lunes, 31 de mayo de 2010

Votus Pockus Mockus

Que, en general, los colombianos seamos analfabetas políticos, es un derecho inalienable del que nos han provisto el sistema educativo y la estrategia desinformativa de la prensa escrita y los medios radiales y televisivos. Como rasgo cultural que define nuestra identidad colombiana, no hay nada qué hacer al respecto: tras quinientos años de deprivación conceptual, sometimiento cultural y manipulación ideológica, hemos introducido en nuestra programación genética el miedo a emberracarnos por las ofensas, la incapacidad de indignarnos ante la mentira y el engaño  y la falta de carácter para negar nuestra complicidad con la bellaquería cotidiana. Con nuestra moral de esclavos aprendimos a lamer la bota que nos patea... Lo que NO es admisible desde ningún argumento serio, es que un par de académicos con formación en teorías filosófico-sociales (tienen más cartones que un tugurio, más títulos que un periódico, más doctorados que un hospital) se dejen enredar en el juego atrapabobos de la campaña presidencial colombiana, precisamente en el momento coyuntural en que la ausencia de candidatos creibles Y RESPETABLES amenazaba con poner en punto de quiebre la circunstanflautica pantomima electorera y dejar en evidencia la crísis heredada de la satrapía uribera. Por supuesto, Juan Manuel Santos es el único y natural sucesor del salgareño, porque es quien tiene el cuero más duro (decirle "descarado" es obvio, sólo basta verle la pinta) para consolidar el proceso de entrega del territorio patrio a los marines gringos y los "inversores" extranjeros, impunizar los crímenes de la parapolítica y petrificar los juicios de la Corte Penal Internacional, que aprovecharía la primera oportunidad que se le brindase para intentar restituir la dignidad a la justicia colombiana. No había tutía, una vez caído el referendo reelectorero, el greench era el reemplazo innegociable. Y, para conservar las apariencias (y el orden de sus repartos), debía ser "competido" por Noemí, Vargas Lleras y Pardo. Pero, Petro y Mockus & cía (¡!). Francamente, los supuestos sociales del Círculo de Viena y la Escuela de Francfurt se les quedaron grabados en sus cabecitas como un predicamento retórico que se puede exponer ante un auditorio boquiabierto que se conmueve por la inestabilidad emotiva  y se embeleza con el sonsonete glosolálico del showteacher que los arenga. Por estos días previos al siete de agosto veremos al greench aparecer en todos los medios tratando de parecerse a un mandatario honesto, generoso, imparcial y justo; pero, como en el maquillaje femenino, es conveniente recordar que más de una vez lo hemos pillado "recién levantado".

sábado, 29 de mayo de 2010

Un burro hablando de orejas...

Dado que nunca será suficiente para su ambición de dinero, decidieron extender sus dominios hasta los territorios del Deme una migaja y llévese lo que guste. Conocedores de que toda invasión debe iniciarse con una "familiarización" nominal, bautizaron su estrategia con el irónico nombre de Tratado de Libre Comercio y se dedicaron al saqueo y al pillaje  de las riquezas del subsuelo y los recursos de la biodiversidad ajenos. Obviamente, los criollos que les vendieron su patente les encimaron una pátina de "respetabilidad" certificada con el miserable apodo de inversión "extranjera" y hasta llegaron a darles cruces, llaves y toda esa clase de bisutería que suelen otorgar los derrotados. En sus nuevas colonias todo les marchaba viento en popa... hasta cuando descubrieron que los desesperados se les estaban metiendo en su guarida y entonces decidieron pelar el cobre: promulgaron leyes antiemigrantes, reforzaron fronteras y azuzaron su jauría. Las imágenes que anexo son tomadas de un correo que me llegó, vale la pena difundirlas y tratar de apoyar la propuesta de saboteo a sus  mercancías.
 


miércoles, 26 de mayo de 2010

No hay por quien

En medio de tanta respuesta "politicamente correcta", tanta encuestitis estratégica y tanta obviedad en los análisis, por fin aparece un comentario desde una perspectiva refrescante y enriquecedora, que, por lo menos, exige un mínimo de capacidad lectora y un toque de autoanálisis. No es lo mejor que le he leído a esta periodista (de hecho, ella misma insinúa el reconocimiento de sus falencias), pero sí es de lo más novedoso y propositivo que se ha publicado en Colombia sobre el análisis del comportamiento social ante la pantomima electorera. Por supuesto que, para quienes conocen algunos textos de crítica psicoanalítica o de la Escuela de Fráncfort, el texto puede parecerles algo "trasnochado", pero, para este aciago momento de la inteligencia colombiana, no me negarán el derecho a maravillarse. Una vez más, como ya lo he hecho otras muchas, copio de El Espectador, el único diario colombiano que se permite el lujo de tener un selecto cartel de intelectuales columnistas. De Carolina Sanín, recomiendo todos sus escritos. Consulténlos y sabrán por qué.

Los pretendientes

Por: Carolina Sanín

A veces me intriga que en Colombia la publicidad política negativa no se meta con la vida sexual de los aspirantes a presidente, a diferencia de lo que sucede entre los estadounidenses Me pregunto si nuestro desinterés indica que nuestro catolicismo es menos hipócrita que el puritanismo del norte, o si indica lo contrario, y si en nuestro recato influye el hecho de que diariamente vivamos escándalos más vitales que la vida privada, patrimonio del Primer Mundo. Por un lado, supongo que los candidatos se protegen unos a otros porque todos tienen “rabo de paja” —excusando la turbiedad de esa expresión cuando es sexual su referente— y por otro, me parece que lo que nos disuade de escudriñar la libido de nuestros aspirantes atañe a la manera como manejamos nuestros celos. Allí donde los electores estadounidenses asumen con vigilancia su posición de cortejados, nosotros la asumimos con la vista gorda. Para asegurar la exclusividad de la espléndida cópula democrática con nuestro candidato —de esa esperada noche de los escrutinios electorales— no cuidamos la castidad del pretendiente, sino que optamos por presumirla: por ver al novio como alguien que no desea nada distinto de nuestros votos. Pero no es de esta teoría —que ve cualquier voto como un voto matrimonial e interpreta la campaña presidencial como el cortejo entre unos pretendientes individuales y masculinos, o masculinizados, y una masa política amorfa y feminizada— que quisiera hablar (pues está pobremente formulada y no me la creo del todo), sino de cómo cada cuatro años, durante la campaña presidencial, los nacionales nos unimos para comerciar en grande con el deseo. El candidato a presidente está determinado por la aspiración desvergonzada de prevalecer sobre sus iguales. Si este deseo es satisfecho, entonces su nombre se inscribe en una especie de lista genealógica que sirve como índice de la historia nacional. Para ello no importa lo que él efectivamente haga una vez haya obtenido el poder de ejecutar; sólo importa que ha sido elegido: que ha sido el más amado. El deseo del candidato es, pues, el de ser amado para entrar en la historia y no ser olvidado como nosotros los amantes, sus electores, que aseguramos con nuestro voto su pervivencia. A diferencia de lo que sucede con el príncipe, que ha nacido para ser rey y cuya coronación connota el sometimiento al tiempo pasado y a un principio sobrehumano, la figura del candidato presidencial es la del ansioso. Para despertar el deseo capaz de hacer que el suyo sea satisfecho, el candidato promete; se convierte él mismo en promesa. Es fraudulento, pues obra un engaño que hace pasar por poder real el simple anhelo de poder, y se inviste de un poder inexistente: el de controlar el tiempo futuro. En cuanto pueden hacer que la pretensión del pretendiente se realice, la masa electoral y la opinión pública entablan con él una relación erótica. Despliegan entonces la rutina de la seducción: las pruebas, los cuestionamientos, las reticencias, los mensajes dobles de las encuestas y finalmente el voto, que, por definición, es otra promesa: otra extralimitación. A mí me indispone el ímpetu conquistador de los candidatos; ese deseo afanoso que sienten por usted y por mí. Y me descorazona presentir que el elegido será el que enarbole el deseo más aplastante. Pero puesta a satisfacer con mi promesa a alguno, elegiría al candidato Pardo, seducida por la parquedad —por la pardez— de su ambición. Rechazaría de plano al candidato Santos —de tan casto apellido— quien, confundiendo su deseo con un derecho y pasando por príncipe en una democracia, es tirano aun antes de poder serlo.
Carolina Sanín, 22 Mayo 2010 - 11:59 pm

jueves, 20 de mayo de 2010

La pared y la muralla son el lienzo del artista

Mis excusas previas por la pauta comercial que no pude omitir por ser un video robado. Si tiene alguna dificultad para verlo, es que está clicando sobre la imagen. Vuelva a clicar (que verbito tan sugerente) pero en la flecha de la linea inferior del recuadro.