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viernes, 3 de septiembre de 2010

El verde grisoso de una tristeza sin fín

Buenos Aires
Y la ciudad ahora es como un plano
de mis humillaciones y fracasos;
desde esa puerta he visto los ocasos
y ante ese mármol he aguardado en vano.
Aquí el incierto ayer y el hoy distinto
me han deparado los comunes casos
de toda suerte humana; aquí mis pasos
urden su incalculable laberinto.
Aquí la tarde cenicienta espera
el fruto que le debe la mañana;
aquí mi sombra en la no menos vana sombra final
se perderá, ligera.
No nos une el amor sino el espanto;
será por eso que la quiero tanto.
Muchos recordarán las ciudades (o los paises) por su arquitectura, su infraestructura, sus olores, su historia, la evocación de sus vivencias... A mí me atrapa su luz, ese duende travieso que tiñe los espacios y configura los espíritus. ¿Cómo no ser bullanguero con el dorado intenso de la luz de Granada?, ¿Cómo curar esa sensación de premura que nos causa el gris mate de Londres?, ¿Quien querrá dejar de soñar en el ópalo saudade de los atardeceres de Lisboa o Montevideo?... Mi hipótesis es que en Bogotá el verde sabanero se alterna con el gris cemento para proyectar una luminosidad verdegris que se nos mete en las entrañas y nos hace solitarios, apáticos y amantes de lo oscuro (aquí hasta las aves son negras). ¡Claro! es un tema para debatir en el que sobrarán ejemplos y contraejemplos.Yo, por mi parte, aporto estas fotos tomadas con mi celular. En ellas trato de mostrar cómo, iniciando desde el verde esmeralda que se extiende frente a la ventana de mi habitación, pasando por el que hasta hace cinco años era un arrollo cristalino; deteniéndonos en el sector céntrico y hasta trepándonos en algún vehículo de transporte público, asistimos a la derrota del verde sustituido por un gris premonitorio que parece comenzar en el firmamento, pero que ya colonizó calles, andenes, puentes, ropas y miradas. Podría uno sospechar que Ende pensaba en nosotros cuando escribió Momo, o que el vidente Borges nos miró por el Aleph cuando escribió el poema con que inicio esta entrada.(Click en las imágenes para verlas ampliadas)




miércoles, 4 de noviembre de 2009

Claude Lévi-Strauss: “La invención de la melodía es el supremo misterio de las ciencias humanas”

Nació el 28 de noviembre de 1908 en Bruselas (Bélgica), pero cursó el bachillerato  en París (Francia) donde,  pese a haber estudiado filosofía, derecho y sociología en la Sorbona, acabaría dedicándose a la etnología, porque se consideraba "malo" en filosofía: "Me convertí en antropólogo huyendo de la filosofía". Una ironía sofista, ya que Lévi-Strauss terminaría siendo clasificado en los círculos académicos como "etnólogo filósofo" en reconocimiento a sus valiosos aportes a los conceptos de raza, cultura y evolución que hicieron del respeto a la diversidad cultural un factor esencial en la construcción de las nuevas teorías sociológicas que apuntan en el sentido de la cohesión social como factor fundamental de la convivencia pacífica en un mundo globalizado. El Estructuralismo es un método propio de la lingüística estructural, Lévi-Strauss supo aprovechar su estadía en Nueva York para frecuentar algunos círculos intelectuales entre los que solía estar presente el lingüista Roman Jakobson, cuyos aportes le servirían de base para el perfeccionamiento de su método de investigación antropológica que intenta comprender cómo funciona el espíritu humano a partir del conocimiento de las estructuras mental y cognitiva que después extendió a otras esferas de la catividad cultural humana como la clasificación, la mitología, etc. Con una rigurosa metodología clasificadora, Lévi-Strauss demostró que los sistemas sociales y familiares de los pueblos ancestrales eran más complejos y sutiles que los de la llamada civilización occidental. Según su teoría, cada grupo étnico tiene una especificidad con la que contribuye a un legado común. Así lo dejó planteado en su bestseller Tristes trópicos, un recuento científico de su encuentro en la selva amazónica con una tribu hasta entonces desconocida, en el cual advierte de la extinción de culturas "primitivas" amenazadas por el "avance de la civilización". El libro se publica en 1955, pero narra la estadía de Lévi-Strauss en el Mato Grosso entre 1935 y 1939, período que aprovechó cuando desempeñaba su trabajo de profesor de sociología en la Universidad de São Paulo Al estilo de las Confesiones de Rousseau o los Ensayos de Montaigne, Lévi-Strauss parte de su subjetividad para plantear una reflexión general sobre la civilización occidental y el resto del mundo a principios de la segunda mitad del siglo XX. Es un testamento filosófico de lectura fácil y amena, más que un manual de complejas disquisiciones etnológicas . La alquimia conceptual de la intelectualidad europea de los años cincuenta, que mezclaba las ideas materialistas, marxistas y freudianas en un matraz de análisis sociológico, llevó a Lévi-Strauss a una antropología que fue calificada por muchos como “antihumana”, entre otras cosas por la disolución que supone de la persona. En 1967, las Conversaciones de L 'Express con diversos intelectuales recogieron, entre otras, estas declaraciones del Lévi-Strauss: “Es posible que nuestro mundo camine hacia un cataclismo o hacia una guerra atómica que extermine a las tres cuartas partes de la humanidad. En ese caso, el cuarto restante se encontrará en unas condiciones de vida bastante parecidas a las de las sociedades que estudiamos. Pero, incluso si se descarta esta hipótesis, podemos preguntarnos si nuestras sociedades, cada vez más grandes y cada vez más parecidas las unas a las otras, no tienden a recrear en su propio seno ciertas diferencias, centradas sobre ejes diferentes a los que ahora presiden el desarrollo de las similitudes”. Desafortunadamente, esas declaraciones no fueron comprendidas por algunos sectores que se sintieron atacados. Emmanuel Lévinas, por ejemplo, protestó por la reducción del lenguaje a un sistema de signos y la formalización matemática: “El pensamiento contemporáneo se quiere mover así en un ser sin trazas humanas, donde la subjetividad ha perdido su sitio, en medio de un paisaje espiritual que se puede comparar a aquel que se ofrece a los astronautas que, al llegar los primeros, ponen su pie sobre la luna donde la tierra misma se muestra deshumanizada” y remató : “El ateísmo moderno no es la negación de Dios, es el indiferentismo absoluto de Tristes trópicos".  Recuerdan de algún modo estas frases de Lévinas las declaraciones que Martin Heidegger hiciera a la revista Spiegel en 1966 mostrando su recelo ante ciertas actitudes del mundo actual: “Todo funciona. Esto esprecisamente lo inhóspito, que todo funciona y  que el funcionamiento lleva siempre a más funcionamiento y que la técnica arranca al hombre de la tierra cada vez más y lo desarraiga. No sé si usted estaba espantado, pero yo desde luego lo estaba cuando vi las fotos de la Tierra desde la Luna. No necesitamos bombas atómicas, el desarraigo del hombre es un hecho. Sólo nos quedan puras relaciones técnicas. Donde el hombre vive ya no es la Tierra“. ¡Pero, si es precisamente, lo que le molestaba a Lévi-Strauss!
Claude Lévi-Strauss hizo gala de su sentido del humor y escogió los límites entre la noche de brujas y el día de todos los santos para abandonar este mundo superpoblado y unidimensional que le representaba una grave amenaza a toda esta diversidad del ser humano y de sus culturas que tanto había defendido, "Pienso en el mundo en el que estoy acabando mi existencia, no es un mundo que me guste". El próximo 27 de noviembre hubiera cumplido 101 años. Una celebración que no habrá lamentado eludir: "Ami edad no se festejan los cumpleaños, cada año es un escalón en el descenso hacia la degradación física e intelectual". 
Si bien, escribió más de 30 libros, la clasificación oficial presenta una inevitable indecisión cronológica entre Tristes trópicos, su obra más difundida, escrita entre 1935-39 y Las estructuras elementales de parentesco (1948) su tesis doctoral. En lo que todos coinciden es en postular como su principal obra los cuatro tomos de Mitológicas,que escribió entre 1964 y 1971. El pensamiento salvaje (1962), otro de sus trabajos importantes, sostiene una tesis aparentemente sencilla: todos los procedimientos utilizados por los supuestos seres racionales, "civilizados"  y modernos, ya están presentes en el llamado ‘pensamiento salvaje’, lo cual nos permite comprender que nuestro pensamiento también es salvaje en muchos de sus modos. Sus principales obras: "Vida familiar y social de los indios Nambikwara" (1948), "Estructuras elementales del parentesco" (1949), "Razas e Historia" (1952), "Tristes trópicos" (1955), "Antropología estructural" (1958), "El pensamiento salvaje" (1962), "Mitológicas 1 - Lo crudo y lo cocido" (1964), "Mitológicas 2 - De la miel a las cenizas" (1967), "Mitológicas 3 - El origen de las maneras de mesa" (1968), "Mitológicas 4 - El hombre desnudo""Antropología estructural II" (1973), "La ruta de las máscaras" (1975), "La mirada alejada""Palabra dada" (1984), "La alfarera celosa" (1985), "De cerca y de lejos", entrevistas con Didier Eribon (1988), "Historia de lince" (1991), "Mirar, escuchar, leer" (1993), "Saudades do Brasil" (1971), (1983), (1994).