viernes, 3 de septiembre de 2010

El verde grisoso de una tristeza sin fín

Buenos Aires
Y la ciudad ahora es como un plano
de mis humillaciones y fracasos;
desde esa puerta he visto los ocasos
y ante ese mármol he aguardado en vano.
Aquí el incierto ayer y el hoy distinto
me han deparado los comunes casos
de toda suerte humana; aquí mis pasos
urden su incalculable laberinto.
Aquí la tarde cenicienta espera
el fruto que le debe la mañana;
aquí mi sombra en la no menos vana sombra final
se perderá, ligera.
No nos une el amor sino el espanto;
será por eso que la quiero tanto.
Muchos recordarán las ciudades (o los paises) por su arquitectura, su infraestructura, sus olores, su historia, la evocación de sus vivencias... A mí me atrapa su luz, ese duende travieso que tiñe los espacios y configura los espíritus. ¿Cómo no ser bullanguero con el dorado intenso de la luz de Granada?, ¿Cómo curar esa sensación de premura que nos causa el gris mate de Londres?, ¿Quien querrá dejar de soñar en el ópalo saudade de los atardeceres de Lisboa o Montevideo?... Mi hipótesis es que en Bogotá el verde sabanero se alterna con el gris cemento para proyectar una luminosidad verdegris que se nos mete en las entrañas y nos hace solitarios, apáticos y amantes de lo oscuro (aquí hasta las aves son negras). ¡Claro! es un tema para debatir en el que sobrarán ejemplos y contraejemplos.Yo, por mi parte, aporto estas fotos tomadas con mi celular. En ellas trato de mostrar cómo, iniciando desde el verde esmeralda que se extiende frente a la ventana de mi habitación, pasando por el que hasta hace cinco años era un arrollo cristalino; deteniéndonos en el sector céntrico y hasta trepándonos en algún vehículo de transporte público, asistimos a la derrota del verde sustituido por un gris premonitorio que parece comenzar en el firmamento, pero que ya colonizó calles, andenes, puentes, ropas y miradas. Podría uno sospechar que Ende pensaba en nosotros cuando escribió Momo, o que el vidente Borges nos miró por el Aleph cuando escribió el poema con que inicio esta entrada.(Click en las imágenes para verlas ampliadas)




4 comentarios:

  1. Cada lugar tiene su encanto. Todos se hallan plagados de espíritus y voces que callan, entre la suciedad y la pulcritud, lo viejo y lo nuevo, el amor y el espanto. Los lugares los hacemos nosotros, sus habitantes. Debe ser por ello que el paisaje que te rodea y se ve desde tu ventana tiene un color tan bonito. Gracias por mostrarlo.
    Besitosss muuaaahh

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  2. Hasta el más antiguo de los violines, o el más olvidado de todos los pianos, o el más oxidado de los saxofones dejarían escapar su más preciosa MELODIA cuando fuesen rozados por la magia de tus dedos o acariciados por la dulzura de tus labios.

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  3. ¡Hola! Venía dispuesta a escribir, pero mijito has puesto un fondillo justo donde se publican los comentarios que no me deja concentrar con tanto movimiento...
    Creo que eres un privilegiado si puedes tener esas vistas de verde y azul desde tu ventana, lástima que el agua se convirtiera en basura, como tantas cosas de la vida.
    Un abrazo desde el otro lado del charco

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  4. ¿Pajaritooo! Dichosos los ojos que te vuelven a ver. Tú tienes oido caribe, así que no creo que el vaivén del jundillo te distraiga mayormente. La vista es preciosa, pero la llovizna es frecuente y el frío obliga a usar ropas abrigadas y ruana. La muerte de arrollos riachuelos es una tragedia por la que aún no sabemos guardar luto, a pesar de que cada vez la tenemos más próxima. Trinos con aleteos (y no permitas que "el charco" se convierta en muro)

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