, aunque limitados, a la minoría, produjo unas décadas de relativa tranquilidad, que volvieron a interrumpirse, hace sesenta años, por la incapacidad de establecer un sistema electoral en el que todos los partidos pudieran confiar. Esta idea de que la mayoría tiene el derecho a decidir sola las reglas de juego produce, como es lógico, inestabilidad y caos. Mientras que en 190 años Colombia ha tenido 8 constituciones y ha reformado casi 30 veces la de 1991, en los Estados Unidos, una democracia adulta, sigue en pie la Constitución de 1787, con menos reformas que la nuestra de 1991. Una razón es que allí la Constitución, que establece las reglas del juego político, no puede cambiarse sin aprobación de la minoría: una reforma constitucional necesita el voto favorable de las dos terceras partes de la Cámara y el Senado, y de la cuarta parte de los estados. Trece estados, con menos del 5 por ciento de la población, pueden negar una reforma. Antidemocrático, si uno cree que en una democracia las mayorías definen las reglas de juego; democrático, si uno cree que esas reglas deben ser fijadas de común acuerdo por todos los jugadores y que no conviene que el más fuerte las cambie cuando crea que eso puede favorecerlo.

Cambiar las reglas en mitad del partido, cuando conviene a la mayoría, es contra la lógica de una democracia madura. En Colombia se ha hecho muchas veces y los resultados han sido siempre malos. Ahora se hará otra vez: el plebiscito sobre reelección, apoyado por las mayorías y que se aprobó por métodos dudosos, servirá para lograr ventajas de corto plazo. A largo plazo, el costo de corromper y manipular las reglas y valores básicos de la democracia, el daño a las instituciones y la cultura política del país pueden ser inmensos.

Para todo aquel interesado en el tema colombiano, el profesor Melo tiene un blog (registrado en la parte alta de esta entrada). Estas son sus palabras en el párrafo de presentación: En esta página presento una selección de libros y artículos sobre temas colombianos. Los más largos y pesados son sobre el pasado, cambiante y complejo, del país. Los temas son muy distintos -historia económica, política, cultural- pero quizás un lector atento pueda ver algunos hilos que los unan. La fragmentación del poder, el peso de las regiones, la sucesión repetida de épocas de paz y violencia son rasgos que se describen en varios de estos estudios y ayudan a entender las dificultades de la historia reciente.

1 comentario:

  1. Muy interesante el escrito, es buena verdad que para estar bien informados hay que leer diversos puntos de vista. Saludos afectuosos

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