"Un hombre que no conoce sus raíces difícilmente puede ser universal" GAB. Pausado y silente, como debe haberlo aprendido de los sabios ancianos de la selva, intolerante a la estupidez humana como pudo haberse contagiado de los poemas de Charles Baudelaire, politicamente discreto como lo heredó por recesividad de su tio abuelo el presidente Miguel Abadía Méndez y socarronamente indiferente a las boberías del diario trasegar, como se lo enseñó su mentor Fernando González, el indigenista, lingüista y folclorista Guillermo Abadía Morales (8 de mayo de 1912), decidió ayer, 20 de enero, abandonar sobre este planeta (en un rincón del barrio Chapinero) a su esposa Marina Rey Matiz, sus ocho hijos (que no le decían papá, sino Maestro), su Remington 40 que lo acompañó por más de cuatro décadas, sus vitrinas abarrotadas de libros, documentos, pergaminos y folletos, un mapa de Colombia con las tribus indígenas, un machete, un carriel, un escritorio y un legado cultural que comenzó a entretejer desde el momento mismo en que habiendo concluido sus 5 años de estudios de Farmacia y Medicina en la Universidad Nacional, decidió en 1934 internarse durante diez años (hasta 1944) en las selvas colombianas para estudiar a fondo los lenguajes, creencias, mitos y tradiciones de sus pueblos indígenas, quienes lo sedujeron con su estilo de vida y "pureza de carácter": "Entonces me dediqué al indigenismo. Viajé a Urabá y estuve seis meses entre los indios Cuna, un grupo chibcha. Seguí al Atrato donde compartí con los Catíos y Emberá (...). Le di la vuelta al país haciendo mi índice de clasificación lingüística de 105 tribus indígenas. Gasté 10 años en esa correría". Dentro de ese trabajo recopiló grabaciones magnetofonícas, únicas en su género, que hoy reposan en su archivo particular. Además de haber sido el punto de partida para el estudio etnográfico en la historia de Colombia, ese estudio sentó las bases para la localización exacta de las 105 tribus indígenas establecidas en el territorio colombiano mediante las Coordenadas North-West (conocidas como "Clasificación Abadía") y su clasificación en nueve familias lingüísticas. A su regreso a Bogotá, en 1944, se vinculó al Conservatorio de Música de la Universidad Nacional en la clase de Sociología para el desarrollo; además organizó para esta universidad el Museo Organológico y clasificó los instrumentos musicales del folclor. Cofundador con el poeta Jorge Rojas de el Instituto Colombiano de Cultura, COLCULTURA, Abadía Morales fue el primer locutor de la radio HJN que luego se transformó en la Radiodifusora Nacional de Colombia, para la cual desarrolló más de 7.000 programas de Actualidad Folklórica y Cursillos de Folklore, que permanecieron al aire semanalmente durante 64 años, hasta que por decisión oficial la radiodifusora fue convertida en RTVC (y ahora está en la mira de Jose Obdulio y sus secuaces).
También escribió cerca de una treintena de libros, entre ellos El ABC del folclor colombiano, Guabinas y Mojigangas y El correo de las brujas. Recibió numerosas condecoraciones a lo largo de su trayectoria, incluida la Cruz de Boyacá, en 1997. Junto con el inolvidable musicólogo, poeta, traductor, profesor, ingeniero y periodista Otto de Greiff Hausler (Medellín, noviembre 7 de 1903 - Bogotá, agosto 31 de 1995) constituyó el testimonio, la voz y el oráculo del saber vernáculo y ecuménico que hoy se ve gravemente amenazado por el proceso comercial y unificador de los ritmos y las melodías. El compromiso asumido por su hijo Leonardo Abadía (quien ha estado al frente de preservar su legado) de lanzar una fundación que permita perpetuar su herencia cultural, incluidas publicaciones y miles de horas de grabación en la Radiodifusora Nacional, debe ser responsabilidad de todos aquellos que tengamos algún tipo de relación activa o pasiva con el hacer cultural.