jueves, 21 de enero de 2010

Maestro Guillermo Abadía Morales, una ausencia que lamentaremos demasiado tarde


"Un hombre que no conoce sus raíces difícilmente puede ser universal" GAB. Pausado y silente, como debe haberlo aprendido de los sabios ancianos de la selva, intolerante a la estupidez humana como pudo haberse contagiado de los poemas de Charles Baudelaire, politicamente discreto como lo heredó por recesividad de su tio abuelo el presidente Miguel Abadía Méndez y socarronamente indiferente a las boberías del diario trasegar, como se lo enseñó su mentor Fernando González, el indigenista, lingüista y folclorista Guillermo Abadía Morales (8 de mayo de 1912), decidió ayer, 20 de enero, abandonar sobre este planeta (en un rincón del barrio Chapinero) a su esposa Marina Rey Matiz, sus ocho hijos (que no le decían papá, sino Maestro), su Remington 40 que lo acompañó por más de cuatro décadas, sus vitrinas abarrotadas de libros, documentos, pergaminos y folletos, un mapa de Colombia con las tribus indígenas, un machete, un carriel, un escritorio y un legado cultural que comenzó a entretejer desde el momento mismo en que habiendo concluido sus 5 años de estudios de Farmacia  y Medicina en la Universidad Nacional, decidió en 1934 internarse durante diez años (hasta 1944) en las selvas colombianas para estudiar a fondo los lenguajes, creencias, mitos y tradiciones de sus pueblos indígenas, quienes lo sedujeron con su estilo de vida y "pureza de carácter": "Entonces me dediqué al indigenismo. Viajé a Urabá y estuve seis meses entre los indios Cuna, un grupo chibcha. Seguí al Atrato donde compartí con los Catíos y Emberá (...). Le di la vuelta al país haciendo mi índice de clasificación lingüística de 105 tribus indígenas. Gasté 10 años en esa correría". Dentro de ese trabajo recopiló grabaciones magnetofonícas, únicas en su género, que hoy reposan en su archivo particular. Además de haber sido el punto de partida para el estudio etnográfico en la historia de Colombia, ese estudio sentó las bases para la localización exacta de las 105 tribus indígenas establecidas en el territorio colombiano mediante las Coordenadas North-West (conocidas como "Clasificación Abadía") y su clasificación en nueve familias lingüísticas. A su regreso a Bogotá, en 1944, se vinculó al Conservatorio de Música de la Universidad Nacional en la clase de Sociología para el desarrollo; además organizó para esta universidad el Museo Organológico y clasificó los instrumentos musicales del folclor. Cofundador con el poeta Jorge Rojas de el Instituto Colombiano de Cultura, COLCULTURA, Abadía Morales fue el primer locutor de la radio HJN que luego se transformó en la Radiodifusora Nacional de Colombia, para la cual desarrolló más de 7.000 programas de Actualidad Folklórica y Cursillos de Folklore, que permanecieron al aire semanalmente durante 64 años, hasta que por decisión oficial la radiodifusora fue convertida en RTVC (y ahora está en la mira de Jose Obdulio y sus secuaces).
También escribió cerca de una treintena de libros, entre ellos El ABC del folclor colombiano, Guabinas y Mojigangas y El correo de las brujas. Recibió numerosas condecoraciones a lo largo de su trayectoria, incluida la Cruz de Boyacá, en 1997. Junto con el inolvidable  musicólogo, poeta, traductor, profesor, ingeniero y periodista Otto de Greiff Hausler (Medellín, noviembre 7 de 1903 - Bogotá, agosto 31 de 1995) constituyó el testimonio, la voz y el oráculo del saber vernáculo y ecuménico que hoy se ve gravemente amenazado por el proceso comercial y unificador de los ritmos  y las melodías. El compromiso asumido por su hijo Leonardo Abadía (quien ha estado al frente de preservar su legado) de lanzar una fundación que permita perpetuar su herencia cultural, incluidas publicaciones y miles de horas de grabación en la Radiodifusora Nacional, debe ser responsabilidad de todos aquellos que tengamos algún tipo de relación activa o pasiva con el hacer cultural.

4 comentarios:

  1. Solo resta desear que descanse en paz el venerable maestro Guillermo Abadía, pero que ojalá y no se muera definitivamente el fomento de la cultura en Colombia, es algo que no se puede quedar en la pasividad solamente.

    Que bueno leerte y seguirte de nuevo, amigo Dorian.

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  2. Hola, Xavi. Totalmente de acuerdo con tu deseo sobre el fomento de la cultura autóctona. Desafortunadamente, no hay quien recoja la bandera del maestro, porque el folclor es un factor de auto reconocimiento patrio y al colombiano contemporáneo le toca plantar sus raices donde esté el billetico que le ayude a sobrevivir. Agregale a ello la nefasta influencia de la música radiada y televisada, más la ausencia absoluta de un criterio del mineducación en los programas escolares de música y danza. Si comparás la riqueza temática de las letras y la pluralidad sinfónica de las melodías de nuestra música ancestral (bambuco, pasillo, rajaleña, torbellino, guabina, currulao, paseo, porro, merengue puya, alabao, jotas, pajarillo, joropo, etc.) con la retahila descontextualizada del hip hop, el reggaeton, el vallenato comercial y algún merengue dominicano (con la excepción del maestro Juan Luis Guerra y el proyecto de Calle 13) notarás que, definitivamente, hemos perdido toda esperanza. Bacano que estés ahí. Un abrazo

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  3. Hola querido amigo de palabras, me quedo con la frase "Un hombre que no conoce sus raíces difícilmente puede ser universal"...
    Es importante saber de donde venimos para darle la importancia debida al camino que realizamos.
    Una persona puede cambiar su forma de vestir, la forma de comer y vivir, pero los valores siempre se mantienen sin cambios debido a que están profundamente arraigados en nuestro corazón, mente,y cuerpo.
    Algo que siempre me dolió es que por la fuerza te impongan otra cultura. Creo que se ha perdido mucha riqueza en los mal llamados pueblos indígenas.
    En cualquier excavación; la arquitectura, pintura, escritura etc, que sale a la luz te deja con una sensación de pérdia inmensa.
    Trinos y aleteos alegres en tu ventana.

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  4. Hola, pajarito. Qué alegría volver a "oir" tus trinos. Se me ocurre que con cada nueva generación, la especie humana tiende a hacerse más universal y, por tanto, más volátil, menos arraigada. No hay nada que hacerle, es un sino tan inexorable como la muerte; sin embargo, ese saber arcano de los últimos "chamanes" y ancianos de la tribu, nos transmitió vestigios, recuerdos vagos de nuestros orígenes que tuvieron una importancia fundamental en la auto definición de lo que ahora somos. Pero, el rio de la vida cambia con la creciente. Como hubiera dicho Heráclito de haber nacido en tu patria, nadie baila dos veces el mismo joropo. Trinos con aleteos

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